viernes, 9 de abril de 2010

Por:
Erick Landon.

INTRODUCCION:

UMBRELLA
4 de Diciembre en un año sin determinar en la década de los 60.

1963-1967
Se construye a petición de Ozwell E. Spencer una mansión en las montañas Arklay, en los bosques de la ciudad de Raccoon, diseñada por el arquitecto George Trevor, al cual le llevan 4 años de su vida en terminar el proyecto, en el que se ocultan multitud de secretos y mecanismos, pruebas y jeroglíficos por petición de Spencer, para mantener el secreto de la mansión. En el año 1967 Spencer "prueba" todo el mecanismo diseñado en la mansión contra el propio Trevor, Trevor muere atrapado en la propia mansión que construyó, y con él, el secreto de la mansión sólo es conocida por Spencer, se utilizan como conejillos de india a la esposa y la hija del arquitecto: Jessica y Lisa Trevor, la madre no sobrevive mucho a los experimentos, pero sorprendentemente la hija resiste multitud de tiempo a los experimentos con el virus madre. Ozwell E. Spencer, Edward Ashford y James Marcus descubren el virus madre, Marcus comienza a experimentar con el virus inmediatamente.

1967-1968
Spencer comunica a Edward Ashford y James Marcus sus planes sobre la fundación de una
compañía, Marcus no está muy de acuerdo con los planes de Spencer, pero accede si se le permite seguir con sus investigaciones sobre el virus madre. Se funda la compañía Umbrella Inc, por Spencer, Marcus y Ashford, de cara al público es una nueva compañía farmacéutica, pero en verdad es una tapadera para encubrir las investigaciones en el desarrollo de Bioarmas (armas biológicas).

1969
Edward Ashford muere "supuestamente" de forma natural. Debido al gran trauma que pasa su hijo Alexander por la muerte de su padre el nombre de la familia Ashford decae y la influencia de Spencer crece en la compañía.

1970
Alexander Ashford, el hijo de Edward manda construir una base de investigación en el Polo Sur, donde lleva a cabo el "Proyecto Verónica", para devolver el esplendor a su familia, manda construir además una mansión para su uso personal, basada en el diseño de la mansión de Spencer en las montañas Arklay.
1971
Después de varios años de investigación Alexander descubre los genes que determinan la inteligencia en los seres humanos, el proyecto Verónica estaba en marcha, Alexander extrae los genes de su antecesora Verónica, la cual era una genio y pone sus genes en un óvulo de una madre de alquiler, para su sorpresa nacen gemelos, el chico, Alfred era muy inteligente, pero la chica, Alexia, era una verdadera genio, Alexander vio en ella a la verdadera reencarnación de Verónica.
1975
Umbrella Inc crece y se convierte en una verdadera cadena multinacional. Spencer le propone a James Marcus que siga sus investigaciones en una nueva y avanzada base de investigación cercana a los bosques de la ciudad de Raccoon, comunicado a través de un tren, muchos de los mejores investigadores del mundo se vuelven empleados de Umbrella.
1977-1978
Marcus continúa con sus investigaciones sobre el Virus Madre en la base de investigación, en esta época William Birkin y Albert Wesker son contratados por el director de investigación de la base y se convierten en nuevos investigadores. Las investigaciones de Marcus llegan a su apogeo, Marcus ha creado un nuevo virus al combinar el progenitor con los genes de unas sanguijuelas, el nuevo virus, el Virus-T (Virus Tyrant) aun no está terminado pero se postula que puede ser ideal para el desarrollo de nuevas armas biológicas, el mismo Marcus lleva su investigación sobre el nuevo virus en secreto con respecto a los otros investigadores. Marcus empieza a sospechar que hay un infiltrado que está obteniendo información sobre sus experimentos con el Virus-T y supone que la mano de Spencer está detrás de todo esto. Mientras tanto ya empieza a preparar sus experimentos con el nuevo virus y las sanguijuelas, descubre que, aunque al principio el propio virus lleva a los individuos a un canibalismo, luego ve que las sanguijuelas empiezan a comportarse como si fueran insectos sociales (como las abejas) empezando a actuar como un único organismo, además éstas duplican su tamaño, tiempo después ve que se ha establecido hasta jerarquía, habiendo hasta una sanguijuela reina, Marcus empieza a postular si estas mismas sanguijuelas serían capaces de alimentarse de seres humanos y, considerarlas así, como armas biológicas. Tiempo después Marcus descubre que las sanguijuelas imitan las acciones y gestos que él hace, por lo tanto parece poder controlarlas, ha llegado al pináculo de su investigación.
1978 (junio y julio)
James Marcus es asesinado por órdenes de Spencer, éstas órdenes son llevadas a cabo bajo los investigadores William Birkin y Albert Wesker quienes le roban su proyecto sobre el Virus-T, el cadáver del doctor es soltado en los pantanos de las inmediaciones de la Base de Investigación, pero la sanguijuela Reina con la que estaba trabajando en el momento en el que le dispararon y que estaba entre sus ropas, entró en su cuerpo y el Virus-T que llevaba en su interior, afectó a la composición celular de Marcus.
1978 (octubre)
La Base de investigación se cierra y Birkin y Wesker son nombrados investigadores jefes en los laboratorios de Arklay que están bajo la mansión de Spencer, se llevan el Virus-T con ellos, y anuncian a los otros investigadores que William Birkin es el hombre creó el Virus-T junto con la ayuda de Wesker (lo cual es mentira ya que lo que hacen es apropiarse del trabajo de Marcus)
Cuando llegan a los laboratorios de la mansión, descubren a "Ella", una criatura que originalmente era una mujer y que llevaba en experimentación durante 11 años desde que se le inyectó el Virus madre en 1967, lo poco que sabían de ella es que se llamaba Lisa Trevor y que era hija del arquitecto de la mansión.
-1981
Han pasado 10 años desde que concluyó el Proyecto Verónica, Alexia Ashford tiene 10 años y debido a su gran inteligencia se matriculó la primera de su promoción en una prestigiosa universidad y se le asignó el papel de Investigadora jefe en la base de investigación de su padre Alexander.
1981-1983
Wesker y Birkin reciben noticias de los avances de Alexia, por lo visto, dentro de la misma compañía sigue habiendo competencia en el campo de desarrollo de diferentes tipos de cepas del Virus Mientras tanto la investigación sobre el Virus-T se desarrolla satisfactoriamente, el Virus-T está totalmente desarrollado, sin embargo, Wesker se da cuenta de que el virus-T no es lo suficientemente poderoso como para infectar al 100% de los voluntarios, habiendo un 10% que resiste la infección, Spencer aportó más fondos para la investigación y ordenó una nueva investigación donde se intentaría desarrollar el Virus con un margen de infección del 100%
Por su lado, Birkin consigue crear un nuevo tipo de arma biológica a través del Virus-T, una criatura creada al inyectar el Virus-T en los genes de una persona y añadir además ADN de un reptil, el resultado una criatura ágil fuerte e inteligente con la capacidad de ser controlable y especial atracción hacia los no infectados por el virus, por lo que podrían ser usados en supervivientes de un brote viral. A esta nueva bioarma se le denominó "Hunter" ("el cazador"). Mientras tanto, Lisa Trevor increíblemente seguía resistiendo a todos los experimentos a los que le sometía William Birkin
Wesker y Birkin debían avanzar rápidamente en sus experimentos, puesto que la chica de 10 años Alexia Asfhord había avanzado demasiado rápido llegando a ser jefa de investigación en la base polar de la Antártida.
1983
Alfred Ashford, hermano de Alexia, encuentra una habitación secreta donde se supone que se ocultan los secretos de la familia Ashford, para su sorpresa descubre que ella y su hermana fueron creados por su padre de manera artificial para poder volver a elevar a la familia Ashford.
Enloquecidos de furia los 2 gemelos experimentan con su padre con un nuevo virus desarrollado por Alexia, se trata del Virus-T Verónica creado al combinar el virus madre con el ADN de un virus arcaico encontrado en una hormiga reina. Pronto se percatan de que el experimento del virus con su padre es un completo fracaso, se ha convertido en un monstruo que además expulsa toxinas desconocidas.
Alexia se percata de su error y estima que para poder formar un enlace simbionte con el virus había que someter al organismo de experimentación a un proceso de criogenización de 15 años de duración con el virus inyectado, decide experimentar con ella misma, después de fingir un accidente en el que ella desaparece para encubrir el proyecto. Muere.
1983 (diciembre)
A los laboratorios de Arklay llegan noticias de que Alexia ha muerto durante una experimentación en la base polar, sin embargo a Wesker llegan rumores de que en verdad ella se inyectó a sí misma el virus con el que estaba trabajando y eso provocó su muerte, Wesker intenta hacerse con una muestra del Virus-T Verónica, pero Birkin se opone, hay que proseguir con los experimentos con el Virus-T
-1986
Esta fecha está por determinar exactamente, William Birkin se casa con otra investigadora de los laboratorios Arklay: Annette. Poco después tienen una hija a la que llaman Sherry.
-1988
En los laboratorios de Arklay se empieza a experimentar con una tercera generación de armas biológicas: un soldado creado con el Virus-T y con inteligencia suficiente para poder elaborar ordenes programadas, lo llamarían Tyrant, pero pronto se percataron, que debido a la naturaleza del Virus-T era imposible desarrollar un soldado de tal categoría en esas condiciones, debido a que el Virus ataca a las células nerviosas y provoca fallos en su metabolismo. Sin embargo Wesker oyó que en Francia se desarrollaba un tipo de bioarma parecida, un auténtico milagro, debido a que una persona de cada 60.000.000 es capaz de resistir al virus, en Francia ocurrió que precisamente una de las personas con las que experimentaron en el proyecto Tyrant resistía el brote Viral, debido a ello fue capaz de aumentar su fuerza, agilidad sin repercutir en su sistema nervioso, además presentaba una resistencia inusual: casi indestructible: Némesis, Wesker quiso hacerse con una muestra del virus contenido en su interior, pero Birkin se oponía, aún así las muestras llegaron y experimentaron con ellas. Pero se dieron cuenta de que al inyectar el virus en el experimento, en menos de 5 minutos el virus había acabado con el individuo, renunciando a toda esperanza probaron a administrárselo a Lisa Trevor, para su sorpresa el Virus se desvaneció al entrar en contacto con el torrente circulatorio de Lisa, sin apenas afectar notablemente sus características físicas actuales. Birkin descubrió que algo en el interior de Lisa había cambiado, y empezó a experimentar más con ella: el nuevo Virus-G estaba en camino.
-1991
Wesker deja por el momento los laboratorios de Arklay (aunque sigue con su profesión de investigador jefe) y funda el equipo policial STARS: Special Tactics And Rescue Service (tácticas especiales y servicio de rescate) una unidad antiterrorista.
Birkin presenta a Spencer un informe inicial sobre las nuevas propiedades del Virus-G, con un potencial superior al Virus-T es justo lo que Spencer buscaba, un virus con un índice de infección del 100%, tras aprobar el proyecto, Birkin muda el complejo de investigación del virus-G a los subterráneos de la ciudad de Raccoon, donde hay todo una base de investigación.
-1995
Wesker visita de nuevo los laboratorios Arklay y se reúne allí con Birkin. Según han oído Lisa Trevor fue "supuestamente" eliminada por los investigadores, después de demostrar su gran fuerza, escapar y matar a 3 científicos, por lo visto llegaron órdenes de que se deshicieran del cuerpo (en verdad Lisa Trevor no murió y siguió vagando por la mansión)
1997
Lisa Trevor destruye la entrada principal a la base de investigación “La Reina Roja” en el subterráneo de la mansión Spencer. Éste último es asesinado por la misma Lisa quien, siendo un terrible experimento y monstruo irracional, es destruida por completo en una explosión masiva en la entrada de la cámara de la Reina Roja y los laboratorios dentro de ella (en el subterráneo) desaparecen en la explosión. Lisa Trevor por fin muere llevándose consigo al creador del virus madre Ozwell Spencer.
-1998
James Marcus vuelve a la vida, después de que su ADN fuera modificado finalmente por la sanguijuela reina. Jura vengarse de Umbrella y causa serios accidentes en la Base de investigaciones antiguamente cerrada, el Virus-T se escapa y causa desastres tanto en esa base como en los laboratorios de Arklay, Marcus era ya un monstruo y gracias a sus experimentos, el Virus-T había infectado a la mayoría de los empleados de Umbrella. Se infiltra entonces ocasionando esos desastres quedando el centro o facultad de investigación, devastado.
Tras los acontecimientos dados en las bases de investigación de Umbrella y los sucesos en las montañas Arklay y en la ciudad de Raccoon el Gobierno de los EEUU decide parar toda la actividad de Umbrella en el país, se provoca una crisis global de la compañía, las acciones en bolsa cayeron en picado, Umbrella estaba acabada...
1998 (junio)
Comienzan a escucharse ritos sobre criaturas extrañas rondando por las montañas Arklay: perros de raza doberman y algunos osos salvajes con rasgos sangrientos y trozos de piel cayéndoseles. Para junio de 1998, la prensa anuncia por todos sus medios de comunicación, el primer perro doberman visto en las montañas Arklay. Días más tarde, alrededor de 10 familias viviendo en un pueblo cerca de las montañas, son asesinadas brutalmente sin dejar rastro alguno. El jefe de la policía de Raccoon, Brian Irons, ordena evacuar todo pueblo cercano a las montañas cerrando así cualquier acceso a pie o en automóvil a ellas; sólo se podía llegar por aire.
1998 (julio)
Todo cerca de las montañas Arklay es evacuado y queda como área en cuarentena reservada para una investigación profunda a cargo del equipo Bravo de las fuerzas especiales policíacas de STARS. Es enviado este equipo el 23 de julio pero para ésas fechas, ya se sabía sobre el extraño deceso de los osos infectados por el virus-T. En cambio, los perros aun seguían por allí. La misión era eliminar a los animales infectados, entrar en la mansión y buscar sobrevivientes.
Matar a todo aquél que ya no pareciera humano.

Diario del investigador Peter Kauffman.

29 de mayo

Los perros se han escapado. No entiendo como alguien como James Marcus pudo haberse transformado de manera tan espantosa ni tampoco comprendo por que destruyó los laboratorios, sólo sé que algo andaba mal con él y algo muy malo le hicieron antes de que mutara.

02 de Junio

No sé que rayos sea el virus-T pero estoy seguro de que es algo dañino.

03 de Junio.

Dan enfermó; dice que se siente muy mal y que no deja de tener comezón en el cuerpo y pensamientos homicidas. Creo que está perdiendo la razón. Hace una semana estaba bien y ayer tenía esa mirada llena de ira… yo sólo sé que debemos proteger el código Verónica sin dejar que nadie lo sepa y Dan no está haciendo bien su trabajo.

05 de Junio

Dan atacó al señor de las llaves, le quitó el sombrero y se abalanzó sobre él como si fuera a hacerle daño. Lo ahorcó con sus propias manos pero los guardias de seguridad le dieron un buen golpe en la espalda y se lo llevaron a una celda. Dijo que un tal John no sé qué, estaba infiltrado. Entiendo su ira pero no era para atacar a alguien que nada tenía que ver con el código Verónica.

06 de Junio

Dan no deja de repetir en su celda que se siente muy mal y que hay un virus suelto en todos los laboratorios, en la cámara de la Reina Roja. Creo que ha enloquecido pero muchos ya están enfermándose de algo muy raro que jamás había visto en mi vida. Todos parecen tener los mismos síntomas que tuvo Dan antes de volverse así de neurótico. Es como si en lo único que pensaran fuera en asesinar a alguien. Yo no sé nada de ese virus pero, ahora que lo menciono, yo tampoco me he estado sintiendo bien estos días…




PRIMERA PARTE.
LA MANSION SPENCER


1

La chica estaba sentada en la cama meditando, dentro de aquella extraña habitación de la cual no sentía seguridad alguna pero sabía que era su obligación dormir en ese lugar aquella noche. Ya era el día siguiente y sólo faltaba tomar lo que necesitaba para ir y todas esas medicinas que ella conocía por si se presentaban algunos imprevistos; los kits de primeros auxilios siempre hacían falta y ella tenía ese principio acerca de las armas: es mejor tener una y no necesitarla a necesitar una y no tenerla.
El pantalón que traía era un poco extraño para ser considerado como uniforme de los STARS pero de todas maneras, debido a que era la recluta más nueva del equipo, no importaba. Un pantalón color caqui no muy ajustado que más bien parecía pantalón de patinaje. Sus tennis blancos tal vez combinaban con el supuesto uniforme al igual que su chal del mismo color y su camiseta blanca con la insignia de los STARS en el hombro derecho. Su castaño cabello lo tenía despeinado debido a que era muy corto pero tenía una pequeña cola de caballo atada, se veía bien pero algunos copetes aún le cubrían la frente. Y no olvidemos sus guantes café oscuro al igual que los que usaban la mayoría de los miembros de STARS.
Entonces, todo estaba listo; sólo tenía que empacar en una pequeña bolsa café que tenía justo a su lado en la cama y salir de la habitación para reunirse con el resto de sus compañeros, pero ella estaba preocupada; había tenido ese sueño otra vez. Ese sueño que la había estado atormentando durante 6 noches seguidas.
-Maldición- exclamó en voz baja. Se cubrió entonces el rostro con ambas manos y luego se dispuso a abrocharse los guantes de cuero. Al terminar, alguien interrumpió sus pensamientos al entrar en la habitación.
-¿Rebecca?- preguntó la voz masculina antes de mostrar su figura completa y mirar dentro de la habitación. -¿Puedo pasar?-
-Sí, pasa- contestó Rebecca y entonces, el hombre de complexión corpulenta entró a la habitación. Era enorme, medía casi 1.90 y vestía el mismo uniforme que ella llevaba sólo que su pantalón era color gris y su chal de color café oscuro. Usaba también barba y bigote, cerrados, y el cabello pelirrojo bastante corto con corte militar y un poco erizado. Sus ojos pequeños eran color verde y tenía alrededor de 38 años de edad.
-¿Qué sucede?- preguntó el hombre, notaba que Rebecca estaba un poco angustiada pero no sabía precisamente por qué. Tenía que cerciorarse.
-Nada- respondió ella.
-¿Estás bien?- y al preguntar esto, observó que tenía todo listo.
-Sólo es una pequeña jaqueca, ya me tomé una pastilla para el dolor- contestó la chica y por fin, miró hacia los ojos del hombre.
-Algo anda mal, dímelo, con confianza. Tal vez te pueda ayudar-
Rebecca lo meditó; tal vez este sujeto no sería el ideal para confiarle un secreto pero ya le había comentado ese problema tan angustiante que tenía.
-Tuve ese sueño otra vez- contestó ella y suspiró. –Anoche…-
El sujeto bajó la mirada y se aproximó hacia la cama para quitar la bolsa y sentarse junto a ella.
-Por Dios…- dijo el hombre y soltó también un suspiro.
-Anoche, Barry, me acosté pensando en que tal vez sería mejor abandonar todo esto y volver a casa… estudiar, a lo mejor, otra carrera o no lo sé. Tal vez medicina… no soy la indicada-
-No, no… mira…- comenzó a decirle Barry. –No tienes por qué regresar allá, el problema no es que seas la indicada o no, el problema es que debes de superar ese miedo. Ese miedo que te está atormentando cada día y no piensas en otra cosa. Sólo debes ser fuerte… es una misión muy importante para todos, ellos te ayudarán. Necesitan de tu ayuda, si no vas, ¿Quién va a estar ahí para ellos cuando ocupen atención?... atención médica. ¿Quién?-
-Pero es que soy muy joven…- dijo Rebecca y volvió a cubrirse el rostro como si fuera a llorar.
-¿Sabes?, cuando entré a los STARS pensé que me tratarían mal y que posiblemente me expulsarían por cualquier razón. Nunca tuve la oportunidad de arrepentirme de lo que hice. Pero, al estar aquí, supe de inmediato que esta gente eran mis amigos y que necesitaban de mí. Sabía que podía contar con ellos y viceversa… por eso te digo que seas fuerte y vayas a esa misión. Olvídate del sueño e ignóralo, todos tenemos pesadillas-
Rebecca miró a Barry de nuevo con más seguridad, con más confianza.
-Tienes razón… tal vez sí me necesitan-
-Te necesitan, ninguno de esos tarados sabe de medicina, te lo aseguro-
Rebecca soltó una pequeña risita. Miró de nuevo a Barry y le sonrió diciéndole:
-Gracias… gracias, Barry-
-Bien, Becca, es hora de que pongas en práctica todo lo que sabes…- dijo Barry y se levantó sin devolverle la mirada a la chica.
Tal vez Barry tenía razón; esas personas la necesitaban, ella era parte del equipo STARS sin mencionar que apenas tenía dos semanas de haber entrado. A sus 19 años de edad, sería parte de una de las misiones más importantes de su vida y no les podía fallar ni a sus compañeros. Ni a su capitán. Era su deber ir y enfrentar su miedo, ese miedo que la atormentaba cada noche sin poder dormir. Ese miedo que interrumpía su sueño mostrándole una terrible pesadilla. Ese miedo llamado Spencer.

Exactamente a las 6:15 de la mañana, el helicóptero dejó el puerto del departamento de policías de la ciudad Raccoon. Los 5 pasajeros no eran otros más que el equipo Bravo de los STARS. El líder de la misión, Enrico Marini, un sujeto de 41 años de edad, de complexión robusta, prieto, cabello negro alborotado y bigote, se encontraba sentado junto a la ventana del helicóptero mirando a través de ésta, las nubes. Vestía un uniforme verde militar (pantalón y camiseta), botas de cuero color negro y un reloj con cronómetro en su brazo izquierdo. Los guantes eran café oscuro y llevaba un medallón con un portarretrato de Jesucristo color dorado. Usaba también un chaleco color negrodonde llevaba la insignia de STARS en la parte superior izquierda de éste. No pensaba en otra cosa más que en la vida de sus hombres y de la pequeña Rebecca que apenas acababa de ingresar al equipo.
Kenneth J. Sullivan, un hombre afro americano de complexión robusta, alto, calvo con barba de candado y grandes ojos café oscuro, era el segundo al mando. Se le consideraba como “sargento” debido a que Enrico era el comandante de la misión. Se encontraba sentado con su rifle al lado sosteniéndolo como si fuera su única salvación. Tenía 45 años de edad, esto lo convertía en el miembro más viejo de los STARS. El uniforme eran sus botas negras al descubierto, pantalón y camiseta militar y el resto de su cargamento en municiones alrededor de su tórax.
Richard Aiken, encargado de las comunicaciones de comando, un apuesto hombre de 23 años de edad, tenía apenas 8 meses en los STARS. Ni barba, ni bigote, ni un rastro de vello en su rostro más que sus finas cejas y de cabello castaño peinado en forma erizada. Un perfecto corte militar. Su uniforme era más parecido al uniforme común que usaban los policías de STARS: botas negras, pantalón gris oscuro, camiseta blanca con la insignia de STARS en el brazo izquierdo y un chaleco café claro. Su insignia y placa de oro en el cinturón negro que llevaba puesto.
Forest “spike” Speyer, especialista en vehículos, un apuesto sujeto de 29 años de edad, cargaba una bazúca negra firmemente y el resto de sus municiones en el cinturón. Vestía igual que Richard, sólo que su chaleco y pantalón eran negros. Él era alto y de complexión delgada, algo robusto y de cabello largo y lacio color castaño.
Por último estaba la ansiosa Rebecca, médico oficial de los STARS, quien no cargaba ni una sola arma. Ni siquiera una pistola ni cuchillo ni nada, sólo un pequeño gas lacrimógeno que Enrico le había autorizado llevar. Pero además de eso, nada, sus kits de primeros auxilios solamente.
-Estamos un poco a desnivel- comentó el piloto del helicóptero. –No hay ningún problema, llegaremos justo a tiempo-
Todos estaban nerviosos; lo usual era que se contaran chistes y dijeran bromas entre sí, presumieran y recordaran viejos tiempos y algunos otros comentarios, pero estaban nerviosos. Sabían a lo que se atenían al ir a esa peligrosa misión; esta vez no combatirían con criminales, ladrones y terroristas, esta vez era algo completamente diferente que les hacía sentir en sus interiores un malestar que no podían evitar. Incluso el comandante se sentía inseguro, nervioso, tenso y angustiado. Aquél estrés no terminaría ni al completar la misión, era un virus que se había expandido por las montañas Arklay y había animales infectados andando por ahí. No animales normales, monstruos; criaturas bizarras y llenas de ira por el deseo de alimentarse de cualquier clase de carne, incluso humana. Perros de raza doberman inteligentes y rabiosos, horribles seres que rondaban por las praderas de la montaña, justo afuera de la mansión Spencer.
-¿Cuánto falta?- se atrevió a preguntar el sargento Sullivan.
Enrico lo miró seriamente con el ceño fruncido (así era su mirada normal) y simple y sencillamente, no contestó. Y es que nadie quería llegar en realidad. Nadie deseaba esa misión, lo único que querían era seguir con sus vidas de policía antiterrorista y pelear contra seres humanos, no ir a rescatar científicos de demonios con colmillos despedazándolos.
-Ya vamos llegando- comentó Richard Aiken mientras miraba atento hacia la mansión Spencer entre la niebla que se veía alrededor de ésta.
-Aterrizaremos en medio de esa pradera- comentó el piloto. –Es el lugar más seguro, no veo señal de…- algo interrumpió bruscamente su comentario; un parvada de cuervos se aproximaba rápidamente hacia el helicóptero sin cesar y sin razón alguna.
-¿Qué rayos?- se preguntó a sí mismo sorprendido de lo que estaba viendo. Era como si los cuervos tuvieran como objetivo, estrellarse con el helicóptero.
-¿Qué sucede?- preguntó Rebecca, al mismo tiempo que Enrico volteó la cabeza para poder mirar a través del cristal de enfrente, la terrible parvada que se aproximaba.
-Tranquila- contestó Kenneth pero también estaba impresionado y preocupado por lo que iba a suceder.
-Malditos pájaros…- exclamó el piloto. – ¡Vienen hacia acá!... se estrellarán-
-¡¿Qué?!- exclamó Enrico.
-¡Cuidado!- gritó el piloto de nuevo cuando el primer cuervo se estrelló contra el cristal. Por fortuna no lo rompió mientras que el resto de los cuervos comenzó a hacer lo mismo. El piloto perdió el control y soltó las palancas.
-¡Rayos!- gritó Enrico mientras que el helicóptero comenzó a tambalearse como si estuvieran pasando por una brusca turbulencia.
-¡¿Qué carajos sucede?!- gritó Forest. Richard cayó al suelo y chocó contra los pies de Kenneth mientras que Rebecca se sostenía fuertemente del cinturón de seguridad.
-¡Maldita sea!- gritó el piloto y uno de los cuervos, al estrellarse, logró atravesar el vidrio rompiéndolo, dejando así, el agujero perfecto para que el resto de los pájaros pudieran entrar.
-¡Ayúdenme!- suplicó el piloto mientras los primeros cuervos comenzaban a picotearlo. -¡Auxilio!, ¡ayúdenme!...-
-¡Trata de aterrizar!- gritó Enrico.
-¡No puedo!, ¡alguien ayúdeme!- volvió a gritar el piloto pero de tanta turbulencia, nadie se podía acercar a la cabina para ayudarlo ni aunque lo intentaran. Enrico volvió a gritar:
-¡Aterriza, controla el helicóptero lo más que puedas!-
Los cuervos seguían picoteando salvajemente al piloto dejándolo con graves heridas en el cuello, rostro y brazos pero aún así, logró sostener la palanca y comenzó a descender en la pradera cerca de las montañas Arklay. Para eso, Aiken ya había sacado su Beretta y había comenzado a dispararle a los cuervos sin puntería alguna ocasionando más agujeros en el cristal.
-¡Dispárales!- gritó el piloto con furia. -¡Dispárenles!-
Enrico sacó también su pistola y logró darle a un cuervo en el pecho y cayó al suelo, muerto. El resto seguía entrando y justo antes de que los pájaros alcanzaran al equipo Bravo, el avión se estrelló en los arbustos.




2

-No hay contacto- aseguró el encargado del centro de comunicaciones del departamento de policías. –No logro establecer contacto, la señal está perdida- miró seriamente al jefe de policía Brian Irons quien miraba el monitor, bastante angustiado.
-No puede ser- exclamó Irons y en seguida, se dirigió hacia el primer intercomunicador en el cuarto de control. –Hay que informar al gobernador- justo antes de levantar la bocina, volteó a ver al guardia al lado de la puerta y le dijo: -Ve a buscar a Wesker y tráelo, rápido- el guardia asintió con la cabeza y salió rápidamente por la puerta.
Brian Irons era un hombre casi calvo de barba cerrada de candado color negra y algo chaparro, de estatura mediana para ser preciso. Regordete de complexión obesa y edad de 52 años. Él prácticamente controlaba todo lo que sucedía en el departamento de policías de la ciudad de Raccoon, era el jefe mejor conocido como Chief Irons (jefe Irons). Vestía un traje café de pantalón y saco de vestir, camisa negra y una curiosa corbata rojo oscuro. Sus zapatos bien voleados y su rólex de oro, aseguraban que este hombre, era bastante adinerado.
Así pues, tomó la bocina del intercomunicador y dijo:
-Comuníqueme con el gobernador, por favor-


-Dicen que…- comenzó diciendo Barry al piloto de la fuerza aérea de los STARS, Brad Vickers. –Dicen que ninguno sobrevivió- ambos se encontraban dentro de la oficina del capitán Albert Wesker, líder y fundador del equipo STARS. Barry vestía igual que la última vez pero ahora su chaleco era rojo marrón. Brad Vickers era el piloto del helicóptero privado de los STARS, un tipo apuesto de 35 años de edad, cabello castaño, ojos azules, de complexión delgada y de estatura alta. Su uniforme era idéntico al de Richard Aiken con todo y chaleco café claro y la insignia de los STARS grabada en la manga izquierda de la camiseta.
-Es inútil, nadie sabe donde están, no hay comunicación- comentó Brad.
-Aún así, quieren que tú nos lleves-
Brad lo meditó unos instantes, no podía creer que ahora sería él mismo el que llevaría a los demás hacia la mansión con el mismo objetivo que antes. El piloto anterior había muerto y por desgracia, se había estrellado junto con el helicóptero debido a extrañas aves llenas de rabia que sabotearon el helicóptero. Ahora tendría que llevarlos él y pasar por lo mismo. Estaba nervioso y la decisión era angustiante, pero Brad era el único piloto de los STARS que quedaba vivo y el único del equipo Alfa.
-No sé si deba… no lo sé, Barry- contestó Brad. –Ese otro piloto… no saben nada de él ni de los del equipo Bravo, no estoy seguro…-
-Al igual que te arriesgas tú, nos arriesgamos nosotros. Tú sólo tendrás que llevarnos, no bajarás del helicóptero para nada, te lo aseguro. Nosotros somos los que deberíamos estar nerviosos. Aunque comprendo tu preocupación… pero sólo ten en mente esto: lo que nos pase a nosotros, no te pasará a ti ¿entendiste?-
Brad miró a Barry seriamente; sabía perfectamente lo que estaba diciendo y tenía razón. Los que en realidad debían de temer eran ellos, no él. Por lo tanto, tomó la decisión y volvió a mirar a Barry.
-Lo haré… no tengo elección-
-No, no la tienes, lo siento… todo estará bien, no te preocupes- contestó el siempre serio, Barry y salió de la oficina.

Los miembros del equipo Alfa se reunieron en la oficina de STARS donde el capitán Wesker, un apuesto sujeto de 38 años de edad, cabello castaño claro con el copete cubriéndole la frente, de complexión robusta, alto y con lentes oscuros que jamás se quitaba, hablaba de la misión que ahora estaba en sus manos. Misma que había sido del equipo Bravo, misma que ahora ellos llevarían a cabo con una sola diferencia: rescatar a sus compañeros.
La enorme habitación no era nada incómoda; había 6 escritorios por doquier, algunos pegados a la pared, y su propio tablero de comunicaciones. El teléfono fax estaba sobre un buró a la altura de todos junto a la puerta. Al fondo, un armario lleno de trofeos, reconocimientos y algunos cuantos archivos rejuntados, el cuadro donde aparecían todos los STARS en equipo junto a éste. La bandera de los EU y de la ciudad de Raccoon juntas y un escritorio donde había varias pistolas sin uso y descargadas.
Los miembros del equipo Alfa no eran otros más que los ya mencionados Albert Wesker (el capitán), Barry Burton, como el segundo al mando y Brad Vickers, el piloto. Los otros 3 elementos restantes eran Chris Redfield, expulsado de la fuerza aérea de los EU, Joseph Frost, el novato del equipo y, finalmente, la experta en cerraduras y computadoras, Jill Valentine.
Chris Redfield de 25 años de edad, había sido reclutado por Barry en el año de 1995 cuando el equipo STARS no llevaba ni 2 años de haberse formado. De hecho, el verdadero equipo STARS (Special Tactics And Recovery Squad) había sido fundado en 1967 como fuerza policíaca y tropas entrenadas para proteger la ciudad, sólo que en 1993, cambió el nombre y el líder actual: Wesker. Volviendo a Chris, un sujeto atractivo de complexión robusta, alto, ojos verdes, cabello castaño oscuro y corto, llevaba tan sólo 3 años en los STARS y era muy buen amigo de Barry y de Jill.
Joseph Frost no tenía ni el mes en el equipo y solamente había estado en un entrenamiento para policías en la ciudad de Nueva York. De 27 años de edad, usaba siempre un paliacate rojo cubriéndole el corto cabello rubio que tenía debajo de éste. De complexión delgada, alto también y grandes ojos café oscuro. Su especialidad era también los vehículos.
Jill Valentine. Una dulce chica de 23 años de edad, dos años en los STARS y había sido reclutada también por Barry Burton en 1996. Graduada de la Academia de Policías de la ciudad de Raccoon. Cabello castaño, muy lacio, y corto, hasta la nuca y dos largos copetes rusos hasta las mejillas. Cubría su cabello siempre con una boina azul con la insignia de STARS al frente de esta sólo que la usaba de lado. Delgada, buen cuerpo, ojos azules, pequeños al igual que su nariz y labios.
El capitán Albert Wesker comenzó diciendo a su equipo:
-Si volvemos… seremos de los policías más reconocidos no sólo en la ciudad de Raccoon, si no casi en todo el país ¿Saben ustedes qué significa eso?...- el capitán hablaba con seguridad, con entusiasmo, no con miedo, algo que era completamente extraño debido a que los demás estaban nerviosos y, si en verdad les preguntaran, ni siquiera querían ir. Pero tenían que hacerlo y la responsabilidad de rescatar a sus compañeros no sólo era una labor, si no también una preocupación y un deseo de volver a verlos con vida.
-Enormes reconocimientos… dinero…- continuó diciendo Wesker de pie en frente de todos ellos. Vestía un pantalón negro al igual que sus botas, si camisa negra al igual que el cinturón. En cambio, su chaleco era de un color verde muy oscuro que casi no se distinguía, sus guantes café oscuro y, por supuesto, sus famosos lentes.
-Sólo espero encontrar a los demás…- comentó Chris, quien vestía con el uniforme de STARS: pantalón gris, botas negras, su cinturón y camiseta blanca fajada y el chaleco verde claro con la insignia de STARS. Frost vestía igual que él y lo mismo Jill, sólo que el pantalón de ésta última era color azul marino y con hombreras del mismo color al igual que su pantalón. Y, por supuesto, su boina del mismo color y los guantes café oscuro.
-¿Qué me dices de ellos?- preguntó Chris quien, de hecho, no sentía ningún agrado por su capitán. En cambio, Frost y Jill le eran sumamente leales aunque Chris ya había comentado varias veces el pasado de Wesker a sus compañeros. -¿No vamos por ellos?, ¿a rescatarlos?-
Wesker lo miró fijamente a través de sus costosos lentes y cruzó los brazos en señal de desagrado.
-Ese es el motivo de esta misión, Chris, es por quienes estamos reunidos en este momento…- miró a los demás y continuó diciendo: -Quiero que sepan que somos un equipo y que nadie debe quedar atrás, ninguno de nosotros. Vamos a ir a rescatar a nuestros compañeros, amigos, que ahora están perdidos en esa mansión. Vamos juntos por que somos un equipo-
Por supuesto, Brad no se encontraba en esa habitación; él se hallaba preparando todo para el helicóptero. Esa pequeña reunión no tardaría mucho debido a que ese mismo día, saldrían camino a la mansión.

A las 7 de la tarde de ese mismo día, 19:00 horas en reloj militar, el helicóptero despegó desde su lugar de origen, el puerto de la estación de policía, ya con los 6 integrantes dentro de él. Todos iban atrás y su interior era muy parecido al otro helicóptero, ya que ambos fueron diseñados por la misma persona.
Ya en el aire, dentro del helicóptero, Chris miraba fijamente a Wesker quien parecía estar dormido con los lentes puestos y los brazos cruzados. Sus piernas estiradas hacían ver de su posición una comodidad increíble al estar en un helicóptero con el objetivo de llegar a la mansión del “terror”. A Chris le impresionaba esto, claro, él sabía perfectamente de todas las operaciones que había realizado su capitán en aquellos tiempos donde Umbrella era la potencia máxima en el mercado farmacéutico. Él sabía sobre los engaños y la ocultación al público de las armas biológicas que construían en ese lugar. Los laboratorios estaban justo debajo de la mansión y creía que el objetivo de Wesker, realmente, no era rescatar a sus compañeros ni buscar sobrevivientes.
A Jill sólo le preocupaban los demás, estaba intrigada por saber qué les había ocurrido y quería saber si, siquiera, estaban vivos. Barry igual, sólo pensaba en lo último que le había dicho a Rebecca ya que desde un principio se había arrepentido del viaje, de la misión, y él le dijo que su equipo la necesitaba. Sentía toda la culpa y cargaría con eso hasta encontrarla viva.
-Hay buen tiempo- comentó Brad, quien piloteaba el avión como todo un experto. –Llegaremos al anochecer-
Eran aproximadamente las 8 de la noche, 20:00 horas en reloj militar, cuando divisaron la mansión y la pradera justo en frente de esta. Frost fue el primero en asomarse por la ventanilla, después Jill y, al final, Barry. En cambio, Chris y Wesker no despegaron miradas el uno del otro.
-Recuerden todos… tenemos que mantenernos unidos, nadie se separa del grupo, el objetivo principal es buscar el helicóptero y los alrededores de la pradera. El equipo Bravo no debe estar lejos, si es que fueron lo suficientemente inteligentes como para no entrar a la mansión si están heridos-
Chris frunció el ceño pero en seguida supo de qué clase de heridas estaba hablando su capitán.
-¿Están listos?- preguntó Brad. –Aterrizaré después de esos arbustos- señaló.
-Haz tu trabajo, idiota- le comentó Chris un poco sonriente sin quitarle la mirada a Wesker.
Brad aterrizó lentamente mientras los demás revisaban su armamento, municiones y todo lo demás. Wesker no movió ni un solo dedo, ni siquiera dejó de cruzar los brazos. Ya después de que había descendido el helicóptero lo suficiente como para bajara uno por uno, fue el primero en ponerse de pie para bajar.
El armamento que cada uno cargaba para esta misión era el siguiente: Wesker, como era el capitán y no debía de cargar ningún tipo de arma fuerte, sólo traía una simple Beretta negra de calibre m92f y un revolver mágnum 357, además de sus respectivas municiones. Barry solamente traía la misma mágnum, además de ser el especialista en armas, dos granadas y sus respectivas municiones. Al igual que Jill, Chris cargaba la Beretta Desert Eagle .50 de calibre m92f y un cuchillo de combate de mango café. Frost traía consigo el arma más poderosa del equipo: una ametralladora m-4 “por si las cosas se ponían violentas”. Brad no cargaba armas de ningún tipo.
-¡Muy bien!- gritó Wesker ya habiendo bajado del helicóptero. – ¡Bajen uno por uno lentamente, con cuidado, quiero que formen un perímetro en esta área para ver si es segura!- todos obedecieron y el último en bajar fue Chris.
-¡Ya está!- gritó Brad y comenzó a ascender lentamente. -¡Suerte!- volvió a gritar y se retiró volando el helicóptero. Los demás comenzaron rápidamente a asegurar el área donde se encontraban: una pequeña pradera a no menos de un kilómetro de la mansión Spencer. El helicóptero del equipo Bravo no se veía por ningún lado. Los nervios se les subían por la cabeza y la paranoia comenzó a dominarlos. Pero ellos eran profesionales; tenían que guardar la calma y hacer su trabajo bien.
El área quedó asegurada y el ruido del helicóptero ya no se escuchaba; todo estaba tranquilo en medio de esa oscuridad donde no se podía ver ni una sola luz.
-Saquen sus linternas, no se puede ver ni una maldita cosa- ordenó Wesker quien era el único que no traía su arma desenfundada. Jill estaba justo a su lado izquierdo y Barry al lado derecho, más adelante se encontraban Chris y Frost quienes iban adelante del grupo para asegurar y guiarlos hasta el helicóptero (aunque no supieran ni donde estaban). Pero antes de que se percataran de eso, un ruido alarmó a todos; parecía como un sonido de unas pisadas diferentes a las de ellos, entre las hierbas. Como si algo rondara cerca de ellos.
-Aguarden- comentó en silencio Chris quien iba al frente del grupo, no más de 10 metros de distancia de Wesker y los otros, e hizo una seña con su brazo derecho de detención. –Hay algo…-
Todos voltearon a ver a su alrededor y fue entonces cuando por fin, Wesker sacó su arma. Los 3 comenzaron a caminar lentamente sin hacer el más mínimo sonido, pero el ruido aquél seguía escuchándose. Pequeños pasos que, por lógica, no provenían de ninguna clase de calzado.
Frost se agachó un poco y comenzó a caminar un poco separado de Chris, Barry y Jill también comenzaron a separarse, no menos de 2 metros, de Wesker. Chris seguía al frente y volvió la cabeza hacia atrás para ver si el grupo lo seguía. Fue entonces cuando otro ruido extraño los alarmó.
-¿Qué sucede?- preguntó Jill pero Barry sólo hizo una seña de silencio con su dedo índice entre sus labios. Atentos todos, escucharon claramente el gruñido de algún animal parecido al de un canino. Un perro. No se había escuchado muy lejos pero, por fortuna, tampoco muy cerca.
-Tranquilos- murmulló Wesker. Tenían que conservar el orden por que de lo contrario, aquél sonido se acercaría más a ellos y tal vez sería una de esas bestias que rondaban por las montañas Arklay.
-¿Qué es eso?- preguntó Chris refiriéndose a un objeto en específico que se veía a través de los arbustos, totalmente inmóvil.
Frost, por su parte, no había visto nada y se retiró un poco más de Chris quien se quedó caminando muy lentamente hacia el objeto aquél que había divisado. Frost se aproximó hacia la izquierda para averiguar que había provocado ese gruñido. Mientras que los otros seguían atrás avanzando despacio para no llamar la atención de más gruñidos.
Para su mala suerte, Frost escuchó el segundo gruñido muy cerca de él y fue entonces cuando apunto directamente hacia varios lados consecutivamente con los nervios de punta. Tenía los ojos bien abiertos cuando comenzó a oír los pasos aproximándose lentamente hacia él. Entonces se percató de que esas pisadas venían de la derecha. Se quedó quieto mientras apuntaba con el arma hacia ningún punto en especial pero cerca de su derecha. La figura se aproximó como si fuera una sombra, como si fuera una alucinación y sólo mostrara lo oscuro de sí misma. Frost ensordeció; miraba la figura aquella acercándose sin cesar de manera lenta y sencilla sin perder el equilibrio y de pronto, otros pasos demasiado rápidos se escucharon a su izquierda y al voltear, algo saltó sobre él con una furia intensa e hizo que cayera al suelo violentamente y soltara su arma a unos metros de él.
Los demás se percataron rápidamente y volvieron la cabeza hacia donde se encontraba Frost y vieron lo inimaginable: una enorme bestia cubierta de sangre y heridas con enormes colmillos, masticando la piel de su compañero.
-¡¿Qué diablos?!- exclamó Barry al ver el acto sangriento. Al parecer, la bestia los había visto pero siguió con su presa engatusada sin dejarla ir. Frost tenía el rostro completamente destrozado y lleno de sangre al igual que su cuerpo y su arma no se veía para nada.
-¡Chris!- gritó Wesker, pero no hubo respuesta. -¡Vámonos!- les dijo a los otros dos.
-¡¿Qué pasa?!- gritó Jill.
-¡¿Qué rayos es eso?!- preguntó Barry, nervioso, señalando una figura que se aproximaba hacia ellos rápidamente por la derecha. Al poder divisarla bien, Wesker tomó la decisión:
-¡Maldición!- exclamó. -¡Corran… vámonos de aquí!-
-¡Y ¿Qué pasará con Frost y con Chris?!- gritó Jill ya comenzando a correr atrás de Wesker.
-¡Frost está muerto, corran, rápido!-
Barry y Jill corrieron atrás de Wesker sin cesar de una manera ágil y veloz. El perro corría detrás de ellos con el mismo objetivo que el otro: matarlos. No se detendría por ninguna razón y al parecer no tenía en mente más que la pura ira. Jill entonces volvió la cabeza para ver si Chris los seguía pero sólo se veía el monstruo aquél a unos cuantos metros de ellos. Entonces apuntó sin equilibrio y disparó dos veces, una bala atravesó la pierna posterior izquierda del perro pero, increíblemente, no se detuvo por nada. Pareció como si ni siquiera la hubiera sentido. La sangre brotó a través de todo el camino y por fin pudo divisar a la perfección a Jill, quien le había disparado.
La mansión estaba sólo a unos pasos y el perro ya casi los alcanzaba, pero ninguno de los tres había podido ver su rostro o siquiera su cuerpo completo; simplemente una bestia con sangre alrededor y heridas bastante graves que podrían haberlo derrumbado en cualquier momento.
Wesker vio la luz de la puerta principal de la mansión y, en seguida, abrió la puerta rápidamente y entró permitiendo que sus dos compañeros entraran justo detrás de él. Logró cerrar la puerta con facilidad y a los pocos segundos, ya no se escuchaba ningún sonido extraño, ni gruñidos, ni nada. Ni un solo ruido del perro que los estaba siguiendo.
Los tres comenzaron a suspirar por el cansancio.
-¿Están bien?- preguntó Wesker suspirando. Ambos policías asintieron con la cabeza.
-Y ahora ¿Qué?- preguntó Barry.
-No lo sé- contestó Wesker.
-¡Cielos! Miren este lugar…- exclamó Jill sorprendida mirando los alrededores de la entrada: después de la puerta le seguía un piso de mármol construido a la perfección y justo en frente de ésta, unas enormes escaleras que conducían, a la vez, a dos diferentes pasillos del segundo piso. Al lado izquierdo de las escaleras, otro juego de ellas directamente a un pasillo y a su derecha, directamente hacia otro pasillo. Todas cubiertas por una enorme alfombra roja con decoraciones color dorado en el borde de ésta. En la planta baja, donde se encontraban Jill y los otros dos, a la izquierda de las escaleras se encontraba una pequeña mesita redonda color café oscuro. Por supuesto si arriba había dos pasillos (uno de cada lado opuesto al otro) abajo también; cada uno conducía a una puerta doble, ambas color azul marino y con manijas de oro puro.
-¿Qué diablos es este lugar?- preguntó Barry igual de asombrado que Jill.
-Es la mansión Spencer- contestó Wesker. –Estamos en el lobby-
Además de la mesita al lado de las escaleras, no había ningún otro objeto que se pudiera ver en todo el lobby.
-¿Qué se supone que debamos hacer ahora?- preguntó Barry.
-Capitán Wesker- interrumpió Jill -¿Dónde está Chris?-
-No lo sé, debió a ver entrado por la puerta trasera de esta mansión- contestó Wesker despreocupado, mirando hacia la puerta de la parte izquierda.
-¿Hay una puerta trasera en este lugar?- preguntó Jill.
-No podemos simplemente dejarlo allá afuera, señor, tenemos que buscarlo- comentó Barry.
-¿Esperas realmente que alguno de nosotros salga con una miserable arma como la que traemos y enfrentar a ese demonio?- preguntó un poco extrañado y molesto el capitán Wesker.
-¿Hay alguna otra opción?- preguntó Barry igual de molesto.
-Escuchen…- interrumpió Jill nuevamente; al parecer había escuchado una voz no muy distinguible de alguien quejándose.
-¿Qué sucede?- preguntó Wesker.
-Silencio…- contestó Jill con la mirada alerta, aún traía la pistola en la mano, Barry y Wesker ya habían enfundado las suyas.
El sonido parecía como una voz masculina quejándose de algo o, más bien, lamentándose de algo. Sólo murmullaba un sonido sin pronunciar ninguna palabra.
-Parece que viene del segundo piso- dijo Barry. –Muy bien… yo iré a investigar, ustedes quédense aquí por si alguien regresa o sucede algo…-
-¡No!- exclamó Wesker. –Dije que nadie se separaría de nadie-
-Pero Chris…- comenzó replicando Barry.
-Él no nos hizo caso y Frost está muerto-
-¿Cómo lo sabes?-
-Lo vimos morir, Barry, tú lo viste morir-
-Tal vez sólo estaba herido- dijo Jill.
-Ninguno de los dos irá a ninguna parte, ¿entendido?- y miró a ambos a través de sus oscuros lentes como si estuviera amenazándolos. Barry y Jill bajaron la mirada como si estuvieran reprendidos.
-¿Qué hacemos ahora?- preguntó Jill.
-Entraremos por esa puerta, tenemos que investigar la mansión- dijo Wesker refiriéndose a la puerta de la parte izquierda. –Tenemos que comenzar por el primer piso, nadie irá al segundo piso sin mi permiso ¿OK? Quienquiera que haya sobrevivido del equipo Bravo debe de haber entrado en esta mansión-
-Si vamos los tres juntos tardaremos años en inspeccionar cada habitación de este maldito lugar- dijo Barry. Wesker meditó, bajó la mirada y cruzó ambos brazos sobándose la sien de cada lado.
-¡Diablos!- susurró Wesker. –Está bien… yo iré hacia aquella puerta (señaló la puerta de la derecha) y ustedes dos vayan por ahí, pero quiero que no se separen. Para nada, manténganse juntos y en cuanto sepan algo, avísenme mediante el intercomunicador (que en realidad eran walkie-talkies) ¿bien?-
-Sí, señor- contestaron ambos.
-Muy bien, nos reuniremos en este lobby para cualquier cosa-
-Así será entonces- dijo Barry y entonces, se separaron. Wesker se fue por su lado, abrió la puerta y desapareció. Barry y Jill entraron a la puerta de la izquierda.
Al entrar a esta puerta, lo primero que vieron fue el enorme comedor cubierto de un grande mantel rojo al igual que la alfombra. Idéntico, de hecho. Aproximadamente 10 sillas de cada lado y una al terminar cada pedazo. Al fondo podía ver una especie de reloj pero era todo, la luz estaba apagada y, como era de noche, no se veía casi nada. Estaban en la oscuridad.
-¿Dónde demonios está el interruptor?- murmulló Barry.
-No puedo ver casi nada- comentó Jill.
-Enciende la linterna- le pidió Barry y la chica obedeció; pudieron ver al encenderla, el reloj y un cuadro justo al lado de éste y al fondo, lo que parecía ser una chimenea con dos pilares separados justo en frente de ella. Barry desenfundó su mágnum nuevamente y ambos avanzaron con cautela hacia la chimenea. Casi al llegar a esta, observaron que al lado derecho de una columna se encontraba una puerta que, posiblemente, conducía a alguna habitación o pasillo.
-Ten cuidado- le comentó Barry a Jill.
-¿Dónde estará Chris?- se dijo a sí misma.
Se detuvieron ante la puerta después de echarle un largo vistazo a la supuesta chimenea que ni siquiera tenía carbón o algo por el estílo. Aún seguía sin escucharse ruido alguno del perro o del quejido que habían escuchado anteriormente. Ambos estaban nerviosos mirándose el uno al otro. Fue entonces cuando Jill asintió con la cabeza y Barry abrió la puerta. Había precisamente un pasillo que conducía hacia dos partes, una opuesta a la otra y ellos estaban justo en frente de la pared. Hacia la derecha de ambos, al fondo, había una puerta doble que parecía estar rasgada y completamente destrozada. Estancada. Antes de llegar a esa puerta, había otra puerta color café justo al lado. Hacia la izquierda sólo se veía otro bloque, como si fuera una sala de estar o algo por el estílo, ninguna otra puerta.
-Rayos- suspiró Barry después del susto ocasionado por los nervios que había sentido al abrir la puerta.
-¿Qué hacemos?- preguntó Jill aún con el arma y la linterna apuntando hacia el otro bloque a su izquierda.
-Regresemos al lobby, tenemos que informarle a Wesker de esto. No podemos entrar así nada más-
Jill bajó la mirada al igual que el arma y la linterna. Barry volvió a enfundar la suya.
-Bien, usemos el walkie-talkie- dijo Jill.



3

Chris, por su parte, en efecto, había entrado por una puerta trasera de la mansión que atravesaba un jardín desecho a pisadas y enlodado con un pasillo de ladrillos azules justo en medio. La puerta estaba al final del pasillo y, al parecer, ni siquiera tenía cerradura.
Se encontraba ahora recorriendo con el arma en la mano pero sin linterna, estaba oscuro pero se podía divisar algo gracias a que la puerta por donde había entrado, tenía ventana y la luz del faro automático del jardín, atravesaba el vidrio. El pasillo constaba de múltiples puertas, una seguida tras otra con una pequeña separación de medio metro en ambos lados de la pared. El suelo cubierto por una alfombra rojo marrón y había manchas de sangre por doquier. Chris estaba nervioso pero atento a cualquier movimiento ajeno a su espalda o a su alrededor. Intentaba abrir algunas de las puertas pero dejó de hacerlo cuando se dio cuenta de que todas estaban cerradas. Tumbar alguna sería una buena opción pero después de haber sido perseguido por el horrible can, era mejor no hacerlo y apretar duro las chapas en señal de sonido por si alguien estaba adentro de aquellas habitaciones, para que lo escuchara y saliera. Chris, de todos modos, ya había preguntado un clásico “hola” al entrar en la mansión pero no hubo respuesta.
Justo al final del pasillo se veía la pared y otro pasillo con la misma alfombra roja en perpendicular. Avanzó entonces y al finalizar el recorrido, a la izquierda del pasillo, conducía hacia una puerta y la otra hacia otro bloque. Decidió inspeccionar el bloque primero sin dejar de apuntar con el arma. Avanzó cautelosamente casi sudando de los nervios, una gota recorrió lentamente su mejilla sin que se diera cuenta y cayó en su chaleco. Se acercó y al ver, pareció como si fuera una sala de estar totalmente vacía. Ni ventanas, ni cuadros, ni lámparas, sólo unas tablas y un hombre. Un hombre de pie justo frente a la pared con la cabeza hacia abajo; parecía que estaba mirando una mancha de sangre que había en el suelo. Vestía con un pantalón café y zapatos y un saco color verde pasto que se veía oscuro a causa de la falta de luz. Completamente calvo y, al parecer, pálido como un muerto.
-¿Señor?- preguntó Chris en voz baja. -¿Se encuentra bien?- preguntó pero sin dejar de apuntarle y guardando su distancia.
El hombre parecía no reaccionar y solamente se quedaba ahí de pie con la cabeza hacia abajo. Ni un solo movimiento. Chris tragó saliva y comenzó a acercarse lenta y cuidadosamente hacia el sujeto. Cuando ya estaba justo detrás de él, colocó su mano sobre el hombro del tipo y, en seguida, el sujeto volvió la cabeza lentamente hacia Chris. Era horrible; no tenía parpados y los ojos estaban saltados completamente blancos con un punto azul en medio como si fuera su aterrorizante mirada, completamente pálido y casi gris por algo de suciedad, la mandíbula y la quijada se le notaban a la perfección y tenía un enorme rasguño que le abría la comisura hasta la oreja izquierda.
Chris se asombró y quitó rápidamente su brazo sin dejar de apuntarle, con la boca abierta. El sujeto levantó ambos brazos a la altura de su pecho y se volvió hacia Chris como queriéndolo abrazar pero, por el aspecto del hombre, parecía más bien quererlo ahorcar. Era muy lento y Chris tuvo oportunidad de retroceder con la misma lentitud mientras bajaba el arma sin darse cuenta. Estaba petrificado. El hombre no tenía otro objetivo más que estrangularlo y asesinarlo de la manera más rápida posible, pero Chris no iba a permitirlo e inmediatamente se dio cuenta de las intenciones del sujeto. Levantó entonces su arma y le amenazó diciéndole:
-¡Atrás!... ¡No te acerques más!- le apuntó firmemente mientras retrocedía a través del pasillo nuevamente. –Te lo advierto, no des un paso más- el hombre comenzó a emitir una especie de sonido bastante parecido al que Jill y los otros habían escuchado en el lobby, como un quejido o lamento. Las encías del hombre aquél parecían estar podridas y con sangre coagulada y al parecer, no tenía lengua. También se le podía ver una grave herida en la parte superior derecha de la frente aunque la sangre había dejado de manar y ahora ya se le notaba un poco amarillenta. El sujeto era asqueroso, además de tener la ropa bastante sucia al igual que sus manos cubiertas de sangre coagulada.
-¿Qué demonios eres?- preguntó Chris y justo antes de dispararle, algo lo sostuvo del cuello por atrás y entonces reaccionó violentamente; otro sujeto bastante parecido al que tenía justo en frente, intentaba ahorcarlo y acercársele con la cabeza como si fuera un vampiro listo para soltar la mortal mordida. Este otro sujeto vestía idéntico al otro pero su rostro estaba completamente ensangrentado y le faltaba un ojo, se podía ver el agujero cubierto de lombrices vivas y muertas a la vez. Su poco cabello cubierto de sangre coagulada y las uñas carcomidas hasta la raíz. Sus manos alrededor del cuello de Chris y este con la presión de tener dos sujetos gravemente heridos pero llenos de rabia por asesinarlo. Empujó entonces hacia atrás al que lo sostenía, de un golpe y le disparó rápidamente a quemarropa al otro sujeto que tenía en frente. Le tiró tres balazos a la vez y el sujeto, de manera sorprendente, seguía de pie como si nada hubiera pasado. Ambos sujetos emitían ese lamento abriendo lo poco que les quedaba de sus bocas. Y aún más quejidos y lamentos comenzaron a escucharse provenientes del lado contrario del pasillo. La puerta estaba abierta y otros sujetos, vestidos, ya diferente, salían lentamente con la mirada perdida y los brazos levantados a la altura de sus pechos en dirección hacia Chris.
-¡Maldición!- exclamó en voz baja Chris y, en seguida, después de haber visto la reacción del sujeto al que le disparo mientras el otro que había empujado ya se estaba levantando, decidió correr y regresar a la puerta por donde había entrado. Los “zombis” eran bastante lentos pero al aproximarse hacia él, parecían reaccionar de manera violenta y veloz como los perros que habían visto afuera de la mansión. Chris corrió pero antes de llegar a la puerta, otros dos sujetos iban entrando emitiendo los mismos quejidos y lamentos, los demás ya estaban casi gritando de la furia que sentían. Uno de ellos tenía una herida profunda en la rodilla derecha y le manaba sangre directamente del agujero aquél. Otro tenía la cabeza casi partida a la mitad y varios pedazos de piel colgándole directamente del cuello, como si esos mismos sujetos se los hubieran arrancado a mordidas. Chris se detuvo y mirando hacia ambos lados, decidió intentar abrir las puertas que tenía más cercanas a él, pero para su desgracia, ninguna parecía abrir.
Ya sólo le quedaban dos opciones de puertas cuando de pronto, una de ellas abrió justo antes de que uno de los zombis se le abalanzara por completo. Entró y, a la vez, cerró la puerta con fuerza caminando hacia atrás sudando como loco sin cesar. Entonces echó un vistazo rápido a su alrededor, parecía ser un pequeño pasillo que, simplemente, conducía hacia otra puerta justo en frente. Los zombis comenzaron a golpear la puerta y la chapa estaba un poco floja, Chris se percató de que tenía que salir de ahí a como diera lugar y alejarse de los zombis pero en cuanto corrió a abrir la siguiente puerta, escuchó una especie de grito terrorífico al otro lado de esta. Sin titubear, se detuvo un poco pero en seguida, la abrió sin importar. Apuntó con su pistola hacia la nada, pues la habitación aquella estaba completamente oscura y no se veía nada.
-¡¿Quién anda ahí?!- gritó nervioso. -¡Responda! ¿Quién está ahí?-
No hubo respuesta y se dispuso, con una sola mano sin soltar el arma, a buscar algún interruptor. No encontró ninguno del lado derecho pero al buscar con la otra mano en el lado izquierdo, tocó algo que parecía ser un switch y entonces encendió la luz. No había ningún ser humano en toda la habitación; se podía ver solamente una cama pegada a la pared tendida con una cobija café y sábanas blancas con la almohada de fuera. Al lado derecho, pegado a la pared también, un armario con varias medicinas y frascos vacíos y, al lado de este, un baúl oscuro y lleno de polvo y telarañas cerrado con candado. Y eso era todo, no había nadie debajo de la cama cuando Chris se asomó ni dentro del baúl cuando lo golpeó levemente. Había alucinado.
Soltó entonces un par de suspiros y se recargó en la pared al lado de la puerta, cerró los ojos y después de varios segundos, se secó el sudor y se aproximó hacia la cama donde se sentó volviendo a soltar un suspiro más. Estaba perdido, si los zombis derrumbaban ambas puertas, no tenía suficientes balas para matarlos a todos, si es que se podían matar claro. Lo único que le quedaba era esconderse o intentar luchar con ellos con la pura pistola y el cuchillo de combate que traía consigo. No tenía opción alguna, no había salida.

Jill y Barry se encontraban sentados en las escaleras con el enorme miedo de subir y la desesperación de no saber absolutamente nada de la mansión. Jill entonces se puso de pie de un salto, violentamente.
-No contesta… parece que lo trae apagado- comentó la chica.
-Maldita sea- exclamó en voz baja, Barry.
-¿Qué hacemos ahora?, no tenemos elección. Hay que buscarlo, Barry- lo miró un poco desesperada y esperó a que le devolviera la mirada.
Con la cabeza hacia abajo sin saber que hacer o pensar, con el arma en la mano, Barry dijo:
-Estamos perdidos-
Jill comprendió de inmediato y no emitió respuesta alguna.
-Al igual que ocurrió con los del equipo Bravo… eso les ha de ver sucedido-
-No…- negó Jill con la mirada hacia abajo, luego meditó y miró a Barry de nuevo. –No podemos quedarnos aquí sentados… mira… arriba escuchamos lamentos ¿no?, ¿Por qué no vamos y subimos para buscar al que estaba haciéndolo?, debe de haber alguien allá arriba de eso estoy segura- dijo mirando ahora hacia arriba y hacia la derecha donde había, de hecho, dos puertas que no habían visto al principio.
-El capitán Wesker dijo que…- dijo Barry pero Jill lo interrumpió.
-No importa…- contestó Jill. –Wesker no está aquí, se fue y ni siquiera prendió su aparato, tenemos que responder por nosotros mismos ahora-
-Tienes razón, Jill- contestó Barry. –Vamos- se levantó entonces y se dio media vuelta para subir las escaleras. –Subamos-
-Barry- Barry se detuvo.
-¿Sí?- preguntó amablemente Barry.
-Tengo miedo-
-Yo también, Jill, pero tenemos que terminar la misión, encontrar sobrevivientes y volar este maldito lugar en pedazos-
-¿Qué?- preguntó Jill asombrada antes de subir el primer escalón.
-Tenemos que encontrar a Chris y a los del equipo Bravo, Jill-
-No, dijiste que había que volar este lugar-
-Sí-
-¿Desde cuándo fue una orden hacer eso?-
-Desde que el chief Irons y Wesker me informaron que íbamos a hacerlo al encontrar los sobrevivientes-
-¿Quién trae los explosivos?-
-El capitán y yo, ahora sígueme, vamos a las habitaciones de arriba-
Jill se resignó, bajó la mirada pensativa y luego la subió al igual que los escalones, subió las escaleras y, al llegar al segundo piso, se percataron de las manchas de sangre que había en casi todo el pasillo que conducía a la puerta hasta el fondo, la segunda puerta.
-Mira, sangre- comentó Jill. Barry se apresuró hacia la segunda puerta.
-Vamos, debe de ser de alguien-dijo Barry y ambos entraron. Era un pasillo con un espejo de cada extremo uno frente al otro, el espejo de hasta el fondo era redondo y a su lado estaba otra puerta completamente ensangrentada a excepción de la chapa.
-Que extraño- dijo Jill. –Dos espejos idénticos uno frente al otro-
-Ahí hay más sangre- señaló Barry y ambos se acercaron. Barry abrió la puerta mientras apuntaba con el arma, Jill entró primero y luego su compañero. Era como una especie de balcón, con una mesita de mármol blanco y un florero en medio de ésta. Las gotas de sangre seguían hasta el cadáver de Forest Meyer, uno de los miembros del equipo Bravo, se encontraba justo en la esquina del balcón a unos metros de la mesita.
-¡Oh no!- exclamó Jill.
-Es Forest- se acercaron y solamente estaba recargado en la pared con la cabeza caída hacia la izquierda lleno de picotadas y sangre alrededor de su rostro y uniforme. La bazúca estaba entre sus piernas.
-¡No puede ser!- dijo Jill mirando con asombro el cadáver.
-Parece que lo picotearon pájaros. Cuervos- dijo Barry al agacharse, de pronto, Forest se movió; sus dedos comenzaron a moverse lentamente cerrando la mano derecha en forma de puño.
-Mira…- señaló Barry. -¡Está vivo!, ¡Por Dios, está vivo!-
-¿Qué?- preguntó Jill y en seguida se escuchó la voz de Chris llamando a ambos compañeros por sus nombres. -Debe ser Chris…-
-¡Rápido, Jill, ve por ayuda, ve!- gritó Barry y, en seguida, Jill salió corriendo del balcón regresando por el pasillo donde había entrado. La sangre ya estaba coagulada y uno de los espejos parecía roto.
Abrió la puerta y salió al lobby del segundo piso donde, al asomarse, no pudo ver a Chris por ningún lado.
-¡¿Chris?!- gritó Jill pero no hubo respuesta alguna. -¿Chris, dónde estás?- ni un solo sonido. Nada. Silencio absoluto. -¿Chris?- volvió a preguntar y comenzó a caminar hasta llegar a las escaleras donde comenzó a descender lentamente con el arma en la mano.
-No puede ser, lo escuché- se dijo a sí misma. Pero Chris no estaba por ningún lado, ni Wesker, ni nadie. A lo mejor sí la habían llamado pero en seguida se habían ido por alguna otra puerta.
-¿Wesker?- preguntó Jill por si acaso y segundos después de haber preguntado y bajado las escaleras, se escuchó un disparo proveniente de la puerta derecha donde Wesker, desde un principio, había entrado.
-Oh- exclamó Jill y rápidamente se dirigió con el arma apuntando, prevenida, hacia la puerta. La abrió y entró. Era la puerta doble azul con manijas de oro puro. Al entrar había un largo pasillo con diferentes mesas de caoba con cristales encima y varios objetos extraños adentro de ellas. Pegadas a la pared, seguidas una después de la otra, en total eran 8 mesitas. El suelo era de cemento y la pared parecía ser de madera quemada debido a lo oscuro que se veía el lugar. No tuvo opción más que volver a encender la linterna. Avanzó lentamente hacia la puerta que se veía al fondo sin dejar de apuntar mientras miraba los objetos dentro de las mesas. No eran más que cráneos humanos y algunas antigüedades que jamás había visto en su vida.
Llegó a la puerta y la abrió con cautela. El pasillo siguiente estaba aún más oscuro que el anterior. Al entrar, la puerta se cerró violentamente y esto causó un susto a Jill quien volvió la cabeza rápidamente pero, al percatarse, miró de nuevo hacia donde la luz de la linterna apuntaba. La luz alumbraba una persona de pie con los ojos entreabiertos tambaleándose lentamente de un lado hacia otro. Como si estuviera dormida, de pie. Jill tragó saliva; el hombre aquél vestía un pantalón café oscuro y una bata de laboratorio abierta mostrando su camisa blanca con una enorme mancha de sangre en el pecho izquierdo. Su rostro pálido, casi gris por la suciedad, cabello castaño oscuro. El hombre era afro americano y parecía más tenebroso que nada. Atrás de él se podía ver alguien en el suelo completamente inmóvil vestido igual que él: con pantalón y bata blanca de laboratorio. Jill entonces le apuntó al sujeto, por suerte, atrás de ella sólo había una pared y un cuadro cuyo contenido no se podía ver por la oscuridad. Jill se aproximó hacia el hombre sin dejar de alumbrarle o apuntarle y, al estar a casi 3 metros del sujeto, este abrió los ojos llenos de rabia pero sin hacer gesto alguno. Jill le apuntó al pecho.
-¿Quién eres?- le preguntó, pero el sujeto comenzó a hacer lo mismo que los zombis con los que Chris se encontró: alzó ambos brazos y comenzó a caminar hacia ella de una manera demasiado pausada.
-No se mueva, dígame su nombre- ordenó Jill.
Debido a que el sujeto ese no parecía escuchar las palabras y se veía más bien como un muerto viviente, Jill no titubeó al dispararle en el pecho una sola vez, recordando la orden que tenía: matar a todo aquél que ya no pareciera humano. Así pues, le disparó pero el tipo ni siquiera se detuvo, seguía mirándola lleno de rabia y de su boca comenzaba a manar sangre. Le disparó de nuevo en el pecho y, al no ver reacción alguna, le pegó un tiro justo en la frente haciendo que el tipo, esta vez, cayera al suelo lamentándose. Ese lamento idéntico al que había escuchado anteriormente. Ese horrible quejido. Bajó el arma un poco y el tipo ya ni siquiera se movía, ahora sí parecía estar muerto. En cambio, la persona recostada en el suelo se levantó lentamente; se trataba de una mujer con el cabello rubio lacio y largo hasta el cuello con un brote de sangre en el ojo derecho, labios partidos e igual de pálida que el sujeto afro americano. Jill no dudó en dispararle en la cabeza haciendo que se derrumbara hacia atrás como el otro zombi. Soltó, Jill, entonces un suspiro cuando la mujer cayó al suelo y dejó de moverse y lamentarse. Estaba nerviosa y comenzaba a sudar cuando se dio cuenta de que el otro zombi al que le había disparado primero, comenzaba a levantarse lentamente. Jill entonces retrocedió con la cara pálida, asustada y asombrada por lo que sus ojos estaban presenciando: un tipo con un tiro en la cabeza que se levantaba como si nada era definitivamente una especie de zombi. Decidió entonces regresar por el pasillo de donde venía pero al intentar abrir la puerta, la chapa ya estaba cerrada. La jaló, pateó la puerta, nada hizo que se abriera y el zombi ya estaba a unos cuantos pasos de ella. Cuando éste se le abalanzó, la chica detuvo los brazos del sujeto con fuerza mientras abría la boca para morderla. Lo empujó entonces y al desviarlo un poco y alejarlo de ella, corrió hacia donde estaba la mujer muerta que ahora, también ya se estaba levantando. Ambos ya no se lamentaban, parecían emitir una especie de gruñido fuerte que aturdía los oídos de Jill. Ésta última esquivo las manos pretenciosas de la mujer zombi y abrió la primera puerta que estaba en el pasillo. Al entrar, cerró con fuerza y buscó algo con que trabarla para que no pudieran entrar. La habitación estaba casi vacía a excepción de un par de tubos alojados en el suelo, color azul marino los tres que había. Levantó uno y trabó entonces la chapa y se quedó con otro en la mano por si entraban, golpearlos hasta que volvieran a caer. Ya casi no tenía balas y los cartuchos los cargaba Barry. Barry, es cierto, había olvidado que Barry se encontraba en el balcón y si le gritaba, tal vez la escucharía y la buscaría si ella le indicaba pero temía que si gritara, algún otro de esos terribles monstruos despertaría o la escucharía y acudiría hacia ella sin detenerse. Algo en su interior le decía que esos zombis podían encontrarla fácilmente.
Prendió la luz del cuarto y logró ver un rincón limpio donde había una par de cajas amontonadas que parecían estar vacías. No se escuchaban ya los gruñidos o lamentos de los zombis, lo cual la asustó más e hizo que se dirigiera hacia el rincón para sentarse y lamentarse ella ahora.

Chris descubrió algo detrás del armario donde estaban las medicinas. Se puso de pie y, al acercarse, logró ver un pasadizo justo atrás del mueble aquél. Empujó entonces lleno de esperanza el armario y se dirigió, guiado por la poca luz que había, hacia el pasillo. Caminó de manera rápida debido al ruido que ocasionaban los zombis al haber ya derribado la primera puerta. Al fondo estaba otra puerta, esta mansión era un completo laberinto en el que nadie tendría deseos de perderse. Chris abrió la puerta y descubrió que había otro pasillo de alfombra roja con más puertas cerradas todavía.
-De nuevo esto, no puede ser- se lamentó Chris frustrado pero aún así, prosiguió. Comenzó a caminar por el pasillo cuyas paredes de color azul contenían lámparas apagadas que Chris iba prendiendo conforme avanzaba. Había cuadros de personas mayores, entre ellos un retrato de Ozwell Spencer al que pudo distinguir gracias a su fama. Un sujeto de ceño fruncido, bigote y barba de candado color café al igual que su poco cabello ya cubierto de numerosas canas. Vestía un saco negro con corbata del mismo color y camisa blanca mientras sostenía un bastón mirando fijamente a su pintor, o sea, hacia al frente. Chris lo miró con rabia, “¿Qué rayos has hecho con esta mansión, maldito imbécil?” Al final del pasillo había una puerta color verde pasto, había decidido no abrir ninguna de las otras puertas y encontrar una al fondo como de costumbre. Pero antes de abrirla o siquiera tocar la chapa. Escuchó un ruido ya más normal detrás de una de las puertas. Volvió entonces a apuntar con su arma y regresó a la segunda puerta antes de la puerta final y la miró detenidamente esperando escuchar otro ruido. Y fue totalmente claro: la tos de una jovencita. Movió la chapa, aunque estaba cerrada, y la tos cesó. Ni un solo ruido se escuchó de nuevo. Entonces retrocedió un poco y tumbó la puerta de una fuerte patada. Una chica estaba al fondo sentada en una cama cubriéndose el rostro con el brazo por la luz que provenía desde afuera.
-¿Quién eres?- preguntó bruscamente Chris.
-¡No dispares, soy humana, estoy viva, no dispares!-
-Tranquila- dijo Chris al bajar el arma. –No vengo a lastimarte, vengo a ayudarte, ¿Quién eres?-
-Me llamo Rebecca, Rebecca Chambers soy miembro del equipo Bravo de los STARS- contestó la chica, bajando el brazo para poder ver a Chris. Era increíble, ni una sola herida en su delicado cuerpo, ni siquiera un raspón. Sólo algunas manchas de tierra en su pantalón y en su chaleco.
-Soy Chris Redfield, del equipo Alfa. Venimos a rescatarlos a ti y a tus compañeros de Bravo-
-Oh, lo siento, creí que eras un científico o algo así-
-Nada de eso- se acercó a la chica ya de pie y la saludó de mano. –Somos del mismo equipo, ¿recuerdas? ¿Qué te pasó? ¿Por qué estás aquí encerrada?-
-Bueno, yo…- comenzó narrando la chica pero en seguida, bajó la mirada. -Me asusté mucho y creí que esta mansión era un buen lugar para esconderse. Además trabé la puerta y le puse llave para que ninguno de esos monstruos entrara-
-¿Te refieres a los zombis?-
-¿Los qué?-
-Zombis, esos seres que parecen humanos con sangre y todo eso…-
-Pero… ¿de qué estás hablando?, no he visto ningún ser humano rondando por este lugar-
Chris quedó completamente paralizado ¿Había más monstruos además de zombis adentro de la mansión?
-Exactamente ¿de qué monstruos estás hablando?-
-Yo hablo de animales de cuatro patas que parecen perros de raza doberman.- contestó Rebecca. -¿Cuánto tiempo llevas aquí encerrada?-
-Todo el día-
-¿Dónde están tus compañeros?-
-No lo sé, sólo ví a varios de ellos siendo atacados por esas bestias… no sé donde estén los demás… pero… sinceramente creo que yo soy la única-
-¡Diablos!- exclamó Chris y se sentó en la cama. –Escucha… tenemos que salir de aquí ahora, esos zombis de los que te hablé vienen directamente hacia acá, vengo huyendo de ellos, no puedo matarlos. ¿Tienes un arma?-
-No-
-Entonces te llevaré conmigo-
-Está bien- contestó Rebecca y no pudo dejar escapar una pequeña sonrisa en su interior. Un alivio. Finalmente, alguien la había encontrado como estaba esperando. Sus esperanzas y rezos habían sido respondidos, estaba a salvo.
-Vámonos, quédate atrás de mí y no intentes nada ¿OK?- le dijo con sutileza Chris a Rebecca. Esta asintió con la cabeza y ambos salieron de la habitación.

-Jamás saldremos de aquí con vida- decía Jill limpiándose las lágrimas que había llorado durante su soledad. En breve, Richard Aiken la había encontrado sentada en ese cuarto, sola y desamparada llena de lágrimas y asustada. Esos monstruos eran imposibles de eliminar.
-¿Dónde están los demás?- preguntó Richard mientras inspeccionaba el lugar para ver si era seguro o no. En todo el camino hasta el cuarto ese, los zombis no aparecieron para nada antes de que Richard llegara. Ahora ambos estaban encerrados nuevamente en la habitación pensando en qué hacer.
-No lo sé…- contestó Jill sumamente deprimida y asustada mientras otra de sus lágrimas recorría lentamente su mejilla izquierda. –El capitán Wesker desapareció, nos dio a mi y a Barry este walkie-talkie pero de nada sirvió, el suyo no funciona o lo trae apagado no lo sé-
-¿Qué le sucedió a los demás?-
-Barry no sé donde está, encontramos a Forest muerto en un balcón y me pidió que fuera a buscar ayuda cuando escuché la voz de Chris y no lo sé… todos estamos perdidos-
-Mira…- se aproximó Richard hacia Jill y se puso en cuclillas frente a ella.
–El capitán Marini (Enrico) también desapareció, el sargento Sullivan está muerto, lo encontré en otra habitación despedazado. Uno de esos malditos zombis lo atacó, me acabas de decir que Forest está muerto… ya no queda ningún otro de nosotros. No sé donde está Rebecca, le dijimos que huyera y se escondiera en la mansión pero, no es motivo para quedarnos aquí. Tenemos que avisar a comando (la estación de policía) para que vengan por nosotros-
-Barry dijo que iban a volar este lugar-
-Al parecer es lo mejor que podemos hacer pero, tienes que entender que es posible que… tus compañeros estén… muertos, lo siento-
-No, yo escuché la voz de Chris-
-Sí, pero eso fue hace más de una hora, entiende Jill… tú y yo… aún tenemos posibilidades, hay que salir de aquí lo más pronto posible- dijo Richard y en seguida se dirigió hacia la puerta.
-¿A qué?- preguntó Jill llena de lágrimas. – ¡¿A que nos maten como a los demás?, afuera en la mansión están esos zombis y en la pradera están los perros, ¿Qué esperas que hagamos con dos miserables berettas de calibre 92?! Moriremos si salimos de aquí- contestó casi gritando. Estaba demasiado alterada y comenzaba a poner nervioso a Richard.
-No tenemos opción Jill, debemos arriesgarnos y…-
-Espera…- un ruido distrajo a ambos. -¿Escuchaste eso?-
-Sí-
El ruido parecía de alguien que venía desde otra habitación, por el mismo pasillo, avanzando rápidamente como si tuviera un exceso de prisa.
El sujeto recorrió todo lo que habían recorrido Chris, Richard y Jill a la vez, desde el patio de afuera donde estaba el jardín, hasta la puerta donde se encontraban ambos en tan sólo unos cuantos segundos. Era demasiado rápido. En lugar de abrir la puerta, rompió la chapa de un zarpazo y al ver a Richard paralizado, se abalanzó sobre él como una bestia salvaje y lo tumbó al suelo. Este intentó sacar su arma pero ya era demasiado tarde, el monstruo le había arañado todo el rostro haciendo que se desfigurara en seguida con su enorme garra que tenía por mano. Jill soltó un grito ensordecedor y se puso de pie velozmente apuntándole con el arma. Las últimas lágrimas salieron con prisa y se secaron en seguida. El monstruo era espantoso; su cuerpo completo parecía ser un experimento entre un reptil y un ser humano, tenía rostro de sapo y ojos enormes de color blanco amarillento y pupilas negras, completamente de color verde oscuro con escamas y arrugas y en lugar de pies y manos, patas con tres enormes garras por extremidad. No medía más de metro y medio pero era tan peligroso y rápido que ningún zombi se le comparaba en lo absoluto.
Jill le apuntó fijamente con el arma al psicópata que tenía en frente mientras éste caminaba hacia ella con las garras hacia abajo y la mirada perdida entre sus pies y su pistola. Jill temblaba pero si no disparaba, el monstruo se le dejaría ir como con Richard, quien ahora estaba muerto. Tenía una opción, dispararle y correr a rejuntar el arma de su compañero y tirar el tubo al suelo para distraerlo, así poder tomar ventaja y correr a toda prisa sin detenerse.
Su operación se llevó a cabo: le disparó cuantas balas le quedaban en todo el cuerpo al reptil y este, pareciendo que ni siquiera había sentido los impactos, dio un enorme salto con los brazos abiertos y de un zarpazo casi le corta la cabeza a Jill quien se agachó con agilidad y dio una maroma hasta llegar con Richard, tomó su arma y en seguida se dio cuenta de que no tenía ni una sola bala. Ahora, sin munición, le arrojó el tubo al suelo y esto hizo que el monstruo se tropezara, entonces corrió a toda velocidad por el pasillo hasta llegar al lugar donde estaban las antigüedades. Notó en su camino que todas las puertas estaban destrozadas con las marcas de las garras del monstruo que ahora la seguía con la peor de las rabias detrás de ella. Pasó por las antigüedades y fue tumbando las mesas pero era inútil, el monstruo ya casi la alcanzaba y saltaba con una tremenda agilidad, todo lo que Jill tiraba al suelo. Pasó el lobby y el monstruo aún la seguía, hasta que por suerte, entró a una puerta casi detrás de las escaleras donde al entrar, Barry iba corriendo hacia ella con la bazúca en las manos apuntándole. Ambos se detuvieron y se miraron el uno al otro.
-¡¿Qué pasa?! ¡¿Por qué corres?!- gritó Barry.
-¡Ayúdame!... ¡Me viene siguiendo!- gritó Jill colérica.
-¡Agáchate!- le gritó Barry antes de que ésta corriera a abrazarlo y apuntó con la poderosa arma. El cazador entró a la habitación bruscamente y antes de que saltara, Barry le disparó en el pecho y el monstruo voló en pedazos. Cayó lo que quedaba de él al suelo y lo demás quedó embarrado en la pared. El humo aún seguía saliendo del agujero de la bazúca.
Ambos compañeros miraron el cadáver y soltaron un suspiro en silencio.
-Pero ¿Qué rayos es eso?- preguntó Barry impresionado, luego miró a Jill. -Ya acabó… ¿te seguía alguien más?-
-No…- dijo Jill suspirando con ambas armas vacías en las manos. –Sólo ese-
-¿Qué carajos es esta porquería?-
-No lo sé… mató a Richard, nos encontró en la habitación por donde se había ido Wesker-
-¿Has visto a Wesker?- preguntó Barry mientras se agachaba a ver al reptil.
-No-
-¿Chris?-
-Tampoco, todos están muertos, Barry.
-No, escucha, nadie está…-
Un disparo en la espalda interrumpió su comentario. Jill pronunció su nombre y luego soltó ambas armas al suelo. Barry cayó lentamente de rodillas y luego de cuerpo completo ante Jill.
-¿Qué…?- Jill, sorprendida se acercó lentamente hacia el cuerpo y agachándose, levantó la mirada hacia el asesino: Albert Wesker en el lobby con el arma todavía apuntándole a Jill.
-¿Qué rayos hiciste, idiota?- preguntó Jill enfurecida.
-Lo…lo siento… Jill… yo…- balbuceó Wesker.
-¡Lo mataste!-
-Yo pensé que era un zombi… no lo ví-
-¡No es cierto!- gritó de repente una voz masculina al fondo del lobby. A los pocos segundos, Jill pudo ver su figura: Chris. –Te ví apuntar claramente, sonreír y disparar, maldito gusano- acusó Chris a Wesker. Este se volvió hacia él apuntándole con el arma, para eso, Jill ya había tomado la bazúca.
-¡Mientes!- gritó Wesker. -¡Mientes!-
-No miento, Jill, te lo aseguro, vimos cómo sonreías- replicó Chris.
Wesker no dejaba de apuntarle a Chris quien, al mismo tiempo, también le apuntaba con ira al capitán de los STARS. Rebecca estaba a unos metros de Chris, junto a la escalera mientras observaba impresionada y confundida.
-¿Acaso crees que no sé lo que has estado planeando?- le dijo Chris.
-No sé de qué hablas- contestó Wesker concentrado en el arma de Chris.
-Lo sé todo, Wesker, sé sobre tus investigaciones en Umbrella y tu asqueroso trabajo en esta mansión. Tú y el cobarde de Birkin sabotearon los laboratorios. Sé también sobre los monstruos que crearon. ¡Jill!-
Jill apuntaba a Wesker con la bazúca. Miró a Chris, igual de confundida que Rebecca.
-Esa bestia que ves en el suelo la crearon este imbécil y el otro lunático-
-Estás diciendo puras tonterías, no sabes de qué hablas- dijo Wesker.
-¡Claro que lo sé!- replicó Chris. –Conoces perfectamente esta mansión, tu objetivo no era rescatar sobrevivientes, maldito arrogante, sólo quieres el virus-T por que tu estúpido amiguito te traicionó-
-¿Hablas de Birkin?, no sabes lo que dices, tú y tus idiotas amigos no saben nada del proyecto. Ese virus podría crear y salvar vidas- contestó Wesker.
-Chris, ¿Qué sucede?- exigió Jill como explicación.
-Ustedes dos asesinaron a James Marcus, sólo que mutó y destruyó las instalaciones. Ustedes crearon estos monstruos-
-¿Es verdad, Wesker?- le preguntó Jill, nerviosa.
-No lo escuches, Jill, está loco. Quiere confundirlas a las dos y sabotear la misión- contestó Wesker aún concentrado en los movimientos de Chris.
-Para ti todo es un maldito negocio- dijo Chris.
Los lamentos comenzaban a escucharse de nuevo, los zombis se aproximaban. Todos escucharon nuevamente y miraron hacia su alrededor y hacia arriba con los oídos atentos. Hubo unos segundos de silencio.
-En unos momentos…- comenzó diciendo Wesker. –Todos ustedes morirán, no tienen elección. Ya no podrán salir de aquí-
-El único que no saldrá de aquí eres tú, Wesker-
Los zombis tumbaron la puerta doble de la parte izquierda del lobby y eran bastantes, casi 15 o más.
-¡Ahí vienen!- gritó Jill. Wesker había aprovechado el momento de distracción y había huído por la otra puerta mientras que Chris y Jill se dispusieron a dispararles a los zombis. Un enorme disparo de la bazúca incluso, hizo que el vientre y el pecho de un zombi, volara en pedazos, a otro lo partió en dos.
-¡Es inútil!- gritó Chris. -¡No lo lograremos!-
-Vámonos- gritó Jill. –Por aquí venía Barry debe ser un lugar seguro-
Sin dejar de disparar, ambos retrocedieron y se dirigieron hacia el pasillo donde estaba Jill. Rebecca se fue detrás de Chris quien se agachó para recogerle las municiones a Barry. Al ponerse de pie, dejaron de disparar y se dieron media vuelta para correr a través de pasillo aprovechando la enorme lentitud de los zombis que los perseguían.





4

Nacida el 23 de febrero de 1975 en la ciudad de Nueva York, Jill Valentine había pasado la mayor parte de su vida bajo el cuidado de su madre Joanne quien se dedicaba al comercio internacional mientras que se padre, Dick Valentine era un famoso ladrón de joyas y experto en cerraduras (de ahí la habilidad de Jill) quien le enseñó casi todo lo que sabía a su hija sobre eso. Debido a que su padre era una enorme decepción para su madre, Jill estudió leyes en la Escuela de Derecho en la misma ciudad. Fue ya más tarde cuando decidió abandonar la carrera y entrar a la Academia de Policías de la ciudad de Raccoon en 1994. Al año siguiente, entró a las fuerzas Delta donde, por una extraña razón, conoció a Michael Carol, primo de su actual compañero Chris Redfield. Jill conoció a Chris en junio de 1995 pero no volvieron a establecer contacto si no hasta el año siguiente cuando ella fue reclutada por Barry Burton para entrar al equipo de tácticas especiales y servicio de rescate STARS. Chris, en cambio, estaba en la fuerza aérea y había sido destituido sin honores por una negligencia y varias actitudes de rebeldía. A Chris le encantaba hacer las cosas a su modo y, rara vez, obedecía órdenes que él mismo consideraba estúpidas. Por otro lado, era el perfecto integrante del equipo Alfa debido a sus conocimientos militares y el buen manejo de armas. Barry Burton había sido reclutado y amenazado a la vez, por Albert Wesker después de haber prestado sus servicios durante 12 años a SWAT, equipo que intervino varias veces en negligencias continuas provocadas por Umbrella y, a la vez, por Wesker. Éste último se había dado cuenta de que uno de los miembros de SWAT se estaba infiltrando demasiado en los experimentos, razón por la cual, Wesker lo descubrió y le amenazó con aniquilar a su familia si alguien se enteraba de esto. Por tal razón, Barry entró a los STARS siendo el tercer al mando del equipo completo. Rebecca Chambers apenas había salido de la preparatoria cuando entró a la Facultad de Medicina de la ciudad Raccoon pero justo antes de que cumpliera siquiera su primer semestre, Enrico Marini le ofreció el puesto dentro de los STARS, necesitaban a una médica enfermera novata que les ayudara en la mayoría de sus misiones antiterroristas por lo que Rebecca era la candidata perfecta.
Volviendo a Jill, una chica simpática, dulce, de carácter sencillo, y siempre encaminada hacia la justicia, había tenido su primer encuentro terrorista en la segunda misión que llevó a cabo al lado del equipo Alfa. Jill era tan inocente que no sabía absolutamente nada sobre la doble identidad laboral de su capitán Wesker. Ella siempre había sido leal y cumplía con las órdenes a la perfección como la palma de una mano. Tenía sus dudas, claro, tal vez todo lo que les escuchaba decir a Barry, Enrico y a Chris, era cierto, pero ella estaba segura de que Wesker era un buen hombre y no tenía nada que ver con los incidentes que habían ocurrido en Umbrella hacía un par de meses atrás. Sólo habrá que imaginar lo que en esos momentos sentía Jill al enterarse de que su preciado capitán, era un doble agente enviado por Umbrella y que toda la misión había sido planeada con anterioridad con el objetivo de probar las armas biológicas (B.O.W. Biological Weapons) que en este caso, eran aquellos caninos y seres humanos infectados por el virus. Más que nada, probar que las bestias (los cazadores) funcionaran de manera perfecta y con una enorme perfección en sus ataques. Por tal razón, ninguna de estas bestias podría acercársele a Wesker o a Birkin, ni una sola de ellas.
Pero, ¿Qué tramaría Wesker estando ya en la mansión?, ¿Por qué se habría enviado él mismo si sólo quería probar sus armas?, ¿acaso tenía que verlo con sus propios ojos?

Rebecca había ensordecido; la última balacera que realizaron Jill y Chris hacia los zombis que los perseguían la había dejado sin oídos durante un buen rato. Por suerte, aún podía escuchar los comentarios de sus compañeros y la larga explicación de Chris acerca de Wesker y su trabajo para Umbrella.
Para esto, los tres se encontraban encerrados en una habitación bastante extraña en el primer piso de la mansión; justo afuera de esta habitación se hallaba el camino que conducía a un elevador mecánico que los llevaría hacia la puerta principal de los laboratorios de Umbrella. Este cuarto constaba de ambas puertas, una frente a la otra, de madera. Eran puertas dobles. Había utensilios de jardinería, palas, algunos anaqueles clavados en la pared y unas cuantas cubetas de pintura, agrupadas en un rincón donde se encontraban Jill, Chris y Rebecca charlando.
-¿Por qué no nos dijiste eso antes?- preguntó Rebecca, sentada en uno de los baldes de tapa redonda, de pintura.
-Por que cualquier acusación que yo hiciera podría llegar a los oídos de Wesker y me metería en problemas- contestó Chris. –Ese maldito nos engañó y Barry y yo lo sabíamos desde un principio-
-Debí hacerte caso, lo siento- contestó Jill quien se sentía culpable desde el momento en que Wesker le había disparado a Barry.
-Ahora estamos atrapados en este lugar sin comunicación- continuó Chris.
-Hay una oportunidad- dijo Rebecca. –El centro de comunicaciones dentro del laboratorio aún funciona-
-¿Cómo lo sabes?- preguntó Chris.
-Por que justo antes de que yo entrara a la mansión, escuché decir a mi capitán Enrico que debían ir a ese lugar para establecer comunicación. Claro, eso fue después de que los perros nos persiguieron-
-Me suena lógico…- pensó Chris. –Tenemos que ir a ese lugar y llamar a Brad, si no, no sabrán nada de nosotros y nos darán por muertos-
-¿Qué pasará con los explosivos?- preguntó Jill. -¿No se supone que debíamos volar este lugar en pedazos?-
-Yo tengo los explosivos de Barry pero si no encontramos a Wesker, quien sabe que hará con ellos-
-Hay que encontrar a Wesker primero- recomendó Jill.
-¿Qué posibilidades hay de llegar al laboratorio?- preguntó Chris. -¿Es difícil entrar?-
-Sólo Wesker sabe- contestó Jill. –Él debe de saber todo acerca de esta mansión-
-Entonces es posible que el maldito ya esté en camino al laboratorio, nosotros llegamos por aquí pero de seguro conoce otras formas de llegar-
-Sí- dijo Rebecca. –Sólo que hay un problema-
-¿Qué?- preguntó Jill.
-Nosotros no sabemos otras formas y tenemos que ir hasta la entrada secreta-
-Este libro…- dijo Chris mientras tomaba un libro de bolsillo de su pantalón.
-Este libro indica como abrir el portal… se supone que hay una especie de fuente vacía y tienes que jalar dos palancas para poder entrar-
-¿Qué más?- preguntó Jill.
-Es todo. Debe ser sencillo- contestó Chris mirando el libro y meditando a la vez.
-¿Cuál es el plan, entonces?- preguntó Rebecca.
-No nos queda otra más que entrar al laboratorio y buscar a Wesker o esperar a que llegue. Lo haremos prisionero y después nos comunicaremos con Brad, explotamos el lugar y nos largamos de aquí-
-Pero, debemos poner una parte de los explosivos en la mansión- dijo Jill.
-Yo lo haré… ustedes adelántense al laboratorio, yo los alcanzaré en la entrada- dijo Rebecca poniéndose de pie, ya dispuesta a llevar a cabo el plan sin titubear más. –Yo sé de explosivos, Enrico me enseñó cómo, sólo necesito instalarlos en este mismo lugar y la mansión volará en pedazos-
-Esto es lo que haremos- comenzó Chris también poniéndose de pie. -Justo allá afuera está el elevador que conduce al laboratorio y al puerto de helicóptero. No hay zombis, ni perros ni nada de eso, tú (Rebecca) encárgate de colocar los explosivos en éste lugar, luego irás al puerto y ahí nos esperarás. Nos comunicaremos contigo mediante esto- le entregó un walkie-walkie y de inmediato, Rebecca lo colocó en su cinturón.
-¿Tenías un walkie-talkie y no te comunicaste con nosotros?- preguntó Jill un poco molesta.
-¿Crees que me iba a arriesgar a que Wesker supiera donde estaba? Ese fue su plan desde un inicio, perdernos en la pradera a mí y a Frost-
-No discutamos- dijo Rebecca interrumpiendo. –Tenemos que hacerlo ya-
-No hay tiempo- dijo Chris. –Tienes razón… bien… entonces si algo sucede, no dudes en llamarme por el intercomunicador ¿OK?-
-Está bien, lo haré, señor- contestó Rebecca con el típico saludo militar de la mano derecha en la frente. Chris le entregó los explosivos y salió del lugar junto con Jill. Ambos se dirigieron hacia el elevador, un pequeño rectángulo anaranjado con una reja de fierro como suelo y la palanca justo a un lado. Presionaron entonces el interruptor en un tablero del mismo color al lado de la palanca y ambos comenzar a elevarse.
Al llegar hasta la parte de arriba, se detuvieron. Se podía ver el elevador anaranjado de palanca que conducía hasta el puerto del helicóptero después de unos cuantos arbustos y, antes de llegar al elevador, la pequeña piscina con ambas palancas hacia arriba; Wesker ya estaba en el laboratorio.
-Está adentro- comentó Jill al darse cuenta del enorme agujero dentro de la piscina.
Al asomarse ambos, pudieron ver la escalera de madera en espiral que conducía hacia una sombría parte de abajo donde seguramente, estaban los laboratorios de Umbrella. En el subterráneo se encontraba la Cámara de la Reina Roja, toda una facultad de investigación justo debajo de esa mansión. Por suerte, nadie dentro de la facultad podría salir; estaba sellada y era obvio que no había ni un solo ser humano, el virus se había expandido por todo el lugar y había sido drenado de manera automática por la Reina Roja (un mecanismo controlado por computadora inteligente).
Decidieron entonces comenzar a bajar los escalones cautelosamente. Al finalizar el circular recorrido, se percataron de la enorme cantidad de cuartos cerrados que había a su alrededor. Pared tras pared, como si fuera una especie de laberinto al igual que la mansión Spencer. De todos modos, todos esos cuartos estaban cerrados y, al parecer, sólo Birkin, Wesker y los científicos designados, tenían acceso a ellos.
-¿Qué hacemos ahora?- preguntó Jill.
Había cuatro pasillos que conducían a diferentes habitaciones; el primero, justo al finalizar las escaleras, en frente de ellos, estaba completamente oscuro y no se podía ver nada al fondo. El siguiente, con una flecha verde pintada en la pared y el número 3 dibujado en blanco, sólo conducía hacia una puerta doble de metal que parecía estar sellada. El tercer pasillo, al lado del segundo, no tenía nada escrito y se podían ver 4 habitaciones laterales, unas frente a las otras. El cuarto pasillo eran unas escaleras que conducían hacia abajo.
-Usemos la linterna…- comenzó diciendo Chris al mismo tiempo que cargaba su Beretta y la mágnum que le había quitado a Barry. –Tú conserva la bazuca y tu Beretta, aquí debe de haber más de esos monstruos rondando-
-No puedo…- dijo Jill. –Mira…- bajó la mirada.
-¿Qué sucede?-
-Chris, esto no es como los terroristas ni como todas esas misiones que teníamos antes… esto es diferente. Jamás creí ver criaturas como esas, sólo en mi imaginación. Tú sabes…-
-Yo también estoy asustado, Jill, pero no hay otra opción… no nos separaremos para nada ¿OK?, ninguno irá a investigar por tal lado ni nada de eso. Estaremos juntos hasta el final y encontraremos a ese bastardo-
-Está bien- contestó Jill pero diciéndolo de una manera desganada y angustiada. Como si estuviera frustrada por lo anteriormente sucedido. Chris, inmediatamente se dio cuenta de la actitud de Jill.
-Vamos-
Los dos chicos comenzaron a caminar por el pasillo oscuro con la linterna de Jill encendida, Chris la cargaba. Comenzaron a observar que no había ni un solo cuarto ni puerta ni nada que pudiera indicarles alguna pista de Wesker. No había tampoco huellas, pisadas o rastros de sangre de algún zombi: nada. Al finalizar el recorrido, sólo había una puerta con un letrero de aluminio justo arriba de ella que decía: cuarto de armas. Sin pensarlo, entraron al cuarto aquél y vieron que sólo había dos anaqueles llenos de archivos y carpetas sin uso alguno. Varias telarañas rondando por el lugar y pequeños insectos devorando las hojas de papel inservibles. Pero al final de estos dos anaqueles gemelos se encontraba un casillero. Un casillero de dos metros para ser exactos de color verde escarabajo y la puerta entreabierta. Chris se aproximó hacia el casillero y abrió completamente la puerta. Sólo había una escopeta rota que prácticamente, no les servía para nada. Pero estaban, por suerte, varios cartuchos de granadas de fuego para el tipo de bazuca que Jill traía en manos. Los tomaron, Jill los guardó y salieron de esa sucia habitación.
Al regresar al principio, apagaron la linterna y se dispusieron a inspeccionar el segundo pasillo, el que decía “3”. Había una puerta del lado izquierdo de la pared de aluminio. No pudieron entrar, estaba cerrada al igual que la otra puerta doble de metal. Pudieron ver que ésta última tenía un pequeño tablero al lado con los números del 1 al 9 y pedía una clase de acceso como un código. No perdieron su tiempo intentando y se dirigieron al siguiente pasillo. Las 4 puertas estaban selladas, no cerradas, selladas completamente como si el paso para cualquier persona, estuviera denegado al 100%. No les quedó otra opción más que bajar por las escaleras del cuarto pasillo y ver con que se encontraban.
Para su sorpresa, sólo había un pasillo enorme que rodeaba un cubo metálico de manera cuadrada. Justo al bajar las escaleras, a mano derecha, se encontraba otro pasillo sin luz alguna.
-Que extraño lugar…- comentó Chris en voz baja. –Yo imaginé ver habitaciones color blanco y letreros, mesitas, luces. Pero este lugar parece más bien una prisión-
-Una prisión donde tienen encerradas a esas bestias- dijo Jill.
Antes de que Chris dijera algo sobre lo que había dicho Jill, los lamentos comenzaron a escucharse de nuevo.
-Mira…- señaló Chris hacia un punto justo detrás del enorme cubo metálico que, por supuesto, no era más que un gran cuarto como todos los demás. La sombra de una persona se hacía cada vez más grande. El zombi, entonces, se dio a ver. Llevaba pantalón negro y la bata blanca de laboratorio pero este sujeto era diferente a los otros zombis. No tenía ni un solo rasguño en el rostro ni tampoco heridas o manchas de sangre alrededor de su cuerpo o ropa, sólo la usual palidez en ambas manos y cara.
-Dispárale- dijo Jill. Chris apuntó hacia el sujeto con la mágnum y esperó que se acercara un poco más a ellos. Ya estando a menos de 4 metros de ellos, el zombi abrió la boca y dejó mostrar las encías completamente ensangrentadas y algunos dientes rotos. Chris le apuntó directamente a la cabeza y disparó; la cabeza del zombi voló en pedazos y el cuerpo cayó al suelo de rodillas y luego completo.
Sin poder siquiera sentirse aliviados o festejar el buen tiro de Chris, pudieron escuchar los ruidos extraños provenientes del pasillo oscuro que tenían al lado de las escaleras. Parecían como canicas cayéndose al suelo o rebotando a la vez, probablemente uñas, garras, pisadas. Patas de algún animal.
-Escucha…- susurró Chris. El disparo había provocado que comenzaran los ruidos pero para su fortuna, se escuchaban como si estuvieran dentro de alguna habitación por que, al alumbrar con la linterna el pasillo, no se veía absolutamente nada venir hacia ellos. Sólo estaban un par de habitaciones laterales y al fondo, una puerta doble de metal color verde.
-Vamos- dijo Jill.
-Espera…- se detuvo Chris.
-¿Qué pasa?-
-Tal vez deberíamos revisar esta habitación primero- se refería al enorme cubo metálico que tenían en frente. Todo el lugar estaba cubierto por paredes de aluminio y el suelo que pisaban era de mármol.
-¿Qué te hace pensar que es más importante el cuarto ese?- preguntó Jill frunciendo el ceño como era de esperarse.
-¿Quieres ir hacia allá donde se escuchan esos ruidos? No cabe duda alguna que en alguna de esas habitaciones están esos malditos doberman-
-Tal vez sea Wesker-
-No lo creo-
-Estás asustado, Chris, es todo y yo también, pero debemos de cumplir la misión ¿no?, encontrar a Wesker-
Cabe mencionar que toda esta conversación había sido en voz baja, Chris entonces quiso levantar la voz pero Jill lo reprimió con una seña del dedo índice: silencio. Una puerta, al parecer, se había abierto y las pisadas se habían dejado de oír. Los dos se quedaron paralizados mirando hacia el pasillo sin mover un solo párpado. Después, Chris reaccionó y alumbró nuevamente con la linterna el rostro de un animal con las orejas llenas de mordidas y pedazos de piel arrancados. Ojos verdes con pupilas negras en el centro, abiertos completamente y una mirada llena de rabia. El hocico cerrado, babeaba sangre y podían ver parte de sus pulmones y la garganta desagarrada con manchas de sangre coagulada. Segundos después mostró sus enormes colmillos y, sin pensarlo, corrió hacia ellos rápidamente sin dejar siquiera que apuntaran con sus armas. El animal saltó sobre Jill pero esta logró esquivarlo arrojándose hacia las escaleras. Chris no tuvo opción más que comenzar a dispararle sin puntería alguna sobre el cuerpo con la mágnum. Debido a que esta arma sólo disponía de 6 balas, las se acabaron en un santiamén, 4 penetraron en el cuerpo del animal y la quinta rebotó en el aluminio de la pared. Para ese entonces, Chris ya había tirado el arma y había comenzado a correr mientras el perro lo perseguía.
-¡Jill!- gritó Chris sin detenerse, corría con el objetivo de dar la vuelta al cubo y dirigirse al final hacia su compañera. -¡Jill!- volvió a gritar insinuando que hiciera algo. La chica preparaba su explosivo dentro de la bazuca y justo cuando Chris dio la vuelta corriendo en dirección hacia ella, gritó:
-¡Arrójate al suelo!- le gritó con fuerza pero en su voz se lograron notar los nervios alterados que sentía en ese momento. Los ojos de ambos muchachos completamente abiertos y sus mentes en estado de alerta.
-¡Hazlo ya!- gritó Chris y se arrojó al suelo a petición de su compañera quien apuntó rápidamente con el arma y le disparo el explosivo al monstruoso animal. Su pecho estalló en llamas y chocó contra el cubo dejando parte de sus órganos cubiertos de sangre, embarrados en la pared de éste. Estaba destrozado. Parte de la garganta se le desgarró aún más y su mandíbula había sido partida en dos. Chris a penas había recibido un par de gotas de sangre que quedaron como manchas en su chaleco.
Se levantó lentamente sin dejar de mirar al perro con el trauma en la mente sin poder dejar de pensar en las feroces fauces del animal antes de ser aniquilado. Sudaba, claro, y tenía los ojos tan abiertos que lucía la impresión de haber presenciado lo más horroroso en su vida. Jill estaba igual, espantada por el impacto y asustada. La mirada, al igual que Chris, fija en el cadáver en llamas casi apagándose en el cuerpo del animal. Los ojos completamente abiertos y la boca abierta suspirando una y otra vez. En cambio Chris parecía no suspirar, sólo respiraba por dentro dejando pasar el alivio y la salvación que sentía por un terror intenso. Se recargó en la pared y volvió a deslizarse hacia abajo con la espalda dejándose caer lentamente en el suelo y sentarse sin dejar de mirar al animal.
-Chris…- por fin reaccionó Jill. -¿Estás bien?- le preguntó, pero su compañero parecía estar paralizado y en completo shock. La chica no tuvo otra opción más que acercarse a su compañero.
-Chris…- pero el muchacho no reaccionaba. –Está muerto… estamos a salvo-
Movió la cabeza unos instantes pero no dejaba de mirar el cadáver. En cambio, sus ojos ya no estaban tan abiertos y respiraba ya más lento. Jill se agachó sentándose en sus propias rodillas. Hizo el arma a un lado y puso su mano en el hombro de Chris.
-Está bien, Chris… ya murió… tenemos que irnos-
-No…- contestó Chris con la boca entreabierta. –No podemos- ahora parecía estar deprimido.
-¿Por qué no?-
-Míralo-
-Ya murió, Chris, levántate-
Chris por fin había reaccionado y mirado a Jill un par de segundos antes de volver la mirada de nuevo hacia el perro.
-No puedo, Jill… ya no puedo más… ya no puedo seguir con esto-
-¿Qué dices?-
-Estas bestias son horribles… no existen… es una pesadilla-
-Yo siento lo mismo, Chris, pero es real. Por desgracia es real…- se sentó junto a su compañero y miró hacia el techo pensando. –Todo esto parece ser un mal sueño… el peor de todos pero ambos sabemos que es cierto, que sí existen y que, por suerte, tenemos armas para combatirlos-
-No deberíamos estar aquí. Maldito Wesker… nos envió a la muerte, ahora todos están muertos… Barry, Frost, Richard… probablemente no encontremos ni los cadáveres de los demás miembros de Bravo… estamos perdidos Jill. Ya no hay salvación, estamos perdidos. Esta bestia sólo fue la primera… y Wesker parece ser inmune a todas ellas… es como si lo obedecieran o le tuvieran respeto-
-Él las creó, Chris, él y Birkin crearon estos monstruos, los alimentaron, les dieron vida. Por su puesto que van a respetarlos pero va a llegar un momento en que ese respeto se acabe por que son bestias, animales irracionales. El hecho de que estén infectados por el virus no les da razonamiento. Morderán las manos que los alimentaron tarde o temprano, ya o verás-
-No… no quiero verlo, no quiero seguir con esto, Jill… estamos perdidos- dijo Chris como si fuera una decisión definitiva. Ambos estaban completamente deprimidos por las muertes de sus compañeros y horrorizados al ver que las bestias sólo querían asesinarlos. En un lugar con demonios así, perder las esperanzas y dejarse caer en el miedo y la paranoia total no era nada extraño.
-Vamos, Chris, tenemos que hallar a Wesker antes de que sea demasiado tarde- dijo Jill y se levantó. De pie en frente de él, extendió su brazo derecho después de haber rejuntado la bazuca. –Vamos…- le dijo con paciencia, con confianza y una completa calma para hacerle ver que aún estaba con él y que aún había salvación. Chris comprendió todo y tomó aquella mano amistosa que le estaban ofreciendo.
Al levantarse, fue directamente por su arma y la recogió. Después la cargó con el último cartucho de balas y miró a Jill seriamente.
-Hay que revisar la habitación primero. Ya sabemos que hay en ese pasillo no tenemos que asomarnos siquiera- dijo Chris y se dio media vuelta dándole la espalda a su compañera quien, en seguida, se fue tras de él mientras cargaba nuevamente su poderosa arma.



5

Aquél cuarto, como supuso Chris, estaba cerrado; no podían entrar. Necesitaban una llave debido a que su cerradura lo requería. Se escuchaban algunos ruidos como si fuera de un motor, tal vez Wesker estaba dentro de esa habitación y se había encerrado teniendo él la única posible llave para entrar. Pero aún quedaban las otras habitaciones cerradas y tenía que haber alguna manera de poder acceder a cualquiera de ellas.
-Y ¿bien?- preguntó Jill mirando a Chris fijamente. Ambos se hallaban justo afuera de la habitación cerrada. Del cubo metálico.
-No lo sé-
-Tal vez debamos de checar ese otro pasillo, mira- señaló un pasillo de lado opuesto al cubo metálico, en pocas palabras, estaba la escalera y en seguida más pared de aluminio y luego el pasillo. Claro que no lo habían podido ver desde el principio debido a la posición donde estaban pero ahora, estando frente a la puerta de la habitación cerrada, si se asomaban se veía claramente. Este pasillo no era ni de 3 metros pues se podía ver la puerta doble color azul marino de fierro con dos juegos de ventilas en ambos lados.
-¿Qué crees que haya del otro lado?- preguntó Jill.
-Averigüémoslo- contestó Chris y se dirigió hacia la puerta, Jill fue detrás de él. Llegaron entonces y lograron escuchar una especie de ruido de motor parecido al que habían escuchado en la otra habitación.
-Debe de ser una especie de bomba que controle el lugar, no lo sé- comentó Chris. Mientras tanto Jill se aventuró a abrir la puerta. -Espera- le dijo Chris pero era demasiado tarde; Jill ya había abierto la puerta derecha. Ambos pudieron ver que, efectivamente, había una especie de boiler gigante y una bomba al lado que controlaba el agua en el laboratorio. El cuarto era demasiado pequeño y la iluminación era automática al abrir la puerta.
-Es la bomba de agua- comentó Jill.
-Vámonos, aquí no hay nada-
-Espera…- dijo Jill. –Si te fijas, atrás hay algo… parece ser otro pasillo-
Chris miró a Jill como deseando que no hubiera dicho ni descubierto eso. Frunció el ceño y luego se dirigió, entrando al cuarto, hacia la parte de atrás. Rodeó el boiler y justo atrás estaba un pasillo muy pequeño con una puerta de madera en medio.
-Jill- le habló Chris. –Ven, aquí hay otra puerta- pero la chica no contestó ni se acercó a su compañero. Chris intentó abrirla pero se percato de que estaba sellada, entonces pensó: “una puerta de madera sellada, será fácil tumbarla de una fuerte patada”. Entonces regresó para avisarle a Jill pero al volver a la entrada, Jill ya no estaba.
-¿Jill?- preguntó Chris buscándola por afuera del pasillo y, al no obtener respuesta, recorrió el cubo metálico y todo el pasillo, intentando abrir de nuevo la puerta de la otra habitación pero seguía cerrada.
-¿Jill?- preguntó de nuevo pero no escuchó nada. –Maldita sea- se dijo a sí mismo. Maldijo una vez más al detenerse justo al lado del cadáver del perro y se percató de que el cuerpo del zombi ya no estaba. Miró entonces hacia las escaleras y luego hacia el pasillo oscuro de donde había venido el doberman.
-¿Jill, estás ahí?- preguntó asomándose por el pasillo pero, de nuevo, no obtuvo ninguna respuesta. -¡Carajo!- exclamó. –No puede ser que esto esté sucediendo, es típico-

Por otra parte, Jill se encontraba en un pasillo demasiado extraño caminando hacia el frente con la Beretta en ambas manos y la bazuca en la parte de atrás colgada. No ocupaba la linterna debido a la amplia iluminación del lugar, además era el mismo pasillo de pared de aluminio y, al finalizar, había un agujero cuya tapa estaba abierta (levantada) y se podía ver el inicio de unas escaleras de emergencia color amarillo que conducían hacia un subterráneo.
-¿Hola?- preguntó Jill antes de bajar por las escaleras y volvió a oír el grito de alguien que llamaba auxilio. Pudo haber pensado que era un zombi pero, de acuerdo a sus experiencias anteriores, los zombis no gritaban palabra alguna. Entonces decidió volver por Chris corriendo mientras pensaba en la voz que constantemente escuchaba gritar. Pero al regresar por la puerta donde había entrado, se percató de que estaba cerrada. Intentó abrirla y no pudo, estaba completamente cerrada con llave.
-¡Diantres!- exclamó y luego le apuntó con el arma pero se detuvo y pensó: cualquier ruido atraería a más zombis o perros de laboratorio. Pero luego recordó la batalla entre el perro que persiguió a Chris; habían disparado, entonces ya cualquiera había escuchado los balazos. Probablemente la voz llamando habría oído los balazos y por tal motivo, comenzó a gritar. Entonces pensó: debo de hacer contacto con Chris a como de lugar.
Justo antes de gritar el nombre de su compañero, la voz que provenía del subterráneo, una voz masculina, volvió a gritar. Esta vez gritó el nombre de Jill.
-¿Qué diablos?- se preguntó a sí misma la chica. Entonces se aproximó de nuevo, trotando esta vez, hacia las escaleras de emergencia. Esperó a que la voz volviera a gritar y se asomó por las escaleras agachándose en cuclillas.
-¡Jill!- gritó la voz masculina adulta de nuevo. Se había escuchado claramente el nombre de ella y no tenía duda alguna de que era un sobreviviente de STARS, tenía que bajar a buscarlo.
Bajó pues, las escaleras y se percató de lo extraño que era ese lugar: pasillo con ladrillos de alcantarilla (verdosos y enlamados) al igual que las paredes y el suelo. Caían algunas pocas gotas de agua turbia por doquier y había una puerta al fondo, color café oscuro. Siguiendo el pasillo a la derecha se encontraba otro pasillo más. Esperó entonces a escuchar de nuevo la voz y, nerviosa, apuntó de nuevo con su arma lentamente. Nadie gritó.
-¡¿Hola?!- gritó la chica y entonces, un extraño ruido de pisadas comenzó a escucharse por el pasillo derecho. Era como si alguien anduviera por ahí y había escuchado el grito de Jill, por lo tanto decidió correr hacia la voz que había gritado. Pero no eran pasos de calzado humano, si no pisadas como de patas de…
-Oh no- murmuró Jill y apuntó directamente, nerviosa, hacia el pasillo. Tenía los ojos totalmente abiertos esperando a cualquier bestia que se acercara.
El cazador apareció de inmediato; el monstruo que los había atacado a ella y a Richard Aiken en la habitación de la mansión, era idéntico a este que corría como coyote al acecho hacia ella. Las mismas enormes garras y apariencia espantosa. Jill no tuvo opción más que apuntar mientras respiraba en voz alta, disparó las primeras balas pero se dio cuenta de que el cazador ni siquiera se detenía un poco. Tiró el arma al suelo y en seguida, más nerviosa que nunca, agarró la bazuca con la mano izquierda y, rápidamente, le apuntó al monstruo y le disparó un explosivo. El estómago del cazador explotó y el vientre quedó esparcido por todo el lugar e incluso logró machar el pantalón de la Jill inmóvil que miraba el cadáver muerto de la asquerosa bestia. Suspiraba con velocidad y su corazón latía con un pulso demasiado rápido. Se hubiera desmayado de no haber entrenado 2 años en la academia de policía y haber estado en el mejor equipo policiaco de la ciudad de Raccoon.
De pronto, la cabeza del cazador comenzó a moverse al igual que su brazo izquierdo. La garra se había levantado por completo, fue entonces cuando Jill reaccionó y, después de haber soltado una lágrima por el susto, recogió la pistola. Traumatizada, sollozando, le apuntó con la mano derecha temblando hacia la cabeza del monstruo. Inmediatamente le disparó la última bala de su Beretta justo en la frente; el cazador dejó de moverse e, inmediatamente, Jill dejó caer el arma nuevamente hacia el suelo. Al hacer esto, comenzó a deslizarse de espaldas a las escaleras hacia abajo, se sentó en el suelo y cerró sus húmedos ojos a punto de estallar en llanto. Pero se contuvo. Una última lágrima salió de su ojo izquierdo y en seguida abrió los ojos.
-No puede ser…- se dijo a sí misma. –Es… es una pesadilla- seguía sollozando pero el orgullo no le permitió seguir haciéndolo: “soy una miembro de los STARS” pensó, “Una soldada, un policía… no debo de llorar, tengo que ser fuerte y auxiliar a esa persona que me llamó”. Se puso de pie, recogió la bazuca que había dejado en el suelo y la cargó en sus brazos apuntando hacia el frente mientras caminaba lentamente y dejaba de sollozar.
Su paso aceleró cuando el hombre aquél volvió a gritar la palabra auxilio. Jill entonces se apresuró para llegar a la puerta al fondo del pasillo pero antes de llegar, el hombre volvió a gritar su nombre. La voz venía del pasillo. Se dirigió entonces hacia el pasillo y era un camino un poco largo, dobló hacia la izquierda y luego a la derecha para encontrar el camino sin salida, una pared, y recostado en el suelo y recargado en la pared, Enrico Marini con una herida de bala en el pecho.
-¡Enrico!- exclamó Jill e hizo a un lado la bazuca. Se aproximó entonces hacia el comandante del equipo Bravo y se agachó sosteniéndose con sus rodillas.
-Jill… Jill…- tosió un poco y una línea de sangre brotó de su labio. –Wesker-
La chica, prontamente localizó la herida y se percató de la sangre coagulada que tenía manchada en el uniforme.
-Tranquilo… pediré ayuda…- pero antes de que se pusiera de pie, Enrico la interrumpió.
-Espera…- la sostuvo del brazo, luego que ella lo volteó a ver, la soltó. –No te vayas… no me queda mucho tiempo-
-¿Quién te disparó?, ¿Quién te hizo esto?- preguntó Jill preocupada.
-Fue Wesker… es un maldito traidor… me puso una trampa- volvió a toser.
-¿Wesker?-
-No confíes en ese hombre, él me disparo y luego se fue-
-Lo sé todo, Enrico, Chris me contó sobre su trabajo para Umbrella-
-Es un traidor, Jill, tienen que arrestarlo y matarlo- tosió de nuevo.
-Calma… buscaré ayuda, déjame ir por Chris, él está arriba-
-No lo lograré, Jill, sólo escucha un momento- dijo Enrico y antes de toser nuevamente, cerró los ojos unos segundos. Los abrió después y dijo: -Yo le dije a Rebecca que se ocultara en la mansión…-
-Está bien, la encontramos, está con nosotros-
Enrico soltó un suspiro de alivio.
-Los demás están muertos ¿verdad?-
Jill bajó la cabeza.
-Llamé auxilio por que me quedé encerrado en esta alcantarilla, estábamos perdidos. Nos atacó uno de esos caninos…- tosió una vez más. –Todos huimos dentro de la mansión… luego… nos separamos para buscar pistas…- suspiró otra vez y luego prosiguió. –Maldición, no debimos separarnos… se los dije-
-¿Qué pasó después?- preguntó Jill intrigada.
-Yo pude entrar al laboratorio pero todo estaba cerrado, luego me quedé encerrado aquí y comencé a gritar auxilio. Wesker me encontró intentando abrir la puerta que está del otro lado… me apuntó y me dijo que todo había terminado. Me dijo que trabajaba para Umbrella y que todo esto había sido…-
-Una misión para probar las armas biológicas, los monstruos. Ya lo sé todo, Enrico, déjame llevarte de regreso, estarás bien-
-Escúchame…- le dijo a Jill y la tomó por el chaleco. –No debes dejar que Wesker libere el virus madre… él debe… yo…- cerró los ojos y sus dedos soltaron el hombro de Jill.
-¿Enrico?... ¿Enrico?- pero era demasiado tarde, había dejado de moverse. Jill entonces cerró los ojos y bajó la mirada frunciendo el ceño.
-Maldito Wesker…- se dijo a sí misma. –Maldito traidor-
Al abrir los ojos y levantar la cabeza vio que traía un cartucho más de explosivos para la bazuca de Forest. Estos explosivos eran de fuego, quemarían vivo en 5 segundos a cualquier ser viviente… incluso a un cazador. Tomó entonces el cartucho, se puso de pie y se retiró. Intentó abrir la misma puerta de cuyo interior se podía escuchar algo baboso moverse, decidió no interferir y regresó por las escaleras.
Al volver por el pasillo de arriba, la puerta seguía cerrada. Fue entonces cuando de un intenso golpe con la pierna, abrió la puerta. Wesker estaba justo en frente de ella apuntándole con un arma.
-Sorpresa- dijo Wesker, aún traía los lentes puestos y, además, una especie de rota folio atado con cinta adhesiva cargando en el brazo izquierdo. –No intentes hacer nada estúpido-
-¿Dónde está Chris?-
-No debes preocuparte por él… ahora sal de ese lugar y deja la bazuca en el suelo. Deja también el cuchillo y la beretta-
-Maldito infeliz, sabes perfectamente todo lo que uso… mataste a Enrico- dijo Jill con una mirada llena de furia mientras dejaba su arma en el suelo y comenzaba a sacar el cuchillo de combate.
-Entrégamelo- le ordenó Wesker y ella obedeció. –Enrico no está muerto, ni siquiera le disparé en un punto fatal, sólo es una herida en el pecho y un sedante para que no te dijera nada, pero ya veo que lo sabes todo gracias a tu imbécil amiguito-
-De todos modos mataste a Barry-
-Bueno, el tenía que ser eliminado- contestó seriamente. –Ahora camina-
Jill había entrado en una puerta que estaba al fondo del pasillo oscuro de donde había salido el perro que los atacó a ella y a Chris anteriormente. Wesker la condujo hacia el cuarto del cubo metálico cuya puerta, no habían podido abrir. Al llegar, Wesker guardó el cuchillo de Jill en su cinturón y sacó una llave de su bolsillo sin dejar de apuntarle a la chica. Abrió la puerta y al entrar, la cerró de nuevo.
-Una puerta muy difícil de abrir, por fuera necesitas la llave pero por dentro, un sistema automático en este lugar. El cuarto era al 100 % cuadrado y justo en medio estaba una enorme maquinaria con tubos y cables y algunos objetos de fierro y aluminio que Jill no lograba entender; era una especie de carburador. Al final de toda la maquinaria había un fusil que conectaba un carburador con otro y así consecutivamente. Al fondo del pasillo, justo en frente de todos esos aparatos, una máquina, dos pantallas al lado de un enorme tubo de cristal oscuro bastante extenso como para que cupieran dos personas adentro. Wesker dejó los planos encima de un tablero de computadora en un escritorio al lado derecho del tubo. En las paredes había también una larga tubería color azul oscuro que parecía estar conectada hacia una ventilación que, probablemente, conducía al cuarto donde estaba la bomba de agua. Dentro de esta habitación se escuchaba también un sonido de burbujas y una especie de motor funcionando a través de la enorme maquinaria en medio del lugar. Había también a la izquierda de una de las pantallas, abajo, otro tablero y una computadora sobre su respectivo escritorio y una silla de oficina con tres ruedas como sostén.
-¿Qué es este lugar?- preguntó Jill.
-Aquí es donde experimentamos con el virus madre- contestó Wesker.
-¿Qué es el virus madre?-
Wesker se volvió hacia Jill sin dejar de apuntarle con el arma.
-En 1967, Ozwell Spencer, James Marcus y Edward Ashford crearon lo que fue el virus-T, potencialmente biológico y capaz de regenerar cualquier tejido de piel al que se le aplicara. El objetivo al público era venderlo para uso doméstico pero el verdadero plan era crear armas biológicas para el uso común militar-
-O sea esos malditos zombis-
-Los cazadores fueron un éxito, pero los científicos se contagiaron con este virus y fue destruyendo sus células poco a poco, principalmente las del cerebro. Ese fue el error del virus-T. En ese mismo año, les inyectaron el virus a la hija y a la esposa del arquitecto de esta mansión, George Trevor. Su hija Lisa y su esposa Jessica adquirieron cambios inesperados. Jessica murió en seguida, pero Lisa sobrevivió- Wesker comenzó a presionar algunos botones en la computadora para prenderla. –Pero ella es una historia diferente-
-Chris me contó sobre ella, él descubrió todos los archivos en Umbrella, se infiltró y ahora lo sabemos todo. ¿Cómo pudieron hacerle eso a esa pobra niña?-
-A menos de que ustedes cuatro mueran, nadie sabrá nada y los experimentos continuarán… Umbrella tiene sus propias maneras de ocultar la verdad, incluso si es necesaria la muerte-
-Umbrella es una maldita industria que caerá aunque todos nosotros muramos. Tarde o temprano los descubrirán a ti y a Birkin, no es necesario que nos mates- amenazó Jill mientras Wesker continuaba distraído, desactivando algunos códigos después de haber prendido la computadora. Jill pensó que un ataque sorpresivo mientras le daba la espalda sería perfecto para quitarle el arma, pero sabía perfectamente que su capitán era aún mejor que ella y tomaría el control sobre la situación antes de que pudiera hacer algo al respecto.
-El virus madre fue creado por el científico Marcus pero lo diseñó para unas ridículas sanguijuelas inservibles de las que se enamoró. Muchos podrían decir que era muy dedicado a su trabajo, pero desgraciadamente mutó y la mayoría de los cuartos de este laboratorio fueron destruidos y ahora los han sellado-
-Sí, los vimos al entrar aquí- dijo Jill ya un poco más tranquila pero aún nerviosa por saber que era lo que estaba dentro del enorme tubo que tenía en frente.
-Yo y Birkin le dimos seguimiento al virus madre al recuperarlo de las células muertas de Marcus…-
-¿Dónde está Marcus?-
-Muerto- le contestó Wesker sonriente y se aproximó hacia la otra computadora que, automáticamente, ya estaba prendida. –Nos apoderamos de su trabajo pero nadie debe saber sobre su mutación, sobre los cazadores y cerberos que rondan por ahí… ese idiota los dejó salir a todos cuando entró-
-¿Los cerberos?... ¿cazadores?-
-Los perros de raza doberman mutados que has visto, son bestias que obedecen mis órdenes al igual que los hombres rana con enormes garras que son los cazadores. Ellos no pueden hacernos daños ni a mi ni a Birkin-
-Eso es lo que tú crees… son animales, tarde o temprano se irán en contra tuya por que es su naturaleza-
-¡¿Cuál naturaleza?!- gritó Wesker alterado mientras regresaba a la otra computadora. -¡¿La que Birkin les dio?! ¡¿La que Yo les di?! Nosotros creamos a esas criaturas… somos sus dueños… ustedes sólo piensan en combatir con sus ridículas armas… nosotros somos el futuro de este país, cuando el ejército sepa sobre las perfectas armas biológicas que hemos creado no tendrán ni el resto de sus vidas para agradecérnoslo-
Jill no tenía que analizarlo más; Wesker estaba loco y Birkin, seguramente, también. Era demasiado obvio, se habían obsesionado con el virus que le habían robado a Marcus y a Ashford y tenían razón, el ejército los adoraría por su seguida costumbre de ocultarle las cosas al pueblo. Pero los crímenes que habían cometido con Lisa Trevor y James Marcus, eran imperdonables. Estos hombres merecían morir.
-Y ahora… te mostraré el arma más perfecta que hayas visto en tu miserable existencia…- dijo Wesker y presionó un botón en la computadora… una luz interior se encendió dentro de las pantallas y pudieron reflejar al prenderse, como un tablero cardiaco. Como si estuvieran conectadas al corazón de algún ser vivo dentro del gran tubo.
-Este… es el arma biológica más poderosa de todas… Tyrant.-
Encendió la luz del tubo y dentro del agua… una enorme bestia humanoide flotando color carne con todo tipo de músculos anormales a simple vista. Sus extremidades eran corpulentas pero iguales a las de un hombre fornido. Por manos tenía 4 enormes garras casi de 1 metro completo. Su rostro indefinido, no poseía labios pero si una boca casi humana, cerrada. Los ojos ni siquiera tenían párpados, estaban oscuros. Este hombre estaba completamente desnudo y sin una sola pizca de piel que lo rodeara al menos, era puro músculo seco y algunos de sus huesos (especialmente los de sus garras) se le podían distinguir. El corazón le latía y se notaba también a simple vista.
-Ustedes dos están locos- dijo Jill.
-Tyrant es el arma biológica más avanzada y ya está lista para ser puesta a prueba. Mira los latidos de su corazón, es perfecta. No tiene defecto alguno y sólo le queda probarse a sí mismo… Jill-
Presionó un botón y el agua fue disminuyendo poco a poco mientras iba siendo drenada. Tyrant tocó suelo de aluminio al acabar de drenarse el agua. A los pocos segundos, sus ojos parecieron tener sentido, cobraron un color amarillento y verdoso con diminutas pupilas negras al igual que su mirada entreabierta. Sin vello alguno, totalmente calvo mostrando sólo tejidos en su cabeza, movió la primera garra unos cuantos centímetros.
-¡Oh Dios!- exclamó Jill retrocediendo lentamente sin poder dejar de mirar el experimento.
-Se acabó Jill, los STARS siempre fueron un proyecto para ser eliminados por estas criaturas. Por eso se les entrenó, para que no les fuera tan fácil eliminarlos ni viceversa. Queríamos ver que tan ágiles, fuertes o perfectos eran… hoy es el día para probar al más poderoso e inteligente de todos ellos-
Jill intentó escapar antes de que Wesker liberara por completo a Tyrant pero fue demasiado tarde; antes de que comenzara a correr y se diese media vuelta, el monstruo reaccionó de manera violenta y de un solo golpe, atravesó el vidrio rompiéndolo con fuerza para salir por sí mismo. Los cristales quedaron esparcidos por el suelo y uno de ellos logró enterrarse en la bota de Wesker quien se lo sacó después de gritar una maldición. Tyrant cayó de pie al suelo con la cabeza hacia abajo y luego, lentamente miró a Wesker fijamente.
-Maldita sea…- volvió a mal decir Wesker pero inmediatamente, al devolverle la mirada a su experimento, se percató de que el monstruo tenía toda su atención en él.
-¡No!, ¡¿Qué estás haciendo?!- le gritó aterrorizado Wesker al gigante de dos metros y medio que tenía en frente. Tyrant levantó entonces su enorme garra y de un zarpaso, arañó el pecho de Wesker empujándolo con fuerza hasta la puerta de la habitación. Las llaves lograron deslizarse por debajo de la puerta y salieron pero Wesker aún seguía con vida. Jill estaba casi inmóvil pero pudo darse cuenta de que Tyrant sólo quería a Wesker y ahora se dirigía hacia él.
De pronto, la voz de Enrico volvió a escucharse a lo lejos gritando el nombre de Jill.
-¡Enrico!- gritó Jill.
Tyrant se acercó a Wesker y lo levantó con su brazo izquierdo hasta la altura de sus ojos. Lo tenía sostenido por el cuello ahorcándolo mientras que su víctima se retorcía intentando patearlo.
-¡¿Qué haces?! ¡Maldito estúpido!, yo soy tu creador, tu amo… suéltame, te lo estoy ordenando…- no pudo decir más, el monstruo le había aplastado la garganta y ésta, ya empezaba a derramar sangre por doquier. Tyrant levantó su otro brazo y, con sus enormes y filosas garras, le arrancó el vientre completo a su víctima. Luego brotó sangre por todo el suelo y al final, partió a la mitad al pobre individuo. Al final dejó caer al suelo ambas partes con las garras ensangrentadas, extendió ambos brazos y lanzó una especie de grito finalizándolo con un fuerte gruñido de bestia. Para esto, Jill ya había tomado la mágnum de Wesker que se le había caído cuando el monstruo aquél lo lanzó hacia la puerta. Le apuntaba con valor pero, a la vez, con un nerviosismo intenso que ocultaba a través de su fuerte mirada. Tyrant se volvió hacia Jill y la miró de la misma manera que a Wesker antes de que lo asesinara. Comenzó a caminar lentamente como todo un zombi, hacia Jill. Pero era igual que ellos, caminaba lentamente y al llegar hacia ti, era tan rápido que no había posibilidad de huir a cualquier ataque que realizara. Jill sin titubear comenzó a disparar las 6 balas que quedaban dentro de la pistola pero fue inútil. Ni siquiera cuando le disparó tres veces en el pecho, una en el estómago y dos en el cuello, pudo detener al menos un instante a Tyrant. Entonces tiró el arma al suelo y se dispuso a darle la vuelta al lugar para conseguir la beretta que tenía Wesker en su cinturón, sólo que tendría que sacarla de su cintura cubierta de sangre. Justo como lo había pensado, la bestia la seguía lentamente siguiendo el camino que había recorrido. Llegó pero el cuerpo era demasiado asqueroso como para localizar la pistola y usarla en contra de Tyrant, no tuvo opción más que agacharse y meter la mano entre la sangre pero antes de que lo hiciera, Tyrant ya la había alcanzado y ahora parecía ser más rápido que antes. Estaba a unos cuantos metros de ella cuando se levantó y decidió correr hacia la computadora de nuevo e intentar abrir la puerta cerrada. Ignoraba por completo que las llaves estaban del otro lado y que Enrico las tenía intentando abrir. Al llegar a la computadora, comenzó a picar botones desesperadamente para poder acceder a algún tipo de clave para abrir la puerta pero antes de que Tyrant pasara la parte donde estaba Wesker muerto, Enrico entró llamando a Jill.
-¡Jill!- gritó Enrico con su arma en la mano.
-¡Enrico, no! ¡Retrocede!- le gritó Jill. Enrico no pudo reaccionar a tiempo y sólo logró echarle un vistazo al objeto que degolló su cabeza en menos de un santiamén. Las garras de Tyrant volvieron a cubrirse de sangre y volteó a ver a Jill con la mirada llena de ira, la chica observó que la puerta estaba abierta y que tenía posibilidades de huir, ir por la bazuca y cargarla con los cartuchos que le había quitado a Enrico cuyo cuerpo, ahora estaba en el suelo, la Beretta no le serviría de nada. Desde luego Wesker no sabía que ella tenía los explosivos y por eso pudo conservarlos.
Así pues, sin poder lamentar la violenta muerte de Enrico ante sus ojos, estiró las piernas hacia ambos lados y miró fijamente al monstruo con la misma mirada.
-Vamos, acércate- le dijo. Tyrant comenzó a caminar hacia ella y antes de que soltara el primer zarpaso, volvió a correr dándole la vuelta de nuevo a la maquinaria para llegar por la salida pero, para su sorpresa, al llegar junto a los cadáveres que obstruían la puerta, Tyrant ya estaba a menos de un metro de ella. Esta vez fue más listo y no la siguió si no que se regresó sin dar la vuelta detrás de ella. Jill entonces brincó los cadáveres y se alejó de la masacre ocasionada lo más rápido que pudo. Salió del cuarto y se dirigió hacia donde estaba la bazuca pero aún así, pensó que no sería suficiente para acabar con él. Si 6 poderosas balas de una mágnum no le habían hecho le menor daño, tal vez 4 explosivos no lo dejarían lo suficientemente ileso como para aniquilarlo. De todos modos recogió la bazuca y pudo ver de reojo que Tyrant iba justo atrás de ella. Cargó entonces frente al monstruo el primer explosivo y antes de disparar, escuchó la voz de Chris quien bajaba las escaleras rápidamente.
-¡Jill!- le gritó Chris, Rebecca estaba justo detrás de él. -¡Vámonos!-
La chica se dio media vuelta y, sin disparar una sola vez, corrió detrás de sus compañeros quienes ya le habían echado una mirada a la enorme bestia que iba detrás de ellos ahora corriendo.
-¡Corran!- gritó Jill subiendo las escaleras. -¡Wesker está muerto, esa bestia lo asesinó… lo partió en dos!-
El trío salió del laboratorio y llegó velozmente al elevador anaranjado con palanca y lograron subir antes de que Tyrant los alcanzara. Éste último sólo se detuvo justo debajo de ellos mirándolos tranquilamente sin hacer ruido alguno.

Al llegar a la superficie corrieron hacia el puerto de helicóptero; un área demasiado grande con cuatro esquinas pintadas de color blanco en círculos. El resto era de color verde militar.
-¡Rebecca, la señal!- gritó Chris justo antes de llegar a la esquina más cercana. La chica sacó de su bolsa una pistola de bengala color amarillo, se parecía mucho a un revolver pero en su interior contenía la luz que haría estallar el gas color verde que Brad podría ver.
-¿Llamaron a Brad?- preguntó Jill junto a Chris, Rebecca ya había apuntado hacia arriba esperando la orden de su compañero.
-Cuando te fuiste, volví por Rebecca y Brad se comunicó con ella. Le dijo dónde estábamos. Ya viene por nosotros. Vamos Rebecca, dispara-
La chica disparó el fusible y en el cielo logró verse el humo verde que Brad, dentro del helicóptero, logró ver. Merodeaba alrededor de la mansión, en menos de 1 minuto llegaría.
-¿Cómo explotaremos la mansión?- preguntó Jill.
-Rebecca instaló los explosivos… la dinamita… yo traigo aquí el resto. Sólo tengo que ponerlos justo en el elevador así el fuego irá directamente hacia abajo para hacer estallar el laboratorio- contestó Chris.
-¿Seguro que hay suficientes como para estallar todo el lugar?-
-Al menos bloqueará todas las entradas posibles, será una destrucción total-
-¡Ahí viene!- gritó Rebecca. El helicóptero se vio a lo lejos, era el mismo en dónde habían venido la última vez.
-Muy bien, prepárense- dijo Chris.
El ruido aquél se escuchó segundos antes de que el helicóptero llegara. La puerta al lado del elevador había recibido un fuerte golpe haciéndola quedar completamente abollada. Un segundo golpe la tiró al suelo, destrozada, sin reparación alguna. Tyrant se aproximó lentamente hacia los tres chicos que esperaban el helicóptero. Chris sacó su mágnum de nuevo.
-Maldita sea- dijo Chris. –Sólo me queda un cartucho-
-¿Qué haremos?- preguntó Rebecca, nerviosa por supuesto, al igual que Jill quien cambiaba constantemente la mirada entre el helicóptero y Tyrant.
-Usa esto- dijo Jill ofreciéndole la bazuca con los explosivos cargados a Chris. Éste último tomó el arma y revisó los cartuchos dentro de ella.
-¡Rápido!- exclamó Jill, nerviosa. Temblando de miedo. Chris apuntó con la bazuca hacia Tyrant pero fue demasiado tarde, el monstruo ya había soltado el primer golpe logrando así lastimar a Chris en el pecho. Tuvo suerte, pues no fue herida grave pero había provocado que ambas armas cayeran al suelo y Chris se golpeara en la espalda cayendo al suelo violentamente.
-¡Chris!- gritó Rebecca.
-¡Ve por el arma!- le dijo Jill a Rebecca, esta miró a Jill quien le apuntaba fijamente a Tyrant con su pequeña Beretta.
-¿Segura?- preguntó Rebecca.
-¡Sí, ve!- contestó Jill y comenzó a disparar su último cartucho mientras Rebecca se dispuso a correr hacia Chris.
Tyrant parecía ser inmune a los balazos del arma de Jill, seguía avanzando como si nada mientras las balas entraban en su cuerpo haciendo que le brotara sangre sin cesar, pero paraba a los pocos segundos cuando se coagulaba de inmediato. Era imposible eliminarlo pero al menos lo entretendría.
-¡Muérete maldito imbécil!- gritó Jill con furia sin dejar de disparar, las últimas tres balas le llegaron al cuello al monstruo y la última, en la frente justo antes de que la golpeara con su enorme garra, entonces se arrodilló en el suelo. Jill se echó una ágil maroma hacia la derecha y Tyrant falló con su golpe mientras se quejaba por el balazo en la frente. Al parecer le había hecho demasiado daño pero no el suficiente como para detenerlo por completo; a los pocos segundos se levantó buscando a la chica. Rebecca ya tenía el arma en la mano pero prestaba más su atención a Chris quien no se recuperaba del golpe ni de la caída.
-¡Rebecca!- le gritó Jill a la chica distraída, ésta reaccionó. -¡Dispárale!-
Rebecca, nerviosa, no sabía ni cómo usar el arma pero se las calculó. El primer disparo falló pero logró rozar el brazo de Tyrant quien se acercaba ya lentamente con los brazos extendidos, hacia Rebecca. Jill no tuvo opción más que correr hacia Rebecca quien ya había disparado el segundo explosivo. Falló de nuevo, pero esta vez por que Tyrant lo esquivó de un enorme brinco.
-¡Diablos!- exclamó Jill en el camino y, al llegar con Rebecca le dijo:
-Dame el arma a mí-
Rebecca ya había dejado escapar una lágrima en su rostro.
-Lo siento- dijo Rebecca, temblorosa entregándole el arma a Jill. Tyrant soltó un enorme rugido y comenzó a correr hacia las chicas. Jill disparó el tercer explosivo pero, debido a la potencia del disparo, cayó en la pierna del monstruo. Éste se detuvo y comenzó a observar que su rodilla estaba en llamas y se le dificultaba caminar. Aún así, era demasiado tarde para que las chicas corrieran a esconderse, además no podían dejar a Chris tirado en el suelo.
-Reacciona, Chris- le suplicaba Rebecca arrodillada junto a él, aún atolondrado por la caída.
-¡Oh no!- exclamó Jill al ver que Tyrant se había incorporado y ahora caminaba hacia ellas de una manera lenta debido a su enorme herida. Las llamas no se habían deslizado al resto de su cuerpo o piernas, seguía de pie y estaba furioso con Jill, la quería asesinar a como diera lugar.
-¡Dispárale!- Le gritó Rebecca a Jill, esta esperó a que el monstruo se acercara un poco más para darle en el pecho y hacer que estallara. Al hacerlo, disparó hacia Tyrant quien detuvo el disparo justo antes de que atravesara su estómago, el explosivo se había atorado en sus músculos.
-¡No!- gritó Jill. -¡No puede ser, maldito monstruo!- tiró la bazuca al suelo mientras Tyrant se recuperaba. Al hacerlo volteó a ver hacia el helicóptero de Brad quien ya comenzaba a descender, había visto al monstruo pero trataba de no acercarse mucho.
-¿Qué demonios es eso?- se preguntó Brad mirando a Tyrant.
-Estamos perdidas, destrozará el helicóptero- dijo Jill. Chris no reaccionaba y Rebecca ya comenzaba a quedar en shock por la impresión y el miedo. Tyrant, en efecto, esperaba que el helicóptero descendiera para destruirlo pero tenía que asesinar a la persona que le había lastimado la mayor parte de su cuerpo. Su rodilla estaba completamente quemada y le ardía, necesitaba vengarse. Miró a Jill detenidamente y se dirigió otra vez hacia ella, pero antes de que llegara, alguien llegó corriendo por la puerta que había tumbado Tyrant: Barry.
-¡Muévanse!- les gritó Barry a Rebecca y a Jill quienes reaccionaron rápidamente y levantaron a Chris con trabajo, Tyrant ya había volteado hacia Barry quien se encontraba a menos de 10 metros de él.
Jill pudo notar que Barry traía una pistola de muy bajo calibre todavía cargándola en la mano derecha lista para detenerse y comenzar a dispararle a la bestia aquella quien ahora se dirigía hacia su predador.
-¡Dispárale en el pecho, Barry… en el estómago!- gritó Jill.
Barry se detuvo y pudo divisar el objeto metálico color verde dentro de su vientre como si estuviera atorado. Tyrant corrió hacia Barry con una increíble velocidad con los brazos extendidos, soltó el primer zarpaso y rasguñó a Barry en el hombro izquierdo y cayó al suelo violentamente pero aún seguía consciente.
-¡No!- gritó Jill, Rebecca cargaba a Chris. Jill pensó rápidamente en qué hacer y miró hacia todos lados, descubrió entonces la mágnum de Chris tirada en el suelo, para esto, Brad ya había descendido por completo y aún se escuchaban muy fuerte, los golpes de las hélices.
-Rebecca- llamó Jill a la chica. –Suban al helicóptero-
Tyrant ya se dirigía hacia Barry quien seguía de rodillas y no se había percatado de que el monstruo iba tras de él nuevamente.
-¡Barry!- gritó Jill. La chica ya se había agachado por el arma y estaba lista para dispararle de nuevo a Tyrant. Barry reaccionó y comenzó a dispararle de espaldas al monstruo que iba directo hacia su amiga, rápidamente. Los disparos le afectaban pero el sujeto quería a Jill a como diera lugar.
-¡Sigue disparando!- gritó Jill y Barry, aún con una rodilla en el suelo, disparó su última bala. El monstruo no se detuvo y Jill le apuntó justo en el estómago. Disparó entonces la bala directamente y ésta, atravesó el fusible haciéndolo estallar bruscamente llenando así, de llamas, a Tyrant quien comenzó a arder sin cesar por todo el cuerpo. Su vientre había estallado en mil pedazos y lanzaba rugidos y gritos como si fuera el mismo demonio. Jill había soltado el arma arrojando también, la dinamita hacia el elevador.
-¡Vámonos!- gritó Rebecca observando a Tyrant retorciéndose sin caer al suelo aún, con llamas alrededor de todo su cuerpo. Los gritos eran ensordecedores y comenzaban a lastimar los oídos de Barry, era como un tiranosaurio rugiendo con todas sus fuerzas.
Jill se aproximó hacia Barry y juntos, se dirigieron al helicóptero.
-Creí que habías muerto- le comentó Jill, estresada, a Barry.
-Me hirió en la espalda solamente…-
-Necesitas ver a un médico-
Ambos subieron al helicóptero dejando atrás, la dinamita prendida y al experimento aquél, en llamas.
-¡Vámonos!- le ordenó Barry a Brad quien comenzó entonces a ascender en el helicóptero con los demás a bordo.
Ya estando en el aire, pudieron ver la no tan enorme explosión, de las dinamitas que había instalado Rebecca. Segundos después, las otras en el elevador quemando así todo rastro dentro del laboratorio de Umbrella. La mansión estaba completamente destruida, o bien, al menos ya nada podría salir de ese tenebroso lugar.
-¡Barry!- exclamó Rebecca. -¡Estás vivo!, no puedo creerlo-
-Lo sé, también creí que moriría allá abajo- contestó Barry abrazando a Rebecca. Chris seguía inconsciente, Brad volando el helicóptero concentrado pero Jill no dejaba de ver el derrumbe. Era el lugar cuya experiencia había sido la más traumatizante en su vida, ahora ya no podría vivir en paz jamás, las pesadillas que vivió en aquél lugar no la dejarían por un largo tiempo y tendría que vivir con ello por el resto de su vida. Al mirar a cualquiera de sus compañeros, dentro de sus ojos vería a Tyrant, a los zombis, a los cazadores. A Albert Wesker. Todavía no podía creer que su tan idealizado capitán los había traicionado de una manera tan despreciable, enviándolos a la muerte. Más le dolía la pérdida de los demás, incluyendo Enrico quien había intentado salvar su vida en la lucha con Tyrant. El equipo Bravo ahora era solamente Rebecca Chambers, el resto estaba muerto. Sólo tres del equipo Alfa, al cual le había ido un poco mejor (o peor por el hecho de haber sobrevivido al trauma ocasionado). Jill miró a Barry y a Rebecca conversando pero no pudo escuchar ni una sola palabra, al verlos sólo pensaba en la mansión. Miró entonces a Chris dormido y recostado en una almohada con el pecho vendado y la mancha de sangre un poco sobresaliente en el vendaje, pensó en la mansión. Todas las costosas armas estaban destruidas y también toda la evidencia de lo que había ocurrido en ese lugar. Aún estaban los testimonios de los 4, Jill y Chris se encargarían con gusto de atestiguar en contra del difunto Albert Wesker y hablar sobre su traición. Rebecca y Barry les servirían de apoyo en su testimonio pero nada lo probaba. Probablemente pensarían que ambos se habían puesto de acuerdo con tal de no creer que el increíble Wesker era un maldito traidor; un doble agente de Umbrella. Tal vez si Chris tuviera algún documento que lo probara… Barry…
Al menos habían salido con vida y tenían que agradecer que ninguno de ellos estuviera infectado. El virus-T… Umbrella, Birkin y Wesker… si lo pensaban, ahora estaban metidos en graves problemas. Eran solamente un grupo policíaco en contra de Umbrella. Lo único que les quedaba, en caso de no poder probar la creación de armas biológicas en la corporación o la traición de Wesker, era encontrar a William Birkin. Era su única opción.

Jill miró una última vez hacia la mansión, ahora sólo se podían ver las montañas Arklay, donde cientos de mitos e historias abundaban a sus alrededores. Ahora, efectivamente, era sólo un mito. No más mansión Spencer, no más laboratorios de Umbrella debajo de ésta, no más cerberos, cazadores. No más zombis… ó eso era lo que ellos pensaban.
El helicóptero se alejó lo suficiente de las montañas y comenzó a volar sobre la ciudad de Raccoon. Jill se sentía deprimida y completamente cansada; exhausta. Tenía un presentimiento de que algo malo sucedería pero ahora querría descansar y no volver a ver a ninguna de esas criaturas, aunque las visiones se prolongaran y las noches serían invadidas por espantosas pesadillas.


Fin de la primera parte.












SEGUNDA PARTE:

EL VIRUS MADRE.


1

-Y ¿Cómo era tu padre?- preguntó Leon.
-Igual, él… él siempre nos protegía… hasta que sucedió. Luego mi hermano se encargó de mí, le debo mucho- contestó Claire.
-¿Cuánto tiempo te cuidó?-
-Hasta hace apenas 2 ó 3 años cuando mucho. Pero aún sigue haciéndolo (sonrió) aunque ya no tiene por qué. Creo que se acostumbró a estar detrás de mí, evitando que hiciera cualquier tontería. Él siempre ha tenido esa actitud protectora de encargarse de todo y hacerlo a su modo… tal vez por eso lo sacaron de la fuerza aérea- bajó la mirada.
-No entiendo cómo un hombre así pueda ser destituido de la fuerza aérea terminando en uno de los mejores equipos policíacos de la ciudad de Raccoon- comentó Leon también mirando hacia abajo, un poco frustrado.
-No tenía opción, a él le gusta proteger a la gente ¿Qué mejor que ser un policía en la ciudad donde nació?-
Se trataba de Leon Kennedy y de Claire Redfield quienes se encontraban en la oficina de STARS conversando sobre el pasado de cada uno. Leon era un sujeto muy sencillo pero complicado a la vez; había sido transferido hacía apenas 2 días a la unidad de policías de la ciudad de Raccoon justo antes de que todo mundo se enterara de que había zombis rondando por todos lados. Era un sujeto de cabello castaño claro, lacio y largo hasta la barbilla, peinado de hongo. Apuesto, 27 años, pequeños ojos verdes, de estatura delgada y complexión ejercitada. Vestía aquél típico uniforme azul de la RPD; pantalón azul rey y una especie de sudadera sin mangas del mismo color con un estampado de azul marino en el pecho con las letras RPD en blanco. Hombreras de tela cosidas con botones, camiseta de manga larga color blanco debajo de la sudadera y, por su puesto, botas color gris oscuro. Claro, como cualquier policía de esa ciudad, tenía sus guantes negros descubriendo los dedos y coderas del mismo color. Tenía la sudadera fajada y un cinturón color café caqui con un estuche de walkie-talkie vacío justo a la derecha.
Claire Redfield era una chica de apenas 20 años de edad, cabello castaño oscuro completamente lacio atado en una larga cola de caballo que le rebasaba el cuello completo. Su peinado constaba de dos mechones peinados hacia atrás en forma de partido, natural y sin gel o spray ni nada por el estílo. Igual Leon. Ella era de estatura mediana, delgada de buena figura y esbelta. Vestía unas botas largas color café, de piel, que le llegaban hasta las rodillas. El resto de las piernas descubiertas hasta la parte de sus licras negras cubiertas por un short recortado color rojo marrón de mezclilla. Usaba una camiseta negra y una pequeña chamarra de mezclilla color rojo marrón que combinaba con el short. Por último, sus guantes negros de motociclista (Claire adoraba las motocicletas) y un estuche de cuchillo vacío justo en su hombro derecho.
-¿Por qué no simplemente dejaste que solucionara todo?- preguntó Leon mirándola directamente a los ojos.
-Por que no sé nada de él, por eso vine- contestó Claire con una media sonrisa en su rostro. –Tengo que saber… me dejó sola y, con todo esto que ha sucedido, siento que probablemente esté…-
-No te preocupes- le dijo Leon. –Una persona como tu hermano sabe cuidarse perfectamente, te lo aseguro-
Ambos estaban sentados en dos sillas, uno frente al otro separados por un par de metros, de los escritorios de los miembros de STARS. Por supuesto, Claire no dejaba de mirar el desordenado escritorio de su hermano Chris. Leon tenía una ametralladora m-16 color gris plateado. Además, su clásica Desert Eeagle .50 muy parecida a la Beretta. Claire tenía la mágnum que Leon le había dado justo antes de entrar a la estación de policía. Los dos se habían conocido cuando Leon la rescató en una tienda de abarrotes del ataque de un zombi que casi la atrapa por la espalda. Le tiró un balazo justo en la frente donde ya habían supuesto que era el punto débil de todos esos monstruos, el virus había infectado parte de la ciudad y todavía rondaba por allí consiguiendo más y más víctimas.
-Cuando mis padres murieron en ese horrible accidente, yo pensé que nos llevarían a un orfanato pero Chris insistió en que él mismo, con el sueldo que ganaba en la fuerza aérea, se podía ocupar de mí y cuidarme como si fuera su hija. La corte accedió por que estar en la fuerza aérea implicaba tener un sueldo alto- comentó Claire.
-¿Entró a la fuerza aérea después del accidente?- preguntó Leon.
-Sí… pero las cosas han cambiado desde que es miembro de STARS, seguido no sé mucho de él y… creo que esta es la última vez que me lo hace-
-¿Qué harás cuando lo encuentres?-
-Me quedaré con él… tal vez necesite ayuda… yo sé manejar estas armas, recuérdalo (le comentó enseñándole el revolver en la mano). Quiero entrar a los STARS-
-Primero tendrás que entrar a la Academia de Policías de la ciudad de Raccoon, igual que yo-
-¿Por qué te transfirieron aquí?- preguntó Claire frunciendo el ceño.
-Fácil… me mintieron. Me cambiaron por que necesitaban ayuda después del incidente que ocurrió en las montañas, pero a mí me dijeron que serviría de ayuda para la policía de Raccoon, tú sabes… yo no sabía absolutamente nada de ese virus ni de los zombis-
-Que pena- contestó Claire.
La incomodidad de ambos no se debía a que tenían poco tiempo de conocerse, ni tampoco a que ninguno de los dos se había agradecido por ser, al parecer, los únicos con vida en la mayor parte de la ciudad. Estaban así por que el encierro en esa oficina los tenía completamente nerviosos, algo los molestaba y no dejaba en paz sus mentes, parecía como si estuvieran ahí tomándose una especie de descanso o esperando a alguien.
-No te apures- le dijo Leon. –Yo también creí que me iría mejor en una ciudad como esta. Nueva York es el infierno… bueno… ahora esto es el infierno pero, bueno, el punto es que a mí no me gusta Nueva York-
Ambos rieron un poco luego volvieron a sus estados deprimentes.
-¿Qué harás cuando termine esto?- preguntó Claire sin mirarlo aún, seguía concentrada en la mágnum que traía en sus manos.
-No lo sé… si sobrevivo tal vez me quede a reparar los daños. Por supuesto que habrá gente que se esté ocultando por ahí-
-Antes de que perdiera contacto con cualquier ser humano, escuché rumores de que planeaban cerrar la ciudad sin dejar salir a nadie-
-En ese caso, tendremos que salir nosotros si queremos seguir con vida-
Hubo otra pausa en su conversación, luego Claire preguntó algo completamente irrelevante, sólo para continuar con la plática y evitar pensar en lo otro que no querían pensar:
-¿Conoces a alguno de los STARS?-
-No- contestó Leon con las cejas arqueadas. –He visto a varios rondando por el edificio entero pero, en realidad… nunca tuve conversación con ninguno antes de que me transfirieran. Ahora que estoy aquí… bueno, yo pensé en tener la oportunidad de conocer al menos a tu hermano-
-Silencio…- dijo Claire y sus párpados se abrieron más de lo normal; un ruido extraño se había escuchado a lo lejos, afuera de la habitación.
-Son ellos- dijo Leon. –Ya vienen-
-Lo sé- dijo Claire y se levantó de la silla, un poco nerviosa con los oídos bien atentos a lo que escuchaba. Eran los lamentos, los quejidos, las desordenadas pisadas de un grupo de personas sin pensamiento que se acercaba lentamente hacia la oficina de STARS.
-Bien- dijo Leon levantándose sin soltar la metralleta. –Tenemos que salir-
Ambos se aproximaron a la puerta y revisaron una vez más sus armas sólo por seguridad. Entonces Leon miró a Claire y viceversa.
-Quédate detrás de mí, por ningún motivo me rebases, tú sólo dispara. ¿Cuántos cartuchos te quedan?-
-Tres y el que trae puesta ésta cosa-
-O sea 4…- pensó Leon. –Muy bien… esperemos que no se nos termine… tenemos que llegar al cuarto de armas, ahí están el resto de las municiones-
-Está bien- dijo Claire. –Ya nos ocultamos bastante-
A menos de 5 ó 6 metros en el pasillo se escuchaban los sonidos de los zombis desesperados por encontrar carne fresca de qué alimentarse. Pero Claire y Leon estaban bastante preparados.
Salieron de la habitación; se trataba de un grupo de no más de 10 zombis que se dirigían hacia ellos con los brazos extendidos. La mayoría estaban vestidos con ropas casuales y normales, nada de batas de laboratorio ó uniformes baratos. Uno de ellos, el que parecía ir al frente de todos, vestía un pantalón azul y camisa negra. Atrás había también, policías mismos de la ciudad de Raccoon, policías que trabajaban ahí mismo.
Leon apuntó con la ametralladora mientras que Claire hizo lo mismo con su revolver, atrás de Leon como éste le había pedido. Entonces comenzó la balacera y el sonido de su arma se escuchaba en todo el edificio. Claire disparaba al igual que Leon mientras avanzaban lentamente hacia los zombis quienes no se detenían pero iban cayendo poco a poco al suelo después de recibir los balazos. Como habían acordado anteriormente, Claire sólo disparaba si estaban demasiado cerca, por lo tanto sólo ocupó de un cartucho, el que traía en la mágnum. Leon arrasó con la ametralladora y, cuando todos cayeron, bajó el arma y le dijo a Claire:
-¡Rápido!, antes de que se levanten de nuevo-
Los dos corrieron sin pisar a uno solo de ellos y pasaron por la puerta que habían abierto para entrar. Seguía otro pasillo con piso de mármol azul marino y una estatua en medio de lo que parecía ser un cuarto de estar, en seguida había una puerta bloqueada, destruida, y al final del recorrido, las escaleras. Bajaron entonces rápidamente pero, al llegar al primer piso, se detuvieron y se miraron el uno al otro.
-Ahí estaba el tipo de la cabeza…- comenzó diciendo Claire pero Leon interrumpió.
-Sí, lo sé… vamos ahora hacia allá- señaló hacia el fondo del pasillo, otra puerta de madera color café oscuro, entreabierta. –Por ahí han de haber entrado, estoy seguro-
Justo antes de que se dispusieran a correr de nuevo hacia la tenebrosa puerta cuya sombra se podía ver claramente debido a la oscuridad que abundaba en el lugar, la voz de una pequeña niña se escuchó en la parte de arriba a lo lejos.
-¡Déjame ir!- pareció haber gritado la voz de aquella infante.
-¡Oh no!- exclamó Claire mirando hacia arriba con los oídos atentos al igual que Leon. –Se escucha como si fuera una niña-
Leon miró, frunciendo el ceño un poco, hacia arriba.
-Tendremos que volver- dijo Leon.
-Y ¿el cuarto de armas?...- preguntó Claire.
-Tienes razón, este lugar estará infestado de zombis para cuando lleguemos a ambos lados-
-Hay que separarnos, yo iré por la niña. Toda la parte de arriba está limpia, bueno, al menos es lo que revisamos-
-Eso creo-
-Yo voy, te veo en el lobby, en las escaleras, de ahí nos podremos ir de este lugar-
-Ve antes de que sea tarde-
Se miraron el uno al otro con deseos de no separarse, algo de tristeza y preocupación entró en sus interiores pero, por desgracia, se separaron. Claire subió de nuevo las escaleras y corrió logrando pasar por los cadáveres casi a punto de levantarse de nuevo. Una vez que encontrara a la niña, no podía pasar por el mismo lugar para ir detrás de Leon, tendría que recorrer todo el segundo piso hasta llegar al lobby.
Leon, por su parte, entró con cautela a la habitación que había señalado antes cuya puerta estaba entreabierta, un cuarto con una serie de casilleros sellados o cerrados con candado. Ni siquiera se molestó en inspeccionar el lugar de nuevo, ya lo había hecho antes. El lugar estaba hecho un completo desastre pero aún así, se dirigió hacia la siguiente puerta y la abrió con seguridad. Era una habitación muy escalofriante. Se trataba del cuarto de administración de la policía donde miles de archivos, carpetas y papeles, se encontraban tirados en el suelo llenos de sangre y también en los anaqueles (algunos ya rotos y destrozados por doquier). Justo al lado de la puerta había un garrafón de agua sobre una pequeña mesa color café, completamente vacío. Leon, al igual que Claire, no había bebido ni comido nada en horas, aún así se dirigió hacia una oficina que estaba cruzando el pasillo. Un hombre, probablemente el encargado del lugar, estaba en el suelo recostado de espaldas y tenía varias heridas en el cuello y brazos. Su cabeza cubierta de sangre y los ojos no se le distinguían. Se hallaba dentro de la oficina, en el suelo, al lado de un enorme mueble con varios objetos sin uso alguno. En frente estaba el escritorio y la silla donde trabajaba todos los días. Leon lo conocía, se trataba de Edmund Keith, el jefe de administración. Justo en el escritorio había una nota escrita en un papel con una pequeña mancha de sangre en la parte superior izquierda de la hoja. Leon la tomó y leyó lo que decía: “Tenemos que sobrevivir, no hay marcha atrás, todos morirán”, posiblemente este hombre y algunos de los otros, transformados ya en zombis, se habían encerrado en la habitación sin poder salir siquiera. Lo más seguro era que todos se habían vuelto locos y alguno de ellos estaba infectado. Leon se agachó cubriéndose la nariz y la boca con la mano izquierda, hacia el cadáver. Lo ladeó un poco, con fuerza, y sacó de la bolsa de la camisa blanca del hombre, una llave sin llavero o argolla alguna. Se levantó entonces y se dirigió hacia la puerta hacia el fondo del cuarto aquél, llena de sangre también. Manchas rojas por donde quiera que caminara y muebles completamente destrozados, le echó un vistazo antes de salir al reporte sobre un anaquel, que hablaba acerca de la transferencia de Leon Scott Kennedy al departamento de policías de la ciudad de Raccoon, o sea, él. Abrió la puerta y salió al lobby. Era enorme; rodeaba por completo una pequeña oficina de recepción donde la computadora, estaba rota al igual que su pantalla. Dos tazas de café en el suelo y, claro, una enorme mancha de sangre en el suelo. Se acercó entonces y miró de cercas todo lo que podía ver sin tener que pisar la mancha, no encontró nada otra vez, pero de todos modos le había echado el inútil vistazo. En la parte de atrás de la recepción, había una estatua gris de cemento, de una mujer sosteniendo una especie de cristal azul. Pero en el lado contrario de la recepción, donde estaba Leon observando, estaban las escaleras de emergencia que conducían hacia el segundo piso que también se podía ver desde ahí, al menos el circular pasillo alrededor de todo el edificio cubierto de un barandal café oscuro. Se podía ver en el balcón de las escaleras de emergencia, el enorme ventanal que permitía entrar luz a todo el lobby. Un vidrio parecido al que hay en las iglesias. Hacia ambos lados de la recepción, puertas dobles que conducían a diferentes pasillos y habitaciones, la estación de policías también parecía ser un maldito laberinto. Y subiendo unos cuantos escalones en frente de la estatua de piedra, la entrada principal.
Leon sabía que el cuarto de armas estaba hacia la puerta izquierda del lobby, al lado (a unos cuantos metros) de la que había salido. Miró fijamente hacia la puerta pero un golpe en la otra puerta doble, lo distrajo. Una de las dos puertas estaba abierta y dos zombis salían lentamente de ella en dirección hacia él. Entonces decidió sacar la pistola y esperar a que estuvieran un poco más cerca para poder dispararles en la cabeza. Al acercarse, le disparó al primero cuyo rostro parecía normal pero con ambos labios completamente destrozados. El segundo sólo tenía un agujero de una bala en la frente y ambas orejas masticadas con marcas de mordidas por todos lados. Sangre manaba de su boca y frente a la vez. Leon, de todos modos, les disparó a ambos y cayeron al suelo pretendiendo estar muertos como siempre. Mientras que el policía se dirigió hacia su destino: la puerta doble cuyo pasillo detrás conducía hacia el cuarto de armas. Abrió la puerta y el pasillo estaba completamente limpio; ni manchas de sangre, ni cadáveres, ni zombis rondando por el lugar. Ni siquiera esos fastidiosos pajarracos que habían podido entrar a través de una ventana por alguna parte del segundo piso. Nada. Parecía como si hubieran hasta trapeado el suelo y limpiado las paredes para que Leon entrara al lugar. Aún así, comenzó a caminar cautelosamente por el angosto pasillo con la metralleta colgándole en la espalda y la pistola en la mano. De pronto comenzó a sentir un miedo que no pudo explicar dentro de sí mismo y una angustia en su cerebro al ver el cambio de escenario tan radical en donde se encontraba. Dio la vuelta hacia la derecha y se dio cuenta de que el resto del pasillo estaba igual, sólo que había una pequeña diferencia. A unos cuantos pasos del cuarto de armas cuya puerta era color verde claro, se hallaba recostado en el suelo un hombre encima de un gran charco de sangre; tenía un arma en la mano y el vientre completamente destrozado. Se podían ver partes de sus entrañas y la sangre coagulada alrededor, en su estómago. Algo ó alguien había logrado atravesar al sujeto por la panza con una increíble perfección debido al diminuto agujero que pasaba de un lado a otro de su vientre. De todos modos era totalmente desagradable y asqueroso. Leon se cubrió entonces la boca y cerró los ojos apretándolos, al ver el cadáver encima de su propia sangre derramada. El cuarto estaba a unos cuantos metros y no tenía que molestarse en brincar al hombre muerto o siquiera rodearlo para poder entrar.
En eso, una sombra extraña comenzó a aproximarse desde el fondo del lugar hasta donde se encontraba Leon. Éste último miró el objeto indistinguible que caminaba por el techo como si fuera una lagartija. No era muy grande pero para su mala suerte, no podía ver claramente que era. Por lo tanto, retrocedió tropezándose con el brazo del sujeto muerto pero logró mantener el equilibrio sin dejar de mirar sorprendido hacia el animal que ahora, tenía casi en frente y arriba en el techo. La bestia se dejó caer al suelo de pie en un salto bastante ágil y rápido. Sus cuatro patas en las cuales se sostenía eran color rojo al igual que todo su cuerpo y el tórax se parecía mucho al de un ser humano delgado, se distinguía la columna vertebral. Sin piel alguna, completamente lleno de sangre y músculos alrededor de su cuerpo, tres enormes garras al final de cada extremidad era lo único que se podía ver. Fue entonces que Leon le apuntó con la ametralladora cuando el monstruo dejó ver su rostro al pasar caminando lentamente al lado de una pequeña ventana. Era asqueroso; parecía que su cabeza entera era un cerebro humano de un color amarillento lleno de una mucosa que se contenía sin derramarse en lo absoluto. Su rostro: ni siquiera parecía tener ojos, sólo una pequeña boca con dientes puntiagudos y una enorme y delgada lengua que, al parecer, tenía filo. Esta, probablemente, había sido la causante de la muerte del sujeto en el suelo.
Rugió entonces, pero parecía más bien suspirar con la boca abierta y además tenía un fuerte olor a sangre bastante desagradable. Parecía tener la mirada fija en Leon aunque éste no podía distinguir los ojos de la bestia, posiblemente no tenía y se guiaba por el sonido, aunque ni orejas tenía, medía a lo mucho medio metro de estatura estando en 4 patas. Le apuntó entonces una vez más, sorprendido, al rojizo cazador, musculoso, de estatura mediana, en 4 patas. La lengua comenzaba a acercarse a los pies de Leon pero éste se dio cuenta y retrocedió de un salto inmediato para comenzar a disparar. Pero al primer disparo, la bestia saltó hacia el techo de manera veloz y audaz y en seguida bajó de un impulso justo atrás de Leon quien, hábilmente, se echó una maroma hacia atrás y comenzó a disparar de nuevo. El monstruo recibió un par de balazos antes de abalanzarse encima de Leon para atravesarlo con su enorme lengua tan delgada y tan fina y filosa que tenía, logró rasgarle la pierna con una de sus garras del brazo y enterrarle la lengua en el hombro izquierdo no muy profundo. Leon se lamentó pero luego empujó a la bestia con sus pies lo más lejos que pudo. Se puso de pie y le disparó de nuevo en todo el cuerpo hasta que las balas hicieron estallar el cerebro del animal. La sangre salpicó las paredes pero ni una sola gota tocó a Leon. Se puso de pie entonces quejándose de la herida en la pierna, el rasguño en el hombro no parecía nada grave pero su bota ya estaba manchada con su propia sangre a causa de las enormes garras del cazador.
-Maldito- se quejó Leon mientras cojeaba con dolor hacia la puerta del cuarto de armas. La puerta verde. Ya habían empezado a escucharse los lamentos de los zombis que venían por ese mismo pasillo. Tendría que buscar cualquier arma o munición que equivaliera a las armas que él o Claire cargaban. Introdujo la llave que le había quitado al encargado de administración y abrió la puerta. Por suerte no había ni un solo cadáver o zombi en la pequeña habitación. Constaba de un solo anaquel de metal a la izquierda y un mueble lleno de papeles y documentos. En éste último parecía no haber nada de lo que Leon buscaba, pero sí estaba una enorme escopeta y 4 cartuchos de 7 balas cada uno al lado, en el anaquel. Clips también para la pistola (2) y una envoltura de vidrio que parecía ser munición para un arma desconocida. La metralleta de Leon ya casi no tenía balas, por suerte la escopeta le serviría bastante. En cambio no había nada que pudiera ayudarle con la herida que traía ahora, ni un solo vendaje. Tendría que regresar al lobby y esperar a Claire quien tenía, por lo menos, una venda y un par de gasas que recuperó de la enfermería en la misma estación de policía. Entonces dejó la ametralladora y se dispuso a cargar la escopeta, recogió los cartuchos y la metralleta de nuevo y se la colgó en la espalda nuevamente. Los lamentos de los zombis se escuchaban cada vez más y tenía que apresurarse pero desgraciadamente el dolor de su pierna era intenso y si no atendía la herida rápido, no podría ya caminar.




2

Claire caminaba cuidadosamente por un pasillo completamente vacío y carente de ventanas ó bancas, etc. con el arma en la mano mirando sólo hacia el frente, donde podía distinguirse una pequeña luz y conforme avanzaba, el panorama se iba aclarando. Las paredes grises eran obsoletas carecían de imaginación, según ella, pero eran perfectas para una estación de policía; hacían ver que nada es bonito cuando te arrestan por un crimen. Siguió entonces con su caminó y de nuevo volvió a escuchar los pasos de una persona que había estado siguiendo desde hace varios minutos. Eran sonidos provocados por un par de pequeños zapatos y cada vez se escuchaban más de cerca. Claire naturalmente hubiera llamado a la niña gritando algo pero pensaba que cualquier sonido así de fuerte, atraería la atención de alguno de esos monstruos humanos. Para ella no eran más que retrasados mentales pero con un alto nivel de peligro hacia cualquier persona razonable. Esa gente ya se había vuelto inhumana y completamente, animal. Bestias hambrientas por carne humana, y sedientas de sangre que sólo tenían un objetivo en sus pequeñas mentes: aniquilar.
Llegó al fondo del pasillo y miró con atención la puerta de madera que la separaba de la siguiente habitación; “¿estará abierta?” pensó, “¿y si hay alguno de esos zombis al otro lado?”, “¿y si la niña ya está muerta y se ha vuelto zombi?”. Desgraciadamente no tenía tiempo para meditar cualquiera de sus preguntas y abrió la puerta con cautela e, inmediatamente, retrocedió asustada aún después de que no había peligro alguno. Entonces parpadeó un par de veces seguidas y entró a lo que parecía ser una biblioteca con bastante espacio en medio de los muebles que contenían el montón de libros sin uso ahora. Al lado de la puerta se encontraba una pequeña mesita con un jarrón verde sin flores y una hierba color rojo al lado. Claire ignoró ambos objetos y miró hacia los estantes de madera intentando localizar a la niña o para ver si algún zombi salía por ahí a atacarla. Ella sabía que donde había zombis había lamentos pero nada de eso se escuchaba. Avanzó con el arma hacia abajo sosteniéndola ya con una sola mano hasta llegar a una sección de anaqueles llenos de libro, todos alineados consecutivamente: uno al lado de otro y así hasta finalizar los 4 que eran. Parecían estar en paralelo. Hacia su derecha estaban unas escaleras de madera que conducían a la parte de arriba donde todavía más estantes de libros había. Claire no se molestó en subir y, finalmente, alzó la voz:
-¿Hola?- preguntó esperando quieta una respuesta. Nadie contestó. Preguntó de nuevo lo mismo y, sin respuesta alguna, decidió volver a caminar esta vez en dirección hacia las escaleras.
-Quienquiera que seas…- comenzó diciendo Claire antes de llegar. –Estoy aquí para ayudarte… no te haré daño-
-Eres humana- contestó por fin una voz joven de una pequeña niña. Aún no salía de su “escondite” pero al menos ya había dicho algo.
-Sí… soy humana, no te haré daño. ¿Dónde estás?- preguntó caminando hacia el centro de la biblioteca. La niña salió detrás de uno de los estantes paralelos y se acercó con seguridad hacia Claire.
-Aquí estoy- le dijo y la abrazó con fuerza sin notar el revolver que Claire traía consigo en la mano. No tuvo opción más que devolverle el abrazo y acariciar su corto cabello con dulzura.
-Ahora estás a salvo… vengo a ayudarte- le dijo Claire con completa amabilidad. Le inspiraba confianza a la niña y eso era suficiente para establecer una buena relación entre las dos. Se agachó entonces con una rodilla debido a la pequeña estatura de la niña y la miró a los ojos con ternura.
-¿Cómo te llamas?-
-Sherry- contestó la niña. Vestía un uniforme escolar que constaba de zapatos negros y calcetas blancas, un short de uniforme azul que ya parecía verde de lo sucio que estaba, camisa blanca de manga larga y cuello azul (verde por lo sucio) y al parecer tenía un medallón dorado colgando en el cuello. Su cabello era corto y le llegaba apenas hasta las mejillas, color rubio. Sus ojos eran café oscuro y tenía un gran parecido con…
-Sherry…- dijo Claire. -¿Dónde están tus padres?-
-Mi mamá me dijo que me escondiera en éste lugar que estaría a salvo de los monstruos-
-Aquí no es un lugar seguro… ¿tu mamá te dijo eso?... ¿Dónde está?-
-Se fue a la facultad a buscar a mi papá-
-¿Cómo se llama tu papá?-
-William Birkin- contestó Sherry con mucha seriedad. –El científico famoso… trabaja en Umbrella-
-Mm., no lo conozco pero… ¿sabes dónde está ahora?- preguntó Claire levantándose.
-En la facultad-
-¿Cuántos años tienes?-
-Voy a cumplir 12 en dos semanas-
-Ya eres toda una mujercita ¿eh?- dijo Claire y ambas se sonrieron mutuamente. –Bien… escucha, Sherry, yo me llamo Claire y tengo 20 años, estoy aquí por que busco a mi hermano Chris pero no sé donde está. Mi amigo Leon está allá abajo esperándonos, él es policía y nos llevará a la facultad-
-¿Con mis papás?-
-Así es, con tus papás, tenemos que irnos ¿está bien?-
Sherry asintió con la cabeza. Claire entonces tomó la mano de la niña y ambas caminaron hasta la entrada del lugar.
-Oh no…- dijo Claire.
-¿Qué pasa, Claire?- preguntó Sherry con un tono preocupante.
-No… nada-
Claire había recordado que los zombis no estaban lejos y que si se iban por esa puerta, no tardarían en encontrarlos. Tenían que salir por la puerta opuesta en la misma biblioteca, justo antes de las escaleras, y llegar al lobby.
-Detrás de esa puerta está el lobby- dijo Claire. –Vamos-
Ambas se dirigieron hasta la puerta al lado de las escaleras y al abrirla, notaron el pasillo que Leon había visto desde el primer piso en el lobby, ahora ellas veían la recepción desde arriba. Claire inmediatamente se percató de que Leon no estaba por ningún lado y sólo se veían manchas de sangre afuera y adentro de la recepción. Se dirigieron entonces hacia las escaleras de emergencia pero antes de llegar, los zombis, al otro extremo del pasillo, habían roto la puerta del ala oeste del segundo piso y se dirigían con rabia hacia donde estaban Claire y Sherry.
-Maldición- dijo Claire en voz baja y soltó la mano de Sherry.
-¿Qué pasa?-
-Ahí vienen… mira, Sherry, estos tipos…-
-Lo sé- interrumpió Sherry. –Sé qué son… no te preocupes-
Claire parecía estar más nerviosa que Sherry quien se encontraba calmada detrás de ella mirando a los zombis acercarse cada vez más. Claire entonces les apuntó con su arma, no eran más de 5 de ellos y 4 estaban con uniformes de policías locales o iguales a los de Leon, el otro tenía ropas casuales de un civil cualquiera, era mujer.
-No te asustes, Sherry- dijo Claire.
-¿Los matarás?- preguntó Sherry. -Por que ellos reviven una y otra vez, no importa cuanto les dispares-
-¿Cómo sabes tú eso?-
-Mi mamá así lo hizo-
-Escucha… al menos los detendrá mientras salimos de aquí-
Apuntó entonces en dirección del primer zombi y disparó la primera bala en el pecho, el zombi solamente retrocedió. La sangre comenzó a fluirle por toda su ropa pero en seguida se coaguló por alguna extraña razón. La siguiente bala entró directamente en su cerebro y cayó encima de los demás haciendo que se tropezaran entre sí pero sin perder el rumbo. El siguiente, un zombi afro americano, comenzó a gruñir y a rugir como si fuera un leopardo pero Claire pudo dispararle en el cuello e hizo que la sangre comenzara a salpicar y, de nuevo, entretuviera a los de atrás.
-Vamos, Sherry, bajemos rápido- dijo Claire e inmediatamente, la niña comenzó a descender por las escaleras. –Ten cuidado- le dijo Claire pero uno de los zombis ya estaba más próximo y tuvo que volverse y dispararle en la cabeza, el sujeto cayó al suelo y luego, le disparó a los otros dos en el pecho. Cabe mencionar que Claire no era policía y por eso su no tan perfecta puntería, pero su hermano le había enseñado bastantes técnicas y formas de uso de diferentes armas. Ambos zombis cayeron al suelo y Claire abrió el arma para colocar las siguientes 6 balas, tardó mucho mientras que Sherry ya estaba abajo mirando hacia arriba esperándola. Algunos zombis comenzaban a levantarse ya y si no se apresuraba, uno de ellos por lo menos la alcanzaría. Hasta ahora ya se habían dado cuenta de que si la sangre de los zombis hacia contacto con la de un ser humano, éste perdía la razón y se volvía uno de ellos. Lo mismo sucedía si se le inyectaba directamente el virus-T o si recibía mordidas de los zombis. Por suerte, cualquier ser humano estaba exento del virus si lo rasguñaban solamente pero no un rasguño de un “licker” como llamaban a los cazadores de lengua larga. Había cura, claro, el antivirus había sido descubierto por el mismo Birkin en los laboratorios y en tan sólo una semana ya había sido distribuido por las autoridades a los policías locales. Las jeringas no las cargaba Leon, si no Claire.
-¡Claire!, ¡apresúrate!- le gritó Sherry preocupada. Claire cargó el arma, le dio un disparo en la frente a un zombi que ya se acercaba al balcón y, en seguida, bajó entonces por las escaleras rápidamente.
-Vamos, Sherry- le dijo y ambas se dirigieron hacia la recepción donde miraron nuevamente las manchas de sangre y vieron ahora la computadora destruida.
-¿Dónde está Leon? ¡¿Leon?!- gritó Claire. A los pocos segundos se escuchó la respuesta por parte del policía de la ciudad de Raccoon gritando el nombre de la chica desde el interior de la puerta izquierda.
-Es Leon- dijo Claire. -¡¿Dónde estás?!-
-¡A la izquierda!, ¡en la puerta café!, ¡ven rápido!-
Ambas chicas se apresuraron, entraron por la puerta y recorrieron el extraño y limpio pasillo, llegaron hasta donde estaba el cadáver.
-¡Cielos!- exclamó Claire en voz baja y cubrió los ojos de Sherry.
-No hay problema… he visto cosas peores- se quejó Sherry pero Claire no hizo caso, de todos modos siguió cubriéndole la vista y entraron a la primera habitación donde se escuchaba la voz de Leon quejándose de la herida.
-Me rasguñó- comentó Leon estando sentado en el suelo recargado en el anaquel de donde había recogido la escopeta. –No hay balas para la mágnum-
-Tranquilo- dijo Claire arrodillándose ante Leon. Sherry se había quedado en la entrada como si cuidara de que nadie viniera. El cadáver del Licker ya no estaba.
-¿Quién es ella?- preguntó Leon sudando, irritado y nervioso por la herida.
-Es Sherry-
-¿Es el componente?-
-¿Qué?-
-La luz del mundo…-
-Estás delirando, Leon, déjame ver la herida- miró la herida del hombro pero Leon la detuvo.
-Necesito el antivirus- dijo Leon. –La herida de la pierna está peor-
-Usaré la venda que tengo y las gasas-
Sacó ambas cosas de su bolsillo izquierdo en el chaleco y rompió un poco la tela del pantalón de Leon donde se encontraba la herida, justo debajo de la rodilla. Colocó las gasas con cuidado en los enormes rasguños mientras decía:
-¿Qué rayos te pasó, Leon?-
-Un maldito monstruo… un duende-
-¿Duende?-
-No… el de la lengua enorme-
-Curaré tu hombro también-
-No, estoy bien… sólo dame el antivirus, me siento muy mal- se cubrió el pecho con ambos brazos cruzándolos y apretándose el estómago comenzó a sudar más. Claire sacó entonces el antivirus, estaba contenido dentro de una jeringa médica. Leon recorrió la manga de su brazo izquierdo y descubrió la vena apretándola con fuerza con la mano derecha. Claire caló el instrumento médico y goteó un poco, inyectó suavemente la aguja de la jeringa en el brazo de Leon y a los pocos segundos, ya había dejado de sudar. Recargó su cabeza en el anaquel y soltó un fuerte suspiro.
-Estarás bien, Leon…-
-Alguien viene…- comentó Sherry.
-¿Puedes levantarte?- le preguntó Claire a Leon.
-Sí…- contestó sin mirarla y en seguida se levantó lentamente. Con cuidado, cargó nuevamente la metralleta y la escopeta se la entregó a Claire.
-Cárgala tú, mientras… yo llevaré la pistola, tengo cartuchos-
-¿Qué hay de las otras armas?-
-No hay… sólo estaba esta (la escopeta)-
-Bien- contestó Claire ya de pie. –Vámonos rápido de este lugar-
-¿Sherry?- preguntó Leon, la chica lo miró a los ojos. –Me llamo Leon, soy policía y te protegeremos de los zombis-
-Gracias, Leon-
Los tres entonces salieron del lugar y pudieron ver que los zombis ya venían saliendo de la oscuridad del pasillo anterior. Entonces pasaron de nuevo el cadáver del sujeto asesinado por el Licker y salieron al lobby rápidamente. Entonces se dirigieron hacia la puerta principal y salieron del lugar atascando la puerta con un enorme palo de madera que encontraron en el suelo, así los zombis tardarían horas en salir.
Afuera era un lugar bastante sombrío, oscuro por la hermosa noche y la brillante luna alumbrando todo lo que podía. La entrada era sostenida por dos columnas de piedra y en medio estaba la gran puerta de madera color café. El pasillo de ladrillos conducía hasta la entrada, una enorme reja color negro entreabierta que era por donde Claire y Leon habían entrado al principio. Ambos se miraron el uno al otro y luego siguieron con su camino, Claire traía de la mano a Sherry quien solamente estaba preocupada por encontrar a su madre. Leon quería protegerlas a ambas y Claire, encontrar a su hermano. Nunca le comentó sobre la misión en las montañas Arklay pero sí sobre la mansión Spencer. Claire no tardó en descubrir en los noticieros sobre los incidentes ocurridos en aquél lugar pero justo después de haberlo derrumbado, los sobrevivientes del equipo STARS habían desaparecido misteriosamente. Ahora no sabía en donde pudiera estar Chris, si escondido, muerto o quizá perdido en la ciudad de Raccoon como todos los demás ciudadanos vivos.
A los tres sólo les quedaba una opción, llegar a la Facultad de Medicina que, prácticamente, era un laboratorio subterráneo donde se encontraba toda evidencia sobre el virus-T y todas las mentiras de Umbrella. Leon sabía esto y su misión no era sólo proteger a las chicas si no también descubrir Umbrella al igual que la mayoría de las personas involucradas en el asunto. Como los STARS.



3

No tardaron mucho en descubrir que la ciudad estaba infestada de zombis y perros doberman merodeando por todas partes. Además, la única forma de llegar a la Facultad era regresando a la estación de policía y entrar por otro lugar que no fuera la entrada principal. Si dabas la vuelta a la izquierda (afuera de la estación) llegabas a una pequeña caseta y al lado había unas escaleras que conducían al puerto de helicópteros y justo ahí, estaba la otra entrada a la estación. Sería por el lado oeste del lugar y bajarían entonces hasta el estacionamiento donde se encontraba la alcantarilla que conducía hacia la cámara de desechos tóxicos donde supuestamente había una entrada atrás de una reja, hacia un elevador que conducía a los arrecifes de la ciudad de Raccoon, el resto para llegar a la facultad sería pan comido. El problema era el alcantarillado que tenían que recorrer para llegar a los arrecifes y era eso exactamente lo que molestaba a Leon y a Claire, tener que pasar por el peor lugar de la estación para llegar a su destino. Si la estación de policía era aún más tenebrosa que la misma ciudad, ahora pasarían por abajo como si fuera su peor pesadilla.
-No hay forma de llegar- comentó Leon al igual de frustrado que Claire. Ambos estaban afuera de la estación de policías caminando rápidamente hacia las escaleras ya mencionadas. Subieron entonces mientras seguían conversando.
-No tenemos opción- continuó Leon. –Es la única manera, llegar al subterráneo de la estación y recorrer los alcantarillados-
-Es desagradable- dijo Claire quien aún no soltaba la mano de Sherry. –No podemos simplemente pasar por ahí así nomás-
-¿Tienes alguna otra idea?- preguntó Leon amablemente y sin burlarse, por que esa pregunta habría sonado como sarcasmo pero en realidad esperaba que Claire realmente tuviera otra idea.
-No, no sé… estamos en medio de la nada-
-Es la ciudad de los muertos- dijo Sherry. Leon y Claire se miraron el uno al otro seriamente, como si se ocultaran decir que lo que Sherry había dicho era, por desgracia, completamente cierto.
Llegaron entonces al puerto de helicóptero.
-Será más fácil allá abajo, estaba prohibido entrar a los arrecifes, no debe de haber zombis en la alcantarilla- dijo Leon antes de abrir la puerta y entrar nuevamente a la estación.
-Aún así es asqueroso y peligroso a la vez-
-Lo siento, Claire, no tenemos salida-

El cerbero no titubeó dos veces, ni siquiera se había atrevido a hacerlo pero esa rabia interior lo obligaba por completo. Sentía la enorme necesidad de atacar a como diera lugar sin detenerse aunque sus propios instintos se lo estuvieran impidiendo constantemente. El hambre lo era todo, la carne humana, el deseo de contagio, infección. Aniquilación.
Corrió a toda velocidad hacia los humanos que tenía a la vista, se concentró en el de estatura más pequeña por que sus instintos le habían dicho que era el más inofensivo. Entonces abrió el hocico y dejó mostrar los enormes y filosos colmillos que tenía por dientes. El humano más alto, el de azul, se volvió hacia él y le arrebató entonces al humano de rojo un objeto el cual no pudo distinguir por su carencia de razonamiento, sólo supo que era algo que podría poner en peligro su existencia. El objeto parecía mirarlo a él como si fuera a hacerle daño, su instinto lo quiso detener pero la ira no lo permitió.
Leon le disparó con la escopeta en el rostro y el animal aquél dejó de respirar para siempre. Sherry había dejado de gritar y Claire había bajado su arma, ahora estaban fuera de peligro.
-¡Cielos!- exclamó Claire sorprendida, aún nerviosa y temblorosa.
-¿Están bien?- preguntó Leon. Ambas chicas asintieron con la cabeza.
-Estamos bien- dijo Claire.
-No puede ser- comentó Leon, parecía estar deprimido. –Es el infierno… nunca saldremos con vida de este lugar-
-Tenemos que irnos- comentó Claire. –Más de esas criaturas llegarán si nos quedamos aquí-
Sherry miraba el cadáver del perro con peculiar atención. Aún seguía sosteniendo la mano de Claire.
-Olvídalo ya- dijo Leon. –Estoy perdiendo la cabeza-
-No hables así, Leon, Sherry necesita encontrar a sus padres- dijo Claire mirando a Leon seriamente.
-Detrás de esta puerta… Claire… nos volveremos a encontrar con los zombis-
-Yo no escucho lamentos pero si no nos damos prisa comenzaremos a oírlos-
Leon miró a Claire con una pequeña esperanza en sus ojos, aún quería salir de ese lugar y por un momento creyó que ya no había posibilidades. Al menos llevaría a la niña a salvo con su madre, pero definitivamente Birkin debía ser arrestado. Definitivamente.
-Bien- dijo Leon después de meditarlo unos segundos. –Vamos-
Las chicas entraron después de Leon quien apuntaba con su ametralladora hacia delante para protegerlas. Aún así, Claire cargaba la escopeta, la mágnum la tenía guardada.
El pasillo era de cemento que parecía casi fresco y una larga alfombra roja con vidrios rotos en ella y manchas pequeñas de sangre. Unos papeles estaban tirados, engrapados entre sí, en el suelo. Leon los rejuntó.
-¿Qué es?- preguntó Claire.
-Es… una especie de reporte- contestó Leon al inspeccionar las tres hojas con un largo texto escrito de título: el virus-G.
-¿Qué dice?-
Leon lo leyó brevemente saltándose algunas líneas, se percató de que era una explicación sobre un nuevo virus creado por el doctor Birkin, sus experimentos con éste y el intento de robo del virus.
-Dice que el doctor Birkin ha creado un nuevo virus del que nadie debe saber, el virus-G, contiene células no sólo regenerativas, si no mutantes, que hacen mutar el cuerpo también. Habla sobre… (Leyó un poco más) un intento de robo por parte de unos soldados que no son de Umbrella, espías… pero que el doctor Birkin se quedó con el virus-G, con la única muestra… es todo… es todo lo que dice- lo dobló en tres partes y lo guardó en su bolsillo trasero mirando a Claire quien, al igual que él, estaba sorprendida.
-Entonces es un nuevo virus- dijo Claire.
-Espera- le dijo Leon a Claire después de haber escuchado algunos ruidos de revoloteos, probablemente aves. –Hay algo allá- señaló el fondo del pasillo por donde tenían que girar hacia la izquierda. Adentro de las ventanas rotas se podía ver un cuarto totalmente vacío.
-¿Qué es este lugar?- preguntó Claire.
-Espera… mira- señaló las sombras de varias aves como si estuvieran picoteando algo en el suelo. Al acercarse más se percataron de que picoteaban a un ser humano, era el guardia de la entrada trasera. Leon sacó su pistola e hizo la metralleta hacia atrás. Claire intentó apuntar también, soltando la mano de la pequeña Sherry pero Leon la detuvo.
-No…- le dijo en voz baja. Él mismo se aproximó y logró divisar, al menos, tres cuervos con varias de sus plumas cubiertas de sangre ya coagulada y sus ojos completamente rojos. Parecía como si el mismo diablo los tuviera poseídos.
Leon avanzó y le apuntó al primer cuervo. Calculó todo; si le disparaba al primer pájaro, le daría tiempo para matar al otro pero el tercer se levantaría volando y se dirigiría hacia Leon sin titubearlo, por la distancia en donde se encontraba, alcanzaría a darle un tiro con buena puntería si tenía suerte. Si tenía suerte…
Le disparó al primer cuervo y cayó al suelo, muerto. El siguiente apenas había echado vuelo cuando el segundo disparo atravesó su plumaje. El tercero voló hacia Leon pero éste último pudo matarlo justo antes de que se acercara lo suficiente como para lastimarlo. El cadáver del guardia se llenó de plumas y el trío de pájaros se encontraban “muertos” en el suelo. Leon y las chicas pudieron avanzar, Claire cubrió los ojos de Sherry pero ésta renegó.
Al finalizar el pasillo pudieron darse cuenta de que había una puerta pegada en la pared que daba a la habitación del cuarto y la otra estaba justo a 8 metros en frente de ella.
-¿Entramos?- preguntó Claire.
-Ni pensarlo- contestó Leon sin detener su camino hacia la puerta al final del pasillo.

Entraron al estacionamiento después de haber recorrido una pequeña parte del primer y segundo piso. Por supuesto, estaban varios automóviles estacionados en hilera cuyos dueños ahora estaban todos muertos o rondando por ahí como zombis, Leon había chocado su automóvil en un intento de huir con Claire hacia la misma estación de policía. La moto de Claire aún se encontraba en una gasolinera a pocos kilómetros de la estación, funcionaba todavía pero ahora le era inservible. Al final del pasillo libre de automóviles se encontraba una puerta que conducía a las celdas de prisioneros, cuartos de municiones, enfermería, etc.… como una pequeña cárcel. En el cuarto de las celdas de separos, se encontraba la entrada a las alcantarillas que conducían a los arrecifes de la ciudad, el subterráneo.
Caminaron con cautela hacia la puerta y al llegar miraron los tres hacia la derecha donde un cadáver de perro doberman, se encontraba recostado en el suelo sin moverse. Creyeron que en cualquier momento se pondría de pie si se quedaban ahí a observarlo, por supuesto no lo hicieron y se retiraron en silencio.
El pasillo estaba completamente limpio y libre de monstruos o zombis, justo como Leon esperaba debido a que no había ningún prisionero en las celdas cuando él llegó a la estación por primera vez hace un par de días. Al fondo se encontraba una habitación con la puerta entreabierta donde se distinguía a lo lejos un baúl cuadrado de madera cerrado con candado. Ahí fue hacia donde se dirigieron primero.
-¿A dónde vamos?- preguntó Claire dándose cuenta de que desviaban su camino hacia la habitación aquella. –Creí que íbamos a los separos-
-Es el cuarto del velador de éste lugar, ahí debe de haber agua o por lo menos algún alimento. No sé ustedes, yo estoy bastante sediento- contestó el policía. Las chicas se miraron la una a la otra y encogieron los hombros, luego siguieron a Leon.
Adentro de aquella acogedora habitación, se encontraba una cama destendida después del baúl al abrir la puerta. Al lado derecho un escritorio con una libreta verde, cerrada, y al lado izquierdo junto a la puerta, la pared. Leon entró y al lado del escritorio se encontraba una especie de mueble de dos puertas bastante parecido a una alacena. Efectivamente había varias botellas de agua y alimentos.
-Tomen cualquier refrigerio y cómanlo en este momento, tal vez sea lo único que comamos en todo el día- advirtió Leon con un poco de tristeza pero aliviado de haber encontrado alimento.
Mientras comían, Leon tomó la libreta que se encontraba sobre el escritorio de metal, la abrió, bebió de la botella de agua un par de tragos y luego la dejó encima del escritorio. La libreta era una especie de diario, sólo había un par de páginas que explicaban los últimos días de vida del sujeto aquél:

14 de Septiembre, 11:30 a.m.
Creo que el sujeto que conocí ayer se llamaba Albert, no recuerdo bien su nombre pero me agradó bastante. Él también se dedica a cuidar lugares como este, sólo que trabaja en un cementerio. Lo arrestaron por profanar tumbas, no sabía que eso era un delito en esta ciudad.

15 de Septiembre 6:30 p.m.
Tengo mucho sueño, nunca había sentido tanto sueño en mi vida y creo que después de jugar cartas con los muchachos esta noche, caeré muerto en la cama, como un bebé recién nacido dormiré. Ese Albert quiere jugar, me pregunto si será buen jugador.

16 de Septiembre 2:35 p.m.
Albert definitivamente tiene algo extraño, se comporta de manera violenta cuando bromeamos con él pero aún así es agradable cuando no está molesto. Rasca consecutivamente su cuerpo y dice que está enfermo de una nueva enfermedad que acaban de descubrir. Tal vez John tenga razón y haya perdido la cabeza, por eso cometió su crimen.

17 de Septiembre 5:30 p.m.
Albert y yo tuvimos una conversación acerca de su delito; él asegura que lo hizo por necesidad, no comprendí pero supe que no tenía deseos de hablar sobre aquello. Seguía rascándose los brazos y el cuello como si algo lo hubiera picado y tuviera ronchas. A lo mejor algún gusano en las tumbas o… yo que sé… dice que tiene mucha hambre todo el tiempo y no deja de pensar en las noches de cartas. Quiere volver a jugar.

18 de Septiembre 9:48 p.m.
Albert intentó hace un par de horas de golpearnos a todos, se alteró así de la nada y me sorprendió bastante su actitud, no cabe duda de que es un maldito criminal.

19 de Septiembre 10:15 a.m.
Recibí la noticia por parte del guardia de seguridad que, al prisionero Albert, lo habían llevado a psiquiatría por que había perdido por completo la razón. Dijeron que su comezón se había incrementado y pedazos de su piel empezaron a caerse cuando lo llevaron. Gritaba que tenía mucha hambre y que ya no soportaba las heridas causadas en sus brazos y espaldas. ¿Qué demonios le habrá pasado?

19 de Septiembre 8:43 p.m.
Me recosté un poco para descansar del pesado trabajo que tuve, me siento con mucho sueño otra vez y además algo me está molestando en el interior. Comienzo a sentir un hambre enorme y desesperante y, además, tengo mucha comezón en los brazos y el cuello.
Creo que me estoy enfermando de algo muy extraño.

Leon cerró la libreta con un nudo en la garganta, después meditó unos cuantos segundos sin dejar de mirar el escritorio. Entonces volvió a beber agua y miró a Claire quien también lo veía con curiosidad por saber qué había leído.
-¿Estás bien?- le preguntó Claire a Leon sin dejar de masticar el alimento que había encontrado en la alacena. Estaba sentada en la cama junto a Sherry (frente a ella) mientras que la niña le daba la espalda a Leon.
-Estoy bien, tenemos que irnos-
-Ya casi terminamos-
Salieron al terminar, en dirección hacia la derecha donde el pasillo conducía a varias puertas cerradas con llave e incluso algunas con diferentes códigos, pero la puerta final cuyo interior contenía las celdas de prisioneros, estaba hasta al último pasillo. Cuando llegaron se dieron cuenta de que estaba abierta y de que alguien había entrado.
-Aguarden- comentó Leon y sacó su pistola de nuevo, la ametralladora le colgaba en la espalda nuevamente. Volteó a ver a Claire entonces.
-Quédense aquí, yo iré a ver- pidió Leon y se dio media vuelta.
-Está bien- contestó Claire y soltó la mano de Sherry quien aún comía un refrigerio del velador.
Leon entró al lugar, eran varias celdas en fila pegadas a la pared, en total 4. Se asomó en la primera celda y estaba completamente vacía. Las siguientes dos también lo estaban pero la última se encontraba abierta y había una enorme mancha de sangre en la pared. Leon ya estaba acostumbrado a ver eso y no le parecía para nada, anormal. Se aproximó entonces sin dejar de apuntar con el arma y un repugnante olor le llegó desde el interior de la celda, entonces se retiró y comenzó a bajar las escaleras que conducían hacia otras celdas y la entrada a las alcantarillas. Eran unos cuantos escalones y al finalizar se podía ver al fondo, el agujero con la tapa cerrada, tornando a la derecha se encontraban otras tres celdas seguidas pegadas a la pared. Las primeras dos estaban vacías y, justo antes de asomarse hacia la tercera y última celda, alguien le apuntó con un arma por detrás.
-No te muevas- amenazó la cálida voz de una mujer. –Deja el arma en el suelo y date la vuelta- Leon se agachó lentamente y dejó su pistola en el suelo. –Y quítate esta cosa (la ametralladora), también déjala en el suelo- Leon obedeció y se incorporó de nuevo. –Ahora date la vuelta, con cuidado- levantó la voz la chica detrás de Leon.
El policía no lo podía creer, la chica tenía la mágnum de Claire apuntándole con ella. Se trataba de una mujer muy delgada de cabello negro y lacio, largo hasta las mejillas y tenía un peinado muy parecido al de Leon, sus ojos verdes y pequeños, labios seductores y vestía, además de un brazalete dorado en la muñeca de su mano izquierda, un vestido de pana color rojo descubriendo la espalda. Largas medias de tela color negro y zapatillas cafés muy pequeñas. Por último, un cinturón negro.
-Soy policía- comenzó diciendo Leon con las manos a la altura de su pecho, sin dejar de mirar a la chica un poco nervioso. –Lo que estás haciendo es un delito-
-Lo sé- contestó la mujer. –Pero no importa ya en una ciudad con tantos problemas… ¿Qué harás?, ¿arrestarme?-
-Lo haré si no bajas el arma ahora-
-Yo soy la que tiene el poder ¿no lo crees?... tú deberías darme tus armas-
-¿Quién eres?-
-Mi nombre es Ada Wong, ¿Cuál es el tuyo, policía?-
-Leon Kennedy… ¿Qué estás haciendo aquí?-
-Busco a mi novio- contestó y bajó el arma al igual que su mirada. –No sé nada de él desde hace días y estoy preocupada. Se llama John, es reportero-
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?-
-Acabo de llegar, estaba merodeando por las celdas por que parece ser el lugar más seguro en toda la estación-
-Tienes razón… ahora entrégame el arma y dime en dónde están mis amigas-
-¿Te refieres a la motociclista y a la estudiante?- le preguntó con una mirada bastante coqueta y una media sonrisa en su rostro.
-Sí- contestó Leon percatándose inmediatamente del intento seductor de la mujer.
-¿Si te digo dónde están me darás un arma?-
-Tú debes tener una, ¿Cómo es posible que le quitarás la suya a Claire?-
-Bueno… en eso tienes razón- dijo Ada y sacó de la parte de atrás de su cinturón, una Beretta de calibre 38, le entregó el revolver a Leon entonces.
-Esa arma es de calibre 38, es de uso exclusivo del gobierno- advirtió Leon.
-No me digas- contestó Ada dándose media vuelta para salir del lugar, Leon entonces revisó la tercer celda mientras tomaba sus armas y se dio cuenta de que estaba completamente vacía.
-¿Por qué buscas a tu novio en este lugar?-
-Dijo que vendría a la estación de policías para buscar a un compañero suyo, alguien involucrado con… Umbrella- comenzó a subir las escaleras mientras Leon la seguía.
-¿Umbrella?, ¿sabes algo de Umbrella?- preguntó Leon sorprendido entrecerrando ambos ojos.
-Yo no… mi novio sí-
-Pues para ser una simple civil sabes muy bien apuntar con un arma y cuidarte de esos monstruos. ¿Por qué tienes esa arma?-
-Eso es algo que no te incumbe-
Ambos salieron de los separos y se dirigieron hacia la habitación del velador donde Claire y Sherry se encontraban encerradas.
-¿Cómo lograste encerrarlas?- preguntó Leon.
-¡Cielos!, ¿es un interrogatorio o qué?- dijo Ada abriendo la puerta con una especie de llave maestra.
-Soy policía, es mi trabajo interrogarte-
-No bromees- le dijo la chica entrecerrando el ojo derecho. Abrió la puerta y miró a Claire sentada en la cama al lado de Sherry. Inmediatamente, Claire se puso de pie bastante molesta.
-¿Quién rayos es?- le preguntó Claire a Leon quien había entrado primero a la habitación.
-Ella es Ada Wong, busca a su novio- contestó Leon, Ada esperó afuera de la habitación. –Aquí está tu arma- le entregó la mágnum y Claire la tomó revisándola al mismo tiempo. Sherry se levantó mirando a Leon.
-¿Iremos a las alcantarillas?- preguntó la niña.
-Sí, pero antes debo de…- miró hacia fuera de la habitación y se dio cuenta de que Ada ya no estaba. -¡Demonios!- exclamó y salió del cuarto aquél frunciendo el ceño y enojado. Ada no estaba por ningún lado, recorrió entonces ambos pasillos pero recordó que no debía alejarse de Sherry o Claire, entró en un dilema y regresó a la habitación.
-¿A dónde se fue?- preguntó Sherry.
-No lo sé… ¿Dónde está la escopeta?- preguntó Leon.
-Aquí… pero le quitó todas las balas- contestó Claire levantando del suelo el arma mencionada. –Debe de habérselas llevado-
-No… están allá afuera todos los cartuchos… pero ella se fue-
-¿Cómo dices que se llamaba?-
-Ada… tengo que encontrarla-
-¿Qué hay del subterráneo?, si te pones a buscarla jamás llegaremos allá-
-Ustedes vayan, debió haber vuelto a la estación no pudo haber regresado a las celdas, hubiera hecho bastante ruido- contestó Leon distraído, aún pensando en la otra mujer.
-¿Qué harás para encontrarnos?-
-Sé el camino, no te preocupes… Claire- la miró a los ojos por fin y la sostuvo de los hombros. –Cuando lleguen a la facultad hay una habitación, como una especie de caseta, ahí enciérrense y esperen a que yo llegue… tengan cuidado-
-No deberías dejarnos solas- advirtió Sherry.
-Tienes razón, Sherry- dijo Leon. –Pero esa mujer no es una civil cualquiera y es mi deber encontrarla… ustedes deben irse… llévate la escopeta, ¿sabes usarla?- le preguntó a Claire.
-Por supuesto que sí- contestó Claire sonriendo.
-Sólo adelántense, las alcanzaré en la caseta que les dije… cuando lleguen ahí no vayan a ningún lado ¿OK?-
-OK- contestó Claire y entonces, Leon miró a los ojos a la pequeña niña.
-Cuídense… adiós…- se fue corriendo con todo y la ametralladora colgando en su espalda nuevamente mientras que Claire miró a Sherry como si fuera la mayor responsabilidad que había tenido en toda su vida. Ambas salieron de la habitación y se dirigieron hacia las celdas donde, al finalizar, estaba el agujero con la tapa cerrada. Por supuesto les costó trabajo abrirla pero no estaba muy atorada ni siquiera bien cerrada y pudieron descender por las escaleras hacia las alcantarillas.
Al bajar las escaleras con cuidado se dieron cuenta de que se trataba de una habitación pequeña con una puerta justo al lado izquierdo y a unos cuantos pasos, daba al agua a una altura de menos de medio metro. El cadáver de una mujer se podía ver en el fondo del agua, recostada boca abajo vestida con una larga bata de laboratorio.
-Mira este lugar- dijo Sherry.
-Me pregunto que habrá en esta puerta- dijo Claire intentando abrir la chapa pero era inútil, estaba completamente sellada. –No abre-
-¿Qué hacemos?- preguntó Sherry.
-Tenemos que llegar a los arrecifes… no te preocupes, este lugar está a salvo aunque parezca el peor lugar de la tierra-
-Es como los cementerios ¿no?, los lugares más seguros del mundo-
-¿Por qué?- preguntó Claire inclinada hacia Sherry.
-Por que todos están muertos- contestó la niña sonriendo. Claire también sonrió y soltó un pequeño suspiro, luego se incorporó y miró hacia el agua turbia que abundaba el lugar.
-Tendré que cargarte… espero no te moleste-
-Para nada, mi papá hacía eso todo el tiempo hasta que se fue a los laboratorios y nos dejó a mí y a mi mamá-
-Lo siento- dijo Claire y luego subió a la niña a sus hombros donde se sentó incómoda pero a salvo. Segura de sí misma, Claire descendió hacia el agua cuidando que la escopeta no se le desviara.
-Tendrás que sostenerte de mis hombros- le dijo Claire a Sherry. –De otro modo no podré cargar con la escopeta…-
Antes de que se pusieran bien de acuerdo, el cadáver de la mujer en el agua comenzó a levantarse. Completamente empapada, miró hacia las víctimas de espaldas que ya comenzaban a darse media vuelta para apuntarle con su arma. La mujer zombi extendió ambos brazos hacia el frente, sus manos estaban completamente llenas de heridas como si fueran navajazos y su rostro igual, la piel pálida y un poco morada. Tenía el cabello rubio largo hasta el cuello bastante sucio por el tipo de agua en que había estado.
-Sujétate Sherry- le ordenó Claire a Sherry y en seguida, la niña se agarró de la frente de Claire quien le apuntó con la escopeta hacia la zombi. Le disparó en el pecho y en seguida cayó hacia atrás como si estuviera muerta.
-Tenemos que irnos- sin meditar, titubear o dudar, se tragó el enorme susto que había sentido y comenzó a caminar hacia la derecha hasta llegar a una barda por donde subir donde también había una reja que dividía una sección idéntica a la que acababan de pasar. Sherry bajó de los hombros de Claire dando un salto hacia la barda, Claire subió con facilidad y ambas se encontraron en frente de la puerta en medio de la reja. Miraron hacia el otro lado sintiéndose decepcionadas y frustradas a la vez, creyeron que sería un camino sencillo. Era un lugar espantoso y además habitaba un olor repugnante a suciedad y a muerto, pero las chicas ya se habían acostumbrado a eso.
-¿Qué hacemos?- preguntó Sherry. Claire intentó abrir la puerta y, al lograrlo, miró a Sherry en señal de que pasara primero. Al hacerlo, Claire entró después con el arma apuntando y miró prontamente hacia el agua. Había más de 5 cadáveres visibles y probablemente, doblando a la izquierda que era a donde llevaba el extenso pasillo, habría más de ellos.
-Leon dijo que era un lugar seguro- comenzó a decir Sherry ya asustada.
-Lo sé… pero es que nada es seguro en ninguna parte de la ciudad, mucho menos aquí…- dijo Claire bastante nerviosa y sin ganas de bajar. –No nos queda más que esperar, no podremos caminar por ahí que tal que uno de ellos se levanta y no nos damos cuenta. O quizá se despierte y nos tome de los pies, no sabemos lo que pueda pasar-
-Claire, me estás asustando- interrumpió Sherry mirándola fijamente. Claire se dio cuenta de su error al comentar esas cosas, pero es que los nervios se le habían subido a la cabeza y ahora sólo pensaba en sí misma. Y en los zombis.
-Lo siento, Sherry- le dijo devolviéndole la mirada con falta de seguridad. Las chicas siguieron mirando el camino lleno de cadáveres y se sentaron en el suelo recargándose en la reja sin dejar de meditar.
-¿Y si les disparas antes a todos?- preguntó Sherry.
-No morirán, de eso estoy segura- contestó Claire.
-Pero al menos podremos pasar… sólo los pateas y así sabrás si están vivos o no- después del irónico comentario de Sherry, Claire lo pensó y de inmediato se levantó después de haber tomado una decisión.
-Está bien, no tenemos opción… si esperamos aquí a Leon se despertaran y acabaran con nosotros… vamos-
Bajó lentamente al agua que, para su suerte, ahora sólo le llegaba hasta la mitad del pie (antes de las rodillas). Sherry se trepó en sus hombros nuevamente y se dispusieron a avanzar con suma cautela. Trataban de pasar lo más alejados de los cadáveres sintiendo un tremendo miedo dentro de ellas y una intensa paranoia al voltear hacia atrás después de haberlo pasado.
-Escucha… yo sólo avanzaré…- le dijo Claire a Sherry, temblando del miedo.
-Tú serás mis ojos traseros…-
Sherry miraba constantemente hacia atrás sin dejar de sostenerse del cuello de Claire quien avanzaba con mucho cuidado, lentamente, sin tocar ninguno de los cadáveres.
Al doblar a la izquierda, sólo había dos cadáveres antes de llegar al siguiente muro donde estaba una puerta color café cerrada. Esquivó Claire a ambos muertos y dejó que la niña descendiera de sus hombros hasta la barda, luego subió ella y ambas voltearon a ver hacia los cadáveres; ninguno de ellos se había movido en lo absoluto.
-Lo logramos- dijo Sherry intentando ocultar su emoción pero al hacerlo, los dos cadáveres comenzaron a levantarse del suelo y surgieron del agua como si estuviera siendo drenada. Claire arqueó las cejas con los ojos en alto, se volvió hacia Sherry.
-Rápido, abre la puerta- le dijo a la niña y luego le apuntó al primer zombi, un sujeto vestido con ropas grises, probablemente un prisionero, el zombi de atrás vestía de naranja con pantalón azul y su rostro estaba completamente desfigurado, ni siquiera se le podían distinguir los ojos ni la nariz. El prisionero parecía estar en perfectas condiciones pero luego de que comenzó a avanzar hacia Claire emitiendo esos acostumbrados lamentos, pudieron ver que no tenía ni un solo diente y sus encías sangraban constantemente. Las puntas de sus dedos estaban amputadas y se le podía ver un agujero de bala en el pecho. Sherry intentó entonces abrir la puerta atascada cuya chapa no giraba en lo absoluto.
-¡No puedo!- exclamó Sherry sin dejar de intentarlo, Claire le apuntó al zombi pero por una extraña sensación de shock en su cuerpo, no pudo dispararle.
-¡Claire, ayúdame, no quiere abrir!-
Pero Claire no respondía, sólo estaba ahí mirando al zombi sin dejar de apuntarle mientras éste se acercaba cada vez más. Tenía los ojos húmedos y cristalinos como si fuera a llorar y temblaba del miedo.
-¡Claire!- le gritó de nuevo Sherry pero la chica ni siquiera se movió. La niña se acercó entonces, completamente nerviosa hacia Claire y con ese gesto de angustia en su rostro típico de cualquier ser humano. Intentó moverla con sus frágiles brazos pero no logró hacer que reaccionara, los zombis sólo estaban a unos cuantos metros de ellas.
-¡Reacciona, Claire…! tienes que hacerlo, los monstruos nos están alcanzando, rápido- le gritó Sherry y antes de volver a sacudirla con sus brazos, Claire le disparó al zombi justo en la frente con la mágnum haciendo que cayera al suelo violentamente y comenzara a revolcarse en el agua y lodo que había en todo el lugar. Comenzó el chapoteadero y esto detuvo al otro zombi haciéndolo más lento de lo que ya era, Claire no quitó su mirada de shock con los ojos húmedos pero sí bajó el arma lentamente mientras observaba la escalofriante escena; el agua se había llenado de sangre.
-Vámonos Claire, la puerta no abre- dijo Sherry apartándose de ella. Claire entonces se dio media vuelta sin mirar a la niña e hizo girar la chapa con un poco de trabajo, la puerta se abrió y ambas entraron al lugar cerrando la puerta de nuevo. Sherry miró hacia el pasillo que tenían en frente: sin una gota de agua, cadáver en el suelo u olor repugnante rondando por ahí. Sólo había unas cuantas manchas de aceite en el suelo y pared de aluminio. Claire, antes de poner atención a lo que veía Sherry, se recargó en la puerta concentrando su atención en el sonido de los zombis acercándose a la barda. Ya se escuchaban varios de ellos gracias a sus diversos y típicos lamentos. Claire dejó que una de sus lágrimas se escapara y se deslizara por su mejilla derecha. La siguiente no tardó en salir también, seguida de otras dos en cada ojo.
-¿Claire?- preguntó Sherry acercándose hacia ella. Claire se deslizó hacia abajó lentamente hasta quedar sentada en el suelo con la escopeta y la mágnum en ambos lados, en sus manos. Las soltó entonces y volteó a ver hacia el suelo con la mirada perdida.
-¿Claire?, ¿estás bien?-
Pero la chica aún no contestaba, se encontraba en un estado de shock.






4

Aquél lugar donde él había crecido se había convertido ahora en la sede de los crímenes como robos, asaltos, secuestros y homicidios. La ciudad era un completo caos dejando ver así que el ser humano se aniquilaba a sí mismo sin razón alguna. Esta gente era aún peor que los zombis por que podían razonar y pensar con claridad lo que estaban haciendo. Pero ahora, no sabía si llamar “infierno” al lugar donde vivió o al lugar donde viviría ahora, claro, si sobrevivía. Su padre le había dicho muchas veces que los lugares donde vivía eran diferentes y que nada es lo que parece, recordaba esas palabras todo el tiempo como si lo acabara de escuchar. “Nada es lo que parece”, una frase mundialmente conocida, él creía que su padre la había inventado hasta que comenzó a escucharla de la boca de más personas, en especial de su ex novia con quien había terminado por la transferencia de Nueva York a Raccoon, la ciudad del caos donde un huésped maldito, el virus-T, era el mayor residente de todo aquél horroroso lugar. Una ciudad tan hermosa como esa había sido invadida por el terror y a Leon no le quedaba otra más que intentar ayudar a los demás; él era un policía, y ser un policía no solamente implicaba combatir al crimen o arrestar a los tipos malos rondando por las calles, si no ayudar al pueblo como el servidor público que en realidad era. Su madre fue una buena mujer que por fortuna aún vivía en la ciudad mencionada, su padre había muerto por un ataque cardíaco debido a su fuerte enfermedad del corazón. Ahora su madre, sola en esa ciudad, se encontraba meditando las últimas palabras que su hijo le había dicho antes de mudarse: “piénsalo, es una mejor ciudad”. Pero ella había vivido toda su vida en Nueva York y no quería mudarse por ningún motivo, toda su familia se encontraba ahí y no podía simplemente ir atrás de su hijo como si fuera su sombra. Ella decía que sólo sería una carga para él, aunque al buen policía no le importara o pensara lo contrario. Su madre no se mudaría a Raccoon y podría considerarse la opción más inteligente que hubiera tomado en su vida.
De todos modos empacó sus cosas y se dirigió a la estación de autobuses donde se subiría a un camión para ir a la ciudad Raccoon para visitar a su hijo. Habían pasado ya tres días desde que se había mudado y, por suerte, podría llegar en menos de 4 horas en un viaje de ida y vuelta y conocer esa ciudad. Desafortunadamente, al llegar a la estación, se le informó la desgracia de que Raccoon estaba en cuarentena, era una ciudad a la que no podía llegar. No había acceso autorizado y, además, comenzaban a bloquear los mismos soldados de Umbrella y el gobierno, todo modo de llegar a la ciudad. Por supuesto, no se le informó nada sobre un virus, zombis y monstruos que habían aterrorizado la ciudad por completo, pues no lo sabían, pero al escuchar las palabras: “…ni tampoco se puede salir de ahí” sintió el peor nudo en la garganta que habría sentido en toda su vida. Su hijo estaba dentro de esa ciudad y sólo le quedaba confiar en él, pues era un policía ya adulto y posiblemente sabría como arreglárselas. Pero aún pensaba de regreso a casa “¿Qué habría pasado en esa ciudad para que no dejaran entrar ni salir a la gente?”, “¿algún incidente?”. Sólo el destino le haría saber pronto…

Se despertó entonces, angustiado y sin poder conciliar el sueño aún, de su escritorio y se levantó de la silla lentamente por el estado modorro en el que todavía se encontraba. La habitación era más que una oficina; había dos enormes muebles llenos de libros al lado de la puerta, uno a mano izquierda de la entrada y otro de lado justo en frente. En medio de la habitación estaba una mesa cuadrada con un pequeño mantel que sólo cubría el centro de ésta. Una enorme vela en medio, apagada y una especie de artesanía de un leopardo al lado de ésta. Su escritorio cubierto de carpetas bien acomodadas y un lapicero al lado de su archivero con un cuervo disecado, encima y mirando en dirección hacia la silla de asiento de pana de donde se había levantado. En la pared, atrás de él, un enorme cuadro de una pintura rupestre y al lado, otro más pequeño del mismo autor. Al lado de ambos cuadros estaba otra puerta que conducía a otra habitación. El arma estaba en un cajón del escritorio y sólo restaba sacarla para salir de la habitación y comenzar a buscar a la niña. Vestía un traje café oscuro de pantalón y saco de vestir, camisa negra abotonada y una curiosa corbata rojo oscuro. Sus zapatos perfectamente limpios y también usaba un rólex de oro en el brazo izquierdo que ocultaba la manga de su saco. Era un hombre casi calvo de barba cerrada de candado, de estatura mediana, regordete y de complexión obesa. Tenía una edad de 52 años y había sido nombrado jefe del departamento de policías de la ciudad de Raccoon desde hace 6 años.
Sacó entonces el arma del cajón y la observó sosteniéndola firmemente como si estuviera arrepintiéndose de algo. Pero después de meditarlo, cerró el cajón llevándose la pistola consigo. Salió de la habitación con cautela, mirando hacia el fondo del pasillo justo afuera del lugar. No había peligro, se dispuso a caminar deprisa como si algo fuera a suceder pronto y tuviera que hacer las cosas rápido sin detenerse. No había marcha atrás, tenía que encontrar a la niña a como diera lugar pues ése había sido el trato con el doctor Birkin, la hija del gobernador estaba muerta y había fallado pero reconciliaría sus actos encontrando a la hija de Birkin. Ignoraba por completo, claro, que la niña estaba bastante lejos de donde él se encontraba en esos momentos. De todos modos salió del pasillo sin puerta al fondo donde pudo ver los restos de un helicóptero estrellado con llamas consumidas, es decir, quemado estorbando el paso hacia una puerta cerrada de color café. Dobló entonces a su derecha y siguió por el pasillo que conducía a tres puertas, él necesitaba entrar en la primera pues conducía a otra habitación y, justo afuera, estaba el lobby; el pasillo aquél que rodeaba todo la antesala de la estación de policía por arriba, en el segundo piso. Entró entonces en la primera habitación a la derecha y miró la enorme mancha de sangre que había en el suelo. Esa habitación constaba solamente de un enorme cuadro de pintura rupestre en la pared de la izquierda y debajo de éste, una banca de pana color rojo. Al lado, junto a la puerta en donde estaba él, una especie de recepción muy pequeña con una máquina de escribir encima. Al final, al lado de la siguiente puerta que daba al lobby, un enorme baúl de madera color café oscuro. Vio que en el suelo, a un lado de la recepción, había una nota escrita con pluma verde, se agachó para tomarla y, justo antes de leerla, alguien entró por la puerta del lobby al lado del baúl.
-¡Quieto!- gritó la voz masculina. Tuvo entonces la necesidad de incorporarse y levantar ambas manos, sabía que la voz era de un policía. –Suelte el arma y dése media vuelta, con cuidado- soltó entonces el arma y, al darse la vuelta, ambos se reconocieron.
-¿Chief Irons?, no puede ser- dijo Leon al verlo, sin dejar de apuntarle con su Desert Eagle .50, la ametralladora aún le colgaba en la espalda. -¿Qué hace usted aquí?- bajó entonces el arma.
-Encontré esta nota pero no sé que dice- la leyó, sólo decía garabatos sin sentido y había una gota de sangre en la esquina. –Probablemente la escribió alguien antes de volverse zombi, creo yo- tiró el papel al suelo y recogió su arma lentamente.
-¿No escuchó los balazos hace un par de horas?, yo he estado buscando sobrevivientes en este lugar, no sabía que usted estaba aquí-
-Sí… escuché los disparos… el ruido… los lamentos de esos monstruos… la hija del gobernador murió, Kennedy, ella se contagió con el virus y tuve que dispararle-
-Lo lamento-
-Y… ¿dices que has estado buscando sobrevivientes?... ¿has encontrado a alguno?-
-Sólo a dos… al parecer una mujer que se me escapó mientras estábamos en los separos, de hecho estoy buscándola ahora por eso volví, y una pequeña niña-
-¿Niña?- preguntó el jefe Brian Irons, ocultando su verdadera misión. Acarició su barba de candado y miró hacia el suelo. -¿Cómo es esa niña?-
-Es pequeña… se llama Sherry, es la hija del doctor William…-
-Birkin- interrumpió el chief. –Lo sé… ¿sabes en donde está?-
-Bueno ella y una amiga mía que dice ser la hermana de Chris Redfield, están ahora en camino hacia la facultad de investigación… en el subterráneo-
-¿Y dónde está la otra chica?-
-Escuche, chief…- comentó Leon acercándose lentamente hacia la recepción. –Tenemos que irnos, este lugar no es seguro… usted debe de haber estado en shock por lo de la hija del gobernador… ¿sabe en dónde puede estar la mujer estoy buscando?-
-No… no he visto a nadie… escucha- le dijo ya mirándolo a los ojos, había por fin dejado de pensar y meditar en que podría hacer. A toda costa tenía que encontrar a la hija de Birkin, si no, las consecuencias serían demasiado graves.
-Dígame, señor-
-Tú sigue buscando a la chica, yo iré al subterráneo para encontrarme con la hija de Birkin, él me encargó cuidarla-
-Oh… bueno…- dijo Leon sin saber que decir. –Usted vaya… tiene razón, ahora seremos 5 sobrevivientes, si encuentro a la otra mujer-
-¿Cómo dices que se llama?-
-Sherry… ¿la niña?-
-Sí…- contestó el chief. –Bueno… me iré… no te demores, Kennedy-
-No lo haré, señor, tenga cuidado-
El chief salió de la habitación dejando la puerta cerrada, Leon entró en la puerta al lado de la recepción, esta vez guardando su pistola y teniendo en alto, la metralleta m-16.
El pasillo seguía igual, ni un solo zombi rondando por el lugar aún. La puerta en frente a la derecha estaba abierta, tal vez Ada había entrado sin cerrarla. Leon entonces entró con cautela a la habitación.

Mientras Leon la buscaba por la estación de policía, Ada se encontraba en lo que parecía ser una especie de habitación de investigación donde Annette Birkin le apuntaba con un arma justo en frente de ella.
-¿Quién eres?- le preguntó Annette, una mujer bella de aproximadamente 35 años de edad, cabello rubio y lacio, largo hasta el cuello, hermosos ojos azules, de estatura mediana y de complexión delgada. Vestía unos zapatos negros, pantalón café, camiseta negra y la bata blanca de laboratorio con la insignia de Umbrella en el bolsillo izquierdo donde también estaba su gafete colgando de “personal autorizado” su identificación y el nombre debajo de su foto: Dra. Annette Birkin. Ada tenía su arma atrás, en su cinturón, y por suerte Annette no sabía de ella. Ambas estaban en medio de la puerta por donde Ada había entrado y, atrás de Annette, había una rampa que conducía hacia arriba.
-Y ¿bien?... ¿Quién demonios eres?- repitió su pregunta Annette.
-Nadie de importancia- contestó Ada intercambiando su mirada entre el arma que le apuntaba y los ojos de la doctora Birkin llenos de ira.
-¿Qué haces aquí?-
-¿Se encuentra bien? Parece exhausta-
-¡Eso no te importa!, ¿Cómo es que encontraste este lugar?-
-Seguí las instrucciones-
-¿Cuáles instrucciones?-
-Las del mapa… hay un mapa para no tener que pasar por el subterráneo y llegar a un elevador que conduce…-
-Eso ya lo sé… ¿Quién rayos eres?, dímelo-
-Mi nombre es Ada Wong, busco a mi novio John… no sé si lo haya visto-
-Mentiras…- dijo Annette bajando un poco el arma a la altura de su cintura sin dejar de apuntarle a Ada. –No es verdad… eres una espía al igual que tu novio Jack-
-John- corrigió Ada. –Y no soy una espía, doctora… Birkin- dijo después de leer el gafete de la mujer que le apuntaba con un arma. –Hágame el favor de bajar el arma… soy una civil al igual que usted… ambas tenemos que salir de aquí-
-Yo busco a mi esposo… William-
-Mm.…- susurró Ada pensativa. –El famoso William Birkin… el investigador que descubrió el virus-T, o al menos eso es lo que todos piensan ¿no?-
-Lo sabía… eres una espía- volvió a apuntarle subiendo el arma a la altura de sus hombros. –Dime ¿Cuál es tu propósito?-
-Ya se lo dije- le comentó Ada en un tono sarcástico. –Busco a mi novio-
-No me digas…- contestó Annette con el mismo tono sarcástico.
-Su esposo no creó el virus ¿verdad?... lo robó-
-¿Cómo te atreves a decir eso?-
-Lo leí en unos archivos-
-Tu novio está muerto… eso te lo puedo asegurar… este lugar está infectado de zombis y monstruos… infectados por el virus-T, imagino que ya debes de saber eso, ¿o no?... Ada-
-Yo sólo sé que su esposo está loco…-
-¡No te atrevas a llamar así a mí querido esposo!-
Ada enmudeció pero dejó ir una media sonrisa sin dejar de mirar a Annette.
-Tiene que controlar ese temperamento, no la llevará a ningún lado y menos en una ciudad así como esta-
-John Atkins, murió en la mansión Spencer hace cuatro meses, lo siento mucho- le comentó Annette molesta a Ada quien pareció como si la muerte de su novio no le hubiera importado.
-¿Cómo murió?-
-Ni siquiera te importa ¿verdad?-
Los zombis rompieron la puerta; se habían percatado de la presencia de dos seres humanos (para ellos carne fresca) teniendo una conversación adentro de la habitación aquella. Comenzaron a descender los 6 de ellos que eran, por la rampa que conducía hasta donde estaban Annette y Ada. Ambas se dieron cuenta de los zombis pero para cuando Annette volteó hacia Ada para poder ver su reacción y pensar en como huir, Ada ya se había ido. Annette no tuvo opción más que correr hacia el pasillo contrario y esconderse en alguna otra habitación. Los zombis siguieron los pasos de Annette pero cuando llegaron ante una enorme puerta doble de acerco completamente cerrada, se resignaron a perseguir a Ada e intentar abrir la puerta por donde se había ido la chica.

El chief Irons ya había llegado a los alcantarillados, se detuvo ante la puerta cerrada la cual Claire y Sherry no habían podido abrir, justo antes de las aguas turbias. Sacó una especie de llave y la introdujo en la chapa, efectivamente la puerta estaba atascada por lo que tuvo que empujar fuertemente para poder entrar. Al hacerlo, encendió la luz rápidamente y se dirigió hacia otra puerta de acero inoxidable. La habitación estaba vacía a excepción de dos enormes libreros llenos de químicos y botellas de agua y alcohol vacías, uno frente al otro y justo en medio, un pilar de cemento pulido. Entró entonces a la puerta y, al abrirla, se encontró con unas escaleras de emergencia que conducían hacia arriba. Comenzó a subirlas con torpeza pero de manera rápida. En breve, ya estaba en la habitación de arriba: un cuarto de control con un enorme tablero pegado en la pared que parecía ser maquinaria de la facultad de Umbrella. En medio de toda la habitación se hallaba una enorme mesa rectangular de acero inoxidable sin una sola silla alrededor ni nada encima de ella. Las luces se encendían automáticamente cuando alguien entraba al lugar. Había también otras escaleras de emergencia a unos cuantos pasos a su izquierda que conducían hacia el subterráneo, a los arrecifes de la ciudad de Raccoon. Había también una puerta gemela cruzando el pasillo y la mesa, justo al lado del enorme tablero. El chief ignoró todo esto y caminó hacia las otras escaleras con el arma en la mano, levantó la cuadrada tapa de acero ya oxidado color naranja y al comenzar a descender, algo agarró su pie y lo jaló hacia abajo provocando que gritara con terror, una llamada de auxilio.

Leon no podía seguir buscando a Ada, simplemente parecía haber desaparecido. Tenía que regresar con lo más importante: Claire y la pequeña Sherry. A su manera de pensar, las chicas ya deberían haber llegado a la caseta y probablemente lo estarían esperando ansiosas y preocupadas. Entonces decidió regresar a los separos y entrar en los alcantarillados.
Recorrió lo mismo que las chicas, todo, gastó hasta la última bala en su metralleta y al final la usó para golpear a uno en la cabeza. Ahora sólo tenía su pistola con un cartucho pero no hizo falta gastar ni una sola bala, la guardó hasta cruzar el pasillo por donde Claire y Sherry se habían detenido para descansar debido al estado de la primera. Al finalizar ese pasillo se encontraba una puerta que, al abrirla, daba a unas escaleras hacia abajo donde un pequeño estante se encontraba para poder echar los desechos tóxicos. Leon bajó por las escaleras y apuntó con su arma hacia el agua, no tenía casi nada de profundidad y se veía segura. Entonces descendió y el agua le llegó hasta las rodillas, imaginó que Claire había tenido que cargar a la niña para llegar hasta la siguiente puerta que más bien era una cortina de fierro abierta. Al fondo terminaba el agua y se encontraban otras escaleras. Leon se dirigió corriendo hacia las escaleras y subió hasta llegar a una puerta. Su sorpresa fue que, al abrir la puerta, vio una especie de puente de acero con barandal y todo que conducía hasta una enorme máquina; doblando a la izquierda estaba la entrada al auto-ferrocarril que conducía hasta el subterráneo y a la entrada de la facultad de investigación de Umbrella. Leon comenzó a avanzar lentamente por ese pasillo pensando en lo que estaba viendo: la máquina. ¿Cómo era posible que hubiera este tipo de lugar y se pudiera llegar por medio de la estación de policía?, ¿Por qué existía un lugar así justo al lado? Entonces lo comprendió todo; el chief Irons estaba detrás de todo, por eso quería encontrar a la niña de Birkin, él tenía conexiones con Umbrella y el doctor Birkin. Era un maldito traidor. Leon siguió avanzando pero se detuvo en medio del puente pasadizo, algo andaba por las tuberías del lugar. Miró hacia arriba para poder observar con atención los enormes ductos de ventilación y luego miró hacia abajo donde se podía divisar apenas el suelo en medio de la amplia oscuridad. Entonces una gota de sudor recorrió su mejilla hasta caer en su hombro, los ruidos en los ductos comenzaron a escucharse más fuerte y, por fin, un enorme golpe hizo un agujero en el ducto justo arriba de la máquina. El monstruo aquél cayó al suelo de pie a varios metros de donde se encontraba Leon de pie, mirándolo sorprendido. Era una mutación espantosa y se podía ver claramente la mitad del cuerpo humano todavía. Toda la parte izquierda del cuerpo era una especie de doctor con pantalón gris y la bata de laboratorio color blanca con varias plumas en el bolsillo. El rostro del hombre ya no se distinguía, sólo se veía su aterrorizante mirada y el cabello güero lacio y largo hasta la barbilla. Éste sujeto era horrible, la otra mitad de su cuerpo era una especie de mutación bastante parecida al Tyrant que habían creado Birkin y Wesker, músculos y un enorme brazo con la mano del tamaño de una cabeza humana. Lo peculiar no eran ni los músculos descubiertos ni la mitad humana-mutante, si no el enorme ojo que tenía por hombro derecho: un ojo blanco de pupila negra que, al parecer, era como el guía de aquél asqueroso monstruo. Ese ojo era casi del tamaño de un tronco humano, además parecía estar irritado a causa de la falta de un párpado, arriba tenía una enorme protuberancia que parecía ser una pequeña montaña plana que sobrepasaba la altura de su pequeña cabeza. Medía aproximadamente dos metros y medio, era enorme. Leon sólo tenía una preocupación: su arma, era demasiado pequeña como para enfrentar a este monstruo pero algo, aún más extraño, le preocupó más; el sujeto caminaba hacia él lentamente y, al parecer todavía tenía un pedazo de corbata enredado en sus zapatos, la corbata roja del chief Irons.
-No puede ser- se dijo Leon a sí mismo al mirar la corbata, dedujo que el monstruo había acabado con Irons sin dejarlo vivo. Ahora lo asesinaría a él si no hacía algo pero, ¿Qué podría hacer con una simple pistola? Aún así le apuntó con el arma a la altura de sus hombros y miró el rostro del hombre que ya estaba más cerca, se trataba de un científico mutado con una especie de virus diferente al virus-T, era algo más… posiblemente… ¡el virus-G!
Antes del primer disparo, el monstruo puso su poderoso brazo sobre el barandal y arrancó un pedazo de tubo metálico de casi metro y medio. Se había percatado inteligentemente del arma que cargaba el policía y tenía que defenderse con algo. Este monstruo era distinto a todos los anteriores: podía pensar… razonar.
-¿Qué rayos eres?- preguntó Leon y jaló el gatillo un par de veces. El enorme ojo se volvió hacia Leon, concentrándose solamente en su arma y con el mismo brazo, golpeó con agilidad la mano de Leon haciendo que arrojara su pistola hacia el vacío.
-¡No!- exclamó Leon. -¡Maldición!-
El monstruo se aproximó más hasta llegar frente a Leon y justo antes de golpearlo, Leon dio una maroma hacia un lado provocando que el monstruo fallara con el golpe. Antes de que se percatara de la evadida del policía, éste último corrió rápidamente hacia la máquina y luego, doblando a la izquierda, hacia la puerta. Tenía un panel donde habría que introducir cuatro especies de llaves que parecían objetos de un juego de ajedrez.
-No puede ser- dijo Leon y volteó a ver al monstruo. Temblaba de miedo y tragaba saliva cada segundo como si ésta también estuviera atacándolo en su garganta. Las gotas de sudor comenzaron a caer mientras el sujeto avanzaba lentamente hacia él sin detenerse. Tuvo una idea y esperó a que el monstruo se acercara, era demasiado arriesgada pero no tenía ninguna otra opción. La bestia se acercó y, una vez más, levantó con fuerza el brazo sosteniendo firmemente el pedazo de tubo y antes de que lograra golpear a Leon, éste se arrojó al suelo provocando que el monstruo golpeara el panel y así, abriera la puerta. Automáticamente se abrió como Leon esperaba, luego, Leon miró al monstruo y se puso de pie, el sujeto lo golpeó en el pecho haciendo que cayera junto a la máquina. Por suerte estaba de espaldas y Leon pudo correr a empujarlo hasta el vacío donde cayó violentamente dejando el tubo a un lado de él. Leon, con el fuertísimo dolor en su pecho, entró por la puerta abierta y miró lleno de cansancio hacia el pasillo que conducía hacia un elevador a la izquierda y a la derecha también. Él prácticamente se encontraba en medio del pasillo pero para su mala suerte, a causa del dolor, no pudo continuar más y soltó un pequeño líquido rojo de su boca llamado sangre. Entonces se recostó en el suelo recargándose en la pared hasta que quedó inconsciente.
-¿Leon?- preguntó Ada viendo de lejos al policía desmayado, venía desde el elevador. -¡Dios mío!- exclamó al mirar la sangre escurriendo de sus labios. Entonces corrió hacia él y se agachó para inspeccionarlo. -¿Quién te hizo esto?... no puede ser-

Sherry se asomó una vez más por la ventana para ver si Leon venía por aquél pasillo a la luz de la luna, dentro de la habitación que parecía ser una caseta de control para encender la electricidad y poder entrar en el auto-ferrocarril que se encontraba también, en frente, al lado de la puerta en donde esperaba que Leon apareciera. La habitación en donde ambas chicas estaban era muy pequeña, sólo constaba de una cama, la puerta, una alacena completamente vacía y el escritorio donde el tablero panel de control se encontraba apagado.
Sherry sintió la desesperación una vez más transformada ya en frustración y decepción al ver que Leon aún no llegaba. Ya se había demorado bastante y las chicas esperaban dentro del lugar. Al lado de la puerta estaba la ventana por donde Sherry observaba decepcionada. Entonces se dio media vuelta volteando a ver la cama en donde Claire se encontraba sentada. Aún tenía ese gesto en su rostro de angustia y preocupación, sorpresa… en estado de shock todavía. Estaba sentada con ambos codos recargados en sus rodillas con la mirada perdida, la alacena vacía estaba justo al lado de ella y luego la puerta. Sherry entonces se acercó a Claire para ver si ya reaccionaba, la había tenido que obligar a caminar hasta esa habitación y se había encargado de todo el trabajo cada vez que Claire se quedaba de pie sin moverse.
-Claire…- le habló Sherry. -¿Estás bien?- pero la hermana de Chris no contestó, ni siquiera movió un solo dedo ni parpadeó. –Ojalá reaccionaras… Leon no ha llegado aún… llevamos casi una hora esperando, si vienen los zombis no sabré qué hacer, Claire… reacciona-
Claire miró hacia el suelo y cerró la boca que tenía entreabierta por el estado de shock… su mirada se aclaró y parpadeó un par de veces para no perder la humectación en ambos ojos. Soltó un leve suspiro y cruzó sus manos.
-Lo siento- dijo Claire, Sherry la miró atentamente. –Me siento muy mal-
-¿Estás enferma?- preguntó Sherry.
-No… yo… me siento mal por dentro… es que… lo siento, Sherry, ya no quisiera seguir con esto. Es demasiado…- concentró su mirada en Sherry pero luego la cambió después de un par de segundos, hacia la alacena vacía.
–Nunca creí que me pasaría algo así…-
-Yo tampoco- dijo Sherry y también bajó la mirada mientras se sentaba a un lado de Claire, entre ella y la alacena. Ambas miraron hacia el suelo. –Cuando mi padre se fue de la casa, bueno, cuando dijo que tenía un experimento que realizar, yo y mi madre nos quedamos solas pensando en qué clase de cosas estaba haciendo. No creímos que fuera a volver y mi madre salió a buscarlo junto conmigo y entonces… llegamos a la estación de policía. Creo que los dos están involucrados en algo que ninguno de nosotros podría entender. Pienso en mi papá no como un padre si no como un doctor… cuando mi madre me pidió que cuidara esto (dijo tomando el medallón en su cuello) mi padre reaccionó de manera muy extraña. Se puso nervioso y…-
-¿Qué es?- preguntó Claire. -¿Qué es lo que hay adentro de tu medallón?-
-No lo sé… sólo mis padres pueden abrirlo, me dijeron que no lo hiciera. El punto es que tenemos que estar agradecidas de seguir vivas, Claire, no podemos echarnos para atrás cuando estamos por salir de aquí… cuando encontremos a mi padre… él y mi mamá, se reunirán y volveremos a casa-
-Yo sólo quería encontrar a mi hermano- comentó tristemente Claire inspeccionando la mágnum. –Ahora me he metido en el peor lío de mi vida-
-Veré si viene Leon- dijo Sherry y se aproximó hacia la ventana.
-Tienes razón, Sherry, tenemos que encontrar a tus padres, es una prioridad. Ellos sabrán también como salir de aquí… alguien tiene que encargarse de esos monstruos por que están infectando a toda persona que atrapan. Y pensar que tu padre fue el que creó todo esto…-
-¡Ahí viene!- exclamó Sherry emocionada y brincando. -¡Es Leon!, ¡ahí viene!- Salió por la puerta corriendo hacia Leon quien, al verla, no pudo dejar escapar una pequeña sonrisa. Caminaba lento todavía por el golpe pero ya se veía mucho mejor. Claire también sonrió y después se levantó de la cama dejando el arma a un lado. Se detuvo en la entrada y miró como Leon y Sherry caminaban juntos de la mano sin dejar de mirarse el uno al otro.
-¿Dónde estabas?- preguntó Sherry. -¿Por qué tardaste tanto?-
-Tuve cosas que hacer- contestó Leon y, por fin, miró a Claire con los brazos cruzados y una media sonrisa en su rostro, de pie, en la entrada de la caseta. Luego le echó un vistazo al auto-ferrocarril y tragó saliva.
-Claire…-
-Leon… te estábamos esperando… esos malditos zombis no nos dejaban en paz- dijo Claire.
-Siento la demora… no encontré a Ada pero vi a un… sujeto- dijo sujeto para evitar que Sherry escuchara la palabra monstruo. –Creo que era algo creado por el virus-G- Sherry soltó la mano y volvió a entrar en la habitación, luego Leon y al final Claire. Los tres se reunieron nuevamente.
-¿Qué haremos ahora?- preguntó Claire.
-¿Se encuentran bien?- preguntó Leon.
-Estamos bien- contestó Claire, su voz sonaba con un enorme alivio. –Pero ¿Qué te sucedió a ti?, ¿Por qué traes ese vendaje en el pecho?-
-El sujeto me golpeó y… no sé, me quedé inconsciente y luego desperté así- no quiso decirles sobre su teoría de que Ada lo había vendado pues, podía oler su perfume todavía en los vendajes. –Vi también al chief Irons, el jefe de la policía pero… murió-
-Oh, por Dios-
-Todavía tienen las armas ¿eh?... no me haría mal tener una- dijo tomando la escopeta.
-¿Qué pasó con las tuyas?- preguntó Claire.
-Los zombis…- contestó Leon y ambos bajaron la mirada, pensativos. Deprimidos.
-Estoy muy cansada, Leon- dijo Claire.
-Lo sé, Claire, pero todo acabará pronto, en tanto entremos a la facultad y encontremos a Birkin todo….- algo detuvo su comentario.
-¿Qué pasa?- preguntó Claire. -¿Te encuentras bien?-
Leon se acercó lentamente hacia la ventana y miró hacia el suelo. William Birkin, científico que creó el virus-G el cual no pudieron robarle… sacó el reporte de su bolsillo trasero y lo volvió a leer dándole una hojeada.
-¿Qué pasa?- volvió a preguntar Claire.
Leyó en su mente la siguiente frase: “…el doctor Birkin se quedó con la única muestra del virus-G, los soldados enviados a recuperarla fracasaron y ninguno de ellos regresó con vida”. Era horrible pero cierto, el único sujeto con acceso al virus-G, un virus que hacía mutar las células del cuerpo de un ser vivo sin alterar su estado de razonamiento, era William Birkin. “… un accidente en el laboratorio personal del doctor puso en peligro la vida de los 6 hombres”. “…Birkin tiene el virus-G”. “…sólo él tenía la única muestra del…”
No cabía duda, el monstruo que había atacado a Leon no era otro más que William Birkin mutado con su propio virus.
-¡Rayos!- dijo Leon pero inmediatamente se dio cuenta de que en frente de Sherry no podía decir nada de lo que pensaba.
-¿Qué sucede?- preguntó Claire sorprendida.
-No… nada… yo… acabo de recordar que… sí, perdí mis dos armas… no sólo la metralleta si no también la pistola-
-¿No cargabas algún cuchillo o algo así?-
-No…-
-¿Cómo éste?- preguntó Claire desenfundando el cuchillo en su hombro.
-No-
Claire lo volvió a enfundar y cruzó los brazos; había algo en la mirada de Leon que no quería decir.
-Esperaremos aquí hasta mañana… tenemos que descansar- dijo Leon y se acercó a la cama para recoger todas las armas y municiones.
-¿Y si nos atacan los zombis?- preguntó Sherry.
-Yo estaré alerta, no te preocupes- le contestó Leon con dulzura y retiró la escopeta de la cama.

El plan mental de Leon resultó a la perfección; a los pocos minutos, Sherry se encontraba completamente dormida en la cama. Claire se moría por saber que es lo que había descubierto Leon. La chica se acercó a la ventana donde Leon se encontraba sentado debajo de ella.
-¿Y bien?- preguntó Claire antes de sentarse junto a él. -¿Me dirás qué es lo que sucede?-
-El sujeto que me atacó era un monstruo horrible… me golpeó con un tubo-
-Eso no es nada extraño-
-Este sujeto era mitad humano mitad bestia y tenía un enorme ojo por hombro que lo veía todo, ni siquiera pude distinguir su rostro… arrancó un tubo del barandal y me golpeó… eso quiere decir que puede pensar, razonar-
-No lo creo-
-Es verdad-
-¿Cuál es el punto?-
-Lee este reporte-
Mientras Claire lo leía, Leon explicó con sus palabras lo que tenía en mente.
-El virus-G puede crear armas biológicas que piensen por sí mismas, ese monstruo era un ejemplo… y William Birkin era el único que tenía la única muestra de ese virus… después del accidente no se supo sobre él… algo muy extraño está sucediendo en este lugar, Claire, no sólo con los zombis… el maldito gobierno quiere el virus-G… por primera vez están de nuestro lado, quieren evitar que haya más masacres, más monstruos así-
-¿Estás diciéndome que esa cosa que te atacó era el mismo doctor Birkin mutado?- preguntó Claire.
-No hay otra respuesta lógica… él mató al chief Irons-
-No lo puedo creer-
-Mírala…- dijo Leon mientras observaba a Sherry dormir. –Su padre es un monstruo… me pregunto donde estará su madre-
-Debe estar buscándola… ella dice que entraron a la estación de policía…-
-Debe de estar rondando por ahí… ¿no lo crees?-
-Supongo que sí-
-¿Se lo diremos?- preguntó Claire mirando seriamente a Leon.
-No… pero tarde o temprano lo sabrá… tenemos que encontrar a su madre lo más pronto posible antes de que Birkin nos encuentre a nosotros-
-¿Qué pasará con la otra mujer?- preguntó Claire refiriéndose a Ada.
-No lo sé… sólo espero que esté bien-



5

La facultad era el lugar más peculiar que habían visto en sus vidas, carecía de entradas con llaves, puertas cerradas o bloqueadas y abundantes olores naturales a muerte. Al salir de la caseta, los tres caminaban lentamente hacia una puerta metálica que parecía ser la entrada principal a la facultad. Ésta se abrió en cuanto Leon se paró justo frente a ella, era automática. Al entrar pudieron ver claramente el pasillo con barandales de tuberías de fierro que conducía hacia un centro oscuro sin electricidad alguna, abajo se encontraba el vacío total; no se podía ver absolutamente nada abajo del pasillo ni del centro si es que se asomaban. Al llegar a ese centro se podía ver un agujero vacío en una especie de pequeña construcción no vista claramente debido a la falta de luz. Había otros dos pasillos, uno en cada extremo que parecía ver el centro como si fuera un pentágono. Se adentraron entonces al pasillo de la derecha pero fue inútil, la puerta no abría automáticamente como la anterior. La del siguiente pasillo abrió con suerte de abajo hacia arriba y se cerró en cuanto los tres individuos entraron. Por fin era un lugar encerrado con extraños pasillos que no eran ni de mármol ni de madera, si no metálicos al igual que las paredes y el techo en donde había largos tubos de luz, juegos de tres focos encerrados en grandes rejas cuadradas con bastante espacio, alumbraban todo el lugar. Leon, por supuesto, iba adelante y después Claire junto a Sherry.
-Guarden silencio- recomendó Leon en voz baja antes de comenzar a caminar por ese nuevo conducto. A Claire no se le hizo nada extraño que Leon revisara la escopeta y la cargara entre sus brazos apuntando hacia delante, por lo tanto, Claire sacó la mágnum de su cinturón (en la parte de atrás donde la tenía guardada) y la tomó con ambas manos. Comenzaron avanzando con cautela ya que en un lugar como ese, se esperaba cualquier cosa. Doblaron a su izquierda cuando Leon las detuvo levantando su mano. Las chicas permanecieron silenciosas detrás de él sin asomarse hacia la izquierda. Al final del pasillo habría que dar un giro a la izquierda nuevamente, al fondo se veía una sombra de algo rondando por ahí. No era un zombi pues se habría percatado de en seguida de la presencia de carne fresca, era algo más… algo que posiblemente no habían visto antes.
-¿Qué es?- le murmulló Sherry a Claire al ver que Leon observaba muy quieto con los ojos muy atentos hacia algo. Claire miraba a Leon también y fue cuando entonces se asomó, también vio la sombra que avanzaba hacia ellos. Leon apuntó hacia al frente con su escopeta y al dar el primer paso, una criatura rompió la reja de focos a unos pasos arriba de Leon y se dejó caer al suelo. Era muy parecida al primer animal que había visto en la estación de policía con la lengua larga, la única diferencia era que ésta criatura se arrastraba por el suelo y en lugar de patas delanteras tenía dos enormes garras en cada una.
-¡Retrocedan!- gritó Leon y disparó sin puntería hacia el cuerpo del animal que comenzó a desangrarse rápidamente provocando que la otra criatura cuya sombra era la único que se veía, comenzara a avanzar con increíble velocidad desde el pasillo en donde se encontraba.
Claire tomó a Sherry de la mano y regresó a la puerta inicial pero para su sorpresa, ya no abría.
-¡¿Qué pasa?!- preguntó Sherry ya lloriqueando.
-¡La puerta no abre!- gritó Claire pero Leon estaba inseguro mirando al reptil que se aproximaba hacia él arrastrándose mientras ladeaba ambos brazos para avanzar. No sabía si apuntarle a la criatura a unos cuantos pasos de él o a la otra que venía ya.
-¡Leon!- gritó Sherry. Claire, por su parte, pensó las cosas y analizó la situación, tenía que ayudarle a Leon. Entonces miró a Sherry quien se había sentando en el suelo cubriéndose el rostro por el miedo mientras lloraba. El pánico comenzaba a invadirla.
-Espera aquí…- le dijo Claire. –Regreso en seguida- corrió hacia donde estaba Leon. La criatura en el suelo ya comenzaba a recuperarse del balazo en la espalda y la otra no estaba ni a 4 metros de donde Leon se encontraba.
-¡Dispárale!- le gritó Claire a Leon quien comprendió de inmediato el plan de la chica y entonces le disparó de nuevo al que ya estaba lastimado, en un instante dejó de moverse mientras que Claire con impecable puntería pudo dispararle en la frente al monstruo que ya estaba apunto de abalanzarse sobre el policía. Ambas criaturas murieron al instante. Leon bajó la escopeta y ya, irónicamente, estaba pensando en si algo o alguien había escuchado los disparos y los gritos. Claire siguió apuntando su revolver hacia el cadáver de la criatura, parecía como si fuera a entrar en shock nuevamente pues tenía su mirada fija en el animal y la misma mirada que había tenido anteriormente con los zombis.
-¿Estás bien?- preguntó Leon suspirando del cansancio emocional que había sufrido. Esa enorme tensión había desaparecido por unos instantes y comenzaba a sentir el alivio y desahogo.
Claire no contestó a su pregunta al instante pero comenzó a bajar el arma muy lentamente mientras el gesto de su rostro ya había cambiado a enojo. Fruncía el ceño con la mirada de ira.
-Estoy bien- contestó molesta con una voz temblorosa, sin dejar de mirar el cadáver. Entonces guardó su arma en la parte de atrás y se quedó quieta. Leon se asomó para ver a Sherry quien ya se había levantado y asomaba también la cabeza entre la sombra de la puerta en dirección hacia el fondo del pasillo.
-¿Te encuentras bien, Sherry?- preguntó Leon y la chica asintió con la cabeza. Sus lágrimas se habían secado. Leon entonces caminó hacia la chica y, al llegar con ella, se inclinó sin dejar de mirarla. –Todo va a salir bien, ¿OK?, quiero que estés tranquila…-
-No te preocupes- contestó la niña. –Estaré bien-
Al igual que Leon, Claire se sorprendió de la contestación de Sherry. Quizá estaba reprimiendo todos esos momentos y temores pero aún así, ambos no dejaban de considerar la posibilidad de una buena atención psicológica cuando todo terminara. Incluso para ellos mismos.
-Tenemos que irnos- dijo Claire mientras Leon caminaba tomando de la mano a Sherry. La niña por supuesto se negó nuevamente a la petición de cerrar los ojos y no ver a las criaturas ensangrentadas.
-Debemos darnos prisa- dijo Sherry todavía de la mano de Leon. –Puede que vuelvan a la vida… como los otros-
-Ella tiene razón- aseguró Claire mirando a Leon. –Hay que irnos de aquí lo más pronto posible-
El rugido de una bestia a lo lejos interrumpió su inteligente decisión. Sherry, inmediatamente apretó la mano de Leon, asustada.
-¿Qué fue eso?- preguntó la niña.
-No lo sé…- dijo Claire-
-Vámonos ya- dijo Leon soltando la mano de la chica la cual fue sostenida al instante por Claire. –Rápido- dijo Leon como si supiera quién o qué había sido el emisor de aquél horroroso grito. Siguieron corriendo por el pasillo y al final doblaron a la izquierda. Una puerta automática los esperaba al fondo, llegaron y se abrió como esperaban. Al entrar pudieron ver una puerta al final del pasillo pegada a la izquierda y otro pasillo doblando a la derecha. La puerta se trataba de una cortina de fierro color verde con tres números pintados justo en medio en blanco. Como una especie de sector o algo así por el estílo.
-¿Y bien?- preguntó Claire. Leon miró un interruptor con botón rojo justo al lado de la cortina. Avanzó entonces y presionó el botón rojo, la cortina se abrió dejando ver un pequeño pasillo que conducía a otra puerta. Esta vez, la puerta estaba cerrada y tenía chapa.
-Vengan…- dijo Leon y abrió la puerta haciendo girar la chapa con su mano derecha. Al salir, se percataron de algo sumamente extraño que jamás hubieran imaginado ver en sus vidas. Se trataba de un balcón con unas escaleras que conducían hacia abajo (otro balcón con puerta) y unas cuantas macetas de hierbas verdes abandonadas en la esquina. Pero eso no era lo raro; era como si la facultad entera fuera un lugar exageradamente grande que, al asomarse por el balcón, ni siquiera se podía ver el suelo. Sólo había un muy enfermizo detalle, lo que se veía en frente ya no era pared ni metal si no un exceso de plantas en movimiento, ramas y hojas color verde replegadas en toda la pared, desde arriba hacia abajo. No se podía ver desde donde comenzaban ni hasta donde terminaban, no, era una aglomeración de tallos que se podían mover. Plantas que oscilaban pegadas unas a las otras y parecía como si estuvieran trabajando para crear aún más de la misma especie.
-Es increíble- dijo Leon impresionado.
-Es asqueroso- dijo Sherry.
-Cielos, miren eso… se pueden mover-
-No hay tiempo… vámonos- dijo Leon pero sin dejar de mirar el enorme monumento de plantas infectadas por el virus-T.
Comenzaron a descender por las escaleras hasta llegar al balcón de abajo donde, al estar los tres pisando suelo, entraron de nuevo a la facultad. El pasillo ahora conducía hacia un enorme cuarto con más de 30 pantallas de 19 pulgadas cada una consecutivas, formando una enorme pared que parecía una enorme pantalla. Abajo, por supuesto, el extenso tablero con miles de botones.
-¿Qué rayos es este lugar?- preguntó Claire nuevamente sorprendida. Justo en frente de todas esas pantallas se encontraba un gigantesco pilar muy extenso que apenas dejaba un par de metros de ancho para poder avanzar hacia la siguiente puerta. En la entrada donde Leon y las chicas estaban, como punto de referencia, el pilar estaba a mano izquierda (como pared) y las pantallas a, mano derecha más al fondo. Comenzaron entonces a caminar rápidamente hasta llegar al otro extremo donde se encontraba la siguiente puerta. Al lado de ésta se hallaban una mesita con una máquina de escribir muy sucia y un baúl café cerrado con candado a su lado. Sherry miró ambos objetos atentamente pero los otros dos sólo se concentraron en la siguiente habitación. Al abrir, pudieron ver un pasillo cubierto de puertas en ambos lados de las paredes y una puerta en perpendicular a todas, más grande, con tenía un letrero justo arriba que decía: Ferrocarril.
-Ahí debe ser la salida- dijo Claire.
-Es el famoso ferrocarril que conduce desde la facultad hasta el túnel de la siguiente ciudad, es decir, a la carretera- dijo Leon.
-Estamos salvados, al fin- dijo Claire intentando ocultar su emoción.
-Aún debemos de encontrar a la doctora Birkin, no podemos irnos sin ella… y sin Ada-
-Ada aún debe de estar buscando a su novio- dijo Sherry.
-Al menos tenemos que encontrar a la doctora Birkin- dijo Leon. –Vamos- se encaminó en dirección a la puerta con el letrero del ferrocarril mientras que ambas chicas lo seguían.
-¿A dónde vas?- preguntó Claire.
-Ustedes esperarán en el ferrocarril, no puedo seguir arriesgando sus vidas. Yo me encargaré de buscar sobrevivientes y ustedes de hacer funcionar el tren, es muy fácil sólo tienen que…-
-Lo sé- interrumpió Claire. –Pero no quiero que vayas tú sólo-
Ya habían entrado por la puerta y ahora caminaban a través del túnel que conducía hasta la siguiente puerta, un túnel carente de luz por cierto, donde se encontraba el ferrocarril estacionado.
-Entiéndelo Claire- le dijo Leon. –Ya no quiero más víctimas… yo me encargaré no te preocupes-
-Está bien-
La chica había entendido que simplemente no podían arriesgar la vida de Sherry si seguían buscando los tres a la madre de ésta. Claire tenía que cuidarla ahora y esperar nuevamente a Leon, en el ferrocarril. Éste último se encontraba justo afuera estacionado en las vías rodeado por varias rejas consecutivas como medida de seguridad. Las puertas estaban cerradas pero eran automáticas también, llegaron los tres y se subieron. A mano derecha se encontraba una habitación cerrada donde el panel del control se hallaba. A mano izquierda el inter pasillo con puerta automática que daba de un carril al siguiente (el de pasajeros).
-Estamos en la cabina, ¿verdad?- preguntó Sherry.
-Así es, Sherry- le contestó Claire sonriente. –Ahora Leon irá a buscar a tu mami y después nos reuniremos todos para poder salir de aquí-
-¿Qué pasará con papá?- preguntó la niña. Claire y Leon se miraron el uno al otro seriamente.
-Bueno él… él también… no te preocupes-
-Bien- dijo Leon. –Espero que… bueno… ten esto- le entregó la pistola.
-No es necesario, tú la necesitarás más, yo me quedo con ésta- contestó Claire negando la pistola de Leon y señalando el revolver en su cinturón. Además tenía el cuchillo.
-Bueno- dijo Leon un poco inseguro pero cierto, la necesitaría más. –Muy bien, espero regresar pronto- miró a Sherry antes de salir y puso un pie de fuera, se detuvo. –Escucha, si algo pasa…- le entregó un walkie-talkie a Claire. –Llámame por esto ¿OK?-
-Bien- lo tomó Claire y Leon salió del ferrocarril volviendo por el pasillo oscuro. Tendría que revisar todas las puertas que no abrieron en aquél lugar después de las pantallas. Claire y Sherry se miraron una a la otra y se tomaron de la mano mientras se dirigían hacia la cabina de control.

En total eran cuatro puertas en ambos extremos del pasillo teniendo la otra del ferrocarril en perpendicular a todas. Las puertas eran de color naranja oscuro y tenían ventilas en un rectángulo pequeño, abajo. Todas se abrían con manijas. Leon comenzó con las del lado derecho pero fue inútil, todas estaban cerradas y sin importar lo que hiciera, no las podría abrir.
-No puede ser- se dijo a sí mismo. Parecían estar selladas pues las manijas ni siquiera se podían mover. Entonces se dispuso a revisar las otras, tres de ellas fueron exactamente el mismo caso pero la última (al lado de la puerta de la habitación de las pantallas) no parecía tener ningún problema. La manija servía a la perfección y por lo tanto, se podía entrar al cuarto. Se trataba de un pasillo bastante parecido al primero donde lucharon contra los cazadores (lickers), sólo que éste era más pequeño pero un poco más extenso. Los mismos focos encerrados en rejas cuadradas. Al finalizar ese pasillo se encontraba la puerta que conducía al laboratorio principal de la facultad. Leon creyó que tal vez la habitación sería enorme, mientras caminaba con el rifle en ambas manos, quizá también enormes tubos con experimentos y computadoras sumamente avanzadas tecnológicamente, etc. No fue sorpresa entonces encontrar la habitación tal como la imaginaba al entrar en ella, la diferencia fue que el lugar estaba hecho pedazos. Completamente destruido con cada computadora rota, tubos con vidrios esparcidos en el suelo, al parecer alguien había estado ahí recientemente y le había dado una paliza a todo el lugar. Leon entró con cautela, sintió un miedo que no pudo explicar y comenzó a merodear el laboratorio observando cada instrumento, máquina o mueble lleno de golpes y enormes roturas. Sí, tal como lo había pensando, alguien destruyó el lugar pero no había explicación alguna. Siguió avanzando hasta llegar a un casillero que tenía solamente un golpe y, a través del agujero, se podía ver una especie de arma con tres granadas a un lado de ésta, era bastante parecida a una bazuca. Al no encontrar nada más, se resignó y salió del lugar pensando en dónde rayos podrían estar la doctora Birkin y Ada, ¿Por qué no podía abrir las puertas selladas? Tal vez le faltaba inspeccionar el pasillo cuya puerta no pudieron abrir anteriormente. Entonces salió del laboratorio, cerrando la puerta detrás de él, con esa idea: buscar la manera de entrar a la otra sección del laboratorio y así poder encontrar a cualquier sobreviviente, incluso a la doctora Birkin.
Al salir su plan entero se vino abajo, Annette Birkin le apuntaba con un arma después de haber cerrado la puerta.
-No te muevas- le advirtió Annette.
-Calma…- dijo Leon dejando la escopeta en el suelo lentamente. –No voy a hacerte daño- notó la increíble tensión en ella provocada por el estrés, sus ojos rojos por el cansancio y algunas gotas de sudor escurriendo debajo de su cabello un poco despeinado.
-No me hagas enfadar, te lo advierto- le amenazó Annette a Leon apretando sus dientes, con ambos ojos entreabiertos como si fuera a soltar una lágrima.
-No lo haré… soy Leon Kennedy, policía de la ciudad de Raccoon, vengo a ayudarla, estoy buscando sobrevivientes-
-¡Cállate!- le gritó Annette. –Sé qué estás haciendo aquí pero no el motivo. Dime en dónde está mi hija y el virus-G-
-Sherry, ella está a salvo, en la sección del ferrocarril, está con una amiga mía, está a salvo se lo puedo asegurar sólo baje el arma- recomendó Leon.
-Cierra la boca-
-¿Dónde está Ada?-
-Ah… esa espía- sonrió un poco, se encontraba bajo un alto estado de estrés.
-¿Espía?-
-Creías que en realidad buscaba a su novio. Él ya está muerto, es un maldito zombi, ahora sólo queda ella-
-¿A qué se refiere?, ¿la ha visto?-
-Le acabo de disparar… está en el centro de electricidad allá afuera-
-No puede ser-
-Ella era una espía de una corporación del gobierno antiUmbrella, fue enviada para obtener el virus-G… para descubrirnos a mí y a mi esposo-
-Baje el arma-
-No me digas qué hacer- dijo Annette. – ¿Dónde está mi esposo?-
-Su… su esposo… yo…- inmediatamente le vino a la mente la imagen de aquél monstruo que lo golpeó en el pecho con el tubo. –Lo lamento, señora Birkin, pero me temo que su esposo…-
-No lo digas…- se acercó nerviosa hacia Leon sin dejar de apuntarle con ambas manos con el arma.
-Él ya no es…. Ya no es humano-
-¡Cállate!- le gritó con más fuerza. -¡No digas eso…! Él aún está con vida, dime en donde está el virus-G-
-¿Cuál virus-G?, no sé de qué habla-
-Lo tiene mi hija… ese medallón que lleva colgando en el cuello, ahí está el virus-G, es la única muestra que queda de él… mi esposo la colocó ahí… tengo que recuperarla-
-Esa muestra es el caos de éste mundo, doctora, no puede simplemente llevárselo-
-¡Si mi hija lo tiene, entonces me la llevaré conmigo!-
-Escuche… venga conmigo y baje el arma, prometo no hacerle daño… iremos a donde está su hija pero el virus-G…-
Un fuerte temblor se sintió de pronto durante varios segundos, fue como si algo hubiera dado un enorme golpe y hubiera provocado una destrucción muy cerca de ellos.
-¿Qué fue eso?- preguntó Leon.
-Es William-
William Birkin entró violentamente destruyendo la puerta y haciendo todavía un enorme agujero en la pared.
-¡William!- gritó Annette sorprendida. Leon inmediatamente tomó la escopeta del suelo y le apuntó al gigantesco monstruo. Ya había mutado aún más: su pantalón estaba desecho y parecía short descubriendo sus enormes piernas con músculos en lugar de piel, tenía en todo el pecho órganos visibles y algunos más ocultos por los músculos. Su rostro: sin cabello, sin vello, sin labios, sólo una pequeña mirada con ojos completamente negros y, al parecer, una diminuta nariz. El ojo parecía ser ahora su verdadero rostro pero seguía igual con la misma protuberancia encima. Lo que más preocupó a Leon fue la enorme mano que tenía después del ojo (el brazo derecho) cuyos dedos eran gigantescas garras de más de un metro de longitud.
-Pero ¿Qué ha sucedido contigo, amor mío?- le dijo Annette mientras bajaba el arma lentamente sin dejar de mirar a su esposo. Leon también estaba sorprendido y, a la vez, asustado por la enorme garra. El monstruo sólo estaba concentrado en la destrucción y era en lo único que pensaba. Había perdido la razón por completo.
-William- le habló su esposa pero el sujeto alzó la enorme garra que tenía por mano y de un violento zarpaso, arañó por completo a su esposa arrojándola hacia la pared impulsivamente. Annette, en seguida, murió desangrada. El monstruo se aproximó lentamente hacia Leon quien le apuntaba con la escopeta. Desgraciadamente se percató de que le sería inútil intentar matarlo con esa arma, necesitaría una gran agilidad para derrotarlo. Por consecuencia, disparó dos veces hacia el pecho de Birkin provocando el brote inmediato de sangre. A él pareció no importarle y seguía avanzando. Leon entró rápidamente al laboratorio y comenzó a buscar un lugar seguro para disparar varias veces antes de que el monstruo lo lastimara pero Birkin corrió tras de él de una manera tan veloz que no pudo hacerlo, logró rajarle un poco la espalda con la garra pero afortunadamente no fue grave. Leon se arrojó al suelo de un brinco y se volvió hacia Birkin disparándole una y otra vez en el cuerpo hasta que por fin, lo detuvo. El monstruo se inclinó hacia el suelo cubriéndose las heridas mientras que Leon se puso de pie y corrió hacia el casillero para intentar sacar la poderosa arma que se encontraba dentro. Intentó abrirla por la fuerza de sus manos pero no lo lograba, pensó en disparar pero cualquier disparo haría estallar las granadas. Entonces comenzó a darle golpes con la misma escopeta mientras que Birkin ya se estaba recuperando. Éste último se incorporó y miró a Leon a lo lejos intentando abrir algo a golpes. Corrió entonces después de haber soltado un rugido de furia y brincó las computadoras destrozadas alcanzando a Leon en un santiamén quien ya había abierto el casillero y sacado el “lanzagranadas”. Tenía sólo una granada cargada y fue la que le disparó a Birkin justo en la espalda antes de que lo golpeara con su enorme garra. El monstruo cayó hacia atrás violentamente provocando aún más destrozos en el lugar. Leon tuvo chance de alejarse de él mientras se levantaba de entre los destrozos ocasionados, levantó primero el brazo derecho y extendió cada una de sus garras emitiendo un chasquido al cruzarlas entre sí. Por desgracia, las otras granadas se habían quedado dentro del casillero y Birkin estaba justo al lado de éste. Soltó entonces el fusible aquél y comenzó a pensar en disparar con la escopeta al casillero y así, hacer estallar todo el lugar junto con Birkin ahí. Entonces corrió antes de que Birkin se levantara hasta la entrada y tomó la manija de la puerta apuntando con la escopeta pero ésta ya no tenía balas. Entonces recordó el arma que rechazó Claire, la Desert Eagle, entonces tiró la escopeta al suelo y sacó su arma. Rápidamente comenzó a disparar las últimas 15 balas que le quedaban directo hacia el casillero, para su mala suerte Birkin ya se había incorporado y tenía que darle por lo menos al agujero para poder dispararle a una granada. Los primeros disparos naturalmente los falló y Birkin ya lo había localizado. Los siguientes 3 disparos fallaron y justo antes de Birkin se abalanzara hacia él, un disparo tocó la primer granada haciendo estallar el lugar junto con el monstruo. Leon fue arrojado por la explosión hacia atrás casi junto al cadáver de la pobre Annette. El fuego comenzaba a incrementarse por lo que decidió correr hacia la salida para ir en busca de Ada. Salió entonces corriendo por la enorme habitación de las pantallas, subió las escaleras y corrió por el pasillo en donde habían matado a los Lickers. Por fin llegó al centro, al pasillo por donde se entraba a la facultad y vio a Ada recostada en el suelo.
-¡Ada!- gritó Leon. La chica con la herida en el pecho abrió los ojos, Leon se inclinó ante ella. –Ada… no puede ser-
-Me disparó Annette- contestó Ada, débilmente.
-Lo sé… ella murió… acabo de luchar con ese monstruo, el doctor Birkin-
-Sí… lo vi…-
Leon soltó la primera lágrima de sus ojos.
-Ada… te cargaré… encontramos un ferrocarril que funciona, nos iremos de aquí-
-No… espera…- interrumpió Ada a Leon quien ya comenzaba a sostener su brazo para levantarla. –No puedo… yo…- sangre comenzó a escurrirle afuera de su boca. –Déjame aquí Leon, no tengo mucho tiempo-
-No digas eso, te curaremos-
-Yo sólo soy una espía… quería recuperar el virus-G para el gobierno… trabajo para el gobierno, Leon… necesitamos acabar con Umbrella-
-Créeme que deseo eso al igual que tú y tus compañeros-
-John sólo fue un pretexto para involucrarme en la facultad pero… todos se han vuelto zombis-
-No digas más, Ada, lo sé todo…-
-Ten esto- sacó de su cinturón dos papeles doblados muy pequeño, y se los entregó a Leon. –Es el reporte de…. Leon…-
-No te mueras, Ada… resiste- tomó el documento. –No te mueras…-
-Lo siento… Leon…-
Tres lágrimas recorrieron las mejillas del policía cuando Ada dejó de apretar su mano y cerró los ojos finalmente. Leon también cerró los suyos apretándolos con fuerza, ésta chica quería acabar con Umbrella al igual que él y todos los STARS, esa compañía había arruinado la ciudad de Raccoon por completo con sus diabólicos experimentos. Todo gracias a un solo hombre: Edward Ashford, verdadero creador malévolo del virus madre que fue desarrollado por James Marcus. Todo había sido en vano, una mujer más había muerto víctima de los experimentos ocasionados por Umbrella y sus científicos locos.
Al levantarse, Leon juró vengarse de Umbrella a como diera lugar, maldijo a William Birkin y se fue del lugar corriendo.

Ya iba de regreso cuando las 40 pantallas se prendieron al instante y mostraron la imagen de un William Birkin lleno de llagas, heridas y quemaduras en todo el cuerpo, caminando lentamente hacia el ferrocarril.
-¡No!- gritó Leon e inmediatamente se dispuso a correr más rápido en dirección hacia el ferrocarril.

Claire encendió el ferrocarril, sólo faltaba mover la palanca en la cabina de control para avanzar. Ahora esperarían a Leon.
-Ya se tardó otra vez- comentó Sherry sentada en el suelo. De pronto, se escuchó un enorme golpe en tren, ambas chicas se tambalearon tanto que Claire tuvo que sostenerse de la puerta y Sherry cayó al suelo.
-¿Qué fue eso?- preguntó Sherry.
-No tengo que investigar para saber qué es… ambas sabemos…-
Pensaban que algún cazador, perro o zombi se había metido al tren en el primer carril y ahora las estaba buscando a ellas. Claire, acostumbrada ya al peligro y al miedo, sacó la mágnum y revisó las balas: sólo le quedaban 5 y había perdido el resto de los cartuchos. Recordó que la sexta bala que debería de estar adentro la había utilizado para dispararle al licker.
-Cielos- dijo Claire.
-¿Qué sucede?- preguntó Sherry.
-Sólo me quedan estas balas… no puedo creerlo-
-¿Qué vamos a hacer, Claire?- preguntó Sherry ya angustiada.
-Quédate aquí, iré a ver-
-No me dejes, Claire-
-Sólo escóndete dentro de la cabina de control y enciérrate si escuchas algo o no regreso ¿OK?-
-Está bien- contestó nerviosa y se sentó justo afuera de la puerta de la cabina de control. Claire se dirigió a la siguiente puerta y salió al diminuto pasillo al aire libre a un metro de la siguiente puerta que conducía al siguiente carril. De pronto, el radio de Claire comenzó a emitir un pitido.
-¡Claire...!- se escuchó la voz de Leon. -¡Claire… contesta!-
-¿Leon?- preguntó Claire con el aparato en el oído. -¿Qué pasa?, ¿Dónde estás?-
-Afuera del ferrocarril, escucha… enciende el motor, parece que no hay electricidad-
-No me di cuenta de eso-
-Enciende el motor, Claire, yo encenderé la electricidad-
-Está bien-
Leon se percató de que Claire se encontraba en buen estado y que tal vez había alucinado a Birkin caminando hacia el ferrocarril pues al llegar, no había rastros de él. Claire entonces regresó a la cabina de control y halló a Sherry sentada en donde mismo. Entró a la cabina y subió la palanca con fuerza hasta que el tablero encendió. Tal como Leon le había dicho, en el tablero apareció un aviso que decía: Sin electricidad.
Leon encendió la electricidad conectando dos enormes enchufes en un panel que se encontraba dentro de una habitación completamente vacía afuera del ferrocarril. Al hacerlo, regresó al tren y entró rápidamente cuando ya había empezado a avanzar. Se encontró con Sherry sentada afuera de la cabina.
-Sherry… ¿están bien?- preguntó Leon, la pequeña niña asintió con la cabeza.
-¿Qué pasó con mi mamá?-
-Ella…- se agachó inclinándose hacia la niña. –Lo siento, Sherry… yo…-
-Lo entiendo… eran malas personas-
Leon miró el medallón de Sherry y recordó a Ada.
-Lo lamento mucho Sherry- dijo Leon y entonces, Claire salió de la habitación.
-¿Qué sucedió?-
-El “sujeto” murió…- dijo Leon poniéndose de pie frente a Claire. –También la doctora…-
-¿Y mi papá también?- preguntó Sherry. Claire se agachó hacia ella.
-Lo lamento mucho, Sherry… tus padres…-
-Lo sé… eran malas personas, aunque los voy a extrañar- dijo soltando una lágrima.
-¿Por qué dices eso?- preguntó Claire frunciendo el ceño.
-Por que hacían experimentos con gente inocente-
Así que la chica sabía perfectamente que sus padres estaban obsesionados con el virus-G y trabajaban para Umbrella, culpable del virus-T y de la infección en toda la ciudad de Raccoon.
-¿Tú sabías que ellos experimentaban de esa forma?-
-Esto…- comenzó diciendo Sherry con el medallón en su mano. –Mi mamá me dijo que lo cuidara con mi vida, que era muy valioso… supongo que es algo que ellos necesitan-
-Eso debe desaparecer, Sherry- le dijo Leon. Sherry se lo entregó. –Esto podría provocar una catástrofe nacional… hay que deshacerse de él o entregárselo al gobierno-
-Creo que será mejor destruirlo- comentó Claire.
Leon abrió el medallón y encontró un pequeño frasco con un líquido color púrpura.
-Si lo dejo esparcir por el aire quien sabe qué podría suceder- dijo Leon sin dejar de mirar el frasco, le devolvió el medallón vacío a Sherry.
-Sólo tíralo al suelo y písalo, es todo- le dijo Claire arrebatándole el frasco y arrojándolo al suelo de inmediato. El frasco se rompió y Claire comenzó a pisarlo y a embarrarlo en el suelo. –No había otra opción, Leon-
-Ahora está esparcido en el suelo, si uno de nosotros lo toca…-
-No digas tonterías-
Otro enorme golpe se escuchó ahora más cerca, parecía estar a dos carriles de donde ellos estaban.
-De nuevo ese golpe- comentó Sherry.
-¿Qué?... ¿Qué dicen?- preguntó Leon antes de que los nervios comenzaran a estresarlo de nuevo. -¿Ya habían escuchado ese golpe antes?-
-Sí- contestó Claire con el arma en la mano. –Fui a inspeccionar antes de que me llamaras pero regresé para encender el motor, ¿Qué sucede?-
-No…- exclamó Leon retrocediendo sin dejar de mirar hacia el siguiente carril. –No puede ser… no lo imaginé…-
-¿De qué hablas?-
-Es Birkin… quédense aquí… dame tu arma- le pidió a Claire, ésta obedeció.
-¿Birkin?... ¿no dijiste que había muerto?-
-Eso fue lo que yo creí…-
-¿Mi papá?, ¿hablan de mi papá?- preguntó Sherry asustada.
-Ven…- Claire tomó de la mano a Sherry se metió con ella en la cabina de control. –En cuanto escuches que estamos bien… abres la puerta, te voy a dejar encerrada para que no te pase nada-
-Tú también quédate adentro Claire- le dijo Leon revisando la mágnum.
-No, Leon, esta vez no- y salió de la habitación dejando a Sherry encerrada.
-No te preocupes, Sherry- dijo Claire. –Todo saldrá bien-
-Ten- le entregó Leon la pistola con muy pocas balas a Claire. –Al menos servirá de algo-
Ambos se dirigieron caminando con cautela hacia el siguiente carril y, al entrar, Birkin parecía estar esperándolos de pie justo en la entrada de la puerta siguiente (al siguiente carril). Estaba quemado, con graves heridas y el ojo ardía de furia. Ambos le apuntaron y comenzaron a dispararle pero Birkin se abalanzó sobre ellos y los golpeó al mismo tiempo lanzándolos lejos de él. Birkin sólo quería una cosa: el virus-G.
-¡Quiere a Sherry!- gritó Claire.
-No… quiere el virus- corrigió Leon y se levantó volviéndole a disparar un par de veces en la espalda y otra en la cabeza. Ésta última provocó que Birkin se volviera hacia él y comenzara a regresar.
-¡Rápido Claire!- le gritó Leon al ver que Birkin se acercaba hacia él, Claire estaba junto a la puerta. -¡Libera el carril!-
-¡No!- gritó Claire.
-¡Hazlo!... ¡sólo gira la perilla debajo de la puerta y se irá!, ¡hazlo!- preparaba ya la última bala de la mágnum, calculando darle en la cabeza y así al menos poder derrotarlo y ambos morir en el camino.
-¡Pero los carriles se estrellaran y explotaran en el túnel!... ¡te desviarás!-
-¡Sólo haz…!- pero Birkin lo golpeó fuertemente en el brazo haciendo que arrojara el arma lejos de él.
-No puedo, Leon- dijo Claire en voz baja y levantó la pistola pero al intentar disparar, el clip estaba vacío, ya no tenía balas. –No lo haré… no más víctimas…- miró entonces la mágnum en el suelo y se aproximó para recogerla, Birkin ya estaba justo en frente de Leon en el suelo con el brazo herido y ensangrentado por el arañazo. Levantó su enorme garra para darle el golpe final pero Claire le apuntó con el revolver.
-¡Birkin!- gritó Claire, el monstruo volteó a verla y se percató del arma apuntando hacia él, bajó la garra y se acercó a Claire quien, en seguida, cerró ambos ojos y le apuntó en el enorme ojo a William Birkin. Disparó y la retina estalló en pedazos, Birkin comenzó a rugir como loco y a gritar, cubrió el enorme agujero en el ojo pero la sangre manaba constantemente.
-¡Leon!- le gritó Claire al policía y éste, inmediatamente se puso de pie y corrió junto a su amiga. Ambos se detuvieron un instante antes de dejar las armas en el suelo y salir del carril para liberarlo. Birkin seguía gritando como loco y comenzaba a convulsionarse de pie violentamente.
-Vámonos- dijo Leon y ambos salieron del carril, lo soltaron rápidamente haciendo girar la perilla con fuerza. El resto del ferrocarril con William Birkin dentro de él, se alejó lentamente de ellos hasta que salieron del oscuro túnel dónde al hacerlo, los carriles liberados se ladearon hacia la derecha y chocaron con el túnel destruyendo así, la última entrada a la ciudad Raccoon. El tren hizo explosión y los dos lo contemplaron.
-Al fin- dijo Claire. –Se acabó- volteó a ver a Leon quien se encontraba mirando hacia la explosión. -Tenemos que detener esto o perderemos el rumbo-
Leon ni siquiera había pestañado.
-Leon… Leon- le habló Claire pero el policía no emitió sonido alguno ni realizó ningún movimiento. -¿Estás bien, Leon?... ya acabó… está muerto… logramos salir… ¡Leon!- levantó la voz Claire y entonces el muchacho reaccionó volteándola a ver a los ojos. –Vámonos… se acabó… estamos salvados-

Ambos regresaron a la cabina de control y Sherry abrió la puerta al oír la voz de Claire llamándola. Al verla, la abrazó en seguida como si fuera su hermana mayor y Claire a ella, como si fuera su propia hija. Leon no podía sonreír, estaba traumado pero sentía ese alivio de haber salido con vida de aquélla horrorosa catástrofe de la cual, habían sobrevivido.
El infierno había acabado por fin… Leon pudo aclarar la diferencia de la peor ciudad y, sin duda, seguía siendo Nueva York… ésta otra era una simple pesadilla de la que por fin habían despertado con vida. Ese horrible acontecimiento había dejado marcadas sus vidas enteras, jamás lo olvidarían. Lo único que les quedaba ahora era permanecer juntos pero Leon sabía que Claire no se daría por vencido y querría seguir buscando a su hermano. Desde un principio había sido su objetivo y, al no obtener ni una sola respuesta, tendría que investigar desde fuera. Ni por todo el dinero del mundo volverían a ese espantoso lugar, habría que olvidarse de eso para siempre. Jamás volverían, era una decisión sin ni siquiera pensarla. Tal vez Chris estaba vivo, en alguna parte pero aún así, lo buscaría por su cuenta hasta encontrarlo. Leon mientras tanto estaba agradecido. Claire le había salvado la vida y el virus-G estaba completamente destruido. Ahora no había más amenazas para el mundo ni para ellos. Se encargaría de Sherry, claro, también de Umbrella, el documento que Ada le había entregado era una larga explicación acerca del virus-G y de los involucrados, era una especie de reporte… Leon lo tendría que entregar al gobierno, a la CIA y, al menos, comenzaría la destrucción de Umbrella gracias al reporte y a que William Birkin ahora estaba muerto. Pero ninguno de ellos olvidaría los horribles sucesos que habían vivido durante dos infernales días. Aquella pesadilla no había terminado, los perseguiría en sus sueños durante un largo tiempo, jamás descansarían pero al menos sabían que los zombis no entrarían a sus casas por las noches o eso fue lo que creían.
Por el momento, regresaban a casa…

En el camino Leon observó por aquella ventana ovalada horizontal, el verde bosque que se veía a lo lejos de por donde estaban pasando en el ferrocarril. La gasolina se acabaría pronto y tendrían que caminar el resto del camino, eso era una preocupación pero sin opción alguna, no tenían otra salida. Leon de todos modos disfrutaba el panorama pero seguía deprimido por la mujer que acababa de perder, tal vez sintió algo por ella pero ahora estaba muerta aunque algo dentro de su corazón le decía que aún estaba viva, que no había muerto y que tal vez había sido un engaño para evitar alguna clase de conflicto, ¿cual? Era imposible saberlo.
La depresión se le subió al soltar un suspiro sin dejar de mirar el panorama, le recordaba a su niñez cuando rondaba por el bosque sabiendo que siempre estaría seguro… en la ciudad de Raccoon no logro sentir eso ni un sólo momento, fue inútil hacer intentos y ahora era un caos. ¿Realmente regresaban a casa o sólo estaban alejándose de aquella horrible pesadilla de la cual por fin habían despertado?
Tal vez seguían “dormidos” y el despertar era algo que todavía anhelaban sin poder descansar ni un sólo segundo.

Fin de la segunda parte.













TERCERA PARTE:
LA CIUDAD DE LOS MUERTOS.



1

Diario de Jill Valentine antes del 28 de Septiembre.

7 de Agosto
Han transcurrido dos semanas desde aquél día. Se me han curado las heridas, pero no puedo olvidarlo. Para la mayoría de la gente ya es historia. Pero para mí, cada vez que cierro los ojos, recuerdo todo claramente. Zombis comiendo carne humana y los gritos de mis compañeros moribundos. No, las heridas de mi corazón no han cicatrizado aún...
13 de Agosto
Chris ha estado causando muchos problemas últimamente. ¿Qué le pasa? Apenas habla con los otros policías y está continuamente irritado. El otro día, le dio un puñetazo a Elran del departamento de delitos infantiles, por echarle café a la cara accidentalmente. Detuvo a Chris inmediatamente, pero cuando me vio, me guiñó un ojo y se fue. Me pregunto qué le ocurrió...
15 de Agosto
Medianoche. Chris, que ha estado ausente por "vacaciones", me llamó y fui de visita a su apartamento. En cuanto entré en su cuarto, me mostró un par de hojas de papel. Formaban parte de un informe sobre la investigación de virus titulado simplemente "G". Después, Chris me dijo: "La pesadilla todavía continúa". Continuó diciendo: "Aún no ha terminado." Desde aquel día, ha estado luchando solo, sin descanso, sin decirme nada.
24 de Agosto
Chris se ha marchado de la ciudad para irse a Europa. Barry me dijo que mandaría a su familia a Canadá y después seguiría a Chris. No sé que haya pasado con Rebecca, lo último que supe fue que se dio de baja. Yo decidí quedarme en la ciudad de Raccoon un tiempo porque sé que las instalaciones de investigación en esta ciudad serán muy importantes para todo el caso.
Dentro de mes más o menos, me reuniré con ellos en algún lugar de Europa. Entonces empezará la verdadera batalla...


08 de septiembre
No puedo creer que Barry y Chris ya no me hayan dicho nada, no sé si ya estén en Europa ni mucho menos en qué país, parece como si me hubieran olvidado.

17 de septiembre
Me enviaron una carta; Chris dice que están en Europa pero no especifica en que país, lo único que sé es que Rebecca está con él lo cual se me hizo raro por que ella ya se había dado de baja. Menciona algo sobre su hermana Claire y que si yo podría enviarle una carta o llamarla por teléfono. El muy distraído no me envió ni su número y no puedo investigar sobre ella.

27 de septiembre 6:34 p.m.
Ví en un periódico una noticia impactante.
Después de ver la noticia decidí irme de la ciudad de Raccoon, no quería volver a vivir la pesadilla, volví a la habitación del hotel, empaqué mis cosas y cargué mi m92f, la guardé debajo de la almohada y me quedé dormida.

28 de septiembre, madrugada.
Desperté ya que creí escuchar el gemido de un zombi, pensé que era una pesadilla, pero de pronto un zombi entra en el cuarto, le disparé con horror, salí del cuarto y vi que los zombis lo habían invadido, logré salir gracias a una granada que utilicé para volar el muro, al salir me vi rodeada de zombis, logré escapar y esconderme en una bodega.

Septiembre 28, de día.
Los monstruos han tomado la ciudad, de algún modo, aún sigo viva.


El apartamento estalló en pedazos, los zombis murieron en la explosión. Por suerte, la habitación estaba en el primer piso y pudo saltar hacia la calle para estar a salvo, aún tenía la ametralladora m-16 que consiguió en la oficina de STARS, su Beretta y una granada más. El fuego comenzó a invadir el resto del hotel pero al ser muy pequeño (sólo de 3 pisos) cayó como una demolición y aplastó a todos los que ya se habían vuelto zombis. Jill se percató de que la ciudad era un desastre y que posiblemente ella era la única sobreviviente, vestía de una manera muy peculiar y distinta a la de un policía cualquiera; una blusa top color azul claro descubriendo todo su cuello pero cubriendo sus pechos, la minifalda de seda color negro le llegaba casi hasta las rodillas y, en seguida, sus enormes botas café oscuro. Además traía el cabello suelto y lacio como siempre con un peinado al partido y un sexy copete oscilando en su frente. Una sudadera gris claro (casi blanca) atada en la cintura y un pequeño cinturón atado en su pierna izquierda en donde tenía dos clips para la Beretta que tenía en la parte de atrás de su cinturón. Sin guantes, ni pulseras, la chica se veía como una colegiala pero sin dejar la actitud policíaca que tenía. Se preguntaba, sin dejar de olvidar el pasado, ¿Qué estaría pasando con sus compañeros sobrevivientes?
Después de haber regresado al departamento de policías de la ciudad de Raccoon, Chris y los sobrevivientes de STARS pidieron una investigación a escala completa sobre las actividades de Umbrella, la petición fue negada por el chief Brian Irons pues muy poca gente creyó su desagradable historia acerca de los sucesos ocurridos en la mansión. Sin ninguna otra alternativa, Chris, Barry y Rebecca viajaron a Europa para investigar sobre los cuarteles generales de Umbrella y permanecieron escondidos un tiempo. Barry regresó para poner a su familia a salvo en un avión y evitar que Umbrella les hiciera daño, se habían dado cuenta de que los STARS habían descubierto la verdad acerca de sus verdaderas actividades. En la ciudad permanecieron Jill y Brad quienes ahora, se encontraban perdidos en algún lado…

Los suburbios destruidos en los cuales Jill se encontraba eran parte de una colonia muy cerca de la estación de policía de la ciudad de Raccoon. Jill ya sabía que los zombis habían invadido la ciudad y con tan poco armamento, no sobreviviría. Tenía que llegar a la estación lo más pronto posible y encontrar armas que pudieran auxiliarla, de cualquier manera, el objetivo principal era huir de la ciudad tal y como había expresado en su diario. Tenía que escapar… ese era su último escape.
A un lado del hotel en llamas parecía estar el estacionamiento que se podía ver a través de un vidrio roto donde varios zombis ya se habían percatado de la presencia de Jill y de la enorme explosión dentro de su habitación. Por suerte estaban encerrados en el estacionamiento pero no tardarían en salir y Jill tenía que gastar la menor munición posible hasta llegar, mínimo, a las oficinas de la construcción de una industria nueva. Atrás de ella estaban varios autos chocados, destrozados y volcados hacia arriba, algunos de ellos estaban en llamas. Por consecuencia, se aproximó rápidamente hacia la entrada de las oficinas de construcción (una especie de taller) sin dejar de cargar la metralleta entre sus brazos. Entonces abrió la puerta y se encerró. El lugar se trataba de una enorme bodega de tres pisos complementados con pasillos. En donde estaba Jill, parecía ser el segundo piso pero sólo era un largo pasillo que conducía hacia unas cuantas escaleras hacia el tercer piso que también era un pequeño pasillo con dirección hacia una habitación. De lado contrario, en ese mismo pasillo, se hallaba una puerta que daba a la salida. Jill prácticamente se encontraba en medio donde se podía ver desde la bodega hasta la habitación en el tercer piso. Justo en frente de ella había unos escalones para bajar a la bodega que se podía ver desde ahí. Descendió los 5 escalones que había. A su derecha se encontraba un camión de carga color verde con su enorme caja de fierro color amarillo. A su izquierda estaban unos archiveros y un escritorio con una especie de spray encima. Hacia delante solamente se hallaba una habitación cerrada que parecía ser una especie de oficina. En frente de los archiveros y del escritorio se hallaban unos enormes barriles vacíos y, al lado de éstos, objetos encerrados en una enorme reja. Jill no se sorprendió de no ver a ningún ser humano rondando por ahí, ni tampoco un solo zombi. Estaba casi convencida de que la ciudad era un completo desastre y que pocos sobrevivientes (zombis) se encontraban merodeando todavía por las calles. Tal vez estaban infectadas y, para esos días deberían estarlo con mayor razón debido a la propagación del virus, pero en dónde ella se hallaba, no había absolutamente nada. Se dispuso a subir hacia la oficina del tercer piso pero antes de poner su pie en el primer escalón, escuchó los lamentos de los zombis acercándose a la bodega cada vez más rápido. Dudó de pie mirando con nerviosismo hacia la puerta por donde había entrado hasta que un fuerte golpe se escuchó detrás de ésta, los zombis intentaban entrar y si no salía rápidamente de ahí, tendría que gastar toda su munición en ellos. Por lo tanto subió con velocidad en dirección hacia la puerta de salida y, al abrirla, la cerró con fuerza. Se encontró ahora con un pasillo lleno de botes, basura tirada, moscas y una bicicleta destrozada al fondo justo al lado de dos escalones que conducían hacia la siguiente puerta. Jill avanzó sin dejar de voltear cautelosamente hacia todos lados, incluso hacia el techo, hasta llegar a la puerta. Abrió la puerta y se topó justo con lo que había estado cuestionándose: un desastre de ciudad. La calle estaba constituida por una zona comercial y había varios negocios cerrados cuyos alrededores incluyendo sus puertas o cortinas de fierro, estaban manchados de sangre, sucios, rotos o graffiteados y abundaba la basura tirada afuera de ellos. Muchos tenían algunos pocos escalones para subir directamente a la entrada del negocio, otros eran para bajara a la tienda. Jill caminó ahora sin cautela pues se percató de que la ciudad era una porquería y daba lástima al parecer completamente abandonada. Caminó mirando a sus alrededores y comenzó a sentirse mal y paranoica, gritó un par de veces la palabra “hola” pero no había respuesta. Se acercaba a algunos negocios y tocaba o intentaba abrirlos pero nada, incluso algunas tiendas tenían ventanas por donde se podía ver el interior pero aún así, no había señales de vida. Jill siguió derecho con la esperanza perdida de que no había ningún sobreviviente y, si es que lo había, estaban muy bien escondidos o paseándose ya como zombis. Intentó pensar en muchas cosas irónicas que la aterrorizaban, Raccoon no tenía zoológico pero si lo tuviera, sería el peor de los infiernos con tanto animal peligroso infectado por el virus. Pensó también que había pasado demasiado tiempo en el puro hotel y durante su estancia, una infección masiva había ocurrido afuera en la ciudad. Durante dos días enteros se encerró ya sabiendo que el virus había alcanzado a la ciudad de Raccoon y en el momento de haber visto varios ataques parecidos a los de las montañas Arklay, la policía estatal cerró inmediatamente la ciudad dejándola en cuarentena. Dos días sin tener contacto alguno más que con una simple recamarera en el hotel, un día sin hablar con nadie y un par de horas para darse cuenta de que estaba completamente sola. Esto no tardó en deducirlo pues por más que intentaba romper los vidrios, asomarse y preguntar si había alguien con vida, nadie contestaba. Por lo tanto sus suposiciones estaban en lo correcto: o todos eran zombis o todos se habían largado. Por supuesto la ciudad fue evacuada antes de que la cerraran pero al ver zombis entre los mismos ciudadanos desesperados por salir, decidieron cerrarla. Jill se hubiera ido pero supo que tenía que quedarse por alguna razón, de todos modos no la hubieran dejado salir para cuando se dio cuenta de que todos estaban siendo evacuados.
Un zombi atrajo su atención; el sujeto se encontraba debajo de unas escaleras negras que conducían a un balcón de un negocio de oficinas, de dos pisos. Lo extraño era que él ya se había percatado de la presencia de Jill con un arma pero no se movía, sólo se tambaleaba lentamente de pie sin hacer nada. Jill, aún viendo el estado inofensivo del zombi, le apuntó con la Beretta y se aproximó lentamente hacia su objetivo. Fue entonces cuando el zombi levantó ambos brazos y se dirigió hacia la policía. Su rostro estaba completamente gris y tenía algunas marcas de sangre en la frente, varios pedazos de piel le faltaban y se podía ver la sangre coagulada. Sus labios se veían ya negros al igual que las manchas de sangre en su ropa, era todo un vago que se había vuelto zombi. Jill le apuntó exactamente en la cabeza y al disparar, el agujero no tardó en dejar manar sangre y, a los pocos segundos, dejó de caminar. La sangre se coaguló en seguida y el sujeto cayó al suelo, muerto. Jill observó que otros tres zombis venían hacia el fondo y para poder salir del lugar tendría que enfrentarlos, por lo tanto se aventuró por la calle hasta llegar a un angosto pasillo con suelo de madera que conducía a unas escaleras para entrar a una pequeña bodega. Los tres zombis (uno de ellos era un pequeño niño de 7 años) subieron las escaleras y se empujaban constantemente para salir ante Jill, era como si se estuvieran peleando por ella y, esa, fue la peor de las ironías. Jill entonces le disparó al sujeto de en medio por parecer ser el más peligroso, llevaba una chaqueta azul y gorra de chofer, era bastante obeso y las venas se le resaltaban mucho en su rostro cubierto de sudor seco y varias heridas asquerosas. El sujeto recibió la bala en la frente y cayó hacia atrás recorriendo todos los escalones que había subido. El siguiente zombi, un sujeto vestido de amarillo con un gorro de plástico color rojo (un bombero) alzó ambas manos y sostuvo a Jill de los hombros mientras que la chica tomó su cabeza con cuidado y le rompió el cuello dejándolo caer por las escaleras. Ya solo quedaba el niño y, en seguida, la chica le apuntó. Lógicamente, no pudo dispararle. El niño no se veía tan mal, sólo algo de suciedad tanto en su ropa como en su rostro, y la boca llena de saliva y sangre coagulada. Jill sintió culpa moral al apuntarle justo en la frente al niño pero no podía hacerlo, no podía dispararle a un niño de 7 años ni aunque fuera zombi. Algo en su interior la detuvo y provocó que la chica quedara impactada al ver que tan pequeñas criaturas también estaban infectadas por el virus. Decidió alejarse retrocediendo ya sin apuntarle, luego volvió a guardar la Beretta y a cargar la ametralladora. Se fue corriendo.
En el camino todavía podía escuchar los lamentos del niño y quejidos de otros zombis que se le juntaban conforme se alejaba. Pudo notar algo extraño en los zombis que no había notado en la mansión anteriormente; estos zombis parecían ya más débiles, era como si el hambre los estuviera matando poco a poco. Los de la mansión eran más hábiles, podían perseguirlos durante horas sin ni siquiera cansarse. Durante todo el mes de septiembre, los zombis han de haber recorrido la ciudad infectando a seres humanos y volviéndose más y más de ellos pero mientras más personas infectaban, menos comida habría. Para finales de ese mes, estaban muriendo de hambre. De todos modos seguían siendo un peligro y acabarían con la munición de Jill si no escapaba de la ciudad lo más pronto posible. Ella no sabía en realidad cual era su objetivo exactamente pero salir de la ciudad era una opción que no podía negarse a sí misma.

Entró por un pasillo oscuro con un alto techo que casi no se veía y se dirigió hacia la siguiente puerta, completamente abrumada, paranoica e insegura. Su actitud policíaca ahora no le serviría de nada pues ellos no le temían a ella, si no ella a ellos.
Al abrirla se percató de un olor extraño y comenzó a sentir calor sin razón alguna. Pudo darse cuenta de que había una pequeña barda de madera que cubría el fuego de distintos carros volcados quemándose después de haber les estallado sus motores. La gasolina había provocado el fuego. En ambos lados de la puerta se encontraba pared pero si caminabas unos cuantos pasos y doblabas a la derecha se encontraba la calle. Jill apretó con fuerza su ametralladora y caminó esos cuantos pasos y, antes de doblar a la derecha, se asomó y vio una extraña criatura rondando por ahí. Era un cerbero (doberman) con el cuerpo cubierto de llamas que aún lo estaban quemando. La chica retrocedió de un susto y se recargó en la pared con ambas manos y cabeza también. Cerró ambos ojos un par de segundos y luego, llena de miedo, volvió a asomar solamente la cabeza para ver al perro merodeando sin aún haberla visto. Escondió la cabeza de nuevo y miró hacia el techo. Estaba tan asustada que no podía mover ni un solo dedo, esos caninos aún la ponían bastante nerviosa debido a su increíble agilidad y habilidad para correr demasiado rápido. Para colmo, el perro se estaba quemando y andaba por ahí como si no sintiera para nada lo que le sucedía. Se escuchó un rugido pero no sucedió nada extraño, el perro tal vez vio algo en la siguiente calle. Jill se asomó una vez más lentamente y con mucho cuidado, pudo ver que el perro se acercaba hacia donde ella se encontraba.
-Oh no- murmulló la chica y apretó de nuevo su ametralladora después de haber tragado saliva. Volvió a voltear lentamente, esta vez para ya salir y dispararle al canino, pero cuando se asomó, el perro ya se había dado media vuelta y comenzaba a marcharse del lugar en dirección hacia la siguiente calle.
-¡Cielos!- volvió a murmurar Jill y tragó saliva nuevamente soltando un suspiro de alivio. Se paró justo en medio del pasillo otra vez y comenzó a caminar con cautela.
De pronto, algo en llamas saltó hacia Jill desde los automóviles quemándose y provocando que la chica se arrojara hacia atrás casi junto a la puerta por donde había entrado. Era otro cerbero con el cuerpo cubierto de fuego y la mirada llena de ira sin dejar de ver a la policía. Rugió, ladró y corrió velozmente hacia Jill quien se levantó por un fuerte impulso y le apuntó con el fusible el cual comenzó a disparar inconscientemente como si su cuerpo, automáticamente, la protegiera en contra del peligro. Una reacción natural, por supuesto. El perro se detuvo después de haber recibido la extensa carga de balas en su cuerpo y se derrumbó lentamente sin dejar de arder en llamas. Jill, sudando ya, con los ojos bien abiertos y suspirando rápidamente, recargada en la puerta y con el arma entre los brazos, se deslizó hacia el suelo quedando de rodillas frente al cadáver del perro. Recordó entonces aquella ocasión con Chris en el laboratorio de la mansión Spencer cuando le dispararon al otro canino en un momento de desesperación y angustia extrema por unos cuantos segundos. Si había sobrevivido a eso, esto no debería de provocarle ningún trauma, pero todavía podía sentir el miedo dentro de esa enorme depresión que tenía desde el regreso de la mansión. Había sobrevivido a aquella catástrofe llena de monstruos encerrados que ahora estaban en la calle rondando como si nada, en busca de carne fresca que ya no había por ningún lado. Si no se alimentaban, morirían naturalmente dejando de caminar. En cambio, los perros y las bestias jamás se darían por vencido. Jill pudo comprobar el deceso de los zombis más adelante cuando se percató de que muchos de ellos simplemente yacían en el suelo con los ojos completamente vacíos y los labios secos. Muchos de los cuerpos ya estaban comenzando a descomponerse y expedían un olor repugnante que podía extenderse por casi una cuadra. Estaban muriendo, literalmente, ya no podrían merodear por ahí emitiendo esos horrorosos lamentos con sus ensordecedores quejidos. Ahora sí, morirían en todos los sentidos.
Jill se levantó, frunció un poco las cejas y cerró la boca sin dejar de suspirar. Dejó también de temblar y miró hacia el cadáver con respeto, si no se retiraba lo más probable era que en pocos segundos fuera a levantarse y tendría que dispararle de nuevo. Ella era una policía y no podía asustarse por un canino ardiendo en llamas, ya había pasado por eso antes y no era nada extraño. “Tenía que ser fuerte” pensó, tenía que irse y llegar a la estación de policía. Pero al comenzar con su camino, se percató de que ahora 3 cerberos se dirigían hacia la escena desde lejos en dirección hacia ella. Estando en medio de la calle, miró hacia su derecha y pudo ver unos escalones hacia abajo que daban a una puerta de un bar cerrado. Entonces bajó los escalones y entró al bar antes de que los perros la vieran. Pudo ver a través de un agujero en la puerta que los perros olían con fervor y hambre al cadáver yacido en el suelo pero las llamas provocaban que retrocedieran, frustrándolos una vez más. Jill tenía razón, ya no quedaba carne fresca por ningún lado. Terminarían por entrar al canibalismo.
-¡Jill!- gritó una voz al fondo en el bar. Jill volteó y miró a Brad a los ojos quien le apuntaba a un cadáver humano (zombi) recostado en el suelo. –Mira-
-¿Brad?- preguntó Jill dejando escapar su sorpresa y, a la vez, su emoción por haber encontrado al único miembro de los STARS, además de ella, que quedaba con vida en la ciudad de Raccoon. –Brad, eres tú, no puedo creerlo- dijo Jill sonriendo. Se acercó hacia su amigo y miró al zombi en el suelo. –No puede ser… ¿Qué estás haciendo aquí?, creí que habías muerto-
-No se mueve, Jill- comentó Brad sin dejar de apuntarle al canino con su revolver. –No se levanta como los demás-
-Están muriendo, Brad- le dijo Jill mientras bajaba el brazo de su compañero lentamente. El piloto bajó el arma sin dejar de mirar el cadáver. –Ya no se va a levantar, ellos están muriendo de hambre- aún sonreía.
-Que bueno-
-No puedo creer que aún sigas con vida, creí que todos habían muerto-
-¿Sabes algo de los demás?-
-Bueno ellos se fueron a Europa pero no sé nada sobre Barry. No sé si ya haya regresado aquí o siga allá con ellos-
-¿Quiere decir que somos los únicos STARS con vida en este lugar?-
-Sí- contestó Jill y no pudo evitar darle un fuerte abrazo a su compañero quien, frunció el ceño sin devolverle el abrazo y entonces la apartó con cariño.
-¿Qué haces?- preguntó Brad ya sonriendo y un poco sonrojado. Brad aún vestía con el uniforme de STARS, la camisa blanca, el chaleco verde militar, etc.… y le había sorprendido por completo ver a su compañera vestida de esa peculiar manera. -¿Nunca me habías visto o qué?-
-Estoy feliz de verte, no he visto a un ser humano con vida en días-
-Yo tampoco…- aún miraba a la modelo que tenía en frente. -¿Por qué estás vestida así?-
-¿Cómo me veo?-
-Bueno… bien pero… mal para una policía-
-¿Mal?-
-Escucha, Jill… hay algo que no te he dicho…- dijo Brad bajando la mirada. Entonces Jill observó con cuidado todo el lugar.
El bar ni siquiera tenía mesas, estaba vacío a excepción de la barra de sodas de madera que había a un lado de ambos, a la derecha de Jill. Dos enormes muebles con algunas pocas botellas vacías acomodadas por ahí y, al fondo, la caja registradora. Al final del lugar se encontraba una puerta que daba al desván del bar y, al lado, una máquina de videojuegos.
-Que extraño lugar, ¿no crees?- le comentó Jill a Brad que todavía tenía la mirada hacia el suelo con ambos brazos sosteniendo su propia cintura.
-Jill… no estamos solos-
-¿A qué te refieres?... hay más gente con vida… ¿o te refieres a los zombis?-
-No… no me refiero a eso… no sé si haya más gente con vida y, por supuesto, no estamos solos por que están esos monstruos pero… hay algo más-
-¿De qué se trata?-
-Un enorme monstruo… lo vi rondando por el parque nacional de Raccoon, era… gigantesco… medía más de dos metros de estatura y era demasiado corpulento-
-¿Qué?-
Brad comenzó a merodear por el lugar sin dejar de mirar el zombi por si se levantaba.
-Este sujeto camina diferente a los demás… los otros parecen estar retrasados y lentos sin tener razón alguna pero éste… no lo sé, es diferente-
-Brad me estás asustando, ¿Qué fue lo que viste?- preguntó Jill, ya no sonreía.
-De un monstruo que repite una y otra vez la palabra STARS-
Jill se quedó petrificada, una bestia que pensaba y que podía mencionar el nombre del grupo policíaco más conocido en la ciudad. No pensó en otro más que en Tyrant… pero ambos lo habían visto morir en llamas y además se quedó justo en medio de la enorme explosión. ¿Podría tratarse de alguien más?... alguien que tal vez hubiera sido creado para encontrar a los STARS.
-Peyton murió- le comentó Brad a Jill. –El amigo de Frost ¿recuerdas? El que después de que volvimos lo hicieron miembro oficial de STARS-
-Sí… lo recuerdo- contestó Jill aún angustiada.
-Estoy seguro de que fue ese monstruo por que encontré su cadáver por el parque y no tenía mordidas y algo así, además no se volvió zombi-
-¿Qué quieres decir?-
Brad, por fin, guardó su arma.
-Ese monstruo lo mató…-
-¿Cómo lo sabes?-
-Por que tenía fuertes golpes en todo el cuerpo y… balazos, Jill…-
-Quizá fue un sujeto-
-No… ningún ser humano en este mundo puede golpear a otro de tal manera… tenía el cráneo destrozado y balas de granada-
-¿De granada?- preguntó Jill sorprendida.
-Sí- dijo Brad –Este sujeto tiene un lanzacohetes y un lanzagranadas-
-¿Un… un….? ¿Un lanzacohetes?- preguntó Jill ahora doblemente petrificada, aterrorizada esta vez.
-Sí-
-Pero ¿Qué demonios es?... el parque está muy lejos de aquí…-
-Lo sé… tenemos suerte-
-Hay que ir a la estación de policías… es lo más seguro por ahora, ahí deben de estar todas las armas que necesitamos…-
-¿Qué hay de los sobrevivientes?-
-Con esa bestia rondando por ahí, no tenemos posibilidades de buscar a nadie, Brad… créeme-
Jill esperó pacientemente la decisión de su compañero quien pensaba mientras caminaba hacia el videojuego. Se detuvo ante él y encontró un encendedor en el suelo, se agachó para rejuntarlo y lo estudió con la mirada mientras lo tenía en la mano. Luego se incorporó y se volvió hacia Jill arrojándoselo, la chica lo agarró en el aire ágilmente.
-Consérvalo… podríamos necesitarlo- le dijo Brad.
-¿Para qué?-
-No lo sé…-
-Brad, vámonos de aquí… no lo pienses más… no tenemos a donde ir. Todos los caminos están bloqueados… todos-
-¿Ya recorriste la ciudad entera?- preguntó Brad, molesto.
-Antes estaba en un hotel y vi por las noticias hace media semana que estaban bloqueando toda entrada y salida a esta ciudad… nos tienen atrapados-
-Debe de haber una salida…-
-Sí pero ¿Dónde?-
-Sé que hay una en el parque… tenemos que ir-
-Primero iremos a la estación de policía...- advirtió Jill y se acercó hacia la puerta en donde se encontraba su compañero esperando. –Vámonos-

El camino hacia la estación de policía estaba exento de criaturas o zombis, ni siquiera esos molestos pájaros que picoteaban a las personas para infectarlas con el virus-T. Ni siquiera era de noche cuando se percataron de que el cielo se veía oscuro, tan oscuro que parecía ser de noche. Era esa niebla que rodeaba toda la ciudad de Raccoon creada gracias a las constantes explosiones y el humo del fuego que se expandía por distintos lugares.
-¿Brad?- preguntó Jill mientras revisaba el cartucho de su ametralladora. Seguían caminando por un largo callejón que conducía hacia la calle siguiente en donde se encontraba la estación de policía.
-¿Sí?-
Jill se sentía deprimida, lo único que le quedaba era seguir con vida; sus padres habían muerto al igual que la mayoría de sus compañeros. Chris y Rebecca se habían ido a Europa, no sabía en donde pudiera estar Barry y todavía sentía ese rencor hacia Wesker, el hombre que los había traicionado. ¿Por qué Raccoon?, ¿Por qué habían inventado ese virus que acabó con toda la población, creando un riesgo nacional y, posiblemente, mundial? ¿Qué había hecho Jill para merecer esto?, ¿Por qué ella?...
-No sé si sobrevivamos- dijo Jill. –Ten en cuenta de que somos nosotros dos contra esa bestia-
-No nos encontrará, Jill-
-Si busca a los STARS, ¿no crees que irá a la estación de policía?-
-Tal vez ya fue ahí, por eso encontró a Peyton-
-No lo sé, Brad… es que…- se detuvo. –No sé si quiera seguir con esto… estoy cansada, quiero irme de esta ciudad-
-Lo sé, Jill- dijo Brad también deteniéndose. –Pero tenemos que ir al parque… la única salida es por ahí…-
-Me siento mal-
-Yo también-
-Estoy harta de todo esto-
-Tenemos que irnos, Jill- se dio media vuelta.
-No- se negó la chica bajando su arma.
-¿Qué dices?-
-Me niego a seguir con esto, no quiero ser una víctima más ni de ellos ni de ese monstruo del que hablas. Tal vez sea mejor suicidarnos y dejarlo todo así… me quedaré refugiada como todos los demás-
-¿Los demás?, ¿de quienes hablas?-
-¡No lo sé, Brad! No he visto a nadie con vida en días más que a ti y si vamos hacia ese monstruo…-
-¡No iremos con el monstruo, Jill! No puedes quedarte aquí simplemente a morir, tenemos que salir con vida, ¿las muertes de nuestros compañeros ahora serán en vano así nomás?, ¿te darás por vencida sin luchar primero?... esa no eres tú, Jill, has cambiado-
-Sí- contestó la chica flemáticamente. –He cambiado- dijo. –He perdido la esperanza-
-No digas eso, tenemos que derrotar a Umbrella… vamos… somos policías, no te pido que te motives ni que tengas esperanza, sólo te pido que no te quedes así nomás a morir aquí, no les des el placer de volverte zombi-
Jill meditó con la cabeza hacia abajo y sus ojos se humedecieron pero al oír las palabras de su compañero, en especial las últimas “no les des el placer de volverte zombi” reaccionó y miró hacia el frente.
-Sí…- comentó la chica. –Vamos-
Ambos compartieron esa depresión que sentían, sus vidas se habían vuelto obsoletas y dedicadas a combatir seres sin razón, sin pensamiento. Pero más les dolía ver que personas que conocían, rondaban por ahí como si fueran demonios obsesionados por encontrar carne humana. El hambre los tenía dominados. El sólo pensar en que tus vecinos, tus compañeros de trabajo, tus conocidos… tus amigos, tus familiares, el sólo pensar que todos ellos estaban muertos o eran zombis, les aterraba el corazón. Sus espíritus carecían de fuerza, valor y valentía y ya no querían seguir funcionando pero el hecho de seguir con vida los mantenía… con vida. ¿Cómo es que tres personas crearon una enfermedad así de mortal?, una enfermedad quizá peor que el sida: el virus-T. Tres personas fallecidas habían hecho sufrir a una pobre jovencita llamada Lisa Trevor a través de sus sádicos y diabólicos experimentos. Tres personas fallecidas liberaron un genocidio provocado por bestias, animales y, por desgracia, seres humanos. Dos inocentes policías aún seguían con vida dentro de esa interminable pesadilla de la cual no podían escapar. Pero tenían fe, fe en poder salir de ese horrible lugar. Fe de seguir un día más con vida…


-Esto es lo que haremos…- comentó Brad en voz baja junto a Jill, ambos pegados a la pared y asomándose hacia la estación donde una extraña criatura que parecía estar herida, caminaba junto a la enorme reja: la entrada a la estación de policía. –Me cubrirás y yo correré hasta llegar a la estación… entraré y te cubriré para que corras después… necesito que le dispares con esa cosa- dijo señalando la ametralladora de Jill. –Así la detendrás hasta que yo llegue… luego le dispararé con la mía para que corras hacia acá-
-¿No debería ir primero yo?- preguntó Jill.
-Como tú quieras, es lo mismo-
-No, mejor ve tú- comentó Jill todavía asustada pero con algo de valentía en su espíritu.
-Ahora sólo tenemos que esperar a que se aleje de la entrada-
Ambos observaron a la horrorosa bestia que rondaba por ahí. Se trataba de un animal bastante extraño que, sin duda, era un experimento más de Umbrella. El animal andaba en seis patas, todas con garras, tres garras oscuras, y tenía una joroba en la espalda. Este animal era de un color amarillento cuyas patas eran completamente delgadas y sólo tenía unos cuantos pelos en la joroba. Si rostro no se distinguía y parecía como si no tuviera cabeza.
-Es asqueroso- comentó Brad. –Bien… se está alejando… ¿estás lista?-
-Sí…-
-Bien… aquí voy…-
Al correr se dio cuenta de que Jill no disparaba y de que el monstruo seguía alejándose como si no hubiera notado lo que sucedía a sus espaldas. Ya estaba a unos cuantos metros de la estación, de hecho, y seguía caminando sin dirección alguna.
-¿Qué pasa?- murmuró Jill apuntando con el arma hacia el monstruo. Brad también estaba extrañado pero aún así, llegó a la estación de policía. Abrió la enorme puerta y volteó a ver a Jill, le hizo una seña entonces con ambas manos pero de repente se detuvo y quedó paralizado sin razón. El monstruo ya se había alejado lo suficiente como para que la chica saliera con toda seguridad pero su compañero… algo andaba mal en su expresión.
-¿Brad?- gritó Jill, miró de reojo al monstruo pero seguía caminando y ya estaba bastante lejos de la estación. -¡¿Brad, estás bien?!- gritó de nuevo pero su compañero sólo estaba de pie y tenía sus ojos completamente abiertos mirando hacia la chica. Jill entonces salió al descubierto a la calle y miró, nerviosa, a Brad. Sangre manó de sus labios y cayó arrodillado al suelo sosteniéndose con ambas manos. Jill logró ver la enorme herida en la espalda de Brad como si algo lo hubiera atravesado. Entonces vio al enorme sujeto que se acercaba hacia el Brad lastimado, un hombre corpulento con brazos y piernas, tronco y cabeza. Parecía ser un ser humano superdotado pero en cuanto Jill se escondió detrás de un automóvil destrozado para ver la horrorosa escena, pudo ver su rostro: calvo, ni un solo cabello, parecía ser pura piel de apariencia cruda y seca, además se podían ver sus encías pues carecía de labios y tenía varios colmillos pero nada fuera de lo normal. Si nariz no se distinguía y uno de sus ojos (derecho) estaba cosido. De hecho, lo cosido era una línea desde su ojo hasta la punta de su cabeza. Se podían ver claramente las puntadas y el ojo chato si te acercabas mucho. El ojo izquierdo era pequeño pero de un ser humano normal, con pupilas café oscuro, casi negras. Entre sus hombros y su cuello parecía haber dos gruesos cables sueltos color morado y, de hecho, su hombro derecho estaba descubierto; podía verse una muscularidad muy parecida a la de Tyrant. El resto estaba oculto pues vestía una enorme gabardina abrochada hacia el lado derecho y un pantalón grueso, ambas prendas de cuero negro. Sus botas del mismo color y además parecía tener guantes con los dedos descubiertos.
Jill no vio por ningún lado el lanzacohetes ni el lanzagranadas que Brad había mencionado anteriormente, pero en instantes, se dio cuenta de que no era necesaria ningún arma para acabar con su compañero; el sujeto levantó a Brad con su mano izquierda a una altura sorprendente y, de pronto, su mano derecha comenzó a transformarse en una especie de gas líquido color púrpura y, a la vez, en varios látigos del mismo color. Alzó entonces ese brazo derecho mientras Brad pataleaba y se sujetaba del otro brazo del sujeto que lo estaba ahorcando, alzó la mano y se la enterró en el rostro provocando que se desfigurara inmediatamente y comenzara a brotar sangre por doquier. Luego, uno de los cables alrededor de su cuello, salió y se paralizó ante Brad como si fuera una especie de espada. Atravesó el vientre del sujeto y luego lo dejó caer al suelo ensangrentado, muerto. Jill reprimió un grito de terror y se cubrió la boca con su mano sin parpadear ante lo que acababa de ver. El cable y la mano del enorme sujeto volvieron a la normalidad y entonces extendió ambos brazos y emitió un rugido que más bien pareció un grito de aquella gigantesca bestia de más de dos metros de estatura. Fue entonces cuando Jill cerró ambos ojos sin quitar su mano de la boca, y dejó brotar un par de lágrimas de sus ojos. El sujeto volteó a ver hacia la calle para buscar algún otro sobreviviente y dijo la palabra STARS. Su voz parecía una distorsión muy grave entre su propia voz y un sonido como si estuviera haciendo gárgaras.
Jill no tuvo otra opción más que esperar a que el sujeto se fuera del lugar, o bien, se alejara de ella. Así podría correr y huir dependiendo a donde se dirigiera el monstruo, es decir, si se quedaba en la estación podría huir por donde vino y dirigirse al parque municipal de Raccoon, si se iba, ella entraría a la estación de policía. Pero para su sorpresa, el sujeto fue más inteligente que ella y comenzó a caminar hacia la entrada de la estación. Se detuvo y miró hacia ambas direcciones y luego volvió a decir: “STARS”. Abrió la puerta de un fuerte golpe y varios pájaros salieron de entre los pocos árboles y arbustos dentro de la estación. Se aproximó hacia donde estaba Jill, al automóvil y, al asomarse, no había absolutamente nada. Jill se encontraba al otro lado del carro con ganas de meterse abajo pero debido a los destrozos, no se podía. El monstruo entonces se dio media vuelta y regresó a la estación de policía donde, a los pocos segundos, ya no se podía ver. “Seguro regresó por sus armas, el lanzacohetes y la otra” pensó Jill. Tenía que aprovechar la distracción del sujeto e irse del lugar lo más rápido posible. Corrió, nerviosamente y respirando rápido a la vez, por donde había venido. Se lamentó la muerte de Brad, el monstruo ahora sólo la buscaría a ella. De algún modo supo que irían a la estación de policía y los había estado esperando. Si este monstruo lo había creado Umbrella específicamente para destruir a los STARS, debía de tener alguna clase de computadora en su cerebro que le ayudara a localizarlos. Por lo que Jill sabía, ella era la única miembro de los STARS que quedaba con vida en la ciudad de Raccoon y, posiblemente, en todo el país.



2

Jill caminaba cargando la metralleta en su mano izquierda casi arrastrándola por el suelo. Los edificios a ambos lados suyos, todos se veían completamente destruidos y casi deshechos. Sus alrededores estaban llenos de pedazos de piedra, cemento y basura al igual que faros destrozados y, algunos, tirados. Parecía como si una bomba atómica hubiera arrasado con el lugar y todo ser vivo estuviera muerto o enterrado pues el suelo que pisaba, parte de él, ya no era cemento sino tierra. Lloraba constantemente mientras caminaba y miraba a sus alrededores como si extrañara lo que antes había ahí, sus lágrimas reflejaban el dolor puro que sentía en esos momentos. La pesadilla no había terminado, parecía como si nunca fuera a acabar y poco a poco se estaba llevando consigo el espíritu de Jill. Varios de sus amigos estaban muertos, otros se encontraban bastante lejos de de ella y Brad, el único que tenía a su lado, ahora había sido aniquilado por un monstruo que la estaba buscando gracias a Umbrella. Debido a que los STARS sabían demasiado sobre las investigaciones en sus laboratorios y sobre el virus-T, era obvio que su intervención policíaca llevaría la corporación a la ruina. Por eso habían enviado a este sujeto, para quitar toda evidencia y testigo del camino, para no poder hacerle nada a Umbrella. Todo esto hacía sentir a Jill exterminada por dentro y viva por fuera, como si fuera una zombi. Seguía caminando dolida y deprimida por lo que estaba viviendo, al menos no la habían herido y en caso de que la infectaran, ella traía el antivirus en una sola jeringa guardada en el estuche de su cuchillo. Le quedaban solamente tres armas, la metralleta, su Beretta con un solo cartucho y su granada. ¿Qué podría hacerle con esas simples armas a un monstruo como ese?
Recordó la muerte de Brad y las últimas palabras que él le había dicho, no podía creer que una persona que hablaba de no caer ni darse por vencido había sido brutalmente asesinada ante sus ojos por una horrible bestia que razonaba a la perfección como un ser humano. Tal vez era mucho más inteligente que ellos pero había matado a su compañero y esto no era más que una bestialidad. Se sintió sola de nuevo, completamente sola y sin apoyo, iba decayendo poco a poco.

Continuó su camino entre las ruinas y comenzó a ver cadáveres cuando dobló hacia la izquierda y se metió en una calle de sentido contrario. Sentido contrario cuando ni siquiera había autos, que ironía. Tuvo que hacerlo por que tanto destrozo bloqueaba el resto del camino y no podría trepar ni aunque quisiera hacerlo. La calle siguiente ya se veía más compuesta, no tan destruida como la anterior pero mínimo conservada. De hecho, cada vez que avanzaba se veía mejor el panorama hasta que llegó a una puerta de madera donde, al abrirla, pudo ver un trolebús de dos carriles, color rojo con techo blanco, en perfectas condiciones. Pudo haber sonreído al menos después de ver un vehículo que parecía estar en buen estado pero no lo hizo, se sentía tan triste y tan agobiada por todo lo que había sucedido que ya no le importaba nada. Antes de llegar al trolebús para descansar y poder pensar en como llegar al parque sin que el monstruo se enterara, se detuvo a unos cuantos metros de él y vio que la puerta del último carril estaba abierta y se podía ver la luz encendida al fondo. Fue entonces cuando se acercó lentamente hacia esa entrada y, justo antes de llegar, se escuchó un golpe que rompió varios vidrios muy cerca de donde ella estaba. Entonces se dio media vuelta para ver que los zombis se acercaban lentamente hacia ella, como pudo ver eran bastantes, más de 10 posiblemente. Antes de comenzar a disparar, un sujeto dentro del trolebús la tomó del brazo y la jaló hacia adentro donde tuvo que subir forzosamente. Entonces el sujeto cerró la puerta y los zombis no pudieron más que golpear y lamentarse como siempre.
-¿Quién eres?- preguntó Jill apuntándole con su Beretta mientras la metralleta la traía colgada en la espalda.
El sujeto, un hombre muy atractivo y esbelto, miraba a Jill con una media sonrisa en su rostro. Se encontraba delante de la puerta que acababa de cerrar mientras que Jill estaba en el lado opuesto, en frente de él.
-Mejor dime quien eres tú- la miró de pies a cabeza y colocó su ametralladora m-12 en su hombro derecho sosteniéndola con su mano. La otra mano la puso en su cintura. Se trataba de un muchacho como de 25 años muy apuesto, de estatura alta, cabello castaño claro lacio y peinado hacia atrás con varios copetes en su frente. Ojos color azul claro, nariz fina… el sujeto parecía modelo. Vestía con un par de botas militares color azul marino, un pantalón gris claro con rodilleras de cuero bien puestas, chaleco militar cerrado sin mangas (además no traía nada abajo del chaleco) y varios bolsillos en un juego de dos en cada lado, adicionales, color azul marino. Y, por supuesto, sus guantes descubriendo sus dedos y un reloj de pulsera color plateado.
El sujeto aún seguía sorprendido por la vestimenta y la belleza de la chica.
-¿Eres modelo?- preguntó el sujeto.
-Nada de eso-
-Baja el arma, vamos, no voy a hacerte daño, estoy de tu lado- bajó él su metralleta y la colgó en su espalda. Jill pudo notar la insignia roja de Umbrella en el chaleco del sujeto, en la parte de en frente a la izquierda.
-¿Quién rayos eres?- le preguntó de nuevo Jill, enojada, sin bajar el arma.
-Me llamo Carlos, Carlos Oliveira, soy puertorriqueño pero vivo aquí desde muy chico… no sé que más pueda decirte de mí-
Jill volteó hacia su derecha y pudo ver la ventana muy sucia, el panel debajo de ésta parecía estar cerrado. A su izquierda estaba un largo asiento de pasajeros y un hombre vestido igual que Carlos se encontraba recostado ahí con el brazo encima de su estómago.
-¿Qué sucede aquí?- preguntó Jill. Carlos pudo ver las lágrimas secas en su rostro y los ojos aún húmedos y un poco rojos a causa del llanto.
-¿Te encuentras bien, chica?- preguntó Carlos ya habiendo dejado de sonreír.
-Estoy bien, ¿Quiénes son ustedes?-
-Bueno, él es el teniente Mikhail y está herido, un enorme sujeto disparó con un lanzagranadas y logró herirlo-
-Pregunté ¿Quiénes son ustedes? No ¿Qué le pasó a tu compañero?-
-Somos de Umbrella pero ya no trabajamos para ella, somos mercenarios-
-¿Quién es esta chica?- preguntó un hombre con un arma bastante parecida a la de Jill (sólo que ésta era plateada) apuntándole. Vestía igual que Carlos pero tenía un suéter negro de cuello de tortuga debajo del chaleco. Guantes que le cubrían toda la mano y botas color negro. Parecía ser un hombre de más de 40 años, complexión robusta, de estatura más chica que la de Carlos y tenía las cejas muy crecidas. Ojos pequeños y cabello muy corto, casi rapado color gris canoso.
-Basta ya- dijo Jill apuntándole ahora al otro sujeto. –Quiero saber que es lo que pasa aquí-
-Bueno, ¿Por qué no empiezas con decirnos quien eres tú?- preguntó Carlos.
-¿Quién es esta chica, Carlos?- preguntó el sujeto.
-Soy Jill Valentine, policía de la ciudad de Raccoon, miembro activo del equipo Alfa de los STARS-
-Es policía, sargento Nikolai, está de nuestro lado- dijo Carlos.
-¡Yo no estoy de su lado!, ustedes trabajan para Umbrella-
-Desertamos- dijo Nikolai bajando el arma. –Somos mercenarios, estamos aquí para buscar sobrevivientes… bueno… estábamos por que ya recorrimos toda la ciudad y no hay más que perros, zombis y bestias rondando por ahí-
-Lo sé…- dijo Jill bajando el arma. Nikolai enfundó la suya y se acercó hacia Jill para darle la mano, la chica accedió y luego giró su mano hacia la de Carlos.
-¿Cuántos más hay de ustedes?- preguntó Jill.
-Sólo nosotros tres-
-Escuchen… yo también he estado buscando sobrevivientes… no hay nadie y además los zombis están muriendo de hambre, he visto cadáveres por doquier- dijo Jill. -¿Por qué desertaron de Umbrella?-
-Por que como todos los empleados que desertan, nos enteramos de sus experimentos- dijo Nikolai.
-Nosotros los STARS hemos investigado a fondo el caso-
-Lo sabemos- dijo Carlos.
-Leímos su reporte en Umbrella, ¿Dónde están tus compañeros?- preguntó Nikolai. Jill se sentó en la banca.
-Ellos…- sus ojos volvieron a humedecerse. –Están muertos- no dijo nada más para ocultar el paradero de los otros tres que quedaban vivos.
-Tranquila- dijo Carlos y se inclinó hacia ella. –No te preocupes, ahora estás a salvo… nos iremos de esta ciudad… planean volarla en pedazos-
-¿Qué?- preguntó Jill sorprendida.
-Enviaran un misil a esta ciudad y la harán estallar… nada sobrevivirá- contestó Nikolai dirigiéndose hacia el siguiente carril. –Si no salimos de aquí, moriremos en la explosión-
-¿En cuánto tiempo?-
-No… faltan unos días, aún tenemos bastante tiempo pero tenemos que ir a la torre de reloj para avisar del helicóptero… nos iremos de aquí al llegar-
-Pero la torre de reloj está al lado del parque… ahí está la única salida-
-Lo sabemos…- dijo Carlos. –Por eso vamos ahí… para comunicarnos y que nos recojan en ese lugar… tú tranquila ahora estás a salvo-
-Siento decirles que eso no es verdad- comentó Jill bajando la mirada.
-¿A qué te refieres?- preguntó Nikolai en la entrada del siguiente carril que parecía ser la cabina de control.
-Es que… ese monstruo que los atacó… el que hirió a su amigo… él…-
-¿Qué hay con él?- preguntó Nikolai.
-Él me está buscando a mí… quiere asesinar a todos los STARS-
-¿Qué?- preguntó Carlos.
-En ese caso, debemos irnos lo más pronto posible- advirtió Nikolai y entró a la cabina de control.

El trolebús avanzó lentamente como si no funcionara bien, ya en camino comenzó a servir a la perfección. No era muy larga la distancia hacia la torre de reloj pero al menos le había ahorrado a Jill un enorme exhaustivo camino lejos de ese monstruo que ahora la buscaría hasta el cansancio. Mientras tanto, tenían que encargarse de Mikhail pues estaba herido y no sabían que hacer con él debido a la falta de medicinas. Jill se ofreció con la inyección del antivirus pero sería un gran desperdicio pues el teniente no estaba infectado. También conversaron acerca de sus pasados, al parecer tenían mucho en común los tres a causa de las operaciones de antiterrorismo que realizaron con sus respectivos equipos. Carlos parecía sentir una enorme atracción por Jill, en realidad no podía creer que una chica así de bella pudiera ser policía. Jill sentía lo mismo por Carlos pero estaba tan cansada y deprimida que, como se mencionó anteriormente, ya no le importaba casi nada. Lo único que quería era que esa pesadilla terminara lo más pronto posible, alejarse mucho de la ciudad y poder vivir en paz con un largo descanso. La tristeza se había apoderado de ella y no dejaba de pensar en todos esos sucesos de los que fue testigo, incluso la muerte de Enrico y la traición de Wesker aún las recordaba como si las acabara de vivir el día anterior. No deseaba otra cosa más que poder olvidar pero jamás olvidaría algo así, jamás, tendría que vivir con eso el resto de su vida.
En ambos lados del ferrocarril había ventanas rectangulares y gemelas y dos largos asientos rojos justo abajo. En frente se hallaba la pequeña cabina de control siendo solamente un panel con tablero a la altura de un ser humano de estatura considerable y, una enorme ventana para poder ver el camino hacia donde se dirigían.
-¿Cuánto tiempo falta?- preguntó Carlos.
-No lo sé- contestó Nikolai. Jill se moría de ganas por investigar más sobre Umbrella, así que preguntó.
-¿Por qué vinieron a este lugar?- preguntó Jill. -¿Cómo es posible que Umbrella no se enterara?-
-Umbrella guarda la mayoría de sus secretos en laboratorios subterráneos- comenzó explicando el sargento. –Ustedes los STARS descubrieron todo y enviaron su reporte a las oficinas centrales-
-¿En Europa?-
-Así es-
-¿Cómo es que se enteraron de nuestra investigación?-
-Por que ellos controlan todo, ellos saben de todo movimiento que se realiza en sus mansiones o en sus laboratorios. Desde que Lord Ozwell Spencer murió, comenzaron esas paranoias y fue cuando decidieron parar toda actividad en Umbrella. Nosotros sabíamos que iban a evacuar esta ciudad por que es la que está justo al lado de las montañas Arklay y de la mansión Spencer. Por eso vinimos a este lugar en helicóptero, para buscar sobrevivientes-
Jill sintió compañía. Estaba segura de que éstos sujetos eran buenas personas con buena voluntad y también sabía que no la dejarían atrás. Sintió como si ellos mismos fueran sus compañeros de STARS y estuvieran de nuevo en esa horrible mansión, la pesadilla regresó.
-Dos de nosotros- dijo Carlos un poco deprimido. –No sabemos nada de ellos, creo que están muertos-
-Posiblemente- dijo Nikolai mirando hacia el frente. –Pero no perderemos el tiempo buscando cadáveres, encontraremos sobrevivientes-
-¿Cuánto tiempo falta?- volvió a preguntar Carlos.
-No lo sé- contestó Nikolai quien se encontraba más cerca del panel mirando a través de la ventana cuando de repente, apareció la figura de un hombre de pie, de espaldas, justo en medio del camino.
-¿Qué diablos?....- comentó Nikolai.
-¿Qué pasa?- preguntó Jill.
-Es un hombre-
Conforme el trolebús avanzaba, la figura de aquél hombre se iba aclarando cada vez más hasta que se pudo ver un sujeto enorme de más de dos metros de estatura que, en cuanto vio las luces del tren en medio de la oscuridad de la noche, se volvió hacia éste de cuerpo completo.
-¡Es él!- exclamó Jill pero fue demasiado tarde para comentarles que ése era el monstruo que la perseguía; el trolebús chocó con violencia contra el sujeto arrojándolo hacia un lado del camino y provocando éste, que se desviara y comenzara a descarrilarse.
-¡Cuidado!- gritó Carlos.
-¡Ahí está la torre de reloj!- gritó Nikolai. Parecía como si hubiera un violento temblor mientras el trolebús perdía el camino.
-¡Detenlo!- gritó Jill pero el panel de control al igual que el vidrio, estaba roto.
-¡Nikolai!- gritó Carlos.
-¡Está roto!, ¡No sirve la palanca!-
Se estrellaron violentamente en un pequeño parque que daba a la entrada trasera de la torre de reloj. Hubo enormes destrozos y un poco de fuego mientras que el trolebús quedó casi volteado, volcado y completamente destrozado. Afortunadamente nadie tuvo heridas graves pero si se dieron varios golpes en el cuerpo. Había vidrios por doquier de las ventanas rotas y todo el resto del tren era un completo desastre.
Para cuando se percataron de que habían sobrevivido casi ilesos, Jill y Carlos se levantaron del techo (pues el camión estaba volteado al revés) y se sacudieron el polvo revisando a la vez si tenían heridas graves. Sólo unos cuantos raspones y uno que otro golpe.
-¿Estás bien?- preguntó Carlos mirando a Jill. La chica asintió con la cabeza y ambos voltearon hacia el siguiente carril donde Mikhail yacía consciente recostado en el suelo.
-¡Mikhail!- gritó Carlos con preocupación y corrió junto a él para revisar su estado y, al llegar, se inclinó con una sola rodilla. Jill se dirigió justo detrás de Carlos. –Mikhail… ¿te encuentras bien?-
-No… no recibí ningún… ningún golpe por fortuna… sólo me caí- contestó el teniente de los mercenarios.
-Sólo tiene la misma herida en el pecho- le comentó Carlos a Jill.
-Tenemos que entrar a la torre de reloj… ese monstruo debe de estar vivo, te lo aseguro- dijo Jill con angustia.
-Lo sé… ¿Dónde está el sargento Nikolai?-
Los tres comenzaron a voltear a ver hacia todos lados hasta que se enfadaron de no encontrar nada.
-Veamos afuera- comentó Carlos.
-Primero carguemos a Mikhail- dijo Jill y entre los dos levantaron primero la cabeza del soldado herido cuya boina había caído ya al suelo. Entonces lo pusieron de pie y el sujeto se sostuvo con ambos brazos en sus dos compañeros.
-Gracias…- agradeció Mikhail y comenzó a cojear de un pie mientras los otros dos caminaban lentamente.
-Tú adelántate y busca a Nikolai, Jill, yo me encargaré del teniente- pidió Carlos. Jill quitó el brazo de Mikhail de su espalda con sutileza y fue a recoger su ametralladora que se había caído entre los vidrios rotos. Al hacerlo, revisó si aún tenía la Beretta, todavía estaba ahí. Entonces salió del tren por la puerta ahora enchuecada al lado derecho y apuntó con la metralleta. Segundos después salieron Carlos y Mikhail.
-No se ve por ningún lado- comentó Jill sin dejar de buscar con la mirada hacia sus alrededores. El trolebús había chocado con el edificio bloqueando la entrada trasera, había también un jardín mal cuidado por donde estaban pisando y justo en frente se encontraba una barda muy pequeña la cual podría Jill brincar para pasarse hacia el otro lado. Por suerte, no era necesario ya que en el lado contrario se veía un caminito de piedras que conducía hacia la entrada principal de la torre de reloj.
-Debió de haber entrado ya- comentó Mikhail. Este sujeto tenía el cabello café muy corto (de corte militar), ojos muy pequeños y nariz respingada. Su complexión era aún más robusta que la de sus otros dos compañeros y también llevaba puesto un suéter negro debajo del chaleco verde al igual que Nikolai.
-Bueno…- comentó Jill. –Allá está la entrada-
Los tres se dirigieron caminando lentamente y con cautela hacia la entrada principal, una puerta doble de madera fina con manijas paralelas en vertical de cobre. A Jill le costó trabajo abrir la puerta pero lo logró con fuerza, los tres entraron finalmente a la torre de reloj.
El lobby estaba vacío a excepción de una enorme alfombra roja rectangular en medio de todo el lugar, en frente se hallaba una puerta doble y a la izquierda estaba una puerta cerrada. A la derecha simplemente un enorme ventanal. Se dirigieron hacia la puerta de la izquierda y Carlos intentó abrirla pero no pudo.
-Está cerrada-
-Yo puedo abrirla- dijo Jill y se agachó sacando algo del bolsillo en su pierna, se trataba de un clip, una especie de alfiler para abrir cerraduras. Lo introdujo en la chapa y después de un par de segundos, mientras Carlos la observaba con atención y curiosidad, la abrió.
-Listo- guardó de nuevo el clip incorporándose y después entró a la habitación seguida de Carlos y Mikhail. Éste último miró a su alrededor; el lugar ese era una pequeña capilla, como una especie de altar. Al lado derecho de la puerta se hallaba un baúl de madera, cerrado, y al fondo se podía ver el altar con varias velas alrededor apagadas y una litera con manto blanco en medio. Carlos llevó a Mikhail a la litera y lo recostó sobre ella, luego miró a Jill y ambos salieron del lugar. Se dirigieron entonces hacia la puerta doble pero se detuvieron justo en frente de ella, antes de abrirla, dedujeron que también estaba cerrada. Jill volvió entonces a sacar el clip y lo metió en el agujero para poder abrirla, al lograrlo entraron en el lugar. Un enorme piano al fondo a la izquierda, cerrado, y al lado derecho dos ventanas desde el suelo hasta el techo con cortinas rojas abiertas. Eran más bien ventanales. Ambos presintieron que algo andaba mal, por lo tanto sostuvieron sus metralletas hacia al frente y voltearon a ver hacia las ventanas donde varias personas se veían a través de la oscuridad de la noche, acercarse lentamente.
-No puede ser- comentó Carlos y fue entonces cuando el primer zombi, un sujeto vestido completamente de negro con cuello blanco (un sacerdote), rompió el vidrio con fuerza junto con sus compañeros y entraron en el lugar. Levantó ambas manos a la altura de sus hombros en dirección hacia Jill quien comenzó a dispararles al igual que Carlos. Uno de los zombis ya ni siquiera tenía un brazo y le manaba sangre por todo el cuerpo. Otro estaba semidesnudo pero cubría sus partes nobles con un taparrabos. Un cuarto zombi, mujer, vestía un enorme vestido negro con mangas y guantes blancos. No tenía cabello y ambos ojos le faltaban. Otro zombi carecía de nariz y sólo se veían gusanos a través del enorme agujero en su rostro. Carlos y Jill también comenzaban a parecer zombis pues estaban ya cansados y las ojeras que tenían se les notaban bastante, además no habían comido nada en más de un día. Tenían que encontrar alimento por que el agua que habían bebido no sería suficiente como para mantenerlos con fuerzas el resto del camino. Disparaban a toda potencia con ambas ametralladoras hasta que caminaron de espaldas al piano y detuvieron la balacera. Los zombis yacían en el suelo, “muertos” mientras que el arma de Jill ya no tenía más balas.
-¡Rayos!- exclamó Jill y arrojó la ametralladora al suelo con fuerza.
-Esa otra granada…- señaló Carlos insinuando que salieran del lugar y la colocara sobre los cadáveres para que volaran en pedazos y no volvieran a levantarse jamás.
-La reservo… por seguridad- contestó Jill y sacó su Beretta.
-¿Cuántas balas te quedan?- preguntó Carlos refiriéndose a la Beretta.
-Sólo un cartucho de 15 balas-
-Tenemos que llegar al hospital… encontraremos medicina y curaremos al teniente Mikhail… vamos-
Jill se quedó como petrificada y casi en estado de shock sin dejar de mirar los zombis en el suelo. Sudaba a causa de los nervios que sentía y suspiraba lenta y fuertemente a la vez.
-¿Jill?- preguntó Carlos. -¿Te encuentras bien?- intentó cogerla de un brazo pero al hacerlo, la chica sacudió su brazo y se hizo a un lado sin cambiar de lugar su mirada.
-Estoy bien- contestó. Carlos la miró con preocupación y se dio media vuelta. Jill se dirigió atrás de él. Abrieron la siguiente puerta ya sin la necesidad del clip y se encontraron con un pasillo libre de zombis o criaturas extrañas, solamente había unas cuantas telarañas en las esquinas del techo y suelo a la vez. De hecho, enormes telarañas. Se dirigieron con cautela caminando por el pasillo hasta doblar a la izquierda, luego a la derecha y llegaron a otra puerta que daba a la calle. Justo en frente se encontraba una especie de oficina completamente destrozada y a la izquierda, el camino lleno de carros destruidos a un lado que conducía hacia el hospital.
Cuando llegaron al hospital se habían olvidado de que algunos cadáveres cerca de los carros, tirados en el suelo, se movían lentamente hacia ellos pero parecían inofensivos debido a la enorme hambruna por la cual estaban pasando. La entrada del hospital eran dos puertas de cristal dobles que se abrían automáticamente al ponerse justo en frente de ellas. Al abrirse, Carlos y Jill entraron ya con menos cautela sintiendo como si el hospital fuera una especie de refugio que, por supuesto, no lo era. La recepción estaba destruida, había sillones destrozados con enormes rajadas y manchas de sangre alrededor regados en el suelo, papeles tirados, plantas carcomidas y, por último, el cadáver de un pobre hombre con dos balazos en el pecho bastante recientes. Éste sujeto se encontraba al fondo del pasillo junto a un sillón que parecía estar dentro de una especie de sala de espera. Se trataba de un médico pues tenía la bata de laboratorio, lentes rotos y un estetoscopio. Su rostro pálido reflejaba la angustia por la cual había sufrido antes de morir. Lo extraño era que éste hombre tenía dos balazos y nada de mordidas de zombis ni nada por el estílo, alguien lo había asesinado y no se trataba de hace mucho tiempo si no de… ese mismo día.
-No lleva ni dos horas de muerto- comentó Jill al tocarle la muñeca derecha.
-¿Qué?- preguntó Carlos.
-Este hombre fue asesinado hace poco- se levantó y comenzó a merodear con la mirada a su alrededor. –Alguien debe de estar aquí y le quitó las llaves de algún cuarto-
-¿Cómo lo sabes?-
-Hay forcejeo en las muñecas, alguien intentó quitarle algo-
-¿Unas llaves?... ¿no pudo haber sido una… medicina?-
-Tal vez…-
Se dirigieron hacia los elevadores y oprimieron el botón para esperar.
-Este lugar es un desastre- comentó Carlos.
-Allá arriba está el cuarto de medicinas, buscaré algo para Mikhail y saldremos de inmediato ¿OK?- le advirtió Jill a Carlos quien, sin dudarlo, asintió con la cabeza.
-No te preocupes, nena…- comentó al abrirse las puertas del elevador. –Yo sólo obedezco chicas lindas-
Jill prefirió no hacer ningún comentario y reprimió el insulto hacia el apuesto sujeto, luego se cerraron las puertas del elevador. A Jill le sorprendía el humor de Carlos pues ella se encontraba bastante deprimida, cansada, frustrada y aterrorizada pero Carlos parecía estar normal y muy simple por sus comentarios aunque, mirándolo a los ojos se podía ver esa intenta angustia que sentía al igual que ella. Tal vez peor…



3

El segundo piso. Se podía sentir el terror muy cerca de ellos pues las pisadas que se escuchaban no estaban muy lejos y no eran de un ser humano. De todas maneras, al llegar al cuarto de medicinas pudieron percatarse de que las pisadas se alejaban cada vez más. Dos anaqueles llenos de jeringas, frascos y etiquetas, hacían que el lugar pareciera una biblioteca medicinal con un escritorio en medio y varios guantes de plástico sobre éste. Jill, por lógica, se había quedado a preparar el suero para Mikhail mientras que Carlos había ido a investigar sobre las pisadas no humanas que había escuchado. Lo único que le pasaba por la mente en ese momento mientras caminaba por el grisáceo pasillo, eran esos perros que no los dejaban en paz en ningún instante. Al fondo se podía apreciar un bello cuadro de un paisaje lleno de flores con una línea de sangre manchada en diagonal en ese mismo cuadro. Al doblar a la izquierda vio que el pasillo conducía ahora a una puerta donde se podía ver a un sujeto en la habitación continua como si estuviera arreglando algo. Carlos se aproximó lentamente con la ametralladora en ambas manos y la alzó a la altura de su pecho cuando empujó la puerta hacia delante. Se pudo ver otra especie de recepción y al fondo a la derecha, otro pasillo. El hombre de color estaba vestido igual que él con ese suéter negro bajo su chaleco. Tenía el cabello muy corto y la sombra de su barba de candad ya comenzaba a salirle de nuevo. Sostenía en ambas manos una pistola de silicón pero, al ver que Carlos le apuntaba, inmediatamente soltó el artefacto y sacó la mágnum de su cinturón. Entonces le apuntó a Carlos.
-¡Quieto!- gritó el sujeto.
-¿Tyrell?- preguntó Carlos.
-Carlos… no creas que me engañas… sé de ustedes-
-¿Qué haces aquí?... ¿de qué rayos hablas?-
-No te hagas el idiota… sé sobre los planes de Nikolai… ustedes son sus aliados-
-¿Cuáles planes?-
-No te pases de listo… sé todo sobre los créditos… Umbrella les pidió que vinieran a este lugar para que nosotros fuéramos víctimas-
-¿Víctimas de qué?-
La respuesta no tardó en llegar; la filosa garra rebanó por completo el cuello de Tyrell en un instante provocando que la sangre fluyera en chorros por todo el cuerpo y su cabeza rodara por el suelo soltando así, por fin, el revolver. Carlos quedó boquiabierto pero en seguida apretó los dientes y cerró ambos labios. Le apuntó con su arma a la criatura que se encontraba justo detrás del cuerpo de Tyrell el cual cayó segundos después de haber sido aniquilado.
Éste monstruo era jorobado y tenía la espalda llena de ampollas y granos que hacían ver gran parte de ella, completamente roja. Los músculos se podían ver también en la cabeza rapada con ambos ojos muy pequeños que hacían ver al sujeto como si estuviera ciego. Su cabeza también era rojiza y con algunos músculos notables. Nariz esquelética y diminutos dientes apretados entre sí, el sujeto era grotesco. Las patas tenían tres pequeñas garras y su cintura estaba inclinada como si fuera un hombre rana. El cuerpo gris oscuro, casi café, y sus corpulentos brazos con tres gigantescas garras en lugar de dedos. El monstruo era un perfecto cazador muy parecido al Tyrant pero de una estatura muy baja, de igual forma se veía espeluznante.
Carlos le disparó de su metralleta varias veces al cuerpo del cazador, lograba hacerlo retroceder pero no sería suficiente para detenerlo. Ésta bestia podía brincar como un sapo y degollarlo en segundos, por lo tanto se dio media vuelta y comenzó a correr antes de que el cazador lo persiguiera. Al volver a la entrada del pasillo por donde había venido, el monstruo ya estaba a unos cuantos metros detrás de él listo para brincar y alcanzarlo a lastimar gravemente. Carlos logró abrir la puerta y cerrarla antes de que el cazador, quien ya había brincado, lo rajara con las garras. Se escuchó el fuerte golpe detrás de la puerta pero no se detuvo, corrió hacia un par de escalones donde, al bajarlos, Jill lo esperaba de pie justo afuera del cuarto de medicinas.
-¿Qué sucede?- preguntó Jill alterada.
-¡¿Tienes el suero y las vendas?!- preguntó Carlos gritando, lleno de angustia.
-¡Sí… ¿Qué pasa?!-
-¡Vámonos!-
Pasó a un lado de ella mientras que la chica se percataba del horrible monstruo que los perseguía. Sintió una especie de dejabú al ver las garras pero luego corrió tras de Carlos lo más rápido que pudo. Ambos lograron entrar al elevador mientras que el cazador, no lo logró. Al bajar, vieron que en la recepción destruida ya se encontraba otro cazador idéntico al anterior esperándolos. Un par de zombis alrededor del cadáver del doctor, devorándolo y otros tres recostados en el suelo muertos de hambre. Lo peor no era ninguno de los monstruos, si no la bomba colocada en un pilar con 20 segundos para destruirse.
-Maldito Nikolai- comentó Carlos al mirar el explosivo a punto de estallar, entonces decidió y tomó a Jill del brazo. -¡Corre!-
Corrieron hacia la salida y se agacharon en cuanto el cazador saltó hacia ellos intentando rajarlos con sus garras, cayó encima de un sillón roto y se tropezó mientras que Jill y Carlos salieron del hospital y, antes de que el monstruo saliera detrás de ellos, el lugar hizo explosión. Los dos chicos se refugiaron atrás de un automóvil y, agachados, miraron el fuego recorrer todo el edificio de tres pisos el cual se derrumbó lentamente liquidando a todo ser vivo adentro y alrededor. Algunos autos recibieron parte de la explosión y también estallaron. Segundos después comenzó a llover.
La chica recordó inmediatamente esos hombres rana con filosas garras que los habían atacado a ella y a sus compañeros del equipo Alfa en la mansión Spencer la cual también hizo explosión con todos ellos adentro.
-Esos malditos de Umbrella… por eso desertamos- comentó Carlos poniéndose de pie sin dejar de mirar la explosión.
-¿Por qué?- preguntó Jill.
-Sabíamos que estaban haciendo esa clase de experimentos… los trajeron en un camión a la ciudad para soltarlos y probarlos con los zombis-
-¿Qué?- preguntó Jill ya de pie, impresionada.
-Afuera del hospital… en la parte de atrás… uno de ellos rompió la caja que los aprisionaba y… bueno… el resto es obvio- entró de nuevo a la puerta.
-Carlos… yo…- se detuvo Jill después de cerrar la puerta detrás de ellos. –No me siento muy bien- colocó su mano en su frente y se recargó en la pared. Carlos analizó la situación y miró a Jill a los ojos mientras sacaba algo de su bolsillo en el chaleco.
-Ten- le ofreció Carlos a Jill, un chocolate.- Te dará energía…-
-Gracias- dijo Jill al tomar el chocolate, en seguida lo abrió y soltó la primera mordida.
-Tenemos que subir a la torre de reloj… hasta el ático para hacerlo sonar-
-¿Para qué?- preguntó Jill.
-Es la señal para que vengan con nosotros-
-¿Qué hay de Nikolai?-
-Es un traidor… se largó-
Esa palabra resonó en los oídos de Jill, sinónimo de Albert Wesker.
-¿Él puso la bomba?-
-Sí… esa bomba la traía consigo antes de venir, era para volar de hecho el hospital pero sabía que estábamos ahí adentro-
-Maldito-
Caminaron hasta regresar a la puerta donde estaba la habitación del piano, si salían por donde habían entrado los zombis, podían atravesar la puerta bloqueada por el trolebús y así, encontrar la siguiente habitación que los conduciría hacia las escaleras para llegar al ático donde se encontraba el mecanismo para hacer funcionar el reloj. Dicha habitación era un segundo lobby, es decir, el verdadero lobby de la pequeña mansión. Jill recordó el lobby de la mansión Spencer, las escaleras y la alfombra eran idénticas sólo que al lado derecho no había ningún pasillo pero al lado izquierdo, el pasillo conducía hacia la siguiente puerta.
-Yo curaré a Mikhail- le comentó Carlos a Jill quien le entregó en seguida el vendaje enrollado y el suero en un pequeño frasco blanco de plástico. Entonces salió del lobby y se dirigió hacia la habitación del altar mientras que Jill comenzó a subir las escaleras mirando a su alrededor y recordando la similitud que había en ambas mansiones. Tal vez fue el mismo arquitecto pensó Jill. Al entrar en la siguiente puerta vio que se encontraba en un balcón donde, justo en medio y pegadas a la pared, había unas escaleras de emergencia que conducían hacia el ático. Comenzó a subirlas lentamente después de echarle un buen vistazo a la ciudad de Raccoon que se podía apreciar a esa altura. El ático era muy pequeño y sólo había una enorme maquinaria en medio de la habitación que Jill no sabía manejar. En cambio, el mecanismo del reloj, situado a la derecha junto a un anaquel de madera vacío, era bastante sencillo; sólo había que presionar el botón para que las ruedas comenzaran a girar y hacer sonar el reloj. Al hacerlo, el fuerte timbre parecido al de una campana de iglesia, comenzó a sonar cada dos segundos hasta que se detuvo después de 10 veces. Para esto, Jill ya estaba de regreso en el segundo piso del lobby y comenzaba a bajar las escaleras para reunirse con Carlos y Mikhail.
El cazador, denominado por Umbrella como “Hunter Gama”, derribó la puerta de un solo golpe y extendió sus poderosas garras para que Jill las pudiera apreciar con horror antes de bajar los enormes escalones. Él la analizó con la mirada mientras ella sacaba una especie de objeto peligroso que podría hacerle mucho daño. Jill le apuntó con la Beretta pero el monstruo dio un enorme salto hacia las escaleras provocando que la chica se arrojara hacia atrás chocando contra el barandal. El sujeto brincó nuevamente hacia ella emitiendo un enorme rugido muy agudo pero una de sus garras, por suerte, se trabó en las maderas rotas del barandal y la otra quedó en el suelo sosteniendo su corpulento cuerpo justo encima de Jill. La chica sudó por los nervios y gemía auxilio como si le pidiera al mismo Dios que la salvara. Hasta que por fin pensó y con ambas piernas empujó con todas sus fuerzas al monstruo hasta dejarlo en el primer escalón. Sacó inmediatamente su granada y le quitó el seguro, miró al monstruo quien de un solo golpe rajó por completo parte del barandal en el primer escalón. Jill le arrojó la granada y se arrojó hacia atrás mientras que el cazador hizo explosión. La chica pudo ver el consecutivo deceso de su predador y se levantó lentamente para ver el cadáver. Bajó las escaleras, ya más segura y miró el pecho del sujeto completamente abierto y quemado. Prefirió ignorar el resto y salió de la habitación rápidamente. Pensó en lo que había sucedido pero como que ya se estaba acostumbrando a que pasaran cosas de ese estílo. De todos modos no pudo evitar detenerse en medio del pasillo y recargarse en la pared a desahogarse. Soltó varios suspiros y recordó el horrible rostro del Hunter Gama a pocos centímetros de ella, todas esas bestias la tenían aterrorizada pero algo en su interior le dijo que se fuera, que no mirara atrás y siguiera con su camino. Así pues, tragó saliva y, con la esperanza de que el helicóptero llegara, salió de la torre de reloj por la entrada principal.

Las hélices del helicóptero sonaron por todas partes hasta en el corazón de Jill quien corrió hacia la entrada de la torre de reloj para salir y poder apreciar de vista el helicóptero que finalmente la sacaría para siempre de esa terrible ciudad. La pesadilla se acabaría, por fin volvería a casa y descansaría debidamente con algunos de sus familiares. Lo único que deseaba era salir de ese lugar. Entonces miró hacia el cielo y la sonrisa de alivio fue inevitable, el helicóptero se acercaba al lugar y a Jill le brillaban los ojos llenos de felicidad.
Estaba salvada.
Ese cañón era muy pequeño pero saldría el cohete demasiado rápido, tenía que apuntar bien pero era tan experto y tan dócil que, al levantar el lanzacohetes, disparó sin titubear ni un segundo hacia el helicóptero para poder derribarlo. La nave, por supuesto, estalló en pedazos e hizo una gran explosión que se reflejó en los ojos llenos de esperanza de la pobre policía. Entonces bajó lentamente el fusible y miró hacia abajo hacia la chica que se había tirado al suelo de rodillas gritando una especie de “no” entre sus fuertes sollozos. Se encontraba justo arriba del ático, en el tejado de la torre de reloj con el lanzacohetes a un lado sosteniéndolo con su enorme brazo derecho. Jill pudo ver que el helicóptero cayó en dirección hacia el hospital y luego su mirada se cruzó con la de aquél monstruo quien en seguida, dio un enorme salto hacia el suelo y cayó a unos cuantos metros de ella, de pie. Pronunció la palabra STARS y se incorporó fácilmente mirando a Jill Valentine arrodillada no muy lejos de donde él se encontraba. Los latidos del corazón del monstruo se escuchaban bastante fuertes. Comenzó a caminar dando esos fuertes y pesados pasos con sus piernas en dirección hacia la chica quien, inmediatamente, se puso de pie reprimiendo sus lágrimas y con una mirada llena de ira. Sacó su Beretta y al apuntarle, soltó la primera lágrima a causa del coraje. Disparó las 15 balas en todo el cuerpo del sujeto y, la última, logró darle en la cabeza pero parecía ser inmune a los balazos pues sólo lo herían muy poco y ni sangre le sacaban. Él levantó su poderosa arma al ver que la chica arrojaba la suya por pérdida de munición. Ella esperaba un milagro.
Carlos le disparó desde atrás con su ametralladora sosteniéndola firmemente mientras gritaba, el monstruo bajó entonces el lanzacohetes y sacó el lanzagranadas que traía consigo en la espalda, le disparó a Carlos pero falló, aún así, provocó la explosión y Carlos fue arrojado hacia la derecha con fuerza y con el brazo un poco herido. No se levantaba. Entonces el monstruo se volvió hacia Jill quien le arrojó una enorme piedra en la cara haciendo que retrocediera y tirara el lanzagranadas a unos cuantos metros de distancia. Se percató, por supuesto, pero tenía el lanzacohetes y eso era más que suficiente para liquidar a la indefensa mujer que se encontraba en frente de él. Entonces salió Mikhail también con su ametralladora de la puerta principal de la torre de reloj, le disparó sin detener al sujeto quien, de nuevo volvió a bajar el lanzacohetes y se acercó lentamente hacia el teniente. Era indestructible, nada parecía detenerlo. Tomó a Mikhail del cuello y lo levantó a la altura de sus ojos, Jill aprovechó para correr hacia el lanzagranadas y cogerlo. El monstruo volvió a mover los cables morados en su cuello y sujetaron al pobre soldado y con la misma mano, al soltarlo, le atravesó el vientre casi partiéndolo a la mitad. Murió al instante ahorcado y atravesado a la vez. Luego tomó su ametralladora y la dobló en dos dejándola amolada, dejó caer a Mikhail y se volvió hacia Jill quien le disparó una granada directamente hacia el pecho. El monstruo estalló en llamas y comenzó a retorcerse sin dejar el lanzacohetes como intentando apagar el fuego en su pecho. Jill caminó unos cuantos pasos hacia él con la mirada llena de rabia, totalmente concentrada en su objetivo. Volvió a disparar y esta vez derrumbó al monstruo por completo que seguía retorciéndose y rugiendo como una bestia feroz. Jill se le acercó una vez más y le disparó por tercera vez, ésta ocasión en el rostro. El monstruo dejó de moverse hasta que Jill bajó el arma. La chica no le quitaba la mirada de encima sin dejar de cuestionarse por qué había destruido el helicóptero, su salvación, su libertad. Le apuntó una vez más pero entonces recordó a Carlos y bajó el arma de inmediato, se dirigió hacia su amigo herido quien ya estaba consciente pero no se había levantado todavía, sólo acariciaba su brazo casi quemado. La chica por desgracia no notó que el monstruo se había levantado y que, gracias a la lluvia, el fuego en su cuerpo y rostro se había extinguido por completo. Tenía la cara desfigurada pero aún se notaba claramente su ojo, Carlos se percató de que el monstruo sacaba una especie de látigo morado de su propio cuerpo en el brazo y que al estar justo detrás de Jill, se convirtió en una flecha que atravesó el hombro de la chica dejándola herida en el suelo. Luego, de un fuerte golpe a puño cerrado, la arrojó lejos de él y ella chocó violentamente contra la pared dejando libre el paso hacia Carlos. La chica comenzó a gimotear y a lamentarse por la herida mientras que el monstruo se dirigía ahora hacia Carlos. Su ametralladora estaba vacía y la de Mikhail, amolada. Estaba perdido. Otra vez emitió la palabra STARS y antes de rugir de nuevo, levantó al pobre muchacho del cuello y lo arrojó con violencia hacia la reja de la torre de reloj. Entonces rugió de nuevo, extendió ambos brazos y su mano de nuevo volvió a transformarse en ese líquido morado con las agujas, iba a asesinar a Carlos.
Jill levantó con fuerza el lanzagranadas, tambaleándose, y le apuntó con el ojo izquierdo cerrado, al Némesis. Disparó. La granada provocó una especie de convulsión al darle en la espalda al sujeto y parecía como si hubiera quedado en estado de shock pues no se movía mientras su espalda estaba cubierta de llamas. Antes de que cayera al suelo con el vientre destrozado y la espalda desgarrada, Jill volvió a apuntarle para volver a disparar. Némesis primero se arrodilló y le lanzó una mirada a Carlos quien también lo miraba asustado, luego se derrumbó pecho tierra y dejó de moverse nuevamente. Esta vez ya no se pondría de pie. Jill dejó el lanzagranadas en el suelo y, completamente mareada y sudorosa, se dejó caer en el suelo. Carlos logró levantarse y correr hacia Jill quien tenía los ojos cerrados y abrazaba su estómago con ambos brazos mientras que la herida en el hombro era sólo un agujero oscuro lleno de líquido morado. Carlos se agachó al llegar.
-Jill… Jill… ¿estás bien?-
-C…Carlos… el virus… me infectó…-
-Calma- le dijo Carlos y la levantó con ambos brazos, le echó una última mirada al monstruo y luego se dirigió hacia la entrada de la torre de reloj. Se lamentó la muerte de Mikhail, por supuesto, pero tuvo que ignorarlo y seguir con su camino hacia el altar nuevamente.
-Ayúdame, Carlos… a…ayuda…ayu… Carlos… el antivirus- y fue lo último que dijo antes de desmayarse.
Al llegar al altar, Carlos la sostenía aún entre sus brazos como si fueran recién casados pero la ironía era que no lo estaban, la chica estaba infectada y desmayada y acababan de pasar no por una boda, si no por una horrible batalla. Quizá la peor de las batallas que hubieran vivido.
Carlos la colocó con cuidado en la litera y la miró dulcemente, una lágrima rodeó su rostro y pensó en Nikolai, era un maldito traidor. No pudo evitar sentir una enorme simpatía hacia Jill y lo único que quería era recostarse junto a ella y llorar sobre su cuerpo pero en lugar de eso, fue fuerte y sacó el la jeringa del antivirus del bolsillo en la pierna de Jill.


4

1º de Octubre.

Me desperté en una especie de altar… me siento bien físicamente, alguien me inyectó algo en el brazo creo que fue el antivirus por que la jeringa estaba en el suelo y parecía estar vacía. No puedo creer que siga con vida…

El lanzagranadas también estaba encima del baúl de madera junto a la puerta, en la entrada. Aún tenía 6 granadas más. No encontré mi m92f por ningún lado, creo que alguien me salvó la vida.

Tampoco encontré a Carlos dentro de la habitación.

-¿Carlos?- se preguntó Jill al no ver a su amigo por ningún lado. Tenía el lanzagranadas en la mano derecha y ésa era su única arma ahora. -¿Carlos?- volvió a preguntar pero no obtuvo respuesta.
No tardó en salir de la habitación y comenzar a buscar a Carlos pero al no encontrarlo en ningún lado dentro de la torre de reloj, comenzó a gritar como loca su nombre hasta salir del lugar y encontrarse con el cadáver de Mikhail en la entrada.
-¡Carlos!- gritó y se arrodilló nuevamente hacia el suelo. -¡Carlos!... ¡No me hagas esto, por favor!... ¡¿Por qué?!- las lágrimas en su rostro dejaron ver la tristeza en su corazón, la chica estaba emocionalmente afectada. -¡Carlos!... ¡¿Dónde estás?!...- siguió llorando hasta ponerse de pie para caminar unos cuantos pasos hasta decaer nuevamente. Llegó al trolebús y le echó un breve vistazo sin dejar de llamar el nombre de su compañero, nadie contestaba.
-No… ¡no!... ¡Carlos!-
Seguía gritando pero fue inútil, a los pocos minutos se dio por vencida y se alejó lentamente del lugar en dirección hacia el parque municipal de Raccoon. Caminaba entre los muertos, cadáveres por doquier de personas vueltas zombis que ya no podían levantarse, habían muerto irónicamente de hambre. Los perros estaban igual y varios cuervos infectados ya no podían extender sus alas para alejarse de Jill quien caminaba lentamente. La tristeza ahora se había vuelto su acompañante eterno, Carlos se había ido y ya no tenía esperanzas. Ya no le importaba absolutamente nada más que ella misma. Algunas aves no infectadas la miraban desde lejos con respeto y con curiosidad, jamás habían visto a un ser humano tan triste y tan desolado. La chica era un completo milagro y estaba viva gracias a sus compañeros desaparecidos, tenía que estar agradecida pero para estas circunstancias le hubiera gustado mejor estar muerta.
Tuvo que rodear la torre de reloj para dirigirse hacia el parque municipal de Raccoon pues el helicóptero que había caído bloqueaba la entrada trasera que daba al hospital y a la oficina de administración destrozada, el parque se hallaba justo a un lado de ésta. La chica ya llevaba su sudadera blanca puesta, abundaba el frío y una brisa provocada por el viento pero más sentía el frío dentro de su corazón.
La gasolinera fue el punto de encuentro para cruzar y llegar al parque municipal. Su sorpresa fue recibir un disparo por parte de Nikolai del cual tuvo que cubrirse detrás de un ancho poste de luz.
-¡¿Nikolai?!- gritó la chica. El soldado se cubrió detrás de un automóvil rojo.
-¡Ya no tienen salvación ustedes tres!- gritó Nikolai.
-¡¿De qué estás hablando?!- dijo -¡Ellos están muertos!- la chica sostuvo el lanzagranadas en sus brazos.
-¡Me alegra!-
-¡¿Qué es lo que quieres?! Maldito bastardo-
-Saldré de ésta ciudad con vida y seré el único sobreviviente-
-¿Qué?-
-Me darán todos los créditos a mí… ustedes mataron ya a Némesis lo cual era nuestra verdadera labor sólo que ustedes no lo sabían-
-Maldito eres igual que Wesker-
-No sé quien rayos sea ese sujeto pero mi misión era enfrentar al monstruo, si nos derrotaba… estábamos muertos… ahora iré con Umbrella y me reportaré… me darán medalla de honor y mi puesto… mi puesto- comenzó a pensar un poco acerca de su futuro y no pudo evitar soltar una sonrisa en su rostro. La chica seguía detrás del poste.
-¡Eres un maldito gusano, Nikolai, no te saldrás con la tuya!-
-Eso lo veremos mi querida soldadita-
-¿Por qué quería asesinar a los STARS?-
-Esa era su misión, ahora yo te mataré y me darán los créditos a mí y no a esa bestia inservible-
-No sabes lo que dices-
Nikolai volvió a disparar pero de nuevo falló, la chica se protegió y pensó en utilizar en lanzagranadas.
-¿Qué es lo que realmente quieres, Nikolai?-
-Llegamos aquí en helicóptero para buscar sobrevivientes, sabía que ese monstruo nos seguiría y lo destruiría en cuanto tuviera oportunidad. No creí que ustedes fueran a salir con vida pero lo lograron-
-¿Qué hay de esas bestias, los cazadores?-
-Un experimento más para probarlos con los zombis, yo no tengo nada que ver con ellos. Todo es entre la misión y yo…-
-Desde un principio tu misión era llevarlos a la muerte y sobrevivir tú, sólo tú, maldito, ellos no sabían y te aprovechaste lo más fatal que pudiste. Eres uno hijo de perra-
-Di lo que quieras, ramera estúpida, ese monstruo te encontrará tarde o temprano por que estoy seguro de que no está muerto-
Sus palabras se hicieron un cliché cuando una especie de mutación extraña levantó el carro con ambos brazos y lo arrojó muy lejos de donde se encontraban. Esa mutación era Némesis el cual ya sólo tenía como ropa su pantalón deshecho sin las botas puestas, su cuerpo completamente quemado y el rostro desfigurado. Cargaba el lanzacohetes nuevamente pero prefería usar sus propias manos para asesinar a su víctima. La sangre aún manaba por algunas de sus extremidades y tenía cuatro látigos morados que parecían cables y los controlaba como si fueran sus propios brazos. Le oscilaban arriba de los hombros mientras el sujeto miraba lleno de ira a Nikolai quien, antes de voltear y dispararle, fue atacado por el monstruo. Éste último lo atravesó con uno de esos “cables” en el pecho junto al corazón lo que provocó la infección inmediata del virus-T, después lo levantó en el aire y lo acercó a sí mismo, levantó su brazo derecho el cual se transformó en una bola de agujas filosas que parecían ser sus venas y de nuevo salió esa especie de gas púrpura antes de que le enterrara todo en el cuello a Nikolai quien al instante murió desangrado. Jill vio toda la escena petrificada pero le sorprendió más ver que, en cuanto el monstruo asesinó a Nikolai, conforme lo soltaba, el lanzacohetes se encontraba a unos cuantos pasos de ella. La chica entonces le apuntó con el lanzagranadas y le disparó en la espalda nuevamente al monstruo quien ya había dejado el cadáver del traidor en el suelo. Esta vez sólo lo detuvo y le causó muy poco daño pero fue una oportunidad para soltar ese fusible y coger el lanzacohetes del suelo. Se dio cuenta de que era algo pesado pero logró cargarlo a la altura de sus hombros para dispararle al sujeto. Némesis rugió por última vez y la chica disparó justo hacia el cuerpo entero del sujeto. Su cuerpo estalló ahora en pedazos y se quemó con facilidad el pecho y las extremidades. Se derrumbó encima de Nikolai y dejó de moverse a los pocos segundos. Jill entonces dejó caer el arma al suelo y miró con furia en sus ojos el cadáver. Nikolai estaba justo debajo del monstruo pero su rostro desfigurado salía por la parte derecha del brazo del sujeto. También estaba muerto. Jill sintió alivio por que ahora estaba al cien por ciento segura de que el monstruo ya no la seguiría nunca más. A menos que milagrosamente volviera a revivir pero Jill no le daba muchas esperanzas a eso, por lo tanto dejó la pesada arma vacía en el suelo y se dirigió hacia el otro extremo para recoger el lanzagranadas e irse del lugar. Se sentía enojada y algo aliviada, desahogada, el peor monstruo de la ciudad había sido aniquilado por una simple chica deprimida, esto demuestra que la furia interna provoca también un monstruo dentro de nosotros mismos que puede salir en cualquier momento si es provocado.
Jill se alejó del lugar con su lanzagranadas en dirección hacia el parque nuevamente.
Ahora lo sabía todo, el maldito de Nikolai era un traidor al igual que Wesker y ambos le repugnaban. Nikolai era peor pues quería hacerle ridículamente la competencia a Némesis de asesinar a los STARS y regresar a Umbrella, pobre ciego, aunque hubiera sobrevivido, esa maldita corporación lo hubiera desechado al igual que todos sus experimentos. Y todas las suposiciones de Jill acerca de asesinarla a ella y a sus compañeros, eran ciertas; Umbrella había enviado al monstruo para acabar con toda evidencia, para su mala suerte, cuatro de ellos aún seguían con vida incluyéndola a ella.
Aún así, después de la aterrorizante escena por la cual acababa de pasar, Jill se dirigió deprimida hacia el parque, totalmente paranoica de que Némesis se levantara por segunda vez y la siguiera. Pero de todos modos lo ignoró por completo.

Al llegar a la entrada, dos enormes rejas, pudo ver que estaban abiertas por que las cerraduras estaban abolladas y ni siquiera había candados. Al entrar pudo ver el hermoso y extenso jardín que rodeaba el pasillo alrededor de la fuente del parque municipal de Raccoon aunque estaba apagada pero había agua bastante enlamada dentro de ésta. Pudo ver también los cadáveres de seres humanos y de personas infectadas por el virus-T recostadas en el suelo. Temió que algunos de ellos se levantaran y comenzaran a seguirla pero ni siquiera podían mover la mirada pues estaban muertos de hambre. Jill vagó tristemente recordando todas esas veces que había venido desde chica al parque, aún tenía en mente esas máquinas de golosinas que se encontraban al final junto a las reservas donde también estaban dos cabañas gemelas una al lado de la otra. Y ese fue su objetivo; llegar a las cabañas para alojarse y descansar (aún se sentía un poco mareada por el antivirus) y después buscar esas máquinas pues ella también se estaba muriendo de hambre.
Continuó su camino entonces hasta rodear la fuente y subir unos pequeños escalones que daban a un segundo jardín ya con árboles que más bien parecía una especie de bosque. A la derecha se encontraban otros escalones hacia abajo que conducían hacia un pasillo para llegar a la reserva. Bajó entonces esos escalones y se topó con un pasillo con barandal de cuerdas y palos sosteniéndolas sobre un pequeño río enlamado, se veía oscuro y un poco largo pero libre de cadáveres. Jill caminó tristemente por el pasillo y muy deprimida pero no podía quitarse la imagen de la máquina de golosinas en su cabeza. Al terminar el pasillo “puente” se encontró con otro pasillo de tierra en medio del enorme jardín de la reserva que daba hasta el fondo, a las puertas del cementerio, antes de llegar (en una esquina) estaba un bote de basura y una enorme máquina de golosinas, tal y como Jill lo recordaba. Corrió entonces hacia la máquina y luego volteó a ver al otro extremo las cabañas gemelas, muy pequeñas pero acogedoras. Primero se dirigió hacia las cabañas y más allá pudo divisar todavía algunos cadáveres de zombis recostados en el suelo y también se podían ver perros doberman sin moverse. Estaban todos muertos. Llegó a las cabañas; la que estaba a mano izquierda se encontraba cerrada y pensó que si a esas horas de la noche se ponía a abrirla con su clip o tumbarla o darle un balazo con el lanzagranadas, cualquier ruido fuerte atraería a los zombis que, por lo general, atacaban de noche. La cabaña a su mano derecha estaba entreabierta y pudo entrar entonces. A su derecha estaba un baúl pegado a la pared completamente vacío, en frente estaba la cama y al lado hacia la pared (en medio de la habitación) un armario también vacío. La cama tenía una sábana blanca y cobija, ambas bien tendidas, y la almohada de funda del mismo color. Arriba se hallaba una ventana cerrada por la cual se podía ver a través el cementerio. Jill encontró bastante acogedor el lugar y luego se dirigió nuevamente hacia la máquina de golosinas cuyo vidrio estaba roto y se podía sacar lo que uno quisiera. Jill cargó todo lo que pudo con su sudadera al quitársela y regresó de nuevo a la cabaña. Al entrar puso todo dentro del baúl y tomó un paquete de rosquillas glaseadas que se llevó consigo a la cama para recostarse en la pared, comer y mirar a través de la nostálgica ventana. Jill ya no era una chica enojada, frustrada y deprimida, se había vuelto una total melancólica llena de tristeza que sentía un vacío dentro de ella que no podía llenar. Por alguna razón sintió una relación con esos zombis que estaban en el césped recostados como si estuvieran descansando, imaginó a su padre y a su madre convertidos en zombis… sería una peor pesadilla. No le quedaba ya nada, estaba completamente sola y atormentada por lo todo lo que estaba viviendo. Jamás se imaginó dentro de una cabaña, recostada y comiendo golosinas sin haberlas pagado, pero eso de la justicia y de ser policía ya se le había olvidado. Sólo pensaba en salir lo más pronto posible de la ciudad y alejarse para siempre y jamás volver. Jamás. Era tan triste y tan aburrido estar viva que preferiría… la luna era hermosa y le recordaba todas esas noches que miraba a través de su ventana en su habitación. Jill siempre fue una chica dulce y retraída, nunca fue muy sociable pero sí amistosa. Ahora sus únicos amigos eran esos cadáveres, su mejor amiga el lanzagranadas y su refugio era una cabaña en medio de un parque abandonado. Se sentía tan sola pero tan aliviada de no ser un zombi y de que Carlos la había salvado pero se sentía triste por la partida o supuesta desaparición de su compañero.
Comenzaba a sentir más frío, tuvo que ponerse de vuelta la sudadera. Con la falda no podía hacer nada, ni loca se atrevería a quitarle un pantalón de su talla a un cadáver zombi. Su única opción era seguir así o hacer una especie de falda larga con la sábana pero eso sería muy trabajoso y no tenía máquina de coser ni agujas. Se le ocurrió volver a la estación de policía pero tardaría días en llegar, sería blanco fácil y se perdería probablemente. Aunque la mayoría de los zombis o criaturas infectadas por el virus estaba muriendo, todavía tenía miedo. Al menos el maldito Némesis ya no estaría buscándola.
Durmió esa noche sin dejar de pensar en sus padres, sus compañeros STARS y en Carlos, todavía no podía creer que éste último se había ido. De todos modos pudo dormir por el cansancio y la seguridad que sentía al lado del lanzagranadas y estando en una cabaña tan acogedora como esa.

Amaneció. Ni siquiera se dio cuenta de cuanto tiempo había dormido pero al ver el sol entre los árboles y las nubes, pudo ver que había tenido un sueño muy corto. Concluyó que sólo durmió unas cuantas horas pues aún se sentía fresco el clima y abundaba la neblina entre las hierbas. Más allá de 5 o 6 metros no se veía nada. Salió entonces con el lanzagranadas en la mano después de haber desayunado un par de chocolates con yogurt, todavía tenía la sudadera puesta. Había planeado para ese día abrir la cabaña continua y ver lo que había adentro pues la ventana en la habitación estaba bastante empañada y sucia como para poder ver algo. Sacó entonces su clip y se arrodilló dejando el lanzagranadas a un lado para abrir la puerta, volteó hacia su derecha y nada se veía a lo lejos. Pero al voltear hacia su izquierda, a unos cuantos metros de ella, se encontraba un doberman silenciosamente sentado observándola. Estaba quieto y parecía mirarla con atención a lo que hacía pero algo mal andaba con ese perro; no parecía querer atacarla, simplemente estaba ahí observándola. Jill, en seguida, tomó el arma y le apuntó pero al hacerlo el perro se recostó lentamente en el césped y a los pocos segundos, comenzó a manarle sangre del costado y fue entonces cuando cerró los ojos. Jill sintió un alivio, cualquier disparo y del lanzagranadas sería un ruido tremendo. Suspiró y prosiguió con su trabajo. A los pocos minutos pudo abrir la cerradura y entró a la cabaña guardando de nuevo el clip. Era una habitación idéntica a la otra cabaña excepto por dos pequeñas diferencias: en lugar del armario vacío había una pequeña chimenea con cenizas viejas y polvo con troncos secos. También se encontraba un hombre recostado boca arriba con ambos brazos extendidos, un agujero en su garganta que salía por la oreja izquierda y un revolver al lado. La chica cubrió su nariz a causa del olor y se acercó hacia el cadáver. Se trataba del velador del lugar, vestía un pantalón café, botas de leñador color gris oscuro y una camisa verde con cuadros negros. Se veía que era una persona ya mayor, como de 60 años o más. Jill tomó la mágnum, aún tenía 5 balas disponibles, el pobre tipo se había pegado un tiro. Sobre la cama se hallaba también una hoja de papel que parecía ser el testamento del hombre, Jill se dirigió hacia el documento y guardó la mágnum en su cinturón.

Querida Martha:

He estado aquí ya varias semanas y no he tenido respuesta por parte de Frank, el velador de la fábrica muerta. Llevo aquí días sin hablar con ningún ser humano, creo que me tienen en cuarentena.
Esa fábrica la trabaja Umbrella y estoy seguro de que experimentan con animales, el otro día vi rondando por el cementerio un perro de raza doberman con mucha sangre alrededor de su cuerpo y el rostro desfigurado. Fue horrible

El sepulturero me tiene mucho aprecio y a mí también me agrada pero no he sabido nada de él en días, hay un rumor de que profanó algunas tumbas y lo metieron a la cárcel pero tampoco he sabido nada. Se llama Albert.
El otro día me enteré por la radio, en las noticias, antes de que se descompusiera y la echara a la chimenea, de que había criaturas asesinando gente por doquier y de que había seres humanos que ya no pensaban más en que en matar. ¿Qué sucede mi querida esposa? Estoy aterrorizado

Ayer un grupo de personas se acercaron a mi ventana como queriendo entrar, no parecían ya seres humanos parecían bestias salvajes con sus rostros desfigurados queriendo asesinarme.
Me he encerrado aquí por mi seguridad, tengo sólo un arma y…

Creo que me estoy volviendo loco, si no vuelvo para el próximo mes por favor diles a los niños que decidí irme, no les digas que me tienen encerrado aquí sin dejarme salir. Diles que los amo y que por favor no se preocupen, que algún día volveré… mañana saldré a poner esta carta en el bu…

El pobre sujeto ni siquiera había podido terminar la carta, los malditos zombis lo interrumpieron. A Jill le enfadó no ver ninguna fecha o firma en el documento, sólo las tristes palabras que le provocaron un nudo en la garganta.
Sin dejar de cubrirse la nariz, dejó la hoja de papel de vuelta en la cama y se aproximó de nuevo hacia el cadáver. Era obvio que el sujeto no estaba infectado y además el pantalón era casi de la talla de Jill. Por lo tanto se lo quitó con un poco de asco y se lo puso de inmediato. La pobre ahora se veía más nalgona por no haberse quitado la falda pero eso no le importó, salió de la habitación y se dirigió hacia la suya en la cabaña de al lado donde se recostó en seguida en su cama analizando la mágnum que tenía ahora en su poder. No era de calibre alto pero le volaría los sesos fácilmente a cualquier ser viviente, incluso a esos malditos cazadores que mataron a Tyrell.

Pasaron varias horas antes de que volviera a levantarse para dirigirse nuevamente a la cabaña continua e intentar prender la fogata. Recordó el encendedor que Brad le dio antes de morir y lo sacó de su cinturón, tuvo que desabrocharse el pantalón y fue embarazoso, aún le quedaba esa intimidad de mujer, se sintió humana una vez más. Se acercó a la pequeña chimenea y observó los troncos secos llenos de polvo, no los podría encender a menos de tener… ¡un papel!, era perfecto. Pero… era el testamento del hombre, una carta a su esposa… no se atrevió a hacerlo y se sentó nuevamente en la cama para pensar con claridad. Tal vez si le quitaba la camisa al hombre podría encenderla y así volver a prender los troncos si los limpiaba claro.
Hizo lo siguiente después de varios minutos de meditación: sacó el cadáver y lo puso junto al perro que ya estaba muerto y le quitó la camisa. El sujeto se veía vergonzoso y desnudo y entonces sintió culpa de dejarlo así sin ropa pero tenía que decidir entre la camisa y la carta así que eligió la prenda. Volvió a la cabaña y sacó los troncos cuyas cucarachas corrieron hacia la salida rápidamente y entonces los sacudió afuera. Al volver, prendió la camisa y la colocó sobre los troncos, a los pocos minutos encendió la fogata. Cerró la puerta y tomó la almohada para ponerla en el suelo y sentarse a mirar la fogata. Los fríos del otoño eran un poco fuertes pero con ropa de algodón y un buen fuego frente a ella, estaría bien.
Duró varias horas junto a la fogata que no tuvo opción más que recostarse en la cama y dormir tranquilamente, para el atardecer se buscaría otra cosa que hacer. Tal vez lo mejor sería irse de una buena vez por que el misil destruiría la ciudad por completo y si no se apresuraba, moriría en la explosión. Recordó las palabras de Nikolai “faltan unos días” pero jamás dijo cuantos, posiblemente ese día sería el indicado, o mañana o al día siguiente… tenía que irse lo más pronto posible.

El fuego se reflejaba en sus ojos, en su triste y desolada mirada mientras se encontraba sentada en la almohada con la cobija café alrededor de su espalda. Tanta desolación la estaba afectando emocionalmente. Miró la mágnum del sujeto que sostenía en su mano derecha y la estudió con demasiada concentración. Era como si estuviera pensando en algo que hacer con ella, no cabía duda de que era un arma poderosa y le había quitado la vida así de rápido a un ser humano al igual que se la quitaría a cualquier animal con un solo disparo. Jill se quitó la cobija de encima y se puso de pie sin dejar de mirar el arma. Se dirigió hacia la cama donde lentamente se sentó y abrió un poco más los ojos concentrados en el revolver. Entonces lo meditó de nuevo, si apuntaba en un lugar incorrecto con cualquier arma, sería una estupidez pero con un objeto de alto calibre como el que tenía en sus manos, sería perfecto. Ya no tendría que seguir con ese sufrimiento, quería dejar la pesadilla y la ciudad de Raccoon, ésta, era su verdadero infierno. La mágnum solucionaría todo, sus problemas finalmente se acabarían y descansaría el resto de su vida sin tener esa preocupación, sin sentir ese miedo y esa angustia dentro de su corazón. Su alma simplemente no descansaba y se estaba apagando la luz en su interior por tanta depresión. Por tanta soledad. Si lo hacía, no se volvería zombi pues nadie la infectaría por la falta de energía en sus cuerpos y, probablemente, jamás la encontrarían. En un par de días iban a hacer estallar la ciudad por completo, el caos terminaría y ella quedaría enterrada entre los muertos. Todo es le repugnaba pero, al ver al velador y haber leído su carta, no tenía otro deseo en ese momento. Por lo tanto, colocó el dedo junto al gatillo del revolver, colocó el agujero cerca de su rostro y abrió la boca, tardó unos segundos en decidirlo nuevamente pero sentía que era la única opción. Tal vez nunca saldría de Raccoon y ésa era la única esperanza que tenía. El revolver tocó sus labios mientras ella ya comenzaba a sudar, soltó un par de lágrimas y entonces…
Arrojó el arma hacia el suelo violentamente y estalló en llanto. Cubrió su rostro lleno de lágrimas y luego se inclinó hacia delante con ambos codos en sus rodillas mientras cubría su rostro empapado. Luego comenzó a secarse con las mangas de la sudadera y miró hacia la fogata. Sacó la carta que tenía en su bolsillo y le dio una breve leída antes de volver a guardarla. Luego la apretó hacia su pecho y soltó un enorme suspiro mientras seguía llorando. Volvió a secarse sus lágrimas y miró hacia la fogata casi a punto de apagarse, entonces echó la carta al fuego.
Sentía que se desahogaba al comer nuevamente un bocadillo y beber de ese delicioso yogurt, era verdad; si moría no tendría el placer de comer, el placer de beber y saborear los alimentos que más le gustaban en la vida. Era un ridículo detalle demasiado trivial pero en esos momentos fue su desahogo para seguir viviendo. El hecho de vivir un día más, ver la luz del sol, la luz de la luna, las nubes, el cielo, la naturaleza. Poder ser un ser humano y pensar en los zombis diciendo: “pobres sujetos” sentirse afortunada de seguir razonando y poder pensar, sentir y, más que nada, vivir. Era como si el mismo Dios le hubiera dado una esperanza de vida en esa carta que había leído, en esos alimentos, en ese sentir de vida que aún tenía en su alma. No podía hacerlo, no podía terminar igual que el sujeto. Ella saldría de esa ciudad…
La luz dentro de su corazón se encendió de nuevo y soltó entonces una lágrima interior y admiró la belleza de la naturaleza una vez más diciendo: soy afortunada de aún seguir con vida.
Supo de inmediato que tendría que buscarse algún quehacer durante su breve estancia pues en caso de no hacerlo, volvería a recaer en lo mismo. Su verdadero destino era salir de la ciudad y tenía que seguirlo a como diera lugar.



5

Al día siguiente, la fogata se había apagado. Salió de la habitación y volvió a la otra cabaña donde desayunó golosinas y jugo nuevamente y, tomando un par de alimentos y bebidas, salió del lugar decidida a buscarse cualquier estúpido quehacer para no volverse loca otra vez. Un buen 3 de Octubre sería el último día que pasaría dentro de la ciudad, al día siguiente se largaría sin detenerse. Tal vez ese mismo 3 de Octubre, lanzarían el misil pero se escucharía mucho antes de llegar como el sonido de un avión a lo lejos y le daría tiempo de huir a toda velocidad y alejarse lo más pronto posible de la ciudad. Al llegar a la carretera prácticamente estaría salvada. Sabía que después del pequeño cementerio estaba la fábrica y sólo habría que rodearla para llegar al elevador y subir al deshuesadero, entrar al bosque y largarse.
Mientras tanto pasaría el resto del día refugiada sin alejarse mucho de las cabañas y sin acercarse para nada hacia los cadáveres de los zombis o de los perros doberman. Surgió una nueva interrogante en su cabeza: ¿habría la posibilidad de que otros perros estuvieran infectados? Claro que sí. Si todo tipo de ser humano podría ser infectado, todo tipo de perro también. Incluso pensó en algunas otras mascotas como los gatos y las aves, si ya había visto cuervos infectados, también cualquier pájaro lo estaría y… ¡no! Si ellos podían volar, fácilmente se alejarían de la ciudad e infectarían el resto del mundo. Ellos podrían causar un caos mundial. Pero había una solución; las aves infectadas ni siquiera querrían salir de la ciudad si se estaban muriendo de hambre, ni siquiera razonaban y ya no eran pájaros comunes que emigraban cada estación del año, no, eran zombis y sólo buscaban el alimento más cercano. De hecho, al salir de la cabaña y dedicarle algo de tiempo a ver el panorama, Jill pudo comprobar su teoría de las aves al ver que muchas de ellas, y en grandes cantidades, se encontraban ya recostadas en el césped sin moverse. Muchas de ellas optarían por alimentarse de los cadáveres, al igual que los perros, los animales tenían la capacidad de hacer eso sin sentir repugnancia. Pero Jill ya había visto zombis comer de cadáveres o de ellos mismos, entonces ¿Por qué no sobrevivían así? Tal vez por que al morder a un cadáver, este cobraba vida y se volvía zombi y, obviamente, no permitiría que se alimentaran de él. Pero de todos modos ya habían entrado en el canibalismo aunque esto no los ayudaría a sobrevivir ni un par de días. Estaban todos acabados, el virus-T desaparecería y sólo quedaría acabar con Umbrella en Europa. Mientras tanto, Raccoon desaparecería del mapa para siempre.

Jill no supo claramente en qué entretenerse, pasaba horas frente al fuego hasta que se hartaba y salía a tomar el aire. Se alimentó varias veces de golosinas ignorando un posible engordamiento pero era ilógico que engordara por tan sólo un día de atascarse de comida. Aún así, le preocupó su figura y optó por un alimento cada cuatro horas. También pensó en su propio olor pues no se había bañado en varios días y pronto comenzaría su periodo ¿Qué podría hacer?, ¿aguantar hasta mañana para salir de la ciudad? De tan desesperada que estaba, pensó en irse de la ciudad ese mismo día pero ya era demasiado tarde para hacerlo, comenzaba el atardecer y si se iba llegaría muy noche y, por experiencias propias, sabía que los zombis atacaban más seguido en la oscuridad de la noche. Por lo tanto, tendría que esperar un día más.
Una de sus pocas actividades ese día fue realizar una búsqueda extremista en ambas cabañas para ver si encontraba algo de uso común, tan siquiera una toalla para limpiarse el rostro o una pelota con la cual jugar. No encontró nada de eso pero pasó un suceso el cual ella consideró un milagro: encontró un pequeño jabón debajo de la cama del velador, sabía que si usaba las botellas de agua de la máquina de golosinas para lavarse y enjuagarse, podría al menos darse una especie de baño con el jabón. Por lo tanto se puso de pie y se dirigió con el jabón en ambas manos y una dulce sonrisa en su rostro hacia la cabaña de al lado donde tenía esas botellas de agua. Tomó dos y se quitó el suéter al igual que el pantalón. Debido a su increíble intimidad, optó solamente por jabonarse las 4 extremidades y su rostro, el resto lo dejó para después. El jabón se terminó al enjuagarse y en seguida se puso la ropa de nuevo por el frío que comenzó a sentir. Regresó a la cabaña del velador y se colocó lo más cerca que pudo de la fogata para sentir ese calor de nuevo y abandonar el frío que sentía en su cuerpo. Si tan sólo pudiera tener un espejo, no se conformaría con mirarse en los cristales empañados de las cabañas.
Esa misma noche tuvo un sueño, una pesadilla en la que Carlos regresaba pero en instantes se transformaba en un zombi y Némesis aparecía detrás de él para asesinarlo tal y como lo había hecho con Brad. Despertó en cuanto el monstruo partió a la mitad al pobre mercenario. Minutos después de soltar un par de suspiros al ver que todo había sido un mal sueño, comenzó a llorar. Sus lagrimas brotaron lentamente alrededor de sus mejillas, su mirada ya no era la misma de antes, había cambiado; ahora era la mirada de una atormentada mujer que anhelaba mas que nada salir de la pesadilla, ¿habría sido una pesadilla lo que había tenido?, quizás no… quizás había sido un buen sueño en el que Némesis acababa con ella y así ya no tendría que sufrir mas…
Minutos después de recuperarse de su llanto, se volvió a recostar lentamente en la cama y volvió a dormir, la regocijó el hecho de que mañana saldría y jamás volvería a esa ciudad, el simple hecho de salir era su esperanza. De todos modos no pudo dormir.
Al día siguiente volvió a repetir su rutina de cambiar de cabaña, desayunar golosinas y jugo, tomar ambas armas y salir del lugar. Esta ocasión salió decidida para irse de la ciudad de Raccoon ese mismo día antes de que anocheciera. Lo bueno era que no se veía ningún zombi merodeando por el lugar y tenía suficiente alimento y dos poderosas armas para enfrentar a quien fuera, lo malo era que tenía que pasar por el cementerio y había una ironía; el cementerio era el lugar más seguro del planeta para estar o refugiarse por que “todos estaban muertos” pero si todos estaban muertos y podían levantarse como zombis entonces estaba perdida y era el peor lugar para estar o refugiarse. Aún así, abrió las puertas del cementerio y entró. Pudo ver que había varias lápidas en orden y además cercas que dividían una sección de otra, también había muros de tierra y césped alrededor del lugar haciéndolo ver como un pequeño laberinto. Por suerte no era un gran cementerio, era diminuto y podría salir fácilmente. Al fondo de todas las tumbas pudo ver una pequeña casa (muy pequeña por cierto, más que las cabañas) que parecía un baño por su tamaño. Y más allá se encontraba el pasillo que daba al puente levadizo de 5 metros de largo que conducía hacia la fábrica muerta. Cruzando la fábrica estaba la salida al bosque y, por fin, a la carretera. No esperaba que alguien la recogiera claro, la ciudad estaba en completa cuarentena y todas las entradas y salidas estaban bloqueadas excepto esa. Ella podría abrir la puerta que daba al elevador para subir a la superficie por que “todo policía tenía acceso” por lo tanto le sería fácil salir de la ciudad.
Se encaminó entonces cruzando las lápidas y tumbas con un exceso de miedo mientras temblaba al avanzar. Tenía esa fobia de que algún muerto se levantaría y la tomaría de los pies sin dejarla ir y, ahora con los zombis, parecía que le daría un infarto al ver alguno. De todos modos la depresión y la melancolía le tumbaron el miedo y avanzó como si no le importara nada.
-¡Rayos!- murmuró preocupada detrás de un pilar cerca del “baño” al ver un cazador merodeando por la entrada al puente levadizo, entre las lápidas y las cercas. Parecía estar atontado pero aún así era terrible y le provocaba horror a la chica quien se encontraba detrás del pilar.
Cuando se asomó nuevamente, el monstruo seguía caminando mientras miraba hacia el suelo, esto le pareció extraño pues no parecía estar buscándola y por suerte no la había visto aún. Tenía que correr hacia el “baño” para ocultarse hasta que el sujeto se fuera. Tragó saliva y se aventuró con el lanzagranadas colgándole en la espalda y el revolver en la mano hacia la izquierda, llegó entonces a la casa y abrió la puerta. No era un baño, era un cuarto con una simple silla ahí, parecía el estar de un velador. Había un agujero cerca de la entrada y miró a través para ver si el cazador se había ido. Logró ver que estaba de pie tambaleándose sin quitar la mirada del suelo, a lo mejor ya la había visto. Para su fortuna, no fue así; el cazador después de un largo rato se desplomó de rodillas al suelo y cayó por completo.
Jill duró casi media hora en decidir que el monstruo estaba muerto y que podría salir con cuidado y dirigirse hacia el puente levadizo con toda seguridad, sólo había un detalle: el cazador obstruía la entrada, tendría que brincarlo. Revisó de nuevo la mágnum y pensó “si el velador se pegó un tiro es por que todavía sirve, pero no sé cuanto tiempo lleva de muerto” por su apariencia, el sujeto llevaba menos de una semana así que el revolver funcionaba a la perfección. Decidió guardar el arma y apuntar con el lanzagranadas pues si el cazador se levantaba, sería el arma indicada. Con la mágnum no le haría el menor daño o eso era lo que pensaba. Así pues, salió de la angosta habitación y caminó unos cuantos pasos con cuidado hacia el cadáver. Primero que nada lo observó; si se movía justo cuando estuviera pasando arriba de él, estaría perdida. Tenía que hacerlo de todos modos, no había otra opción, por lo tanto se aproximó lo suficiente hasta quedar justo frente al monstruo. Levantó el primer pie encima de la espalda del sujeto y luego lo puso del otro lado en el suelo, prosiguió con el segundo y de pronto el monstruo pareció abrir los ojos. Jill rápidamente bajó su pie y se alejó del monstruo corriendo lo más pronto posible corriendo a través del puente levadizo olvidando que éste se tambaleaba y había posibilidades de que se cayera al agua turbia que había debajo. Al llegar a la entrada de la fábrica, se detuvo y miró hacia lo lejos para ver si podía distinguir el estado del cazador; aún seguía en el suelo recostado. Suspiró un par de veces antes de proceder con su misión y luego se dio media vuelta para poder observar las puertas gemelas que se encontraban completamente selladas. En medio decía “Fábrica Industrial de Investigación de Raccoon” y justo debajo de la palabra Fábrica alguien había escrito con aerosol la palabra Muerta. Por suerte, el objetivo de Jill no era entrar a la “Fábrica Muerta” si no rodearla hasta llegar al elevador que la conduciría hacia arriba, al bosque, a la salida de la ciudad de Raccoon. Se encaminó hacia la derecha y luego de nuevo hacia al frente rodeando así el enorme edificio por fuera. El suelo no era más que tierra muy seca y un poco de césped alrededor, además había algunos restos de basura pero no muchos. La depresión de Jill disminuía conforme caminaba pero luego se regresaba cada vez que comenzaba a recordar sobre la muerte de sus compañeros, sobre sus familiares vueltos zombis y sobre la desaparición de Carlos, lo que más quería era volver a verlo. Pero necesitaba más ver a Chris o a Barry quienes ahora probablemente se encontraban en Europa al igual que Claire a quien formalmente nunca tuvo el gusto de conocer. Por supuesto que Jill no sabía nada sobre el virus-G ni sobre Leon Kennedy ni los Birkin pero sí sabía el nombre de ambos científicos, sabía la verdad de la creación del virus-T y ya había visto al “Némesis” que era un experimento viral y casi perfecto del virus-G, tal vez era la única evidencia que existía en la actualidad de ese virus pero si Leon y Claire habían destruido la última muestra, entonces ¿Cómo es posible que crearan a tan perfecto soldado para eliminar a los STARS? Umbrella había logrado obtener el virus-G de las manos de William Birkin o habían contratado a alguien que también lo investigara o ellos mismos en Europa lo habían descubierto. Las interrogantes eran bastantes pero Jill no sabía nada de eso y ahora lo único que le preocupaba era llegar al elevador para salir de la ciudad y jamás, jamás, volver.
Llegó entonces al borde de la fábrica donde había una cortina de fierro pintada de azul la cual tendría que abrir para poder entrar al cuarto de máquinas donde supuestamente había una gigantesca arma nuclear llamada “la batería” de la cual Jill había oído hablar en la televisión mucho antes del incidente en la mansión Spencer. La cortina, por supuesto, tenía candados pero si Jill le apuntaba con el revolver a ambos podría abrirla de dos disparos. De nuevo surgió la interrogante sobre hacer ruido pero ella sabía que si lograba abrir y cerrar, ya estando adentro, la cortina, nadie más podría entrar. Sacó la mágnum y le apuntó al candado de la izquierda, el ruido del disparo hizo revolotear a algunos pájaros a lo lejos mientras la chica se quedó un poco petrificada y volteó a ver a su alrededor para ver si algo o alguien andaba por ahí. Incluso se asomó hacia el barranco pero no hubo ninguna reacción, por lo tanto le apuntó al siguiente candado y le disparó. Ambos candados estaban rotos y podía abrir la cortina la cual, le costó bastante trabajo por requerir de mucha fuerza debido al peso que tenía. Cuando al fin entró, bajó la reja con cuidado y quedó de nuevo cerrada y Jill adentro en la oscuridad. Fue entonces cuando prendió el encendedor y buscó hacia sus lados algún interruptor, al encontrarlo subió el switch y el lugar quedó completamente alumbrado. Era verdad; la enorme batería se podía ver al fondo, apagada, y a su lado se hallaba una computadora madre con tres más a los lados que hacían funcionar la maquinaria. Jill se impresionó poco pues ya había oído hablar de eso en la televisión y sólo tenía en mente salir de ese lugar pues le provocaba escalofríos. En frente de ella se encontraba una maquinaria con tuberías y una caja metálica afuera de un agujero diseñado para que entrara. Posiblemente al introducirla, la batería encendería. Se dirigió hacia la derecha y hacia al frente hasta que pasó junto a la enorme batería (un gigantesco fusil de 4 metros de altura y 7 metros de ancho, color grisáceo metálico) y a unos cuantos pasos se encontraba la puerta. En frente de la puerta había otra caja metálica igual a la anterior. Antes de cerciorarse si la puerta estaba abierta o no, un fuerte golpe se escuchó en la cortina de fierro por la cual había entrado. A los pocos segundos comenzó a abrirse dejando escucharse, además del ruido de la cortina, algo baboso caminar hacia ella. La cortina se cerró de inmediato violentamente provocando un molesto ruido. La bestia salió a la luz ante Jill quien se encontraba paralizada sin dejar de verla. Tenía esos látigos oscilándole de nuevo, se le notaba la piel dura y los músculos alrededor, ahora tenían un color más amarillento (color piel) y se veía totalmente asquerosa. Sus cuatro extremidades ya no eran brazos ni y piernas si no cuatro enormes patas por las cuales se deslizaba hacia delante como si fuera una hipopótamo, era enorme y además su rostro ya no se le distinguía del cuerpo pero aún así, Jill supo inmediatamente de que era él quien se encontraba frente a ella. Era una mutación horrible pero algunos rasgos descubrían su identidad todavía y se podía distinguir ese ojo cocido en su “frente”. Casi se arrastró hasta llegar a unos pasos de ella y entonces se detuvo mientras que las pesadillas de la chica regresaron en seguida. Sintió esa enorme paranoia y el miedo provocado anteriormente por el monstruo que podía razonar. La había seguido desde el momento en que se fue sólo que por su extremada lentitud, apenas la había alcanzado. Ahora se encontraba frente a ella como si estuviera mirándola pero sus fuerzas se habían ido y era un blanco fácil para la chica que lo había derrotado anteriormente con mucha dificultad. Todos los problemas que le causó los recordó en seguida, tenía el objetivo de eliminarla ya no por ser su misión de acabar con los STARS si no con el fin de vengarse y asesinarla. Desafortunadamente ya no le quedaban energías y se encontraba bastante herido como para realizar un ataque mortal y acabar con la chica. Estaba exhausto. Del cansancio entonces se derrumbó ante ella pero aún sin dejar de respirar ni mover sus tentáculos que no dejaban de oscilarle en la espalda y el cuello. Ella se aproximó lentamente y sacó la mágnum que tenía en la parte de atrás de su pantalón, le apuntó entonces al agonizante animal. Lo miró con rabia, con furia, pero con más seguridad y tranquilidad dentro de sí misma. Se había percatado por completo de que el monstruo moriría en cualquier momento y jamás la alcanzaría nuevamente, ella había perdido tiempo en las cabañas dándole ventaja para encontrarla pero todo había sido en vano. Jill se dio cuenta de que estaba agonizando y aprovechó para acercarse y mirarlo atentamente con su melancólica mirada.
-¿Quieres a los STARS?- dijo ella. –Yo te daré STARS- le disparó dos veces seguidas en el rostro hasta que por fin, dejó de moverse y, esta vez, los latidos de su corazón ya no se escuchaban. Había muerto, había fallecido. La chica volvió a guardar el arma y se dio media vuelta mientras que Némesis quedó ahí muerto para ya no volver a levantarse jamás. Esta vez era seguro.
Jill intentó hacer girar la perilla de la puerta pero ni siquiera pudo moverla, estaba estancada. En lugar de usar otra vez el clip, le dio una fuerte patada a la débil puerta de madera haciéndola abrir al instante. Entró y la pequeña habitación era el elevador mismo con un panel de control justo encima de un tablero también en el elevador. Jill se sabía la clave pero aún así el conmutador le pedía una identificación que pasaría por un escáner para dejarla utilizar el elevador. Puso la clave “64875” y sacó su identificación, una tarjeta de STARS con su foto y algunos datos a la derecha de ésta, la pasó por el rectangular escáner color verde fluorescente y listo, las luces se encendieron al igual que el tablero. Presionó el botón de “subir” pues era el único que había (un triángulo color rojo), volvió a echarle una última mirada al monstruo y comenzó a elevarse durante varios segundos hasta llegar a la cima donde otra puerta se encontraba frente a ella. Ésta pudo abrirla fácilmente, al otro lado se encontraba la salida.
Cerró aquella puerta y pudo ver la luz del sol y el bosque no muy lejos de donde ella se encontraba. En seguida comenzó a caminar por el deshuesadero, un campo muy ancho y rectangular que daba al bosque por donde se veían ya los árboles. Algunos botes de basura de fierro se encontraban hasta el tope de desechos tóxicos inservibles y plásticos. Nada importante. Jill se enfocó sólo en caminar derecho sin detenerse sintiendo ese enorme alivio que jamás había sentido en su vida. Recordó cuando su padre salió de prisión y llegó a casa con una dulce sonrisa, listo para abrazar a su querida hija, esa ocasión fue la más emocionante de su vida y se sintió feliz. Jamás se había sentido tan feliz hasta este momento en el cual, por fin, había logrado escapar. Su último escape…

El bosque no era muy extenso, sólo era el típico lugar justo al lado de la carretera hacia el siguiente pueblo cuyo nombre Jill ni siquiera sabía. Caminó por los árboles sin dejar de pensar en lo que había sucedido pero algo en su interior hizo que comenzara ya a olvidarlo. Algo sintió que la hizo volver a esa depresión y a poner esa mirada triste y vacía en sus ojos nuevamente como si todavía faltara mucho para poder salir. Esa misma mirada que tuvo cuando pasó por el centro de la ciudad destruido después de que el Némesis había asesinado a Brad, después de que Némesis había asesinado también a Nikolai y a Mikhail… después de que Carlos había desaparecido. De todos modos, a los pocos minutos en el camino, su mirada se volvió melancólica al igual que su nueva forma de ser. Ya no podía sonreír; mientras caminaba sentía como si no hubiera comido nada en días y caminara sin rumbo alguno por el verdoso bosque. Ese bosque estaba vacío, ni siquiera tenía ardillas corriendo por los árboles o al menos insectos alardeando por ahí. Nada. Era un bosque tan vacío como el corazón de la chica que jamás se llenaría de nuevo. Tal vez si pudiera estar con Chris y los demás volvería a sentirse como un ser humano vivo, alegre, emocionado, feliz, pero mientras tanto no podría hacer una mueca distinta en sus labios ni tampoco ningún gesto en su rostro que no fuera frustración, fastidio y melancolía.
Al divisar la carretera entre los árboles, sus labios comenzaron a separarse y sus ojos empezaron a abrirse hasta tener un gesto de sorpresa, no creyó que le fuera a importar pero al fin estaba salvada. Por fin. Adiós ciudad de Raccoon para siempre, adiós zombis, adiós Némesis. Finalmente había encontrado la salida después de varios minutos desesperantes en el bosque y podría ir a casa. Corrió entonces felizmente hacia la carretera pero por dentro aún se sentía desolada, triste y cansada. Pisó el suelo, el cemento y miró las líneas amarillas que no había visto en semanas. Miró hacia ambas direcciones (atrás y adelante) y no vio ninguna señal de vida o de muerte viviente. Y entonces vio lo que más le causó alegría en su corazón: un rectangular letrero color verde con letras blancas mayúsculas que decía: Límite de la ciudad de Raccoon. Estaba salvada, iría a casa y jamás regresaría de nuevo al lugar que había arruinado su vida. Sabía perfectamente que hacia la izquierda llegaría caminando hacia el siguiente pueblo a no más de 5 kilómetros por suerte y ahí podría volver a su hogar, un departamento en la ciudad Carson el cual había dejado hace más de 4 meses para ir a una misión en una mansión cerca de las montañas Arklay. Ese acogedor lugar era lo único que tenía en mente, en nada se comparaba con las cabañas ni mucho menos con la mansión en donde había vivido sólo un día. Pensó en Chris mientras caminaba, pensó en Barry y en la familia de éste, pensó en Rebecca y finalmente en Umbrella. Si había algo que la hacía levantarse para seguir viviendo y para seguir luchando, era el destruir a Umbrella junto con sus compañeros. El simple hecho de continuar con una investigación policíaca que había cambiado por completo su vida hacia un mundo drástico lleno de atrocidades y decesos que la herían, la había puesto de pie todos esos días. Si habían muerto sus compañeros no permitiría que fuera en vano, para nada, no, ella seguiría luchando hasta destruir la corporación que arruinó por completo la ciudad de Raccoon. Jill, por lo pronto, estaba salvada y se dirigía hacia su “hogar dulce hogar” lista para descansar el resto del mes y luego irse a Europa aunque tal vez consideraría esa opción más tarde pero era lo que tenía en mente en esos momentos. Al fin había escapado de la ciudad de Raccoon, al fin estaba completamente a salvo, no volvería a ver el rostro de un zombi por el resto de su vida, al menos no despierta pues esas pesadillas jamás terminarían en su mente. Jamás…



Octubre 4

Han pasado 6 días desde que tomé la decisión de escapar de la ciudad, desde que esos zombis la tomaron por completo y el virus-T infectó todo a su paso. Ahora estoy a salvo y viva… viva y tengo que estar agradecida por eso.
No sé nada de Carlos todavía pero espero que al llegar a mi hogar, lo sepa, mientras seguiré vagando por ahí hasta que llegue el momento de la verdad.

Me siento triste y desolada, he pasado los peores momentos de mi vida y soy la única sobreviviente vista de la ciudad de Raccoon, no puedo creer que yo Jill Valentine salí con vida casi ilesa de ese lugar. Pero todo fue gracias a un par de soldados que me ayudó para salir, se los debo todo a ellos y a mis compañeros de STARS, de no ser por ellos ahora yo misma sería un maldito zombi.

Extraño a mis padres, claro, vivían en Raccoon pero prefiero no pensar en eso, ahora tengo todo claro: estoy a salvo gracias a Dios y vivo para poder ver un día más. Para poder ver amanecer el sol de todos los días, para poder ver la luna y las estrellas cada noche y sentir cada momento y disfrutarlo al máximo por que todo lo que viví en esos 6 días, cambió mi vida para siempre. Estoy viva… tengo que luchar para sobresalir y tengo que encontrar a mis compañeros…

Recuerdo que una vez un extraño en la calle que arresté, ya habiéndole dicho sus derechos, me dijo “No volveré a ver la luz del sol, ¿verdad?” y recuerdo que yo le dije: “en la prisión hay ventanas”. Creo que si todos tenemos la esperanza de volver a ver la luz del día después de haber estado en la oscuridad, eso nos mantiene con vida. Hay ventanas en todos lados, incluso en nuestros corazones, por medio de las cuales podemos ver la luz que parpadea como si fuera una señal de vida, una luz en el camino. Una esperanza.

Vuelvo a casa, a mi hogar, a donde pertenezco. No sé mucho pero sé que salí con vida de un Apocalipsis, de una catástrofe. Lloro la muerte de los pobres ciudadanos y a ellos les regalo mi corazón, a ellos les doy todo lo que tengo pues les debo la vida y no tengo nada más que ofrecer más que mi pequeña y estúpida existencia.
Vuelvo a casa… estoy salvada…




6

El pueblo se veía muy solitario pero los seres humanos caminando normalmente sin tener una sola pizca de ese maldito virus, se veían hermosos. Sólo eran unos pocos pero al menos no estaban infectados. Sabían que la ciudad de al lado explotaría esa misma noche pero para esas horas, ya estarían probablemente dormidos y soñando libremente.
Jill no soltó su lanzagranadas ni un solo segundo, la mágnum la tenía guardada y le recordaba el rostro de Némesis cada vez que la veía. Pero aún así, siguió caminando hasta llegar a una parada de autobús que la llevaría de un extremo del pueblo, al otro. Luego pensaría en como irse a casa.
La parada de camión era simplemente una banca metálica con tejado de vidrio color café y al lado un tubo (un poste) con un letrero azul que decía parada de autobús y un dibujo en blanco de un camión. Ella esperó de pie pacientemente y de pronto comenzó a sentir que se volvía zombi pues a lo lejos se le podía apreciar tambaleándose por el cansancio y probablemente parecía uno de ellos en ese estado. Las ojeras ya casi no abundaban y todas sus reservas ya se las había comido, hasta una botella de agua que había tirado en la calle como basura aunque eso fuera en contra de sus principios morales.
El autobús llegó, un enorme camión desarreglado con asientos de plástico color café y dos pasamanos gemelos en medio. Al parecer sólo estaba el chofer y un pasajero sentado en el primer asiento a la derecha, era un automóvil en movimiento y Jill no había visto uno en semanas. Esas semanas que vivió habían sido años para ella, una horrible pesadilla. Las puertas del cielo se abrieron cuando el chofer abrió las suyas y miró a la chica con el lanzagranadas en una mano y el rostro desolado y muy serio. El chofer era un gordo calvo de bigote y barba de candado, además se veía bastante desarreglado. Jill ignoró al pasajero que llevaba y de todos modos subió los escalones hasta llegar frente al chofer quien se percató de inmediato de que la chica venía de la ciudad de Raccoon pues tenía un arma y se veía exhausta pero aún conservaba su dulzura y la belleza en su hermoso rostro. También se dio cuenta de que no tenía ni un centavo pero al sentirse él identificado con ella (pues había vivido en Raccoon y tuvo suerte al salir de vacaciones antes del incidente) volteó a ver la escopeta que llevaba consigo a un lado de su asiento y arrancó entonces el camión.
Jill se sentó en uno de los asientos del área izquierda pegada a la ventana donde recargó su lanzagranadas en el asiento de al lado y su cabeza la posó en el cristal para poder ver a los pobres ciudadanos caminar y charlar como personas normales en la calle. Como seres humanos. Pudo sentir el alivio nuevamente y con ese rostro lleno de melancolía, siguió mirando a través de la ventana.


FIN

Basada en los tres videojuegos de Capcom de Resident Evil 1, Resident Evil 2 y Resident Evil: Némesis.